"En la Argentina, la difusión científica está penalizada"
Llegar al gran público está "mal visto", afirma
Noticias de Cultura: Miércoles 21 de julio de 2010 | Publicado en edición impresa
Any Ventura
Para LA NACION
"En el sistema científico argentino está muy mal visto hablar con el gran público. Nosotros tenemos un sistema científico que penaliza la difusión", dice Antonio Elio Brailovsky. Si algo caracteriza a este pensador, además de sus conocimientos de ecología, es el énfasis con que defiende sus ideas, que, pese a su gran elaboración, expresa en un lenguaje coloquial. Dice que actúa así porque siempre quiso facilitarle a la mayor cantidad de gente posible el camino hacia el pensamiento científico.
Brailovsky nació en Buenos Aires en 1946. Es licenciado en Economía y Política, además de historiador. Ejerce como profesor titular en las universidades de Buenos Aires y de Belgrano. Su primera nota sobre ecología se publicó en 1975, y su último libro, Historia ecológica de Iberoamérica, es una gran tarea de investigación. Actualmente está en prensa Buenos Aires, ciudad inundable. "Hay que plantear el acceso al agua limpia, pura y confiable en términos de derechos humanos", dice, y aclara: "Ya Hipólito Yrigoyen en 1929 planteaba ante el Congreso la necesidad de sanear el Riachuelo".
-Me parece que usted es la persona que habló por primera vez de ecología en el país. ¿Es así?
-Supongo que no hay otra persona que lo haya comunicado tanto. Nosotros tenemos un sistema científico que penaliza la difusión. A la gente del Conicet y a la de las universidades les restan puntos si hacen notas periodísticas, si aparecen en los medios. Está muy mal visto en nuestro sistema científico hablar con el gran público, porque se supone que se pierde jerarquía científica.
-¿Qué es lo que está mal visto? ¿Hacer fácil lo difícil?
-A mí, durante muchísimo tiempo, los académicos no me consideraron científico. Ahora, cada vez que publico un libro digo: "Esto es una investigación científica que utiliza un lenguaje semejante al del periodismo. Pero detrás de eso hay quinientas referencias bibliográficas".
-Uno se puede preguntar por qué hay tanta gente que habla de ecología, pero tan poca conciencia ecológica.
-Lo que no hay es información. Cuando se habla con los docentes, la prioridad es que los niños no tiren el papelito en el suelo. Esto es útil si uno tiene en claro que la persona que no tira el papelito en el suelo después se va a enojar si alguien tira tóxicos en el río. Pero solamente en ese caso. Sería bueno discutir prioridades: el papelito en el suelo es poco relevante.
-¿Y qué sería lo relevante?
-Para mí, la primera prioridad es el agua. Somos aproximadamente un 70% de agua. Usted y yo somos agua del Río de la Plata, y lo que le pase al Río de la Plata nos va a pasar a nosotros. No hay escape tomando agua envasada, porque se saca del mismo lugar de donde se saca el agua de la canilla, salvo que le quitan el cloro. No es sólo un recurso natural. Hay que plantear el acceso al agua limpia, pura y confiable en términos de derechos humanos. El agua limpia es un bien cada vez más escaso. Lo que no quiere decir que falte agua materialmente. Agua va a haber, pero tiene que haber agua confiable.
-A lo largo de la historia ecológica de la Argentina, ¿hay rastros de una cierta conciencia?
-La generación del 80 definió una estrategia de agua potable y saneamiento a partir de las grandes epidemias. Tuvimos cólera de 1868 a 1869; tuvimos fiebre amarilla en 1871. Los integrantes de la generación del 80 pensaron que no se puede tener una gran ciudad sin un sistema de agua potable y cloacas. En los debates del Congreso de la época, una cantidad de higienistas decían que la epidemia era la venganza del pobre contra el rico. Si los ricos mantenían a los pobres en condiciones infrahumanas, los pobres se iban a enfermar. Los pobres se enfermaban y entonces la epidemia atravesaba la barrera que separa a pobres y ricos.
-¿Qué entendemos hoy de esa mirada ecológica?
-La sociedad entendió que el tema debe ser objeto de consideración. Antes, yo escuchaba argumentos como: "La ecología es cosa de los alemanes y los suecos, porque tienen todos los problemas solucionados". Ahora, ya hace muchos años que no escucho ese argumento. En algún momento me decían: "Nosotros estamos a favor de la contaminación porque significa desarrollo, puestos de trabajo".
-¿Será que no suma votos?
-Estoy pensando en el caso del Riachuelo. El proyecto de saneamiento que la Corte Suprema ordenó hacer es caro, pero muy elemental, porque no consiste en limpiar, sino en mandar con un caño toda la basura al medio del río, donde no se vea. Se supone que el río la va a diluir. Además, es el mismo que estaba en el proyecto de los mil días de María Julia Alsogaray, que estaba en el proyecto del Ministerio de Defensa de 1962 y que fue anunciado por Yrigoyen en 1929.
-¿El mismo?
-Sí, con variantes, pero con la misma concepción: un caño grande que mande toda la porquería al medio del río. Y fue por primera vez proyectado a fines del siglo XIX. Si esto no es una política de Estado, no sé qué es una política de Estado, porque en un siglo hemos tenido gobiernos de todos los signos políticos imaginables. Es una asignatura pendiente fuerte, porque además el Riachuelo desagua en el Río de la Plata, que es el tanque de agua de seis millones de personas.
-¿Se podría haber logrado un desarrollo industrial sin contaminar?
-En el mundo hubo un abaratamiento en la industria de saneamiento. Sólo que hay una cantidad de industriales que juegan con la ignorancia real o fingida de algún sector político para decir: "Si nos obligan a limpiar el efluente, tenemos que cerrar y dejar a la gente en la calle".
-¿Es mentira?
-Es mentira. Se puede pagar; hay créditos internacionales baratos. Hay que verlo más desde lo político que desde lo tecnológico. Aquí el problema es político.
ANTONIO BRAILOVSKY
Especialista en historia ambiental
Profesión: economista
Edad: 64 años
Origen: Argentina
Formación: con estudios en economía e historia, es docente en la UBA y en la UB.
Público: entre 1998 y 2003 fue defensor del pueblo adjunto en la ciudad de Buenos Aires.
Libros: es autor de Historia de las crisis argentinas (1982), Memorias verdes (1990) e Historia ecológica de Iberoamérica (2009), entre otros.
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