domingo, 17 de abril de 2011

EXILIOS | UN MUNDO DE SOLEDADES | Tepco admite que tardará entre seis y nueve meses en controlar la central de Fukushima · ELPAÍS.com

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Tepco admite que tardará entre seis y nueve meses en controlar la central de Fukushima
La eléctrica admite que su prioridad es evitar nuevas explosiones de hidrógeno.- El plan no da fecha para el regreso de los evacuados
RAFAEL MÉNDEZ | Tokio (Enviado especial) 17/04/2011




La eléctrica propietaria de la central de Fukushima, Tokyo Electric Power (Tepco), ha anunciado el calendario que maneja para controlar la crisis en la planta nuclear. En una rueda de prensa, sus máximos ejecutivos han presentado un plan en fases que llevará entre seis y nueve meses hasta dar por acabada la crisis. Según los responsables de Fukushima, la prioridad actual es evitar más explosiones de hidrógeno, las que destrozaron tres reactores los primeros días tras el terremoto y el posterior tsunami del 11 de marzo.


El pasado 12 de abril, el primer ministro japonés, Naoto Kan, pidió a Tepco un calendario sobre la crisis. El plan tiene dos fases, reducir la emisión de radiación y luego llevar la central a parada fría. La primera tardará tres meses, y la segunda se calcula que llevará entre tres y seis meses más. El presidente de la compañía, Tsunehisa Katsumata, ha pedido perdón a los desplazados por el accidente nuclear, y ha añadido que estaban diseñando una cubierta para tapar los reactores dañados y preparando sistemas para almacenar el agua radiactiva. Aún así, ha dejado claro que la prioridad actual es evitar una nueva explosión de hidrógeno.

La empresa Tepco ha añadido que no puede decir si después de esos seis o nueve meses los miles de evacuados podrán volver a casa. "Esa es una decisión que corresponde al Gobierno", ha señalado Katsumata. Los expertos apuntan a que la zona más próxima a la central deberá permanecer cerrada durante años. La semana pasada, la Agencia de Seguridad Nuclear de Japón elevó la calificación del desastre de Fukushima a un 7 en la escala de sucesos nucleares (en una gradación de 0 a 7), lo que le sitúa a la altura de Chernóbil.

Apoyo estadounidense

El anuncio de la eléctrica coincide con la visita de Hillary Clinton a Japón, donde ha prometido un "apoyo firme" de Estados Unidos a la reconstrucción. La secretaria de Estado de EE UU, que se ha reunido con el primer ministro japonés, Naoto Kan, y el ministro de Exteriores, Takeaki Matsumoto, ha calificado la situación de Fukushima como "una crisis multidimensional de un alcance sin precedentes", según la agencia local Kyodo.

"He venido a Japón con un mensaje de solidaridad y esperanza compartida de parte de la población de Estados Unidos", ha dicho Clinton en conferencia de prensa. La jefa de la diplomacia estadounidense considera que la reconstrucción de la costa noreste de Japón, devastada por el tsunami, debe aunar implicación de los sectores público y privado de ambos países, informa Efe. El seísmo y las olas gigantes que le siguieron han causado casi 14.000 muertos y otros 14.000 desaparecidos.

Durante los primeros días de la crisis, EE UU movilizó a 20.000 de los cerca de 50.000 militares que tiene en Japón para las tareas de rescate, además de 160 aviones y 20 buques.

Tepco admite que tardará entre seis y nueve meses en controlar la central de Fukushima · ELPAÍS.com



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REPORTAJE: ¿QUE ESTÁ FALLANDO?
Todos son culpables en Fukushima
El accidente nuclear hunde la imagen de Japón como país tecnológico. Los expertos reconocen una mezcla de negligencia y exceso de confianza en los mecanismos de seguridad, por parte del Gobierno y de la empresa que gestiona la central afectada por el tsunami
RAFAEL MÉNDEZ 17/04/2011




El sector de la aviación tiene asumido que a veces, muy de vez en cuando, los aviones se caen. Lo explican con la teoría del queso con agujeros. Cada loncha de queso es una barrera de seguridad. Si pones una serie de lonchas de queso en fila, la probabilidad de que los agujeros se alineen y permitan mirar de un sitio al otro es mínima.

Pero ocurre. Cuando se da en aviación, quiere decir que han fallado todas las medidas de seguridad y se produce un accidente. Nunca hay una sola causa, sino una concatenación de errores.

El sector nuclear, en cambio, vivía con el convencimiento de que los accidentes no podían ocurrir. Que las centrales son seguras. Que Chernóbil (Ucrania, 1986) fue un desastre soviético, y Harrisburg (en EE UU en 1979), un problema de gestión. Sin embargo, Fukushima ha cambiado todo eso. Porque en Fukushima todos son culpables: la mala selección del emplazamiento, la optimista valoración de riesgo sísmico y de tsunamis, el diseño, la operación, la gestión de la emergencia y hasta de la información. Cinco semanas después, Japón no logra controlar Fukushima. Ni aventura cuándo podrá hacerlo. Ni siquiera tiene claro cómo atacar la refrigeración de la central y controlar el escape radiactivo. Y para la industria nuclear ese es el gran drama. Porque Japón no es Ucrania.

Según un estudio de 2007 de una Universidad india, en Japón había 770 ingenieros por cada millón de habitantes, el triple que en Estados Unidos (246).

Es el país capaz de tener una red de norte a sur de tren bala, que llega a alcanzar los 300 kilómetros por hora, conectada con líneas de cercanías y de autobuses.

También es, al menos aparentemente, el país más preparado para soportar terremotos. Los rascacielos de Tokio se balancean al ritmo de las sacudidas de la Tierra y la gente en los cafés se mira durante la sacudida, pero no suele ir más allá. En un viaje en un autobús lleno por la carretera de la costa este de Japón, de repente suenan los móviles de la mayoría de los 42 pasajeros. Bip bip. Todos los teléfonos han recibido el mismo mensaje. Tanto que muchos de los silenciosos viajeros ni se molestan en mirar el móvil. Ya saben lo que es: un aviso del centro de emergencias de que ha habido un terremoto, una réplica del gran seísmo de magnitud 9 que el 11 de marzo agitó la mitad norte del país y que generó un tsunami que machacó la costa. Un viajero agita las manos en señal de temblor, pero en el autobús no se nota. Ni se para. Las réplicas no son menores. Ha habido más de mil desde el 11 de marzo y 408 de ellas han tenido una magnitud superior a 5 en la escala de Richter.


El 11 de marzo, cuando las olas de 15 metros llegaron hasta la planta de Fukushima, los dos principales ejecutivos de Tepco (Tokyo Electric Power), la eléctrica que opera en la central, estaban de viaje fuera de Japón. Con el aeropuerto de Tokio cerrado por el terremoto, cuando llegaron al despacho eran las cuatro de la tarde del día siguiente y el reactor número 1 ya había explotado. En una sociedad tan jerarquizada como la japonesa, la falta de los dos líderes de Tepco "retrasó una acción crucial", según el diario The Daily Yomiuri, que ha dedicado una serie a la lenta respuesta de Tepco.

El tsunami dejó a la central sin suministro eléctrico y, por tanto, sin refrigeración en los cuatro reactores. Enfriar un reactor nuclear es algo esencial. De lo contrario, el reactor se calienta, comienza a formarse vapor de agua y aumenta la presión en el interior, lo que amenaza la integridad de la contención.

La tarde del accidente, el Gobierno japonés comenzó a pedir a Tepco que venteara esos gases -se abre una válvula y el gas radiactivo sale fuera; es el mal menor-. Pero Tepco no tomó la decisión hasta las 10.17 del día 12. "Tepco no nos ha explicado por qué no había empezado a ventear", ha reconocido en rueda de prensa el portavoz del Gobierno japonés, Yukio Edano, un tipo capaz de dar una rueda de prensa a medianoche y otra siete horas después. Edano, con su saludo a la bandera antes de cada intervención, parece el único político que se salva de las duras críticas de sus compatriotas.

La eléctrica también ha recibido críticas por tardar casi un día entero en comenzar a inyectar agua de mar en los reactores. El agua de mar dejará inservible la planta, y la prensa local ha acusado a la empresa de intentar en un primer momento salvar la central a toda costa.

Tepco es una empresa gigante que suministra la electricidad al 40% del país. Como gran eléctrica, tiene mucho poder (eso no es exclusivo de Japón). Y como gran eléctrica ha fichado a muchos antiguos responsables del Gobierno. El último fue Toru Ishida, exdirector de la Agencia de Energía del país, agencia clave sobre la política nuclear, que en enero fichó por Tepco. En Japón, el retiro dorado de altos funcionarios y políticos en empresas con las que tuvieron relación es una tradición que tiene hasta un nombre, amakudari, literalmente "descendido del cielo". Edano ha declarado que el Gobierno considera estos fichajes "socialmente inaceptables".

El Gobierno japonés y la prensa acusan a Tepco de reaccionar tarde y mal, pero los errores comenzaron hace décadas. Japón, un país sin carbón, petróleo, gas o posibilidad de hacer grandes presas, se vio abocado a la energía nuclear, que el año pasado aportó el 29% de la electricidad. La segunda economía del mundo (hoy la tercera, por detrás de China) no podía verse estrangulada por la falta de suministro energético. Aceptó el riesgo de los terremotos, pero la previsión de riesgos se ha demostrado fallida.

Las nucleares necesitan una fuente de agua para refrigerarse, y como en Japón no hay grandes ríos, todas están en la costa. El 11 de marzo, 14 reactores en cuatro centrales se vieron afectados por el maremoto. Tsuneo Futami, director de la central de Fukushima en los años noventa y hoy profesor de ingeniería en la Universidad de Tokai, ha dicho a The New York Times: "Cuando dirigía la planta, el riesgo de tsunami ni se me pasó por la cabeza".

La barrera contra el maremoto estaba diseñada para una ola de 5,5 metros. La que llegó a la central fue de 14, según un documento del Ministerio de Economía. El subdirector de relaciones internacionales de la Agencia de Seguridad Nuclear japonesa (NISA), Keiji Hattori, admite que el riesgo no estaba bien calculado: "Con el terremoto, las centrales pararon de forma segura. Pero el tsunami que llegó fue tres veces mayor de lo previsto. Evidentemente, todo eso hay que reevaluarlo con los últimos datos científicos", explica por teléfono.

Tampoco se puede decir que fuera insólito. La costa de Sendai ha tenido en los últimos siglos menor actividad sísmica que en periodos anteriores, pero en el año 869 hubo un tsunami como mínimo similar al actual, según un artículo publicado en la revista científica Nature por el sismólogo de la Universidad de Tokio Robert Geller, un estadounidense que lleva 27 años en Japón. Geller suena irritado al otro lado del teléfono: "El Gobierno se basaba en una ciencia errónea".

No esperaban un terremoto de magnitud 9, pero hubo uno de esa magnitud en Chile en 1960, otro en Kamchatka (Siberia) y otro en Alaska. ¿Por qué no iba a haberlo en Japón? NISA se defiende: "Teníamos en los registros que hubo un tsunami en el siglo IX, pero hablamos de hace más de un milenio. Ahora es muy fácil decirlo".

Geller culpa de la situación a "los burócratas", que en su opinión dirigen de facto el país. "El Gobierno esperaba un gran terremoto, pero no en esa zona; más al sur. Y no tiene sentido. Si introdujeron un mapa hace tiempo de forma oficial, ya no hay forma de cambiarlo".

El cálculo teórico de diseño sísmico de las nucleares ha resultado demasiado optimista. En 2007, un terremoto superó por más del doble las bases de diseño sísmico de la nuclear de Kashiwazaki-Kariwa. Nunca antes había sucedido en el mundo. En el último mes se ha repetido dos veces: el 11 de marzo en Fukushima y el pasado 7 de abril, cuando una réplica excedió las bases de diseño de Onagawa. Tres veces en cuatro años. Las tres en Japón.

Geller coincide en que Japón subestimó el problema sísmico al adoptar su programa nuclear: "Si no puedes construir una central de forma segura, no lo hagas". El profesor concluye que "la percepción de que Japón tenía todo controlado en cuanto a terremotos era un mito. Solo en los edificios". Hattori, de la agencia nuclear nipona, admite que Fukushima obligará a replantearse todo el programa energético del país y que habrá que revisar "de abajo arriba" la seguridad de todas las nucleares.

La revista científica Nature, en un editorial, ha resumido esta catástrofe y otras como la del vertido en el golfo de México de BP. En todas, dice, la causa fue "el exceso de confianza en el poder de los sistemas y las decisiones humanas".

El accidente deja además dudas sobre el diseño de los reactores, construidos por General Electric (EE UU), Toshiba e Hitachi (ambas japonesas). El sistema de contención de esta tecnología hizo que se acumulara hidrógeno en el interior. Cuando por fin la eléctrica dejó salir el gas del interior para evitar que el exceso de presión dañara la vasija, el hidrógeno explotó en dos de los reactores dentro del edificio de contención, lo que terminó de rematar la central, hizo que se liberaran enormes cantidades de radiactividad y dificulta aún los trabajos en la planta.

El reactor número 1 tiene una contención, denominada Mark-I y diseñada por General Electric, que en los setenta fue objeto de controversia entre las autoridades de EE UU sobre si resistiría una situación como la actual. Pese a que había críticos, la Mark-I fue aprobada y solo en EE UU está en 24 centrales. Garoña, en Burgos, también la tiene. Tras una serie de mejoras, a finales de los ochenta EE UU abandonó el debate sobre esa contención, y Garoña sostiene que en 1991 introdujo mejoras sobre el sistema de venteo. El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) afirma que ha revisado el sistema de Garoña y que eso no ocurriría. Los expertos consultados insisten en que si la explosión se repitió en varios de los reactores de Fukushima, ahí subyace un error de la planta, aunque aún no se ha explicado bien.

Pero si la central y la eléctrica han fallado, el Gobierno japonés ha recibido críticas del exterior por la falta de información. Sus vecinos y enemigos Corea del Sur y China lo han expresado claramente y han criticado el vertido de toneladas de agua radiactiva al mar, que ha hecho que se encuentre pescado contaminado incluso a 35 kilómetros de Fukushima.

NISA ha tardado un mes en dar a Fukushima el nivel máximo en la escala internacional de accidentes nucleares (INES, que va de 0 a 7). Japón mantuvo el nivel 5 cuando era un clamor que, como mínimo, debía ser un 6. Japón lo admitió dos días después de unas elecciones locales en las que el partido en el Gobierno, el Partido Democrático de Japón, salió derrotado. Uno de los miembros de la Agencia de Seguridad Nuclear, Seiji Shiroya, ha admitido que él consideró que era un 7 desde el primer momento.

Hasta ahora, solo Chernóbil había tenido esa calificación. "Menuda deshonra para Japón", ironiza un periodista local. Aun así, Fukushima no es igual de grave que Chernóbil: aquí no ha explotado el reactor, no han muerto trabajadores directamente por la radiación... La fuga radiactiva de Fukushima en los primeros días fue solo un 10% de la de Ucrania, pero Junichi Matsumoto, uno de los responsables de Tepco, admitió que, de seguir la situación durante meses, podría llegar a superar el escape de Chernóbil.

El Gobierno también ha tardado semanas en ampliar el área de exclusión de Fukushima. Primero trazó una zona de 20 kilómetros con un compás; después recomendó a quienes viven entre 20 y 30 kilómetros que no salieran a la calle, y finalmente anunció que evacuaría cinco pueblos hasta una distancia de 40 kilómetros a los que los vientos dominantes habían llevado más contaminación.

Los vecinos de Fukushima viven con indignación la situación. Más de 100.000 han abandonado sus casas. En Iwaki, por ejemplo, al suroeste y fuera del radio de exclusión de la central, los niños no salen al patio a jugar. Los que quedan, porque muchos padres han enviado a sus hijos con familiares de otras prefecturas. Las escuelas están semivacías. Los agricultores no pueden vender sus productos y los pescadores no pueden faenar. Miles de personas llevan así más de un mes, y un asesor del primer ministro, Naoto Kan, admitió la posibilidad de que haya que crear una zona de exclusión alrededor de la central durante más de una década.

Las consecuencias de Fukushima son enormes y mundiales. En Japón, porque ha visto cómo 50 países restringían la importación por miedo a la radiación, porque hay extranjeros que se han marchado y porque Japón recibirá menos turistas. Además, un tercio de la generación eléctrica del país está parada (las nucleares del norte no han vuelto a arrancar), lo que ha causado apagones y problemas en todo el mundo: las grandes compañías de automóviles como Toyota, Nissan y Honda tienen problemas de suministro en sus plantas de Europa y EE UU.

Eso en un país con kilómetros y kilómetros de costa arrasados por un tsunami que dejó más de 13.000 muertos y 15.000 desaparecidos. Un mes después, en Ishinomaki, al noreste, aún huele a polvo y a basura. Más de la mitad de esta ciudad de más de 150.000 habitantes quedó inundada por la ola. "Hasta aquí llegó", explica el empleado de un restaurante señalando una marca por encima de la cintura. Saca un metro y mide: la ola tenía 1,24 metros de altura. Y eso que el mar ni se divisa desde este punto. La ciudad sigue sin apenas electricidad ni agua.

El resto del mundo tampoco se libra de la sombra de Fukushima. Las centrales nucleares de toda Europa pasarán nuevas pruebas y hay países como Italia que han abandonado su programa atómico. El sistema energético está tan relacionado que el precio del CO2 ha subido en Europa debido a que Alemania va a aumentar sus emisiones al cerrar las plantas más viejas. Eso es solo el principio. Desmantelar Fukushima llevará más de diez años. El nombre perdurará durante décadas.

Todos son culpables en Fukushima · ELPAÍS.com




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REPORTAJE: ¿QUE ESTÁ FALLANDO?
Retorno a Chernóbil
Cerca de 3.500 personas trabajan para cerrar el sarcófago de la central nuclear, uno de cuyos reactores estalló hace 25 años. EL PAÍS visita las ciudades fantasma de la zona de exclusión
PILAR BONET | Chernóbil (Ucrania) 17/04/2011



En el cuarto de siglo transcurrido desde el accidente de Chernóbil, la central nuclear ucrania y sus alrededores se han transformado en un espacio en el que se entretejen realidades y mitos. Chernóbil, a 120 kilómetros al norte de Kiev, fue clausurada en 2000, catorce años después del accidente. Sin embargo, mientras las cargas radiactivas de su interior no sean almacenadas de forma estable y segura, la central sigue siendo un problema pendiente.


Un consorcio internacional ha comenzado a construir la nueva cubierta para el sarcófago que protege el reactor número 4, el que hizo explosión en la madrugada del 26 de abril de 1986. La futura cubierta, en forma de arco de 105 metros de altura, impedirá las filtraciones de agua y también las fugas de radiactividad. Con su protección y la ayuda de robots, tal vez un día sea posible acometer el desmontaje del reactor. La semana próxima, los donantes internacionales se reúnen en Kiev. Su fin es conseguir 740 millones de euros para acabar de financiar la infraestructura necesaria para la seguridad de Chernóbil y el almacenamiento de sus residuos.

De momento, las excavadoras remueven la tierra junto a la central y el polvo que levantan ha incrementado el nivel de radiación, según constata, dosímetro en mano, el biólogo Igor Chizhevski, mi guía en un viaje por la zona de exclusión de 30 kilómetros. El periplo de dos días cuesta 470 dólares e incluye una pernoctación en Chernóbil: su casco urbano está situado a 15 kilómetros de la central a la que ha dado su nombre. Lo organiza una de las agencias autorizadas por el Ministerio de Emergencias.

La zona de exclusión en torno a Chernóbil tiene un radio de 30 kilómetros, donde trabajan cerca de 3.500 personas. La mayoría se desplaza desde Slavutich, la ciudad (fuera de la zona de exclusión) que sustituyó a Prípiat como lugar de residencia de los trabajadores del sector nuclear.

Prípiat fue fundada en 1970 a poco más de un par de kilómetros de la central y cuando ocurrió el accidente tenía casi 48.000 habitantes. Todos ellos fueron evacuados en contados días en un éxodo que afectó a 130.000 personas, sumadas otras localidades cercanas. La que fuera una ciudad confortable y bien abastecida es ahora un paraíso para los fotógrafos, no solo por ilustrar el triunfo de la naturaleza sobre lo urbano, sino también por las imágenes que inspira. En una escuela, sobre un pupitre, hay un tocadiscos con un disco (la sinfonía 40 de Mozart) y un cuaderno del curso 1983-1984 entreabierto por una página en la que alguno de los pedagogos escribió: "El grupo está formado por 36 personas...". En una guardería, todas las muñecas han sido disfrazadas con máscaras antigás. Son "naturalezas muertas", composiciones forzadas en un escaparate de ruinas.

Prípiat fue acuñando su imagen de ciudad fantasma. Tras ser evacuada, la localidad funcionó parcialmente durante más de una década. Igor Chizhevski cuidaba unos invernaderos experimentales desde 1993 y también iba a la piscina. Los nadadores eran tantos que había que "pedir hora", explica frente a un agujero de 25 metros de longitud, aún forrado de azulejos. Cuando la central de Chernóbil se cerró en 2000, las actividades cesaron simplemente porque se cortó el suministro energético.

En Prípiat estaba Yupíter, una fábrica militar secreta identificada solo con un número. Camuflada como productora de magnetófonos, Yupíter "hacía piezas para la industria de defensa", afirma Nina, que trabajó en aquella empresa. Tras el accidente, los talleres de Yupíter siguieron abiertos. "Los años noventa fueron terribles. Los sueldos eran de miseria", explica. En Yupíter se instalaron "unidades de especialistas en energía atómica que participaban en la descontaminación de la central", explica Vladímir Jolosha, presidente de la agencia estatal responsable de la zona de exclusión.

En los talleres desmantelados de Yupíter quedan filtros, válvulas y roscas esparcidos por el piso de cemento. Las instrucciones de seguridad que aún pueden encontrarse entre los escombros llevan fechas de los noventa. "Se llevaron el metal para venderlo. No por afán de lucro, sino por desesperación. Había que sobrevivir", dice Nina, que hoy cobra el equivalente a 280 euros como encargada de la residencia de Chernóbil. En los noventa, su sueldo no llegaba a los 10 dólares. En teoría, está prohibido sacar objetos de la zona sin los debidos controles de radiación, pero el contrabando de metales, maderas, ladrillos y enseres ha sido un fenómeno crónico.

Todo lo que podía ser vendido ha desaparecido en Prípiat: barandillas, bañeras y radiadores de metal, cañerías, cables y muebles. Desafiando el tiempo, queda el papel: periódicos con las consignas del Partido Comunista, libros de marxismo, juegos infantiles de inspiración militar y escudos de la URSS.

La zona evoca un inquietante parque temático. Hay en ella barcos abandonados que transportaron materiales para construir el sarcófago y cementerios de vehículos y aviones usados en las tareas de descontaminación, como el de Rossoja, el más grande. El entorno más secreto, al que no llegamos, tal vez fuera Chernóbil-2, una ciudad militar al servicio de unas instalaciones de radar ultramodernas que podían detectar los lanzamientos de cohetes en Estados Unidos. Fantasmales son las siluetas rojizas que debían convertirse en el quinto y el sexto reactor, y el gigantesco silo que debía almacenar el combustible utilizado. Este proyecto de 1999, auspiciado por el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo e iniciado por la empresa francesa Framatome, nunca llegó a terminarse y "constituye un monumento a la incompetencia y también al derroche por los que nadie ha respondido", afirma una fuente europea del sector energético.

En la zona de exclusión viven unas 210 personas, de las cuales cerca de 100 residen en Chernóbil. Otras hacen turnos, como Nina, que pasa 15 días en esta localidad y 15 días en Kiev. La residencia donde trabaja fue erigida para los especialistas, pero aloja también turistas. Siete mil visitantes vinieron a Chernóbil en 2010, y este año se esperan más. Nina trae sus provisiones y procura no probar los alimentos locales. Los turistas comen en la cantina de los trabajadores de la central.

En las aldeas derruidas viven familias que se resisten a marcharse o que regresaron tras ser evacuados, como Vasili y Motrona Lavrienko, que recibieron casa en Kiev, pero volvieron a Teremtsí, su aldea, situada en un lugar idílico, en la confluencia del río Prípiat con el Dniéper. Los Lavrienko trabajaron en los servicios de navegación fluvial hasta que estos fueron suprimidos, porque no eran rentables y porque Bielorrusia "vendió sus lanchas a Nicaragua", según cuenta Vasili, que a sus 55 años es el más joven del pueblo. En Teremtsí, dice, viven 30 personas. La familia Lavrienko es trabajadora y hospitalaria. Su jata (modesta vivienda rural ucrania) está ordenada y limpia. Motrona nos ofrece un plato de aromático pescado frito. Lo han pescado en el Dniéper y no deberíamos comerlo sin medir su radiación. Teremtsí es un entorno relativamente limpio.

Los Lavrienko pagan por la electricidad, que era gratuita antes del accidente. La cocina es calentada por un horno de leña e iluminada por una bombilla de bajo consumo. "Nos la trajo nuestra hija", afirma Vasili. La hija, de 40 años, y la nieta, de 20, viven en Kiev. Desde que subió el precio de la gasolina vienen menos a Teremtsí. "Mi hija quiere venir aquí cuando se jubile, y mi nieta se crió aquí", afirma Motrona. Los Lavrienko tienen su propio huerto, sus gallinas, un cerdo y una yegua. Se desprendieron de la vaca porque el buey más próximo estaba a 25 kilómetros, en territorio de Bielorrusia. Según la normativa, los Lavrienko son ilegales en su propia casa. En la práctica, son una realidad aceptada por las autoridades. Camionetas de abastecimiento recorren los pueblos de la zona y venden leche, aceite, mantequilla, pan y otros comestibles a los campesinos.

Al caer la noche, el silencio es absoluto en el pueblo de Chernóbil, aunque el alcohol fluye en abundancia entre los trabajadores que se reúnen tras la jornada en un café. Todos se preparan para celebrar el 25º aniversario. Repintan la iglesia y el monumento a los bomberos que fueron víctimas de la radiación, cuando les enviaron a la central sin la protección adecuada.

En Kiev, Yuri Andréyev, presidente de la Unión de Chernóbil de Ucrania, calcula que miles de personas (la cifra que suele manejarse es de 25.000) murieron por causas vinculadas de forma directa o indirecta con Chernóbil. Los "liquidadores" (profesionales de distintas especialidades que combatieron la catástrofe) forman un contingente de 219.000 personas en Ucrania, señala Andréyev, un ingeniero que era jefe de turno del segundo bloque el 25 de abril de 1986. Andréyev recibió una dosis de radiación de primer grado, pero la aguantó "de pie" sin pasar por la clínica. Posteriormente tuvo que ser operado de un tumor en las cuerdas vocales. Andréyev acusa al Gobierno de haber liquidado los programas de construcción de viviendas para inválidos y de paralizar la evacuación de las familias que residían en zonas contaminadas fuera del perímetro de la zona. Andréyev prepara una manifestación de protesta porque el Gobierno quiere desvincular las subidas de pensiones de las compensaciones a los veteranos de Chernóbil.

Mientras tanto, en otro barrio de Kiev, Mijaíl Grishankov y Valentín Odégov opinan que ya es hora de poner orden en la proliferación de liquidadores. Los dos son miembros de la asociación Hermanamiento, que integra a veteranos de Chernóbil y de Afganistán. Cuando ocurrió el accidente eran oficiales de destacamentos especiales del Ministerio del Interior. A Odégov le mandaron a apagar un incendio sin informarle de la naturaleza radiactiva del mismo, pero a los pocos días le hicieron volver a Kiev "para asegurar el orden público en la carrera de bicicletas del 1 de mayo". A Grishankov le mandaron a evacuar a la población. "Metía a la gente en autobuses casi con lo puesto, rodeaba el pueblo de alambre de espino, ponía un centinela para que no saqueasen el pueblo", cuenta.

Los ucranios están hoy divididos sobre la energía atómica. Un 66,2% opina que las centrales nucleares de su país no son seguras, frente a un 27,1% que opina lo contrario, según una encuesta del Instituto de Gorshenin realizada en marzo. Un 54,9% teme que la avería en la central de Fukushima pueda repercutir negativamente en su salud y un 5,2% vincula el futuro de Ucrania a la energía nuclear. Un 38,7% es partidario de las energías alternativas; un 28%, de explotar los yacimientos propios de gas y petróleo, y un 17,4%, de apoyar la industria del carbón. Además, un 81,9% de los ucranios consideran peligrosa la central de Chernóbil y el 85,1% se oponen a la construcción de un depósito de residuos radiactivos en su país.

Ucrania tiene cuatro centrales nucleares que producen cerca de un 50% de toda su electricidad. Kiev, sin embargo, se replantea la ambiciosa estrategia que preveía la construcción de 20 nuevos reactores de un millón o más de kilovatios cada uno para 2030. Esta estrategia está en proceso de "corrección" y sus objetivos van a "rebajarse", señala Natalia Shumkova, vicepresidenta de la compañía EnergoAtom, dependiente del Ministerio de Energía. Las correcciones, matiza Shumkova, tienen que ver con las realidades económicas y son anteriores a Fukushima. Del accidente en la central japonesa, Ucrania "está sacando todas las conclusiones organizativas y técnicas pertinentes, pero debemos esperar un poco para hacer planes. Debemos reflexionar antes de tomar decisiones que afectan al desarrollo energético, la economía y el destino del Estado", afirma.

Retorno a Chernóbil · ELPAÍS.com



el dispreciau dice: el mundo político sigue sin hacer foco en el fondo del problema, por ende el mismo permanece sin resolver. Chernobyl no fue resuelto, simplemente se colocó el problema bajo una alfombra llamada sarcófago, se sometió a las personas a un exilio obligado por impericia política y por la consecuente negligencia del poder, un poder que negó el drama mientras las gentes eran técnicamente esterilizadas "in vivo"... sin embargo, al partido no le importó, al país no le importó, al mundo político no le importó y por consecuencia al resto del mundo, tampoco... más allá de las fotos, los discursos, las explicaciones y aquellos etcéteras falaces que nutren el día humano... Fukushima tuvo la suerte de estar en Japón... y que Japón esté lleno de japoneses que tienen un singular sentido del anonimato y su rol en la comunidad... esto es, traducido, menos mal que dicho accidente no ocurrió en occidente. No obstante ello, con el problema sin resolver, una vez más las gentes se verán obligadas a un exilio mucho más lejano que los nueve meses prometidos... y detrás se viene otro tsunami... un mundo de soledades obligadas, inducidas por las soberbias y sus obsecuencias. El resto del mundo, acostumbrado a escupir y despreciar, aún no se ha dado cuenta que Japón es parte del problema Chile, Haití, Indonesia, China, Turquía, esto es que la Tierra tal la hemos conocido se está fracturando internamente... todas las explicaciones sobre la movilidad de las placas es tan falaz como los discursos políticos. El Océano Pacífico está repitiendo su drama interno, se está fracturando en sus entrañas y promete llevarse a las tierras y sus gentes, con o sin tsunamis... mientras tanto los reptiles huyen y dejan su evidencia, del mismo modo que las especies marinas de los abismos, buscan la superficie para evitar hervirse en las profundidades... pero de eso nadie habla, y al no hablarse y al negarse la realidad y sus evidencias, el problema crece asegurando males mayores a los anónimos y sus pobrezas e inocencias. Así como la inquisición logró exterminar a sus brujas, su único logro consecuente fue un daño a la humanidad toda... el genocidio indígena americano no contribuyó a un mejor mundo, por el contrario, el mundo post-colombino empeoró geométricamente y así es cada vez que la humanidad pone sus problemas bajo la alfombra, anteponiendo sus conveniencias, sus intereses y sus soberbias al mínimo de sentido común. Lo que viene, de sostenerse a las plantas nucleares encendidas, será un mundo de soledades, de exilios progresivos y sucesivos hasta que no queden lugares en la Tierra para estar salvo de las radiaciones. Japón ha padecido tres mil sismos desde el gran terremoto y eso, para cualquiera que tenga un poco de sentido común, no encaja en explicación alguna que responda a lógica tectónica, geológica o como quiera llamársele. Aquí queda en evidencia que el mundo humano vive a contramano de sí mismo y se erige como el peor de sus demonios, enemigo de sí mismo y de sus herencias. Ya nada puede asegurar que el mundo zafará de este drama... aún cuando se empecine en hacerlo. La Tierra se seguirá fracturando, y las consecuencias se expresarán con nuevas calamidades nucleares y de otra índole, esa que afecta a las personas simples, a las humildes, ya que la clase política sabe esconderse detrás de los telones para pispiar cómo les va a los mortales, sin embargo esta vez, la mortalidad alcanzará a estos falsos aprendices de dioses de barro. Abril 17, 2011.-

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