EL PAÍS viaja a tres escenarios del cambio de tendencia: Austria, que asume la presidencia de la UE; Polonia, que acelera la ofensiva contra los jueces; e Italia, donde la izquierda pierde feudos que gobernaba desde la Segunda Guerra Mundial
La “revolución patriótica” que allana el giro hacia la derecha en Polonia
Con un discurso ultraconservador y de vuelta a los valores tradicionales cristianos, el Gobierno de Ley y Justicia está rediseñando el Estado polaco
Varsovia (Enviada especial)
Los hijos de Pawel Kozinski han aprendido en la escuela que deben enorgullecerse de haber nacido en Polonia. Hace un par de meses, sus mellizos de seis años comentaron que habían visto en clase una película sobre la historia del país y sus héroes. “Se titulaba algo así como ‘El orgullo de ser polacos’. A priori era un corto bastante inocente, pero por ahí se empieza, están inoculando a nuestros hijos un nacionalismo tóxico desde críos”, afirma este ingeniero informático de 37 años en su casa en un barro de clase media, a las afueras de Varsovia. En la escuela de los hijos de Agnieszka Gawlyluk y en la de los de su hermana Zuzanna hubo en cambio un concurso de poemas patrióticos. Una fórmula bastante creativa de trabajar el nuevo currículum educativo polaco, que desde este curso prioriza la historia nacional, con el estudio de figuras como Józef Piłsudski —considerado el ‘padre’ de la independencia polaca en 1918— y del papa Juan Pablo II.
Decenas de polacos protestan contra de la reforma judicial, frente a la sede del Supremo en Varsovia. JAKUB KAMINSKI EFE
La reforma de la educación es un elemento más de la “contrarrevolución cultural” que el Gobierno de Ley y Justicia (PiS) ha emprendido en Polonia. El partido ultraconservador llegó al poder en diciembre de 2015, el año de la crisis migratoria. Su programa combinaba el ataque a las élites sociales y políticas —de Varsovia y de Bruselas— y furibundos mensajes contra la inmigración —en un país sin apenas migrantes— con medidas y programas sociales. Los nacionalistas lograron mayoría absoluta. Por primera vez desde la caída de la dictadura comunista, en 1989, un partido concentra todo el poder en este país del Este de casi 40 millones de habitantes.
Y tras casi tres años bajo la batuta del nacionalista PiS, la sexta economía de la UE ha virado considerablemente hacia la derecha. Lo han conseguido rediseñando por dos vías: ciertas medidas sociales y un rediseño a fondo del Estado a través de reformas legales que le han permitido amasar cada vez más poder. Un camino que ha dejado una sociedad profundamente polarizada y que ha provocado un retroceso de las libertades que, como la reforma de la justicia --que vive estos días su último capítulo con la jubilación forzosa de una treintena de jueces del Supremo--, han despertado la alarma de las instituciones comunitarias, que han amonestado a Polonia por sus desmanes autoritarios. Sin éxito.
Dentro de su nuevo esquema social, el Gobierno ha limitado las subvenciones a las organizaciones de derechos civiles, ha eliminado de los currículos educativos cualquier mención a la educación sexual, ha retirado la financiación a los tratamientos de reproducción asistida para parejas no casadas o mujeres que acuden en solitario y ha limitado el acceso a la píldora del día siguiente.
La anticoncepción de emergencia solo puede conseguirse ya con receta, explica la analista Malgorzata Druciarek, del Instituto de Estudios Públicos. Desde entonces, es frecuente ver en los grupos de Facebook a mujeres que la ofrecen o que la solicitan, en una suerte de ‘mercado negro’; es casi imposible conseguirla de manera legal, ya que un buen número de médicos se niegan a prescribirla alegando razones de conciencia. Y en el país europeo con una de las leyes del aborto más restrictivas de Europa, el PiS ha aceptado estudiar las propuestas de las organizaciones ultracristianas para endurecerla todavía más.
El PiS y su líder, Jaroslaw Kaczynski, se presentan como los verdaderos defensores de la tradición y de la familia; pero sólo de aquella compuesta por un hombre y una mujer. "La promoción de los orígenes cristianos y demócratas es la base de su ideología, pero también difunden un discurso de odio contra el multiculturalismo, los cambios sociales, los gais, el feminismo o incluso los ecologistas. Por ellos, volvería el imaginario de los años cincuenta”, recalca el reputado politólogo Aleksandr Smolar, al frente de la Fundación Batory.
El nacionalista y ultracatólico Kaczynski asegura que con su “revolución patriótica” ha drenado el pantano de la política polaca y ha devuelto Polonia a Dios. Quiere una Polonia católica idealizada, desprovista de restos comunistas y del liberalismo social occidental. En su idea de Estado la historia tiene un papel prioritario. Pero sólo parte de ella, alerta la analista de Polityka Insight Joanna Sawicka. Desde las instituciones públicas se resaltan las partes “gloriosas” para el PiS —de ahí esa promoción de los “héroes de la patria”— y se trata de enterrar los capítulos más incómodos: como cualquier mención que vincule a Polonia con lo ocurrido durante el holocausto, señala Smolar.
Dentro de este apartado de la Polonia a los ojos del mundo están los medios de comunicación públicos, convertidos tras una reforma legal y un par de purgas en un aparato de propaganda del Gobierno. También se enmarcan en ese capítulo de su ideario la reforma de la enseñanza y la nueva política de Educación Pública --a cargo del controvertido Instituto para la Memoria Nacional (INR, por sus siglas en polaco)-- que incluye material para niños, como el difundido en el colegio de los mellizos de Kozinski.
Con todo ello y pese a la división social que han dejado las reformas, muchas ampliamente contestadas en la calle, Ley y Justicia sigue siendo el primer partido en intención de voto (con alrededor de un 40% frente al 16% de la segunda formación política, los centristas de Plataforma Cívica). “Su principal activo es la debilidad y fragmentación de la oposición. Además, han sabido hacerse con nuevos apoyos acercándose a formaciones y grupos todavía más a la derecha, como Campamento Nacional Radical (ONR) y el Movimiento Nacional; también los ultracatólicos y eurófobos y xenófobos de Radio María”, analiza Jacek Kucharczyk, director del Instituto de Estudios Públicos. “El nacionalismo es el elemento central del populismo del PiS y eso ha dado alas en cierta medida a los extremistas, que se sienten legitimados”, añade.
Never Again, una organización polaca dedicada a combatir la xenofobia y el antisemitismo, alerta de que los delitos de odio se han incrementado desde la llegada al poder del PiS, que ha eliminado el consejo estatal encargado de combatir el racismo. Mientras, ONG como Human Rights Watch y Amnistía Internacional afirman además de que la Administración hace “la vista gorda” con los excesos de estos grupos.
"El hostigamiento de los manifestantes y el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía durante las manifestaciones contra las reformas del Gobierno es la realidad contundente en Polonia en la actualidad, donde se usan medidas represivas para silenciar a las personas que no están de acuerdo con ellos", aseguran Barbora Cernusáková y Lene Christensen de Amnistía Internacional, que tras analizar decenas de casos, sostienen que mientras la Administración castiga a los opositores de izquierdas perdona o impone penas más livianas a los ultraderechistas por delitos similares.
Con el PiS, la ideología de extrema derecha ha saltado de los márgenes y ha pasado a ser una de las corrientes principales. En noviembre pasado, la manifestación del Día de la Independencia en Varsovia, organizada por grupos nacionalistas de extrema derecha, atrajo a más de 70.000 personas bajo el lema “Polonia para los polacos”. En la marcha, en la que además de la bandera blanca y roja polaca abundaban símbolos ultranacionalistas, se congregaron desde grupos extremistas a partidarios del PiS, a los que les molesta profundamente que se les llame fascistas.
Como a Mateusz y a su esposa Anna, de 25 años. “Ya era hora de que alguien se propusiera poner a los polacos primero. Necesitamos un Gobierno que atienda nuestras necesidades, no las de los políticos de Bruselas”, afirma ella. La pareja, que pasea con sus dos hijos por una avenida de Varsovia, observa con interés el escaparate de una tienda con simbología nacionalista: camisetas, banderas, parches con el ágila negra. Desde hace unos años, son cada vez más visibles marcas como Red is Bad (el rojo es malo), que fabrica ropa de estilo joven con simbología nacionalista y militar pera personas “orgullosas de la historia polaca”.
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