viernes, 22 de junio de 2012

EL GRAN NEGOCIO DE HUMILLAR AL INDEFENSO || Ser intervenido, ser humillado | Sociedad | EL PAÍS

Ser intervenido, ser humillado | Sociedad | EL PAÍS



vida&artes

Ser intervenido, ser humillado

El rescate de países como Grecia estigmatiza a sus ciudadanos

El empobrecimiento súbito amenaza con crear un clima como el de los años treinta



En los dos años que lleva intervenida Grecia (en la imagen, una pintada en el centro de Atenas), su economía solo ha empeorado. / p. giannakouris (AP)





El periodista de The Guardian introdujo la pregunta recordando que, en Grecia, las madres no tienen acceso a las comadronas ni los enfermos a las medicinas, y la directora general del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, respondió poniendo como ejemplo a Nigeria. Habló de los niños de la modesta escuela de una aldea que reciben dos horas diarias de clase, comparten un pupitre entre tres y, sin embargo, son conscientes de la importancia de obtener educación. “Estos niños no se me van de la cabeza”, confesó Lagarde esforzándose apenas en disimular el sarcasmo, “porque necesitan más ayuda que la gente en Atenas”.


Christine Lagarde vino a acusar a los griegos de fraude y corrupción

Las razones por las que Lagarde respondió con palabras tan agrias aparecen poco después en la entrevista, y obedecen a una lógica que debería ser tomada en consideración si se hubiesen expresado de otro modo. Lagarde se mostraba preocupada por las dimensiones del fraude fiscal en Grecia, insistiendo en que los griegos debían asumir la necesidad de pagar correctamente los impuestos. Por otra parte, reconocía que el Fondo no debe imponer condiciones más suaves a los países ricos que a los pobres para conceder ayuda.
Las reacciones a las declaraciones de Lagarde no se hicieron esperar, y la práctica totalidad coincidió en que habían sido un error. Nadie, sin embargo, ofreció argumentos precisos de por qué lo eran. La izquierda francesa se limitó a recordar que el estatuto del Fondo exime de pagar impuestos a sus funcionarios a partir de cierto nivel, incluida la directora general. Pero el carácter personal de esta crítica contribuía a poner en sordina otra con un trasfondo político más relevante: el sarcasmo de Lagarde echaba sal en la herida de la que los griegos habían querido dejar constancia en las elecciones del 6 de mayo, votando por los partidos opuestos al plan de austeridad exigido por la troika que componen la Comisión, el Banco Central Europeo y el propio Fondo. Una cosa era que, incapaz de financiarse por sí mismo en los mercados de capitales, el Estado griego se viera obligado a transigir con un drástico plan de austeridad que lo ha sumido en la miseria; otra distinta que, además, se humillase al país y a todos y cada uno de sus ciudadanos acusándolos de fraude y corrupción como vino a hacer Lagarde.


Alemania desconfía de que las naciones cumplan si no sienten la soga

La reacción de los griegos en las elecciones de mayo puso de manifiesto que la intervención es más que un simple mecanismo financiero en manos de la Unión; es también un estigma moral, una letra escarlata que, como en la novela de Nathaniel Hawthorne, las economías europeas más fuertes pueden imponer a las más débiles para expiación de sus pecados. Durante los dos años que Grecia lleva intervenida, los datos económicos no han hecho más que empeorar. La Seguridad Social está arruinada, hasta el punto de que, en efecto, las madres no tienen acceso a las comadronas ni los enfermos a las medicinas. Pero, además, el paro ha alcanzado al 22% de la población activa y al 50% de los jóvenes. Ni siquiera la consolidación fiscal, ese objetivo que la Alemania de Merkel declaró tan arrebatadamente urgente como irrenunciable —primero con el apoyo de Sarkozy, y ahora prácticamente en solitario—, parece estar más cerca. Lo que Grecia recorta en gasto social o en los sueldos de los funcionarios debe emplearlo en financiar la deuda, alimentando el mismo círculo vicioso, exactamente el mismo, que le obligó a solicitar la ayuda europea. Aunque con un efecto colateral cuyas consecuencias se dejarán sentir largos años: la estructura del gasto público sobrepasa la condición de injusta y poco redistributiva para convertirse directamente en aberrante, porque compromete por una o varias generaciones el futuro de Grecia sin resolver sus problemas presentes.

Las razones por las que Sarkozy pudo apoyar una política de austeridad a ultranza como la que se sigue con Grecia carecen de sentido desde el momento en que su sucesor en El Elíseo, François Hollande, encabeza dentro de la Unión los tímidos movimientos para encontrar una alternativa. Pero las razones por las que lo hace Alemania siguen dando lugar a la especulación. No porque Angela Merkel o el director del Bundesbank, Jens Weidmann, no las reiteren con meridiana claridad tanto en declaraciones a la prensa como en las reuniones comunitarias o internacionales en las que participan. “El Gobierno alemán desconfía de que los países de la eurozona en dificultades hagan lo que tienen que hacer si no sienten la soga al cuello”, afirma Maurici Lucena, economista y ex alto cargo del Gobierno socialista en España. “Quizá tenga razón, pero es una estrategia peligrosa”. El peligro reside en que podría provocar la ruptura del euro pese al resultado de las elecciones griegas del pasado domingo, en las que lo único que quedó claro es que el nuevo Gobierno respetará el plan de ajuste, pero no que el plan vaya a dar mejores resultados que hasta ahora. “El paradigma económico ha cambiado”, concluye Lucena. “Los europeos formamos parte de una unión monetaria, y la sensación de humillación que provoca la intervención procede de que no somos conscientes de la nueva situación”.


Merkel alega que su país hizo ajustes mientras otros estaban de fiesta

Si la intervención conlleva humillación, si se ha convertido en la letra escarlata que las economías más débiles de la eurozona pueden verse obligadas a soportar, es porque se ha ido confundiendo con la amenaza, con la soga al cuello de la que habla Lucena, para conjurar la desconfianza de Alemania hacia algunos miembros de la Unión. Esa desconfianza, de por sí, no es precisamente un gesto amistoso entre socios que aspiran a la integración política y han soñado en ocasiones con una Europa federal. Pero traducida en una perentoria alternativa entre la política de austeridad a ultranza o la cesión de la gestión económica a la troika abandona el terreno de los gestos y se adentra en el de la acción, por lo demás emprendida en abierta contradicción con los procedimientos seguidos por la construcción europea desde sus inicios. La unión monetaria, que era el principal logro de esos procedimientos, de esos novedosos mecanismos de decisión arduamente tejidos en los tratados para formar la voluntad política común de los Veintisiete, se transforma en una ratonera en la que el criterio de los más fuertes se impone por vías de hecho a los más débiles.

“La intervención implica una devaluación interna”, señala Jorge Fabra, promotor de Economistas Frente a la Crisis, una asociación que, sobre el ejemplo de un movimiento similar surgido en Francia antes de las últimas elecciones presidenciales, pretende combatir la política de austeridad a ultranza impuesta por Alemania. Para Fabra y Economistas Frente a la Crisis, existen alternativas de política económica que no se consideran porque, en realidad, la Unión es hoy el escenario de una lucha entre quienes quieren profundizar el modelo de convivencia social que representa el Estado de bienestar europeo y quienes se proponen desmantelarlo o, al menos, reducirlo. Devaluación interna, según Fabra, significa “privatizar servicios públicos y recortar los gastos sociales”, coincidiendo con una coyuntura que los hace más necesarios que nunca. La humillación que experimentan los países forzados a elegir entre la política de austeridad a ultranza y la intervención procede de que ambas opciones vienen impuestas desde fuera y de que compromete por igual a todas las fuerzas políticas tradicionales, privando de valor a las preferencias que los ciudadanos expresan en las urnas. El europeísmo de la socialdemocracia se vuelve entonces en su contra, y los conservadores, por su parte, se ven desbordados por los partidos populistas y de extrema derecha.


La austeridad o la intervención se ven como imposiciones del exterior

En la década de los treinta del pasado siglo, las devaluaciones competitivas buscaban deliberadamente provocar la ruina del vecino en beneficio propio. No se puede decir que ese sea hoy el objetivo de la política de austeridad a ultranza impuesta bajo la amenaza de la intervención, pero sí la consecuencia inevitable de las abismales diferencias que soportan los Estados de la eurozona para financiar su deuda, constreñidos a aplicar esa única política. Merkel alega en su favor que hace una década, cuando la mayor parte de los países de la eurozona se entregó a la fiesta que cebó la burbuja financiera, los Gobiernos alemanes asumieron la política de austeridad que ahora reclaman al resto de los socios y que acabaron dando los resultados que están a la vista. Nadie duda de la autoridad moral que los Gobiernos alemanes ganaron para hacerse escuchar en la gestión de la crisis, pero cabe preguntarse si no la estarán perdiendo al mantener la moneda única al borde del abismo y consentir el empobrecimiento súbito de las economías más frágiles de la eurozona. Primero, porque, de acuerdo con la expresión de Fabra que ilustra la misma preocupación de Lucena, “se pueden producir accidentes”, ya que no es lo mismo perseguir la consolidación fiscal en el contexto económico de entonces y en el de ahora, ni es indiferente el ritmo que se le quiera imprimir. Segundo, porque la política de austeridad a ultranza está desencadenando procesos económicos y políticos en los países con dificultades para financiar su deuda de los que Alemania no puede desentenderse. Ni por el interés de Europa, ni por el suyo propio.

“La política de reducir a Alemania a la servidumbre durante una generación, de envilecer la vida de millones de seres humanos y de privar a toda una nación de felicidad”, escribió Keynes en 1919, “sería odiosa y detestable, aunque fuera posible, aunque nos enriqueciera a nosotros, aunque no sembrara la decadencia de toda la vida civilizada de Europa”. Pese a las advertencias, las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial optaron por seguir reclamando a Alemania las reparaciones contempladas en la literalidad del Tratado de Versalles, dejando a sus Gobiernos sin margen para adoptar otra política económica que la que les venía impuesta desde fuera. El sentimiento de humillación que se apoderó entonces de los alemanes no es distinto del que está empezando a fraguar ahora entre algunos europeos, por más que las situaciones de partida no sean comparables y el papel de unas potencias y otras se haya invertido. Grecia es un país pequeño, no una potencia mundial como lo era ya entonces Alemania, y se da por descontado que las consecuencias políticas que desencadenen las decisiones económicas para combatir la crisis no pueden representar una amenaza. Pero después de Grecia han caído Irlanda y Portugal, y puede que en un plazo breve les siga España y quién sabe si Italia, confirmando que la política de austeridad a ultranza no da resultados o no lo hace a la velocidad necesaria. Ni siquiera para conjurar la amenaza de la intervención.

En La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne, Hester Prynne es condenada por un tribunal público a llevar sobre las ropas una marca que recordase de por vida su pecado. Solo que el hombre con el que fue infiel a su marido resultó ser Dimmensdale, un reverendo de conducta hasta entonces ejemplar que se mantuvo silencioso e indiferente al sufrimiento de Hester Prynne mientras esta intentaba sobrevivir estigmatizada en la puritana sociedad inglesa del siglo XVII. Dimmensdale se creyó a salvo del escándalo, pero al pasar el tiempo, la misma marca que Hester tuvo que llevar sobre sus ropas, la misma letra escarlata que arruinó su vida por haber pecado, comenzó a dibujarse sobre la piel del reverendo.


el dispreciau dice: le sucedió a la ARGENTINA durante la década infame de los noventa, en el triste final del siglo XX, un siglo que arrastra la máxima expresión de la miseria humana, el comprar y vender la dignidad del prójimo indefenso, débil, pobre, marginado o indigente... nadie dice que dicha condición (indefenso, débil, pobre, marginado, indigente) se obtiene por simple inducción de estados ausentes... un mecanismo fabricado por impersonales corporaciones durante el primer tercio del siglo pasado, justamente para inducir la temible crisis del treinta que derivó en un conflicto de escala global, afectando los destinos de muchos, pero favoreciendo a unos pocos oportunistas que hicieron de dicho conflicto, el mejor de sus negocios... de allí en adelante el atropello no ha cesado, antes bien se ha perfeccionado con Corea, Vietnam, Irak, y los sucesivos ya conocidos... cuando no hay "fantasmas" hay que "inventarlos"... En tal caso, las corporaciones no han aprendido lección alguna, por el contrario han perfeccionado los métodos y ahora se dedican a timar a naciones enteras (políticos mediante) a través del Fondo Monetario Internacional, y sus bancos asociados, creados al sólo efecto de lavar dineros negros del narcotráfico, del tráfico de personas, del tráfico de órganos, de los contrabandos, y de todos aquellos negocios que no lo son, pero representan fuentes de dineros fáciles, tal el caso de la duplicación de dólares, euros, y cualquier otra moneda más o menos fuerte... y se acostumbraron tanto a dañar a cualquiera que se les cruce, que comenzaron a sentirse cómodos con el atropello gestado, y pero aún, se lo creyeron y lo dieron por "bueno"... el drama de esta renovada EUROPA MEDIEVALIZADA, se vincula ya no al daño ocasionado a países (Grecia, España, Portugal, Italia, Polonia, Irlanda, entre otros...), sino a sus gentes, víctimas propiciatorias de un "sacrificio" a escala global, algo semejante al pretendido genocidio de la mitad del siglo pasado... donde los ricos (muy pocos) enviaban al "matadero" a millones de pobres... la memoria no permite borrar semejantes imágenes del apocalipsis gestado por seres humanos deshumanizados, ocupados por miserias que justifican lo "impersonal" de la "tragedia" del otro. Este siglo, el XXI, comenzó mal, demasiado mal... y sigue peor... cada día que pasa peor, enseñando que los actores de esta tragedia humana a escala global, finalmente no han aprendido nada de nada, y repiten el error convencidos que los griegos no "valen" tanto como los "españoles" y ninguno de los dos tanto como los franceses, y ninguno de los tres tanto como los alemanes o los suizos... algo así como una visión aberrante y apocalíptica que justifica la conveniencia de unos pocos en desmedro de los muchos. NO SIRVE... lo que se propone como modelo mundial, sólo genera odios... y estos, desmadrados, derivarán necesariamente en una nueva tragedia mundial, llena de víctimas inocentes, que como todas las inocencias... habrán sido innecesarias. Pero los oportunistas, educados, formados en prestigiosas universidades, servidos por asistentes al modo de esclavos, residentes de castillos, agentes que saben de vejaciones y violaciones tanto como de injusticias... siguen sin aprender... y peor aún, no tienen vergüenza... ni propia, ni ajena. JUNIO 22, 2012.-


Sugerencias para los tiempos por venir:

  • Indicados para gobernantes escasos de ideas y para funcionarios obsecuentes...
  • Indicados también para empresarios que se creen dueños de las vidas de sus colaboradores tanto como de los destinos de sus consumidores (en especial los banqueros devenidos en depredadores de esfuerzos y voluntades ajenas):

1. No es bueno, mucho menos prudente, insultar la consciencia pública... ésta (conciencia pública) ya está saturada de obligaciones cargadas por ineptos que trabajan en estados ausentes, al sólo efecto de impedir que los demás vivan...
2. No es bueno, mucho menos prudente, insultar la inteligencia pública... pretendiendo que los dioses políticos y empresarios moran en un Olimpo distinto al de los mortales... finalmente esos mismos mortales arrasarán las vidas de sus victimarios, en particular cuando esos mismos mortales no tienen nada que perder...
3. No es bueno victimizar permanentemente a los pueblos, de ninguna clase y condición...
4. No es bueno ni tampoco prudente humillar al ciudadano...
5. No es bueno ni tampoco prudente despreciar los derechos humanos de los indefensos...
6. No es bueno negociar con la pobreza de los otros, muchos menos inducirlas desde los estados ausentes y sus funcionarios necios, ciegos, sordos, e incapaces...
7. No es bueno que un organismo internacional intangible, por caso el FMI... diga a los terceros qué deben hacer con sus economías, al sólo efecto de salvarguardar los intereses de los miserables que viven de los esfuerzos y las voluntades ajenas...
8. No es bueno ni tampoco prudente que los reinos, sus virreinos, principados, ducados, condados, y otros dados, se crean que aún existen razones justificadas para sus respectivas existencias... aunque no lo crean, el mundo humano está cerca de arrasar con todo aquello que le hace daño... y lo que hace daño en este mundo humano, son muy pocas personas con historias robadas, que usan y abusan de los dineros del pobre diablo que duerme entre cartones...
9. No es bueno ni tampoco prudente imponer una inquisición ideológica al mejor estilo medieval, las inquisiciones derivan en genocidios, y estos en holocaustos... y los holocaustos "pueden" hacerlo en extinciones masivas de especies, incluyendo en ello al propio ser humano, aún cuando porte "apellido" distinguido...
10. No es bueno ni tampoco prudente exhibir poder económico y despreciar los esfuerzos del prójimo...
CUIDADO, no hay espacio para más estupideces políticas, tampoco para otras tantas empresario-corporativas... JUNIO 22, 2012.-

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