martes, 20 de julio de 2010

MISERIAS HUMANAS


El escenario
Un melodrama familiar
Beatriz Sarlo
Para LA NACION

Noticias de Opinión: Martes 20 de julio de 2010 | Publicado en edición impresa

Kirchner ha logrado el procesamiento de Mauricio Macri. Dentro de algunos años, cuando se recuerde este episodio de pormenores deleznables, se dirá que el ex presidente no despreció ningún arma personal, política, económica o judicial. Kirchner desearía un campo electoral donde cada uno de sus opositores entrara al juego manchado por algún tipo de minus-valía. Quiere evitar la presencia de un competidor que llegue entero a 2011. Las elecciones se encaran en un escenario que recuerda los best sellers y el cine de Hollywood. Dramáticamente y por televisión, Mauricio, hijo de la burguesía argentina, se pelea con su padre, Franco Macri, constructor de una fortuna inmensa que, de pronto, se ha convertido en aliado del ex presidente para desautorizar los dichos de su propio hijo. Un drama de sucesión, en todos los sentidos de la palabra: la sucesión familiar y empresarial de Franco Macri, la sucesión política de Néstor Kirchner. Ninguno de los dos, en verdad, quiere ver cerca la sombra de un sucesor.

Mauricio Macri intentó acumular un capital por cuenta propia: primero Boca Juniors, después la ciudad de Buenos Aires y, en paralelo, esa fantasía de la que no se priva casi nadie que figure en una encuesta: la presidencia de la Nación.

Cuando Mauricio Macri estaba en campaña electoral para ganar la ciudad de Buenos Aires, desde el kirchnerismo se pronunció una frase que apuntaba a invalidarlo. Se dijo entonces: "Cuidado, Mauricio es Macri". En ese momento, hace tres años, el apellido era arrojado como un dato para despertar la suspicacia de los votantes, como si se les dijera: "Sigan la pista". Estos, de todos modos, lo eligieron, en contra de Daniel Filmus, que era Kirchner. Esos dos candidatos a jefe de gobierno representaban a otro además de a sí mismos: Mauricio era el emblema de un imperio económico que había hecho negocios con la ciudad; Filmus cargaba, en un distrito como Buenos Aires, con ser el hombre de Kirchner.

Pasaron los meses y Franco Macri dejó de tener un apellido que podía ser arrojado como proyectil durante una campaña electoral. Al parecer se había convertido en uno de los capitalistas amigos del Gobierno. El apellido ya no es usado por el ex presidente como marca de alguna falla real o simbólica. Por el contrario, ese apellido es hoy el del hombre que sale a defender a Kirchner cuando su hijo acusa al ex presidente de haberle armado una causa judicial por escuchas ilegales. "Franco es Kirchner", dijo rápidamente el diputado Federico Pinedo, para no salirse de la lógica por la cual nadie es lo que es sino otra cosa, más sugerida que develada, algo del orden de lo que se dice a medias.

La cuestión, si quisiéramos explicarla a alguien que no conociera los primorosos bordados de la política argentina, es a la vez sencilla y melodramática. Franco Macri defiende al gobierno que le ha permitido hacer muy buenos negocios y cree que, para hacerlo mejor, debe invalidar los argumentos de su hijo. Se ve que lo conoce a Kirchner, un señor que exige retribuciones. Mauricio ataca al gobierno que favorece a su padre y, abandonado por éste, fiel a su estilo, "se siente dolido". Kirchner, como siempre, no tiene problemas en cambiar posiciones si conviene a un objetivo primordial. Lo hizo antes: de considerar a Menem un ser tan despreciable como para rehusar estrecharle la mano y tan jettatore como para hacer los clásicos signos varoniles contra la mufa, ha pasado a prometerle una estadía más prolongada en el Senado a cambio de que se ausente o se abstenga cuando las votaciones se compliquen.

Kirchner tiene perfectamente en claro que no se trata de hacerse amigo de quien fue su enemigo sino de ofrecer un intercambio que lo neutralice o lo aproxime. No es cuestión de entendimientos ni de afectos, sino de votos o de jueces. Por este camino, aquellos que afirman que una de las grandes virtudes de Kirchner es haber restablecido la política como esfera de decisión, deberían revisar el contenido del paquete completo. Kirchner es un hombre con objetivos y sin principios que le impidan cualquier maniobra, de cualquier especie.

De los Macri puede decirse que son realistas. Mauricio se presenta, invariablemente, como un hombre pragmático. Su padre no se presenta así porque no tiene necesidad de autodefinirse, ya que su identidad no está en juego: es lo que es. Mauricio, en cambio, para ser lo que quiso ser desde hace unos pocos años (un político), debió armarse una identidad más allá de los éxitos de Boca Juniors. En los debates de la campaña electoral por Buenos Aires, cada vez que sus contendientes se trenzaban en una discusión de ideas, Macri esperaba el momento para meter su bocadillo: "Yo tengo una propuesta". Quería decir que mientras Telerman o Filmus discutían por las nubes, él estaba con los pies en la tierra y que para cada bache tenía listo el kilo y medio de hormigón. Sobreprometió. Y entre esas promesas, cuyas dificultades eran mayores que sus posibilidades, estaba la de una fuerza de seguridad para Buenos Aires.

La falta de experiencia y la idea de que los conflictos políticos se solucionan con "gestión" lo llevaron a imaginar que Kirchner iba a entregarle la Policía Federal aposentada en las comisarías de Buenos Aires. Cualquiera, menos los esperanzados vecinos que lo votaron, sabía que esto no iba a suceder.

Tiempo después, sin ser recibido por el ministro del Interior, vapuleado por Aníbal Fernández, armó su policía. Y allí comienza a filtrársele gente en la que Mauricio Macri confía porque se comporta en la esfera política como si fuera todavía un ciudadano del común. Confía en quien se ocupó eficazmente de su secuestro, por ejemplo. No es una razón para confiar. Y lo hace porque se comporta como hombre privado que se ha acostumbrado al trato con ex policías, integrantes de la seguridad y espías que siguen a parientes o al blanco que se les indique. Un mundo de bajísima calidad y difícil control del cual no pueden sino resultar situaciones como la que ahora lo lleva a los tribunales.

Esto no era inevitable. León Arslanián se enfrentó con la "maldita policía" de la provincia de Buenos Aires. Intentaron debilitarlo de todas las formas posibles. Lo único que no pudieron hacer es filtrarle espías en las jefaturas que el mismo Arslanián nombraba. No había puentes posibles. Los espías, los servicios desocupados y el jurista miembro de la Cámara que condenó a las juntas militares venían de mundos que no se tocan.

Las desgracias que le suceden a alguien no llegan de cualquier parte. Lo más probable es que vengan de personas o lugares frecuentados antes. Macri conocía a los jefes que primero nombró y luego, después de resistirse mucho, tuvo que sacar de la fuerza de seguridad de Buenos Aires. No se corren riesgos inverosímiles, no se cometen errores imposibles. Mariano Narodowski, un académico que nunca en su vida debe de haber visto a un miembro de las fuerzas privadas de espionaje, acaba de ser desprocesado en la misma causa.

En el drama sucesorio de los Macri también hay muchas cuestiones culturalmente interesantes. ¿Cómo transcurren las sucesiones en el interior de un imperio económico una vez que se ha roto la familia tradicional y los hijos no aceptan llegar a la mitad de la vida como dóciles ejecutores de la voluntad de sus padres? Mauricio creyó que dejaba de ser hijo de Franco cuando comenzó una nueva vida en Boca Juniors. Ese fue su acierto. Y su equivocación pensar, para decirlo con la frase que se usa, que "estaba para más". Mientras tanto, la vejez no significa para su padre un argumento suficiente para retirarse del mundo. Por el contrario: un impulso lo ha llevado a buscar, en las oportunidades que pudo haberle abierto el kirchnerismo, un segundo aire. Dicen que no se puede ser demasiado rico. Siempre hay un negocio más que, aún en la vejez, le da vibración a una biografía. Todo habría podido transcurrir de modo más o menos pacífico si Franco Macri no hubiera descubierto esos nuevos horizontes.

Nadie quiere una sucesión. Franco Macri no la quiso para sus empresas. Kirchner abomina del retiro patagónico. Y Mauricio molesta en todas partes. Abran paso a los jóvenes, pero que no vengan acompañados por el "Fino" Palacios.

La autora es ensayista, crítica literaria y docente universitaria


© LA NACION


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El escenarioUn melodrama familiar

Beatriz Sarlo

lanacion.com | Opinión | Martes 20 de julio de 2010


el dispreciau dice: quien está en el rol máximo del poder no estima esfuerzos para ahogar a sus opositores y estos últimos proceden con similares artilugios, fabricando entre todos una red impresentable de pobrezas y miserias. Las razones de los unos no son mejores ni peores que las de los otros y el "ojo por ojo" agita un mar de acciones despiadadas con el objeto de descalificar, atropellar y hacer culto a ese poder adquirido... en dicho paisaje la sociedad se espanta y se ríe, sin asumir que termina siendo la víctima de las extrañas ocurrencias de "representantes" que terminan no representando a nadie ya que los problemas sociales de fondo no se resuelven nunca, y si lo hacen, esto sucede como parte de una estrategia política de beneficios repartidos entre los amigos, descaradamente. En este juego macabro nadie es inocente. Unos espían y otros se dejan espiar para luego extorsionar y elevar la apuesta... mientras las escuelas donde asisten los hijos de la sociedad, no tienen gas, no tienen medios informáticos apropiados a los tiempos que corren, o directamente no los tienen, los docentes penan, los alumnos penan, pero no es lo único... y muchas gentes caídas del sistema duermen en los hospitales y entonces la solución a la mediocridad y la dejadez es repartir frazadas... algo anda muy mal en las cabezas de los políticos, demasiado mal como para ser ejemplo de algo, mientras tanto la sociedad desciende sin darse cuenta, perdiendo puntos para calificar, y muchos deciden partir porque no soportan más tantas miserias que afectan al conjunto, a la sociedad y su cultura, a la sociedad y sus tradiciones, a la sociedad y su futuro, sin embargo esos mismos, serán llamados para ofrecerles un reconocimiento el día que el mismo reconocimiento sea recibido en el exterior (antes de...) y entonces serán "argentinos". Esta lamentable realidad aventada desde hace vaya a saber cuánto, no hace otra cosa que lapidar los esfuerzos y las voluntades de los muchos que luchan para sobrevivir en un medio hostil, manipulado para que siempre el poder tome ventaja, jodiendo al prójimo (permítaseme la expresión), nunca haciendo nada útil, nunca haciendo nada cierto, nunca contribuyendo al bien común... Julio 20, 2010.-

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