Del Estado social al Estado penal
por MANUEL DELGADO
Cuesta sostener hoy que Loïc Wacquant sea sólo un discípulo aventajado de Pierre Bourdieu. A estas alturas está claro que es mucho más y otra cosa. Wacquant es en la actualidad uno de los referentes clave para dar cuenta de en qué medida lo que solemos llamar “el sistema” es ciertamente eso, un sistema, es decir una estructura de mecanismos solidarios, cada uno de los cuales depende del buen funcionamiento de los demás. El mérito de este autor consiste en haber puesto de manifiesto la constelación congruente que conforman dispositivos que suelen ser tenidos en cuenta por separado y cuya interdependencia él ha insistido a mostrarnos.
Así, contamos con trabajos notables, procurados por las ciencias sociales de la ciudad, sobre la marginación o mejor la reclusión de ciertos sectores sociales en territorios segregados llamados con frecuencia “guetos”. También se ha escrito sobre las marcas no siempre visibles que tatúan los cuerpos y hacen de ellos artefactos sociales. Las tendencias críticas de la sociología y la filosofía del derecho llevan tiempo advirtiendo acerca de la creciente implantación de un estado de excepción punitivo, destinado a vigilar y castigar a los insolventes. La atención social lleva tiempo siendo denunciada como una fórmula para generar dependencia entre las capas vulnerables y vulneradas de la población. Ni que decir tiene que existe una copiosa literatura que desde todas las perspectivas ha escrutado los perfiles atroces que adopta el capitalismo en este momento. La virtud de Wacquant es la de habernos procurado un guía explicativa que permite ver como todos esos dominios –la ciudad, el cuerpo, la cárcel, el neoliberalismo, las modalidades contemporáneas de beneficencia…– son cómplices necesarios unos de otros y funcionan de manera coordinada.
En efecto, la desregulación del mercado laboral y el desmantelamiento de lo que se pretendió el estado del bienestar exigen una política policial y carcelaria de contención en orden a garantizar la sumisión y disuadir de cualquier desacato o deserción a sus víctimas, al mismo tiempo que la atención social les administra consuelo y les impone supeditación. Hoy el Estado social se ha vuelto penal y la prisión ha saltado sus propios muros para extender su lógica al conjunto de los cuerpos y las ciudades. Una cadena institucional hace confluir y fusionarse las políticas asistenciales, las de intervención urbana y las jurídico-policiales, haciendo que todas acaben siendo una sola máquina, cuyo destino último es acabar somatizándose, es decir encarnándose literalmente en cada cuerpo humano.
En definitiva, he aquí una invitación no sólo a tomar consciencia de la versatilidad de una inteligencia como la de Loïc Wacquant, sino también a descubrir el orden de correspondencias que subyace tras o bajo su aparente dispersión.
Teoría social, marginalidad urbana y estado penal. Aproximaciones al trabajo de Loïc Wacquant, Ignacio González Sánchez, editor. Traducciones de Paula Miguel y Javier Rujías. Dykinson, Madrid, 2012, 459 páginas, 38 euros.
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MANUEL DELGADO es profesor de Antropología en la Universidad de Barcelona. En 1999 obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo por El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos.


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