El malestar social se extiende en Brasil
Las protestas contra la subida del transporte y la inseguridad ciudadana cuestionan el milagro económico brasileño
María Martín São Paulo 14 JUN 2013 - 20:21 CET171
Hasta ahora en Brasil con 20 céntimos de real (unos 7 céntimos de euro) podía comprarse un chicle, pero esas monedas se han convertido en la mecha para que la frustración de miles de jóvenes brasileños salga a la calle e incendie las principales ciudades del país. São Paulo, Río de Janeiro o Porto Alegre se alzan desde la semana pasada contra el aumento de 20 céntimos de las tarifas del transporte público. Esta oleada de manifestaciones, aún poco organizadas, marca un precedente en un país con una democracia de apenas 28 años en la que sus ciudadanos no toman la calle ni ante los escandalosos casos de corrupción con los que se levantan cada día.
La manifestación del jueves en São Paulo, marcada por la “violencia policial” según su propio alcalde, se saldó con 235 detenidos y más de 100 heridos, la mayoría afectados por gases lacrimógenos y por disparos de pelotas de goma a quemarropa. Aunque la Secretaría de Seguridad investiga si hubo abuso policial durante la protesta, el gobernador Geraldo Alckmin, del opositor Partido Social Democrático Brasileño (PSDB), defendió la actuación de los agentes e insistió en el “cuño político” de las manifestaciones.
Partidarias o no, las proclamas, los enfrentamientos con la policía y los actos de vandalismo contra bancos, autobuses y estaciones de metro no están motivadas únicamente porque el billete del transporte público alcance los 1,12 euros en un país donde el salario mínimo es de 237 euros. “Yo no me muevo en autobús, pero creo que el aumento es injusto y quiero ayudar a que los brasileños se organicen. Nosotros no tenemos una cultura de protesta: el brasileño no tiene información, no tiene educación y no conoce sus derechos. No voy a una protesta así desde las manifestaciones contra el presidente [Fernando] Collor de Melho en 1992”, dice Iva Oliveira, que a sus 49 años era una de las más veteranas de la marcha.
La violencia es otra de las razones que mueven a esta multitud de jóvenes, muchos de ellos aún en la universidad. El Estado de São Paulo convive con unos índices de criminalidad que, aunque bajos en comparación con otros Estados del país —11,5 homicidios por cada 100.000 habitantes, frente a los 0,84 de Madrid—, mantienen a la población en una constante sensación de inseguridad.
La frustración no solo se dirige contra los delincuentes que no pestañean antes de apretar el gatillo sino también contra los procedimientos policiales de los agentes, que hasta ahora solo tienen que justificar la muerte de un sospechoso como “resistencia a la autoridad”. “Este movimiento no es de acción es de reacción. Las autoridades no abren el diálogo, nuestra política no es transparente”, criticaba Débora Ungaretti, estudiante de derecho de 23 años al comenzar la manifestación. “Yo no hice uso de la violencia, pero entiendo cómo se justificó. Se dirigió contra los bancos para protestar contra el sistema financiero que nos está dominando, se atacaron bases de la policía militar porque son ellos los que nos están oprimiendo, se quemaron autobuses porque aún hay 35 millones de brasileños que no tienen acceso al transporte público porque no pueden pagarlo… Tiene sentido”, dice su compañero de facultad Rodrigo Paiva Silva, de 21 años.
Antes de que la manifestación se convirtiese en una batalla campal, los llamados sin techo arengaban a los manifestantes desde los edificios que mantienen ocupados en el centro de la ciudad —41 en total— poniendo de manifiesto otra de las asignaturas pendientes del milagro latinoamericano: Brasil también convive con un problema de falta de vivienda. En São Paulo, capital financiera del país, un 30% de sus 11millones de habitantes vive en condiciones inadecuadas —favelas, zonas de riesgo o en viviendas muy por encima del valor que sus inquilinos pueden asumir—, según la Secretaría de Vivienda municipal.
De los balcones colgaba una pancarta con parte del poema de Bertolt Brecht titulado “Sobre la violencia”: “Del río que todo lo arrastra se dice que es violento, pero nadie llama violento al margen que lo oprime”.
Aún es pronto para aventurar si este puede ser el germen de una primavera brasileña, pero muchos de los que ayer acudieron a la manifestación esperan que así sea. “No aguantamos más la corrupción, los problemas en el sistema de salud, la falta de educación… El billete del autobús es solo la punta del iceberg”, dice Marcos de Antonio, un comercial inmobiliario de 28 años, simpatizante de Anonymous, que acudió acompañado de su “banda del barrio”. “Lo que esperamos es que esto se convierta en algo más grande y para eso tenemos que salir a la calle para mostrar quién debería tener el poder”, advierte.
Las manifestaciones pillan con el pie cambiado a las autoridades, centradas en impulsar el débil crecimiento económico del país. Las prioridades del Gobierno son vender Brasil como un país atractivo para el extranjero ante los próximos acontecimientos deportivos y a la propia Copa Confederaciones de fútbol que comienza este sábado.
La presidenta Dilma Rousseff, de visita oficial en Río de Janeiro, no se ha manifestado sobre las protestas, pero su ministra de Relaciones Institucionales, Ideli Salvatti, ha condenado la violencia y ha justificado las razones que han llevado a los manifestantes a la calle: “El transporte es caro, es insuficiente, hay personas que pasan tres, cuatro horas para llegar a su destino”.
Mientras se organizan nuevas protestas para la semana que viene, se abren otros frentes: ayer en Brasilia 300 manifestantes se concentraron frente al estadio Mané Garrincha para reclamar que el mismo dinero que se está invirtiendo en el Mundial de 2014 se destine a construir viviendas populares.
Del 23 al 28 de julio, Río de Janeiro tiene previsto recibir la visita del papa Francisco y de al menos dos millones de jóvenes católicos para las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Otra gran acontecimiento se celebrará del 12 de junio al 13 de julio de 2014, cuando 12 ciudades del país (entre ellas Río de Janeiro y São Paulo) acogerán el Mundial de Fútbol.
Del 5 al 21 de agosto de 2016, Río de Janeiro será sede de los Juegos Olímpicos de verano. Del 7 al 18 de septiembre, la misma ciudad acogerá los Juegos Paralímpicos.
el dispreciau dice: Brasil, al igual que China, al igual que India, al igual que la Unión Europea, al igual que el "sueño americano", son grandes mentiras construidas mediante manipulaciones políticas en sociedad con corporaciones mediáticas con intereses interpuestos entre las necesidades sociales, legítimas, y las conveniencias de los intereses corporativos... mientras las pobrezas crecen sin parar en cualquier parte del mundo, aparecen líderes políticos con caras de feliz cumpleaños, haciendo discursos de cosas que sólo existen en sus mentes y en las de sus funcionarios obsecuentes. Cuando uno recorre cualquier lugar del mundo, más allá de las grandes metrópolis se da cuenta que todo es una gran mentira... y que las sociedades humanas, en cualquier lugar de ese mismo mundo, están divorciadas de sus estados, de sus políticos impresentables, de sus oposiciones delesnables, y desde luego, también divorciadas de las corporaciones de medios, de las otras corporaciones que han edificado un mundo de humanos descartables, etc. No queda mucho para agregar... Lula ya no está... Néstor Kichner tampoco... y todo indica que el Mercosur no existe y se está diluyendo por las intensas lluvias que nadie quiere ver... todo ello acompañado de la desaparición de las vehemencias de Chávez... lo que queda produce vergüenza ajena porque no está al nivel de los reclamos sociales genuinos, y es apenas una utopía más de las tantas que dominan los paisajes del poder. Brasil, potencia económica, es una cáscara que se está rasgando y promete ahogar a muchos... el problema es que las capacidades para conducir con certidumbre y habilidad social está cada vez más lejos de las gentes, porque con los discursos no se va a ninguna parte, no cuando la realidad diaria indica todo lo opuesto a las palabras vacías de las clases políticas. El divorcio está vigente... pero no hay uniones posibles a la vista, por ende crecerán las distancias, peor aún si tenemos en cuenta que todos los puentes entre las gentes y los poderes están defenitivamente rotos. JUNIO 15, 2013.-
La manifestación del jueves en São Paulo, marcada por la “violencia policial” según su propio alcalde, se saldó con 235 detenidos y más de 100 heridos, la mayoría afectados por gases lacrimógenos y por disparos de pelotas de goma a quemarropa. Aunque la Secretaría de Seguridad investiga si hubo abuso policial durante la protesta, el gobernador Geraldo Alckmin, del opositor Partido Social Democrático Brasileño (PSDB), defendió la actuación de los agentes e insistió en el “cuño político” de las manifestaciones.
Partidarias o no, las proclamas, los enfrentamientos con la policía y los actos de vandalismo contra bancos, autobuses y estaciones de metro no están motivadas únicamente porque el billete del transporte público alcance los 1,12 euros en un país donde el salario mínimo es de 237 euros. “Yo no me muevo en autobús, pero creo que el aumento es injusto y quiero ayudar a que los brasileños se organicen. Nosotros no tenemos una cultura de protesta: el brasileño no tiene información, no tiene educación y no conoce sus derechos. No voy a una protesta así desde las manifestaciones contra el presidente [Fernando] Collor de Melho en 1992”, dice Iva Oliveira, que a sus 49 años era una de las más veteranas de la marcha.
La violencia es otra de las razones que mueven a esta multitud de jóvenes, muchos de ellos aún en la universidad. El Estado de São Paulo convive con unos índices de criminalidad que, aunque bajos en comparación con otros Estados del país —11,5 homicidios por cada 100.000 habitantes, frente a los 0,84 de Madrid—, mantienen a la población en una constante sensación de inseguridad.
La frustración no solo se dirige contra los delincuentes que no pestañean antes de apretar el gatillo sino también contra los procedimientos policiales de los agentes, que hasta ahora solo tienen que justificar la muerte de un sospechoso como “resistencia a la autoridad”. “Este movimiento no es de acción es de reacción. Las autoridades no abren el diálogo, nuestra política no es transparente”, criticaba Débora Ungaretti, estudiante de derecho de 23 años al comenzar la manifestación. “Yo no hice uso de la violencia, pero entiendo cómo se justificó. Se dirigió contra los bancos para protestar contra el sistema financiero que nos está dominando, se atacaron bases de la policía militar porque son ellos los que nos están oprimiendo, se quemaron autobuses porque aún hay 35 millones de brasileños que no tienen acceso al transporte público porque no pueden pagarlo… Tiene sentido”, dice su compañero de facultad Rodrigo Paiva Silva, de 21 años.
Antes de que la manifestación se convirtiese en una batalla campal, los llamados sin techo arengaban a los manifestantes desde los edificios que mantienen ocupados en el centro de la ciudad —41 en total— poniendo de manifiesto otra de las asignaturas pendientes del milagro latinoamericano: Brasil también convive con un problema de falta de vivienda. En São Paulo, capital financiera del país, un 30% de sus 11millones de habitantes vive en condiciones inadecuadas —favelas, zonas de riesgo o en viviendas muy por encima del valor que sus inquilinos pueden asumir—, según la Secretaría de Vivienda municipal.
De los balcones colgaba una pancarta con parte del poema de Bertolt Brecht titulado “Sobre la violencia”: “Del río que todo lo arrastra se dice que es violento, pero nadie llama violento al margen que lo oprime”.
Aún es pronto para aventurar si este puede ser el germen de una primavera brasileña, pero muchos de los que ayer acudieron a la manifestación esperan que así sea. “No aguantamos más la corrupción, los problemas en el sistema de salud, la falta de educación… El billete del autobús es solo la punta del iceberg”, dice Marcos de Antonio, un comercial inmobiliario de 28 años, simpatizante de Anonymous, que acudió acompañado de su “banda del barrio”. “Lo que esperamos es que esto se convierta en algo más grande y para eso tenemos que salir a la calle para mostrar quién debería tener el poder”, advierte.
Las manifestaciones pillan con el pie cambiado a las autoridades, centradas en impulsar el débil crecimiento económico del país. Las prioridades del Gobierno son vender Brasil como un país atractivo para el extranjero ante los próximos acontecimientos deportivos y a la propia Copa Confederaciones de fútbol que comienza este sábado.
La presidenta Dilma Rousseff, de visita oficial en Río de Janeiro, no se ha manifestado sobre las protestas, pero su ministra de Relaciones Institucionales, Ideli Salvatti, ha condenado la violencia y ha justificado las razones que han llevado a los manifestantes a la calle: “El transporte es caro, es insuficiente, hay personas que pasan tres, cuatro horas para llegar a su destino”.
Mientras se organizan nuevas protestas para la semana que viene, se abren otros frentes: ayer en Brasilia 300 manifestantes se concentraron frente al estadio Mané Garrincha para reclamar que el mismo dinero que se está invirtiendo en el Mundial de 2014 se destine a construir viviendas populares.
Grandes eventos
La Copa Confederaciones de fútbol que tiene previsto comenzar hoy es el primero de los grandes eventos que recibe Brasil y que pretenden servir de escaparate de los logros económicos obtenidos durante los últimos años por el país sudamericano.Del 23 al 28 de julio, Río de Janeiro tiene previsto recibir la visita del papa Francisco y de al menos dos millones de jóvenes católicos para las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Otra gran acontecimiento se celebrará del 12 de junio al 13 de julio de 2014, cuando 12 ciudades del país (entre ellas Río de Janeiro y São Paulo) acogerán el Mundial de Fútbol.
Del 5 al 21 de agosto de 2016, Río de Janeiro será sede de los Juegos Olímpicos de verano. Del 7 al 18 de septiembre, la misma ciudad acogerá los Juegos Paralímpicos.
El ascenso de las protestas en Brasil cuestiona el milagro económico
María Martín São Paulo
El malestar se extiende en Río y São Paulo con la disconformidad por la subida del transporte y la inseguridad ciudadanaEl país ya tiene sus indignados
El inesperado movimiento nace a tientas, con los políticos asustados y las fuerzas del orden dispuestas a reprimirloel dispreciau dice: Brasil, al igual que China, al igual que India, al igual que la Unión Europea, al igual que el "sueño americano", son grandes mentiras construidas mediante manipulaciones políticas en sociedad con corporaciones mediáticas con intereses interpuestos entre las necesidades sociales, legítimas, y las conveniencias de los intereses corporativos... mientras las pobrezas crecen sin parar en cualquier parte del mundo, aparecen líderes políticos con caras de feliz cumpleaños, haciendo discursos de cosas que sólo existen en sus mentes y en las de sus funcionarios obsecuentes. Cuando uno recorre cualquier lugar del mundo, más allá de las grandes metrópolis se da cuenta que todo es una gran mentira... y que las sociedades humanas, en cualquier lugar de ese mismo mundo, están divorciadas de sus estados, de sus políticos impresentables, de sus oposiciones delesnables, y desde luego, también divorciadas de las corporaciones de medios, de las otras corporaciones que han edificado un mundo de humanos descartables, etc. No queda mucho para agregar... Lula ya no está... Néstor Kichner tampoco... y todo indica que el Mercosur no existe y se está diluyendo por las intensas lluvias que nadie quiere ver... todo ello acompañado de la desaparición de las vehemencias de Chávez... lo que queda produce vergüenza ajena porque no está al nivel de los reclamos sociales genuinos, y es apenas una utopía más de las tantas que dominan los paisajes del poder. Brasil, potencia económica, es una cáscara que se está rasgando y promete ahogar a muchos... el problema es que las capacidades para conducir con certidumbre y habilidad social está cada vez más lejos de las gentes, porque con los discursos no se va a ninguna parte, no cuando la realidad diaria indica todo lo opuesto a las palabras vacías de las clases políticas. El divorcio está vigente... pero no hay uniones posibles a la vista, por ende crecerán las distancias, peor aún si tenemos en cuenta que todos los puentes entre las gentes y los poderes están defenitivamente rotos. JUNIO 15, 2013.-
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