COLUMNA
Oligopolio y espionaje
Estamos a merced de unas pocas firmas privadas que han colonizado Internet e imponen sus normas
El espionaje masivo al que Estados Unidos nos tiene sometidos es una desagradable constatación de que nuestras libertades están en peligro. Es una prueba más de que Internet, lejos de ser la herramienta democratizadora que tantos esperaban, es un medio colonizado por los intereses económicos de un reducido grupo de empresas (americanas fundamentalmente) que sirven a un solo señor: la Administración de Estados Unidos.
Hemos estado muy despistados con la potencia real de Internet. Teníamos que haberlo sabido hace mucho tiempo. Teníamos que haber adivinado que la piratería no era el verdadero problema que planteaba una tecnología que facilita tanto el intercambio de archivos. Nosotros, los ciudadanos, pero también nuestras empresas y nuestros Gobiernos teníamos que haber caído en la cuenta hace un par de décadas que la libertad total que las asociaciones de internautas reclamaban era una visión idílica e ingenua sobre lo que realmente se estaba fraguando en la Red: la hegemonía global de un oligopolio dispuesto a arrasar con el tejido industrial (particularmente, el cultural) de continentes enteros como Europa, un suculento rincón del planeta plagado de gente con poder adquisitivo.
La piratería, las descargas ilegales, hacen todavía estragos en la industria, pero estaban equivocados aquellos que predijeron que la música y el libro, por ejemplo, nunca más darían beneficios. Los músicos, los periodistas y los escritores disponen hoy día de un porvenir más incierto que en el pasado, pero sus obras siguen aportando sustanciosos beneficios a los intermediarios. Basta con echar un vistazo a las cuentas de resultados de esas firmas que conforman el oligopolio global —Apple, Microsoft, Google, Amazon, Facebook...—. Antes, también eran los intermediarios de contenidos los que se llevaban una parte del pastel, pero había mayor pluralidad competitiva.
Obsesionados por la piratería, los Gobiernos, urgidos por la propia industria americana, se lanzaron a intentar acotar el terreno, enfrentándose al vocerío libertario de los llamados internautas. De esa manera, Europa ha legislado —ley Hadopi en Francia, ley Sinde-Wert en España— y ha estado entretenida en una batalla secundaria mientras otros, carentes de representatividad democrática alguna, trazaban los caminos, tendían las vías, instalaban los semáforos y construían los trenes que habrían de circular por la antes inexplorada selva de la Red.
Ahí han sabido estar estas grandes compañías tecnológicas, evidentemente adornadas de la excelencia innovadora. Eso es lo que les permite ahora aplicar políticas comerciales extremadamente agresivas —abuso de posición dominante, supuestos carteles con las principales editoriales para establecer los precios de los libros electrónicos—, y actuar en Internet como una auténtica policía global que aplica, claro, sus propias leyes y procedimientos. Hace unos días me pasaron un fantástico videoanuncio que quise compartir con mis amigos de Facebook. Lo colgué en mi página y al cabo de tres minutos la red social lo retiró advirtiéndome de que probablemente violaba los derechos de autor. ¡Vaya! La censura que los Gobiernos no se atreven a implementar la ejercen empresas privadas sin pudor alguno y, desde luego, sin aparente contestación social; ni siquiera la de aquellos internautas libertarios.
Esta situación es muy peligrosa. Europa, con sus garantismos legales, está atrapada en estos tiempos entre dos superpotencias que comparten una gran afición por el espionaje (China y Estados Unidos). Esas grandes empresas tecnológicas que ni siquiera pagan al fisco americano lo que debieran son, como ahora estamos descubriendo, el brazo armado de la Casa Blanca para interceptar las comunicaciones de la gente. Como ya ocurrió cuando conocimos hace más de una década el sistema de espionaje Echelon, Europa siente una gran impotencia hacia estos ataques a la privacidad y la dignidad de sus ciudadanos.
Nadie negaría a un Gobierno, tampoco en Europa, el uso de un arma tan potente como Internet para cazar terroristas, pero cuidado con las coartadas fáciles. La airada protesta ante Washington de la vicepresidenta de la Comisión Europea Vivian Reding está cargada de razón y es urgente una intervención de mayor alcance. Se necesitan acciones más decididas para impedir que otros estamentos no democráticos nos regulen. Ello implica no solo la represión de los abusos con armas tecnológicas eficaces; también, lanzar estímulos a favor de una industria propia y competitiva.
gcanas@elpais.es
el dispreciau dice: la cultura del espionaje, del quiebre de la propiedad privada, de la ruptura de la privacidad individual, no son casuales, antes bien proceden de una estrategia causal común a los terrorismos que ejercen los estados, excusas mediante, para perseguir a todos aquellos que les molestan, sea por acción, sea por omisión, sea por reflexión, sea por comunicación, sea por denuncia, sea... dicha estrategia nacida en la Segunda Guerra, perfeccionada en la etapa "fría"... ha evolucionado a través de las redes sociales, una herramienta de comunicación empleada para controlar, vigilar, y eliminar todo aquello que supone algún riesgo para los poderes vigentes. Nada nuevo... sí muchísimo más global como ejercicio... comprendiendo un significativo universo de seres humanos cuyas vidas propias... no son tan propias como suele creerse. Lamentablemente, el terrorismo de estado es un hecho vigente y además, creciente. Ello pone en evidencia cuánta mentira hay detrás de las falsas democracias, y cuál es el riesgo que están corriendo, hoy mismo, los ciudadanos, las sociedades, los grupos culturales... etcétera/s. La causalidad enseña que cualquiere que "piense" por sí mismo, es de por sí peligroso... por ende, habilitando la necesidad de ser seguido, controlado, perseguido, y de molestar demasiado... eliminado. Curiosamente, no sucede lo propio con los traficantes de personas, órganos, drogas, estupefacientes, influencias, y nuevos etcéteras. Ellos, al participar en negocios que forman parte de la prioridad estratégica de los terrorismos de estados, son útiles a las cajas negras, siempre crecientes, siempre retroalimentadas por lavaderos que nadie ve, nadie escucha, nadie interfiere. La tecnología disponible permite hoy saber, en tiempo real, dónde está el objetivo, qué hace, qué dice, y en algunos casos... hasta qué piensa... aún cuando esté bajo tierra, bajo techo, bajo... traducido, la vida privada ha llegado a su fin, no ahora, no hoy, sino hace mucho tiempo... incluso mucho antes del atentado del WTC... desde luego las tecnologías son muy útiles, en especial cuando se necesitan fabricar víctimas de alguna índole. Los estados están ausentes para sus responsabilidades ciudadanas, para los derechos humanos, para las garantías individuales... no así para las persecuciones, las cazas de brujas, la fabricación de víctimas propiciatorias. No es casualidad que las gentes estén cada vez más y más indignadas... ya que no es bueno, ni tampoco prudente, que los estados negadores insulten la "inteligencia pública". JUNIO 18, 2013.-
1. las democracias están siendo abusadas
2. los ciudadanos están siendo insultados
3. el espionaje es una necesidad de los terrorismos
4. la "persecuta" instalada como mecanismo de presión, demuestra cuán perseguidos están los mentores de los poderes
5. los fantasmas de los perversos han sido transferidos e instalados mediáticamente en toda la sociedad humana... algunos se ríen de ello... a otros no les importa... pero a la mayoría de las personas las acosa y les produce temor, un miedo funcional al "dominio"...
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