sábado, 3 de julio de 2010

LO ÚNICO SEGURO, ES LA INTERMINABLE Y CRECIENTE INSEGURIDAD


Editorial I
Inseguridad urbana y rural
Se suceden los delitos en el campo debido a una legislación demasiado benigna y a la falta de firmeza de las autoridades

Noticias de Opinión: Sábado 3 de julio de 2010 | Publicado en edición impresa

Si los delitos de abigeato fueron considerables en los últimos años a pesar de los pésimos precios que tuvieron los productores de carne bovina, ahora hay riesgos manifiestos de que aquellos hechos sean potenciados como consecuencia de los nuevos valores de la hacienda.

Las dos últimas exposiciones ganaderas organizadas por LA NACION, tanto la de Tandil como la del Chaco, han sido una muestra del principio de recuperación de la actividad ganadera. La nueva situación no ha mejorado en modo alguno el humor de los productores en relación con el Gobierno, pues por conocerlo saben que, en cualquier momento, pueden caer con alevosía sobre ellos medidas de cualquier naturaleza que terminen una vez más por dañar la producción.

Tienen una oportunidad los gobernantes, tanto los de la Nación como los de las provincias, para acortar aquellas distancias si conjuran el estado de inseguridad que ha determinado que muchos pobladores con hogares en zonas rurales se hayan establecido en los pueblos más próximos. A veces, no hay más seguridad en ellos, pero la vecindad inmediata con otras gentes trasmite, en este caso sí, una sensación de mayor protección.

Se trata de tomar medidas más eficaces respecto del abigeato. Es decir, del hurto de ganado. Debe acogerse como una buena intención que el gobierno bonaerense haya acordado con 54 aeroclubes sumar aviones privados para la patrulla de campos y rutas que disponga la policía provincial.

En 2004 se introdujeron en el Código Penal reformas tendientes a imponer penas más graves que las preexistentes a quienes incurrieran en el delito de acarreo de animales, sustracción, traslado o faena realizada dentro de modalidades delictivas. Los legisladores respondían así a los escándalos habidos, sobre todo en la década anterior, a raíz de denuncias de que en las operaciones ilegales de esa naturaleza participaban matarifes con vinculaciones en el mundo de la política.

Ha habido en la provincia de Buenos Aires zonas más castigadas que otras, por su tradicional peculiaridad ganadera, como Azul, Tandil, General Alvear, Laprida, Las Flores, Rauch, pero en los últimos tiempos algunos de los delitos más graves denunciados han tenido por escenario partidos de la zona núcleo agrícola, como Pergamino. El florecimiento de feed lots ha logrado que puedan encontrarse stocks de importancia en mayores partes del territorio nacional.

En Pergamino, se denunciaron recientemente cuatro hechos de abigeato de importancia. En uno, de 50 cabezas, para lo cual los delincuentes ingresaron en un campo con camiones jaula: abigeato, pues, con movilidad automotriz; en otro, hurto de 45 novillos con igual modus operandi; en el tercero, el asalto a productores provocó el fallecimiento de una mujer por paro cardíaco; en el cuarto, los malhechores se apoderaron de 31 novillos de un feed lot.

En un delito como el de referencia mal se podría decir que la legislación en vigor es benigna. Pero ¿quién se atrevería a afirmar que la autoridad de aplicación es eficaz? Es más: no hay motivo alguno para pensar que la policía rural o comunal se sienta más alentada por el poder político a combatir los delitos que la policía actuante en otras órbitas. Se lo ve en las calles de Buenos Aires: la policía vacila antes de actuar porque de hacerlo corre muchas veces más peligro que los propios delincuentes de ser enjuiciada, si no por los tribunales de justicia, por una opinión pública que no se ha puesto aún de su lado todo lo que cabe para preservar la seguridad de las personas y el orden público.

Sin leyes que se cumplan y fuerzas de seguridad que sean respetadas y cuenten con todos los recursos indispensables para su cometido, será imposible restaurar la confianza en la seguridad pública en ámbitos urbanos y rurales.

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Editorial IInseguridad urbana y rural

Se suceden los delitos en el campo debido a una legislación demasiado benigna y a la falta de firmeza de las autoridades

lanacion.com | Opinión | S�bado 3 de julio de 2010


el dispreciau dice: mientras los funcionarios declaman seguridad, se suceden los hechos de inseguridad que han sumido a la sociedad argentina en la más temible zozobra, la de vivir con libertad condicional, tras las rejas de la propia decisión, enfrentando a un universo de delincuentes que son protegidos por los curiosos vericuetos del poder y sus artilugios para hacer caja, irresponsable y despreciativamente... mientras los discursos hablan de una policía inexistente, los jueces cómodos liberan a los delincuentes por la puerta de atrás, asegurando la continuidad de la estafa pública, justificando versiones extrañas de los derechos humanos de las conveniencias en contra de los otros sociales, del conjunto... mientras la clase política se hace la distraída, como siempre, oposición y ejecutivo se regodean aferrándose a la eterna permanencia, restándole capacidad de defensa a la sociedad avasallada por las impericias y las negligencias... y así como así, la sociedad se guarda en sus casas, esperando la bendición divina de no ser alcanzados por el hampa fácil, protegida, respaldada, disimulada tras las bambalinas del poder. Pero el hampa crece y domina, gestada por un ingenio bien reconocido que ya pasó por otros momentos de gloria en esta triste Argentina. Esta conducta (in) del poder político se instaló durante la década infame de los noventa, donde las conveniencias le abrieron la gran puerta al narcotráfico, disimulando responsabilidades, y hablando de guerra contra... al mismo tiempo que se acordaban estrategias de "caja" para financiar actividades ilícitas del poder... y la corrupción creció hasta límites insospechados, tanto creció que superó a sus mentores y ahora tiene vida propia, relevante, y el país, en muchos aspectos, se maneja desde las cárceles donde los "reos" tienen mejor pasar que los individuos que construyen el país cada día, pagando impuestos, o evitando pagarlos para poder sobrevivir ante la barbarie pública gestada desde los nichos de la política falaz. La policía es una figurita decorativa que la política usa a su antojo, atándole las manos para lo importante y quitándole las amarras para lo vano... y lo mismo sucede en todos los ámbitos, al tiempo que los discursos proponen aumentar el desprecio hacia el criterio colectivo y comunitario, declamando los derechos humanos de unos pocos en desmedro de las razones de los muchos. Esta ilógica instalada como fundamento social, está consumiendo la estructura ciudadana que ve azorada cómo va siendo desplumada ante la inacción inducida. Todo está desmadrado y las consecuencias están a la vista. No es cuestión de descalificar por el mero hecho de hacer catarsis, antes bien el poder político debería de una vez por todas, asumir los errores acumulados y comenzar a agregar valor genuino a su tarea "democrática". Nada indica que vayamos hacia esa dirección. Por el contrario, transitamos una clase política que siempre aumenta la apuesta de los personalismos mesiánicos y dicha conducta (in) da lugar a un crecimiento infinitesimal (dramático) del problema. Por ahora, lo único seguro es que la inseguridad domina a manos de la incapacidad... alcanza con escuchar las impresentables explicaciones de ministros y funcionarios, para darse cuenta cuán grave es el problema, y cuánto más crecerá a manos de esta burla gestada de las miopías democráticas. Julio 03, 2010.-

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