viernes, 7 de enero de 2011

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No se puede abrazar con los puños cerrados
Por María Eugenia Estenssoro / 6 de January de 2011

Dilma Rousseff, la flamante Presidenta de Brasil, es otro símbolo de quienes enfrentaron a las dictaduras y participaron de la lucha armada en los años ‘60, pero que hoy abrazan la democracia, sin rencores ni revanchismos, para transformar a su país. Comparto con ustedes el artículo de la Senadora Norma Morandini publicado en el diario Clarín.

“Me emocioné con la emoción de mi vecina de la Villa Assuncao de Porto Alegre, donde viví la última parte de mi exilio. En ese entonces, Dilma Rousseff integraba el grupo político que rodeaba a Leonel Brizola, el líder “trabalhista” de regreso en Brasil, tras un largo exilio. Habían participado de la “lucha armada”, como se decía entonces, reemplazada hoy por el políticamente más correcto “los que resistieron a la dictadura”. Una resistencia que Dilma pagó con la prisión.


“Los brasileños, en 1964, inauguraron los golpes militares en la región. El único régimen que mantuvo abierto el Parlamento en una ficción democrática, con dos partidos creados pordilma2decreto. Cada general en la presidencia fue encarnando el grado de la apertura política. Desde el más duro de todos, Garrastazú Medici, al general Figueiredo, quien firmó en 1979 la Ley de amnistía que rehabilitó políticamente a los integrantes de los grupos clandestinos como Dilma, permitió el regreso como héroes de unos tres mil exiliados, pero también amnistió a los torturadores.

“Corrían los años ochenta, los argentinos del “déme dos” habían descubierto las playas brasileñas y miraban con recelo a una sociedad de la que les horrorizaba “la pobreza” y la brecha social. Esa Belindia, como se ironizaba entonces: unos viven en Bélgica, otros en la India. La brecha social dejada por el “milagro económico”, motorizado por las automotrices y las exportaciones. El triunfalismo militar ideó una propaganda eficaz: El Brasil del “vai pra frente” y “nadie detiene a este país”.

“Brasil significó para mí la cercanía con Argentina. Vivía con desconfianza y temor el acercamiento con mis compatriotas-turistas. No podía mencionar siquiera mi condición de exiliada sin correr el riesgo de que me evitaran en la playa. (Hoy me pregunto si entre ellos no estarán los que hoy se erigen custodios de la memoria o adalides tardíos de los derechos humanos). Pocos sabían de la existencia de Lula, el tornero de barba espesa que había liderado las huelgas operarias que forzaron la apertura política, vinculado a los movimientos sociales de la Iglesia, la principal base de sustentación de lo que después se expresó políticamente con el Partido de los Trabajadores.

“En Brasil, el paso entre la dictadura y la democracia fue lento y gradual, comandado por el mismo régimen militar. Una transición tutelada que no alteró el multitudinario movimiento civil por las “diretas, ja” para exigir la elección directa del Presidente. Sólo quince años después, Fernando Henrique Cardoso fue la vez del primer exiliado en llegar a la Presidencia, antes de que les tocara el turno a los ex presos: Mujica en Uruguay y Dilma en Brasil.

“Pero Lula, varias veces derrotado, debió esperar más de veinte años para dejar de ser el “temido comunista que le iba a sacar el dinero a los ricos para distribuirlo entre los pobres” y, tal como Felipe González en España, se convirtió en la mejor garantía del sistema. Tal como se entusiasmó el padre del milagro económico de la dictadura militar, Delfin Neto, “Lula consolidó el capitalismo”.

“Sin duda, la popularidad de Lula es enorme. Por su enorme carisma, por haber continuado las políticas sociales de Cardoso. Sobre todo por el conmovedor destino del operario pobre que llegó a la Presidencia del mayor país latinoamericano, reverenciado por los poderosos del mundo.

“Tal como aquí, en Brasil, se creó un mito económico que algunos ponen en duda. Como Frei Beto, el sacerdote, mentor y amigo de Lula, autor del programa “Hambre Cero”, quien se alejó silenciosamente del gobierno que había ayudado a fundar. Frey Beto advierte: “Con Lula, los más pobres recibieron recursos anuales por R$30 mil millones; los más ricos, en el mercado financiero, fueron beneficiados con más de R$300 mil millones por año. El país continúa sin las reformas tributarias y políticas y la calidad de la educación se equipara a Zimbawue, según los índices de las Naciones Unidas”.
Tal vez esa es la razón por la que no hubo triunfalismo en el discurso de la Presidenta, quien enumeró los problemas que deberá afrontar: la pobreza, el crimen organizado, la desigualdad, la preservación del medio ambiente y la prioritaria educación.

“Por ahora, importa observar la trayectoria de Dilma Rousseff, cuya vida se confunde con la historia reciente de Brasil. La primera mujer pero, también, una dirigente moderna que no se victimiza, que esconde las lágrimas, mientras los prejuicios califican como dureza lo que en los hombres se elogia como firmeza.

dilma1“Fue por esa emoción que me emocioné al ver a mi antigua vecina convertida en Presidenta. Cambió de aspecto tanto como el Brasil que conocí: embellecida por la serenidad democrática de extender la mano a sus opositores a los que prometió igualdad institucional, sin favoritismos.

No se arrepiente de su pasado pero carece de rencor y resentimientos. Tomó las palabras de otra mujer, Indira Gandhi, para decir: “No se puede abrazar con los puños cerrados”. Una sabiduría ajena a nuestra tradición antidemocrática. Cuando entre nosotros se invocan los Derechos Humanos pero se descalifica al que piensa diferente, recuerdo aquella paradoja autoritaria del general Figueiredo, quien comandó la democratización y treinta años atrás decía: ‘Mi compromiso es con la democracia. Al que se oponga, lo reviento’.”

Para diario Clarín©

Este post fue publicado por María Eugenia Estenssoro, el Thursday 6 de January de 2011 a las 15:29, bajo la sección Todas. Puede hacer un seguimiento de los comentarios de este post gracias al feed RSS 2.0.

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2. . 7 de January, 2011 - 9:28 el dispreciau dijo:

Mi estimada Señora SENADORA NACIONAL María Eugenia Estenssoro: nuestra América, la del Sur, se precia por sus desigualdades notorias, significativas, dramáticas. Marcadas desde la colonización en adelante, enseñando una porción social pequeña pero de alto poder económico y despreciativa hacia lo nativo, que fue transfiriendo dicho sentimiento hacia todo aquello que le excedía. Hoy, siglos después, nuestra sociedad nos enseña un poder empresario pleno de angurrias pero vacío, no muy distinto al poder sindical y el de otros organismos sociales que poco tienen de sociedad y nada de social. Nada distinto ocurre en la Europa, donde el tráfico de personas y drogas crece geométricamente a expensas de las pobrezas inducidas por la corrupción política también creciente ya que demanda el sentido de “caja” para poder sobrevivir en un medio de incapacidades y sus consecuentes deficiencias.

En América del Sur estamos pagando el alto precio de tener poblaciones escasamente educadas y muchísimo peor formadas, donde los títulos universitarios no reflejan los conocimientos necesarios para ejercer una profesión, aún cuando quien posea dicho título se crea con el poder de hacer lo que se le antoja. Las muestras son muchas, todas penosas.

Brasil, país que conozco en profundidad, es un clara muestra de desiquilibrios sociales y de desprecios enquistados tanto como de esclavitudes no apreciadas, que curiosamente el Presidente Lula no pudo resolver porque los mecanismos de defensa del poder, en cualquiera de sus formas, expresa más capacidades que cualquier funcionario. Ello no le resta mérito a lo realizado, pero no aportó soluciones de fondo… aún cuando la sociedad brasileña haya entendido que lo hecho es positivo. Caminar Brasil implica entender que la esclavitud está presente en el siglo XXI en la peor de sus formas. Quizás la diferencia se concentra en que los empresarios y los sindicatos actúan de una manera distinta a la presente en nuestro país… actuando de manera proactiva hacia sus protegidos, al tiempo que las actividades bancarias son esencialmente sociales, cosa desconocida para nosotros.

Cada día que pasa mi visión sobre la sociedad americana se acerca más y más a los tiempos donde los esclavos eran traídos de África para vivir en condiciones infrahumanas, mientras los delegados políticos de los reinos europeos se llenaban sus bolsillos con el esfuerzo ajeno y el disimulo sobre aquello que les pasaba por las narices, siendo siempre funcionales al poder que bajaba de imperios quebrados.

Hoy los esclavos no son negros. Son blancos, hispanos parlantes o portugueses parlantes. Se observa un brutal crecimiento del sometimiento como mecanismo de quitar dignidades a cualquier precio y la muestra está en contratos en negros aceptados por todos los estados como algo habitual y hasta apropiado, donde los salarios suelen ser miserables. Quitar dignidades significa someter voluntades y restar esfuerzos, imponiendo el miedo y otros mecanismos de violencia social que derivan en un burn out que se instala para crecer y generar un sentimiento de desasosiego patético donde las gentes se entregan y se dejan estar a sabiendas que al menos tienen un “trabajo”.

Mismo en Brasil alguien me dijo una vez que el mundo se dividía entre ricos, pobres y miserables… alguien que encima provenía de una colonia portuguesa y que sabía de sometimientos, ello en el siglo XX y además funcionario de una de las multinacionales más importantes del planeta y de la raza humana.

Cabe preguntarse hacia dónde vamos… y mis respuestas no serían buenas, aún cuando le reconozco a nuestra propia Presidente méritos propios e iniciativas para modificar el curso de lo que nos ha condicionado hasta aquí, aún cuando también entiendo que convivir con los poderes no es para nada fácil. La Presidente de Brasil tiene por delante una tarea compleja ya que mucho de lo construido por Lula no está firme, y creo que ella lo sabe (muchas mujeres en Brasil lo saben y lo dicen con autoridad).

Creo en la democracia, quizás en una distinta a ésta ya que no puedo desprenderme de mis ideales. Sin embargo sé perfectamente qué es lo que no quiero, no quiero un estado terrorista ni persecutorio, no quiero los personalismos a ultranza, no quiero la incapacidad manifiesta para la gestión, no quiero discursos vacíos y mentirosos, no quiero un periodismo acomodado a las conveniencias y los intereses que fusila iniciativas y personas a cambio de espacios, no quiero esclavos, tampoco marginados ni tampoco miserables, aún cuando me conformo con mis pobrezas luego de 40 años de aportes y de haber dejado alta la bandera argentina en muchos países donde me tocó trabajar, a sabiendas que el estado argentino jamás reconocerá las contribuciones de nadie que no sea del palo del poder de turno, así somos.

No quiero militares en el poder político, pero tampoco quiero sindicalistas oportunistas ni tampoco empresarios mediáticos devenidos en compradores de intenciones… No quiero los fantasmas que regresan a atizar sus manzaneras para luego apoderarse de los bienes ajenos exterminando el estado de derecho... No quiero a los salvadores mesiánicos que proponen metas inalcanzables a sabiendas que jamás cumplirán ni una sola de sus promesas. Léase no quiero a radicales sin brújula, a socialistas que viven como reyes, a justicialistas que desconocen la justicia social, a peronistas que viven a la sombra de otros tiempos. Conducir el poder hoy no es fácil, nunca lo fue, no obstante ello como ciudadano argentino con sesenta años a cuestas puedo decirle que estoy harto de los cinismos y las hipocresías que bajan de la clase política hacia la sociedad para luego subir desde la misma sociedad hacia la clase política en una clara tendencia de convivencia nefasta donde nadie cumple el rol genuino que le toca… Mentir, disfrazar, no aporta soluciones de fondo y hacerse el tonto, tampoco. Ante un 2011 donde el mundo se encamina a un quiebre de economías perversas que consumen mucho más de lo que producen aún comprando voluntades y/o robando dignidades, Argentina tiene quizás una oportunidad de oro para regresar a ser una nación notable… de todos nosotros depende aprovechar la oportunidad que el destino nos ofrece. Los modelos económicos que han regido el mundo desde la Segunda Guerra hasta aquí están al borde de precipio que ellos mismos supieron crear, sin saber que ya no pueden retroceder de sus propias negligencias. Feliz 2011 María Eugenia. el dispreciau.

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