El cáncer como metáfora
El empleo de este concepto para describir determinados episodios, tanto económicos como políticos o sociales, es criticado por personas que han padecido la enfermedad
Cánceres en la banca, en los partidos políticos, en el sector inmobiliario… Una lectora, Begoña Gómez Marco, ha dirigido una queja por el empleo indiscriminado de la palabra “cáncer" "para explicarnos cualquier trágica situación económica, social, etcétera y que, por supuesto, tendrá un final espantoso".
"Yo pertenezco a ese grupo numeroso de personas que gracias a los profesionales de la medicina hemos superado la enfermedad, pero le aseguro que a aquell@s que en este momento vivan las situaciones más difíciles les sobrecogerá esa innecesaria y cruel referencia". La lectora explica que quienes han vivido y superado esta enfermedad "intentamos que la propia palabra no produzca ese gran terror, tal como nos enseñan nuestros médicos, pero para ello es imprescindible contar con los medios de comunicación".
He hecho un repaso del empleo reciente del término en informaciones de todo tipo, no médicas, y efectivamente prolifera más de lo imaginable. Se usa tanto para hablar de un "cáncer tan grande que no lo podríamos resistir" metido en Caja Madrid como para etiquetar a una formación política, el partido-cáncer GIL. La desigualdad es un cáncer para la democracia que padece, a su vez, el cáncer de la corrupción. La deuda estructural es "el cáncer del Estado de bienestar". Luego están variaciones en la misma línea con referencias al tumor que padece un país. La "metástasis", expresión frecuentada de forma sorprendente, invade tanto al mundo financiero como la padece un determinado Gobierno o se alude, hablando de España, a lo extraño que es "que este país siga vivo, que no haya fenecido de las muchas metástasis que se extienden por su cuerpo".
"Era una forma de huir hacia adelante cuando lo que tenían que haber hecho era cortar el brazo de raíz para que el cáncer no se convirtiera en metástasis", comenta un empresario a propósito de las prácticas de Díaz Ferrán. Un representante del sector farmacéutico se refiere a ella para calificar los impagos de la Administración. La existencia de náufragos políticos que siguen amarrados a sus puestos es otra "metástasis derivada del entramado político". También aparece en la especulación urbanística y en el sistema hipotecario. Cuando las leyes convierten las hipotecas en un instrumento dinamizador del mercado inmobiliario, "las metástasis invaden el sistema financiero de forma masiva".
La lectora prosigue su reflexión sobre el empleo de términos bélicos asociados al cáncer: "Se dice "va a ganar la batalla, ha perdido la batalla y todo tipo de ejemplos militares. Le aseguro que jamás me vi como un marine y cuando lo escucho, pasado mucho tiempo de mi enfermedad, aún me parece una falta de sensibilidad para quienes la están viviendo actualmente. Hay personas que llegan a sentirse culpables de no actuar con el espíritu militar debido".
El recurso a metáforas bélicas fue motivo hace un tiempo de la queja de otro lector particularmente atento a los problemas del euro y las políticas europeas para frenar los déficits estatales. También hay la guerras contra la libertad de horarios, la pobreza o la de un gobierno autonómico contra Renfe, entre otras.
El empleo del término "cáncer" en sentido metafórico es totalmente correcto. La propia Real Academia la incluye en sus acepciones. Cáncer también es "proliferación en el seno de un grupo social de situaciones o hechos destructivos” y da como ejemplo: “La droga es el cáncer de nuestra sociedad". El repertorio de guerras que enumera la Academia es considerable, desde la de precios a la de nervios. El problema no es que un periodista lo emplee en este sentido, sino la acumulación inadvertida de este recurso que llega incluso a desgastar su impacto conceptual, convierte la expresión en un cliché, una metáfora de uso tan corriente que se pierde la consciencia de su origen retórico y se queda en una figura banalizada.
El uso de lenguaje bélico y el "peso agobiador" del empleo metafórico de la palabra “cáncer” fue ampliamente estudiado por Susan Sontag, que padeció esta enfermedad. No es un fenómeno reciente, como recordaba la ensayista, "a lo largo del siglo XIX las metáforas patológicas se hacen más virulentas, descabelladas, demagógicas. Y cada vez más se tiende a usar la palabra enfermiza para cualquier situación con la que no se esté de acuerdo. La enfermedad, tan legítimamente natural como la salud, se vuelve sinónimo de lo que es contra natura." Y añadía posteriormente: "En cuanto a esa metáfora, la militar, yo diría, parafraseando a Lucrecio: devolvámosla a los que hacen la guerra".
En otras ocasiones, la atención del lector no se centra en lo que ha publicado el diario o la manera de hacerlo. Se pregunta sobre lo que ha dejado de publicar.
En esta categoría entran dos cartas recibidas esta semana después de que el diario no se hiciera eco de la presentación por parte de Democracia Real Ya de una querella ante el Tribunal Supremo contra una sesentena de diputados, entre ellos Mariano Rajoy, porque, afirma la demanda y relatan las agencias, cobran dietas del Congreso a pesar de disponer de casa en Madrid, que en el caso del presidente es, además, La Moncloa, pagada por el presupuesto público. La querella se ha presentado por supuestos delitos de malversación de fondos públicos y apropiación indebida. Según la información del día 4 suministrada por las agencias, el letrado de los querellantes explicó que los cobros están previstos en el Reglamento del Congreso, pero consideró que se trata de "emolumentos no razonables" que se cobran de manera irregular.
El tribunal no se ha pronunciado sobre su admisión a trámite.
Los lectores manifiestan su perplejidad. Uno de los remitentes expone su tristeza y sorpresa mayúscula cuando, "como es costumbre, he ido a EL PAÍS para cumplir con ese ejercicio sano de búsqueda de otra mirada, otra lectura del mismo hecho. Y no he encontrado nada de nada en referencia a este hecho, a mi entender escandaloso".
Javier Álvarez Villa, por su parte, se pregunta “¿qué criterio informativo ha seguido ese diario para censurar una noticia ampliamente difundida por la práctica totalidad de los medios de comunicación del Estado?” y "que pone de manifiesto prácticas políticas que, como mínimo, degradan la ética de servicio público".
Trasladé la pregunta al subdirector Jan Martínez Ahrens. Esta es la respuesta sobre el criterio empleado: "Todos los días se presentan innumerables querellas, denuncias y demandas que afectan a la esfera pública. El periódico y su edición digital son espacios finitos donde no puede ni debe tener cabida cualquier acusación. El baremo es su valor informativo, una ponderación que depende del sentido común y del conocimiento. En este caso, la querella acusaba de delitos gravísimos, como son la apropiación indebida (robo) y la malversación de fondos públicos, nada más ni nada menos que al presidente del Gobierno, cuatro ministros y otros 58 diputados, por percibir unas dietas concedidas por acuerdo público y bajo control de la Mesa del Congreso.
El redactor que analizó la querella, uno de los máximos expertos en el Congreso y autor de innumerables artículos contra la opacidad y los desmanes de los diputados, optó por la prudencia al advertir que, pese a la entidad de los cargos, incurría en errores (por ejemplo, incluía a personas que ya no tienen escaño o a otras que han rechazado públicamente el cobro de dietas), se basaba en un concepto inexacto (las dietas de alojamiento como tales no existen) y no era un asunto nuevo ni oculto, sino un tema recurrente sobre el que este periódico y otros han informado a lo largo de los años, casi siempre en sentido crítico. Todo ello, unido al hecho de que la querella ni siquiera hubiese sido admitida a trámite, fundamentaron la prudencia del redactor”.
"Yo pertenezco a ese grupo numeroso de personas que gracias a los profesionales de la medicina hemos superado la enfermedad, pero le aseguro que a aquell@s que en este momento vivan las situaciones más difíciles les sobrecogerá esa innecesaria y cruel referencia". La lectora explica que quienes han vivido y superado esta enfermedad "intentamos que la propia palabra no produzca ese gran terror, tal como nos enseñan nuestros médicos, pero para ello es imprescindible contar con los medios de comunicación".
He hecho un repaso del empleo reciente del término en informaciones de todo tipo, no médicas, y efectivamente prolifera más de lo imaginable. Se usa tanto para hablar de un "cáncer tan grande que no lo podríamos resistir" metido en Caja Madrid como para etiquetar a una formación política, el partido-cáncer GIL. La desigualdad es un cáncer para la democracia que padece, a su vez, el cáncer de la corrupción. La deuda estructural es "el cáncer del Estado de bienestar". Luego están variaciones en la misma línea con referencias al tumor que padece un país. La "metástasis", expresión frecuentada de forma sorprendente, invade tanto al mundo financiero como la padece un determinado Gobierno o se alude, hablando de España, a lo extraño que es "que este país siga vivo, que no haya fenecido de las muchas metástasis que se extienden por su cuerpo".
"Era una forma de huir hacia adelante cuando lo que tenían que haber hecho era cortar el brazo de raíz para que el cáncer no se convirtiera en metástasis", comenta un empresario a propósito de las prácticas de Díaz Ferrán. Un representante del sector farmacéutico se refiere a ella para calificar los impagos de la Administración. La existencia de náufragos políticos que siguen amarrados a sus puestos es otra "metástasis derivada del entramado político". También aparece en la especulación urbanística y en el sistema hipotecario. Cuando las leyes convierten las hipotecas en un instrumento dinamizador del mercado inmobiliario, "las metástasis invaden el sistema financiero de forma masiva".
La lectora prosigue su reflexión sobre el empleo de términos bélicos asociados al cáncer: "Se dice "va a ganar la batalla, ha perdido la batalla y todo tipo de ejemplos militares. Le aseguro que jamás me vi como un marine y cuando lo escucho, pasado mucho tiempo de mi enfermedad, aún me parece una falta de sensibilidad para quienes la están viviendo actualmente. Hay personas que llegan a sentirse culpables de no actuar con el espíritu militar debido".
El recurso a metáforas bélicas fue motivo hace un tiempo de la queja de otro lector particularmente atento a los problemas del euro y las políticas europeas para frenar los déficits estatales. También hay la guerras contra la libertad de horarios, la pobreza o la de un gobierno autonómico contra Renfe, entre otras.
El empleo del término "cáncer" en sentido metafórico es totalmente correcto. La propia Real Academia la incluye en sus acepciones. Cáncer también es "proliferación en el seno de un grupo social de situaciones o hechos destructivos” y da como ejemplo: “La droga es el cáncer de nuestra sociedad". El repertorio de guerras que enumera la Academia es considerable, desde la de precios a la de nervios. El problema no es que un periodista lo emplee en este sentido, sino la acumulación inadvertida de este recurso que llega incluso a desgastar su impacto conceptual, convierte la expresión en un cliché, una metáfora de uso tan corriente que se pierde la consciencia de su origen retórico y se queda en una figura banalizada.
El uso de lenguaje bélico y el "peso agobiador" del empleo metafórico de la palabra “cáncer” fue ampliamente estudiado por Susan Sontag, que padeció esta enfermedad. No es un fenómeno reciente, como recordaba la ensayista, "a lo largo del siglo XIX las metáforas patológicas se hacen más virulentas, descabelladas, demagógicas. Y cada vez más se tiende a usar la palabra enfermiza para cualquier situación con la que no se esté de acuerdo. La enfermedad, tan legítimamente natural como la salud, se vuelve sinónimo de lo que es contra natura." Y añadía posteriormente: "En cuanto a esa metáfora, la militar, yo diría, parafraseando a Lucrecio: devolvámosla a los que hacen la guerra".
En otras ocasiones, la atención del lector no se centra en lo que ha publicado el diario o la manera de hacerlo. Se pregunta sobre lo que ha dejado de publicar.
En esta categoría entran dos cartas recibidas esta semana después de que el diario no se hiciera eco de la presentación por parte de Democracia Real Ya de una querella ante el Tribunal Supremo contra una sesentena de diputados, entre ellos Mariano Rajoy, porque, afirma la demanda y relatan las agencias, cobran dietas del Congreso a pesar de disponer de casa en Madrid, que en el caso del presidente es, además, La Moncloa, pagada por el presupuesto público. La querella se ha presentado por supuestos delitos de malversación de fondos públicos y apropiación indebida. Según la información del día 4 suministrada por las agencias, el letrado de los querellantes explicó que los cobros están previstos en el Reglamento del Congreso, pero consideró que se trata de "emolumentos no razonables" que se cobran de manera irregular.
El tribunal no se ha pronunciado sobre su admisión a trámite.
Los lectores manifiestan su perplejidad. Uno de los remitentes expone su tristeza y sorpresa mayúscula cuando, "como es costumbre, he ido a EL PAÍS para cumplir con ese ejercicio sano de búsqueda de otra mirada, otra lectura del mismo hecho. Y no he encontrado nada de nada en referencia a este hecho, a mi entender escandaloso".
Javier Álvarez Villa, por su parte, se pregunta “¿qué criterio informativo ha seguido ese diario para censurar una noticia ampliamente difundida por la práctica totalidad de los medios de comunicación del Estado?” y "que pone de manifiesto prácticas políticas que, como mínimo, degradan la ética de servicio público".
Trasladé la pregunta al subdirector Jan Martínez Ahrens. Esta es la respuesta sobre el criterio empleado: "Todos los días se presentan innumerables querellas, denuncias y demandas que afectan a la esfera pública. El periódico y su edición digital son espacios finitos donde no puede ni debe tener cabida cualquier acusación. El baremo es su valor informativo, una ponderación que depende del sentido común y del conocimiento. En este caso, la querella acusaba de delitos gravísimos, como son la apropiación indebida (robo) y la malversación de fondos públicos, nada más ni nada menos que al presidente del Gobierno, cuatro ministros y otros 58 diputados, por percibir unas dietas concedidas por acuerdo público y bajo control de la Mesa del Congreso.
El redactor que analizó la querella, uno de los máximos expertos en el Congreso y autor de innumerables artículos contra la opacidad y los desmanes de los diputados, optó por la prudencia al advertir que, pese a la entidad de los cargos, incurría en errores (por ejemplo, incluía a personas que ya no tienen escaño o a otras que han rechazado públicamente el cobro de dietas), se basaba en un concepto inexacto (las dietas de alojamiento como tales no existen) y no era un asunto nuevo ni oculto, sino un tema recurrente sobre el que este periódico y otros han informado a lo largo de los años, casi siempre en sentido crítico. Todo ello, unido al hecho de que la querella ni siquiera hubiese sido admitida a trámite, fundamentaron la prudencia del redactor”.
el dispreciau dice:
el mundo está atrapado por un periodismo amarillo que se escuda en sus propios facilismos para descalificar cualquier cosa que se les cruza... cumpliendo la in-noble tarea de deformar a la opinión pública en nombre de una falsa libertad de prensa, de otra más falsa libertad de expresión, exhibiendo un desparpajo atroz para usar y abusar de las personas. Más allá de cualquier razón y/o fundamento, el agraviar y/o dañar a cualquier ser humano anónimo, desconocido, le produce a éste (víctima) un quiebre emocional que muchas veces queda sin resolver, simplemente desplazado por otro curso igual o peor, adoptado por el periodismo amarillo para captar atenciones y vender espacios. Dicha expresiones "periodísticas" no hacen otra cosa que denigrar la condición humana de la víctima, desplazándolo de sus ámbitos sociales y asegurando que deberá transcurrir mucho tiempo antes de poder superar la aberración de sus circunstancias y de los hechos en sí mismos... el tendal de víctimas es demasiado largo... y los victimarios, suelen quedar liberados de cualquier culpa a partir de esos oficios intangibles de "vendedores" de ilusiones disfrazadas de hechos periodísticos. Cuando todo este concierto se instala, todo se torna no creíble... pero el oportunismo avanza utilizando conceptos tales como "cáncer"... "obvio"... "nada"... o bien mezclando palabras que no caben en contexto oratorio alguno. Tanto diarios, corporativos o no... como emisoras de radio o televison, se regodean empleando a estos "justicieros" de la opinión pública, cuya única contribución cierta es la deformación de cualquier opinión previa o futura. La guerra vernácula está planteada... pero en el fondo, a nadie le importan los resultados... sí usar y abusar de los criterios corporativos que exigen dominar la inteligencia social para luego someterla... tal se ha procedido en las repúblicas medievales, en las mentidas democracias, en las dictaduras militares y civiles inducidas, en los reinos atrasados, en los virreinos de las conveniencias, en los principados de los oportunismos, en los condados con escudos comprados o bien en ducados con historias robadas. El periodismo de masas da pena y produce vergüenza ajena... tanto como la clase política que según sus intereses se asocia o se aleja de las corporaciones, haciendo honor a su culto a la negligencia y al permanente insulto a la inteligencia pública. Enero 13, 2013.-
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