Cómo descubrir a un impostor
Una serie de reglas permiten al menos suponer que se está siendo víctima de un engaño en la Red
Más de 150 retuits después, cuando ya iba de usuario en usuario la infundada muerte de la madre de Harry Potter, surgieron las dudas. “¿Era realmente John Le Carré?”, comenzaron a preguntarse. Y, en efecto, no, no lo era. Quien lo anunciaba era una cuenta falsa, un fake, una suplantación de la auténtica. Bajo la apariencia de @JLecarre estaba un gracioso con poco más de 2.500 seguidores que difícilmente pagará por la broma.
Jonny Geller, el, esta vez sí, auténtico agente literario de Le Carré, desmentía el bulo. Indicaba, como muestra, que la letra L en mayúscula era una pista para entender que no era el usuario oficial.
Este hecho deja en evidencia uno de los grandes problemas de Twitter, del que también ha sido recientemente víctima este diario: la falta de capacidad de la red social para detectar noticias falsas, verificar cuentas de usuario y tomar medidas. En esta ocasión fueron raudos, desactivando la cuenta infractora en poco más de cuatro horas. Pero esto no es la norma. Twitter actúa casi siempre por recurrencia, por cantidad de quejas de usuarios, a posteriori, cuando la bomba ya ha estallado.
En el servicio del pájaro azul no hay un contraste previo, sino a posteriori y siempre que se denuncia con insistencia. Lo habitual es que sean las propias oficinas de comunicación de famosos, artistas, políticos y marcas las que piden a Twitter que les dé el sello de cuenta oficial, con un símbolo azul de aprobación junto a su nombre. Así es como se identifica. Aunque Twitter recomienda seguir y avisar a las cuentas @ayuda y @soporte para incidencias en español, rara vez responden de manera directa. Carecen de un número de teléfono de contacto y pueden tardar meses hasta que contestan una consulta a los medios. Resulta paradójico que una herramienta que ha revolucionado la comunicación en Internet se maneje de manera tan unidireccional.
A raíz del terremoto de 2010 en Chile un equipo del laboratorio de investigación de Yahoo! formado por Carlos Castillo, Marcelo Mendoza y Bárbara Poblete hizo un estudio analizando los tuiteos emitidos. A partir de ahí crearon un algoritmo, algo así como un detector de veracidad que usa 16 características para determinar la credibilidad. No es infalible, pero da buenas pistas: los rumores falsos tenían una alta probabilidad de incluir un signo de interrogación o una indicación de duda o negación. También concluyeron que los tuits verdaderos tienden a ser más largos e incluir URL. Otra buena recomendación: ver los mensajes anteriores del emisor.
Jonny Geller, el, esta vez sí, auténtico agente literario de Le Carré, desmentía el bulo. Indicaba, como muestra, que la letra L en mayúscula era una pista para entender que no era el usuario oficial.
Este hecho deja en evidencia uno de los grandes problemas de Twitter, del que también ha sido recientemente víctima este diario: la falta de capacidad de la red social para detectar noticias falsas, verificar cuentas de usuario y tomar medidas. En esta ocasión fueron raudos, desactivando la cuenta infractora en poco más de cuatro horas. Pero esto no es la norma. Twitter actúa casi siempre por recurrencia, por cantidad de quejas de usuarios, a posteriori, cuando la bomba ya ha estallado.
En el servicio del pájaro azul no hay un contraste previo, sino a posteriori y siempre que se denuncia con insistencia. Lo habitual es que sean las propias oficinas de comunicación de famosos, artistas, políticos y marcas las que piden a Twitter que les dé el sello de cuenta oficial, con un símbolo azul de aprobación junto a su nombre. Así es como se identifica. Aunque Twitter recomienda seguir y avisar a las cuentas @ayuda y @soporte para incidencias en español, rara vez responden de manera directa. Carecen de un número de teléfono de contacto y pueden tardar meses hasta que contestan una consulta a los medios. Resulta paradójico que una herramienta que ha revolucionado la comunicación en Internet se maneje de manera tan unidireccional.
A raíz del terremoto de 2010 en Chile un equipo del laboratorio de investigación de Yahoo! formado por Carlos Castillo, Marcelo Mendoza y Bárbara Poblete hizo un estudio analizando los tuiteos emitidos. A partir de ahí crearon un algoritmo, algo así como un detector de veracidad que usa 16 características para determinar la credibilidad. No es infalible, pero da buenas pistas: los rumores falsos tenían una alta probabilidad de incluir un signo de interrogación o una indicación de duda o negación. También concluyeron que los tuits verdaderos tienden a ser más largos e incluir URL. Otra buena recomendación: ver los mensajes anteriores del emisor.
El tuit que surgió del frío para mentir
Un mensaje falso de un falso Le Carré ilustra la capacidad de Twitter para amplificar mentiras
J.K. Rowling o Megan Fox fueron dadas por muertas
¿Se pueden controlar los riesgos?
Hay dos noticias que siempre serán verdad: la del nacimiento y la de la muerte.
El 28 de diciembre, en su cuenta de Twitter, el futbolista Gerard Piqué contó que había nacido su primer hijo, con la cantante Shakira. Era una broma. El 2 de enero, desde una cuenta que decía que era de John Le Carré, el autor celebrado de El espía que surgió del frío, se divulgaba “la terrible noticia” de la muerte en accidente de la también celebradísima escritora J. K. Rowling. En mayo de 2011, un tuit avisó de la muerte de Gabriel García Márquez. Y ayer mismo otro tuit explicó la muerte, asimismo falsa, de la actriz Megan Fox.
Otras veces estas bromas han sido veniales. García Márquez envió supuestamente un testamento que nunca existió y Mario Vargas Llosa, que no ha escrito una sola vez en la vida un cooreo electrónico, apareció como autor de un imposible poema sobre las mujeres.
Pasaron algunos minutos hasta que se supo que, por supuesto, no se había matado la autora de la serie Harry Potter ni Le Carré tenía esa cuenta de Twitter. Pero hasta que fue mentira, los que creyeron que no era el falsificador sino alguien de buena fe quien expresaba con tanto compungimiento la “terrible news” tuvieron que poner en marcha la maquinaria de verificación. En el pasado hubo casos célebres. Dijeron que Mark Twain había muerto; él explicó con humor que ese hecho era prematuro. Eso mismo dijo el Nobel mexicano Octavio Paz en una llamada a la televisión de su país, que había divulgado falsamente la más inevitable de las noticias...
¿Cómo podemos defendernos de esta posibilidad abierta a la falsificación? Le pregunté a tuiteros, algunos de ellos periodistas. Carmen del Riego, presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, me dijo que la Red es libre, “y por eso tenemos que correr el riesgo de que nos engañe”. Estamos indefensos, cree ella, “ante la gente sin escrúpulos que tienen unas intenciones ocultas”. Pero “los indefensos ante los desaprensivos no somos los periodistas, que sabemos que lo que se dice en Twitter es un dato que hay que corroborar. Los que están indefensos son los ciudadanos a los que les llega información, veraz en unos casos, manipulada en otros, y muchas veces lo que quieren oír”. “Deberían saber [los ciudadanos] que no todo en Twitter es espontáneo, que hay profesionales dedicados a dirigir información, debates y estados de opinión. Yo he visto”, revela, “cómo llegan a amigos míos informaciones falsas sobre la política y los políticos, que los ciudadanos quieren oír en las actuales circunstancias. Aunque sean falsas”.
Gaby Castellanos es la directora general de SrBurns, una agencia especialista en redes sociales, y desde los 16 años (nació en 1970, en Caracas) se dedica a la publicidad. Ella explica qué siente ante casos como el que ocurrió a través de la falsa identidad de Le Carré. “En realidad”, dice, “Twitter es como todos los medios, lo que importan son las fuentes. Suele pasar mucho también en el mundo del corazón. ¿Cuántas veces no han matado en el mundo offline a Miguel Bosé, Alejandro Sanz, Luis Miguel? Y las fuentes se suponía que eran fiables... Ahora lo que ocurre es que Twitter, al ser un medio de comunicación libre, donde cualquiera puede hablar, cualquier noticia puede ser verdad según quien la diga. Lo importante son las fuentes”.
Pero, ¿cómo nos defendemos de la falsedad? Dice Gaby Castellanos: “Nuestro criterio y conocimiento son indispensables. Es como si un medio de comunicación nos da su opinión del Gobierno: comprobamos la información y creamos nuestra propia opinión. El mundo online no tiene ninguna diferencia con respecto al mundo offline, sino en que la información no está solo centralizada en medios de pago sino en personas, y ahí importa nuestro criterio de fiabilidad o la reputación y credibilidad que se han creado”.
¿Qué falló en el caso del falso Le Carré y en tantas falsedades? Pilar del Río, presidenta de la Fundación Saramago, periodista y usuaria de este sistema, cree que “bromistas de mal gusto hay en todas partes, desde los chismorreos a los globos sondas de gobiernos y empresas”. Y por tanto, cree ella, “no hay que ir a Twitter para encontrar falsedades publicadas: están los libelos, y en la red de oportunismos, la pura maldad y la necesidad de satisfacer el ego escondido tras un nombre que convoque, ya que a cara descubierta no conseguiría atención”.
En ese sentido, ella recuerda que desde que murió su marido, el Nobel José Saramago, hace dos años, “circula por Internet un montaje con un supuesto texto suyo en el que define el concepto hijo, y no hay manera de pararlo, pese a los mil desmentidos que se han hecho. Si José Saramago viera que se le atribuyen esas palabras se volvería a morir; están en contradicción con lo que escribió toda su vida y hasta hay gente que se emociona leyéndolo. En fin”.
Entonces, ¿cómo nos defendemos, Pilar del Río? “Tenemos ante Twitter el mismo grado de indefensión que ante un programa de televisión o una noticia en un periódico. Que digan que han dado un golpe de Estado en Portugal en Twitter circula un poco, algún medio lo rebota, pero en seguida cae por su propio peso. Que atribuyan una muerte es terrible, pero queda ahí en la vulgaridad de quien no tiene nada más importante en la vida que circular mentiras, pero, frente a una línea editorial que cuenta el mundo de acuerdo con sus intereses concretos, ¿cómo nos defendemos?”.
El periodista Fernando Berlín, director de Radiocable y tuitero, recuerda que “la propagación del rumor es anterior al nacimiento de Twitter, aunque con las redes sociales ha adquirido una nueva dimensión”. La asignatura pendiente, para él, no está en la herramienta, sino “en las cautelas en las que debemos entrenar a los ciudadanos”.
La comprobación de las noticias es el fundamento del oficio. Ahí también. ¿Y estamos indefensos? “Cada vez estamos más preparados para dudar porque la experiencia nos ha vuelto muy escépticos”. Eso, la relación del ciudadano con el instrumento Twitter, “será cada vez más intenso”, dice Berlín. Twitter, avisa, “etiqueta algunas cuentas” para avisar de la garantía de su pertenencia. “Eso no evita que puedan cometer el error de propagar un rumor, pero sí dificulta que alguien lo haga en su nombre”.
Sandra Barneda, periodista también, ahora en El Gran Debate, de Telecinco, es usuaria de Twitter. Cree que esta herramienta “vive un momento de gran plenitud” pero puede estancarse por culpa de los llamados “fake followers [falsos seguidores] y la falta de control... Es un medio con el que comunicarse, pero sus armas pueden ser mal usadas, como cualquier medio”.
Y ante esas malformaciones del instrumento, ¿qué hacer? “En la red todo sucede con mucha celeridad y no se han puesto los medios suficientes para atajar el quebrantamiento del honor y la ética. No me gusta hablar de límites, pero sí de estar en las mismas condiciones para la partida. La red es un universo maravilloso e infinito, y del mismo modo que contamos con un DNI, debería tener que identificarse la persona antes de publicar algo en la red... Si los serial killers se controlan, los imagen killers de la red también deberían ser perseguidos y no solo cuando son denunciados por los afectados. ¡Vamos retrasados! Tres pasos hacia atrás y no hay que confundir la libertad con el todo vale”.
Tito Expósito, editor de Baile del Sol, usa Twitter para divulgar sus novedades; entiende que antes de la red ya se producían estos rumores y estas malformaciones de la información. Y establece un mecanismo de defensa, el mismo que habría que usar ante la información general: “Cuanto más amplia sea esta, más fuentes se consulten y más se contraste lo que se lee, menos cabida tendrán las desinformaciones, pero no son absolutamente evitables, siempre nos colarán alguna”. “De cualquier forma”, añade, “preferimos eso a una red controlada por la censura y los poderes mediáticos”.
“La falsa noticia de la muerte de J. K. Rowling en Twitter no es noticia”, explica Joan Mayans, antropólogo especializado en aspectos sociales, empresariales y culturales de la sociedad digital. Él recuerda: “Sólo durante 2012 Twitter ha propagado las muertes de Morgan Freeman, Bill Cosby, Kesha, Chris Brown, Paris Hilton o Adam Sandler, entre otros. En muchas ocasiones, aludiendo a la causa de muerte más fortuita e inesperada: el accidente de circulación”.
Otro aspecto relevante de la noticia, explica Mayans, “es la usurpación de la cuenta del colega de la supuesta difunta, John Le Carré... Tampoco esto es noticia, ya que la usurpación de cuentas de Twitter es un fenómeno constante. Podemos decir incluso que, desde que existe Internet, la usurpación de identidades digitales —el llamado spoofing— está a la orden del día”. Y agrega: “Lo que ponen en cuestión casos como el del death hoax de Rowling es la metodología de trabajo de los periodistas y de los medios. Si las fuentes se comprueban correctamente, es muy difícil que estos falsos RIP pasen por verídicos”.
Mayans habla de las usurpaciones de identidad. “En Internet, lo más preciado y, a la vez, lo más dúctil, es la identidad con la que nos presentamos. Las identidades digitales son maleables, frágiles y escurridizas. Por eso es tan interesante el juego que hacemos —todos— con ellas, al edulcorarlas, travestirlas o modificarlas de cualquier manera. Nuestra sociedad aún está aprendiendo a digitalizarse y nuestra transformación en sujetos digitales aún tiene muchos capítulos por escribir”.
Que alguien se dedique a usurpar cuentas de famosos, estima el antropólogo, “no es más que una vistosa manera de fijar nuestra atención sobre este proceso de digitalización del yo”.
García Márquez, blanco tantas veces de las aberrantes falsedades, dijo ante periodistas el 7 de octubre de 1996: “La mejor noticia no es siempre la que se da primer sino muchas veces la que se da mejor”.
Para dar bien las noticias de la muerte falsa de muchos de los afectados por este virus, los suplantadores de identidades tendrán que esperar su tiempo si lo que quieren es hacer periodismo y no burla del periodismo, o sea, periodismo prematuro, que es la peor cara, la más fría, la más mentirosa, del periodismo.
El 28 de diciembre, en su cuenta de Twitter, el futbolista Gerard Piqué contó que había nacido su primer hijo, con la cantante Shakira. Era una broma. El 2 de enero, desde una cuenta que decía que era de John Le Carré, el autor celebrado de El espía que surgió del frío, se divulgaba “la terrible noticia” de la muerte en accidente de la también celebradísima escritora J. K. Rowling. En mayo de 2011, un tuit avisó de la muerte de Gabriel García Márquez. Y ayer mismo otro tuit explicó la muerte, asimismo falsa, de la actriz Megan Fox.
Otras veces estas bromas han sido veniales. García Márquez envió supuestamente un testamento que nunca existió y Mario Vargas Llosa, que no ha escrito una sola vez en la vida un cooreo electrónico, apareció como autor de un imposible poema sobre las mujeres.
Pasaron algunos minutos hasta que se supo que, por supuesto, no se había matado la autora de la serie Harry Potter ni Le Carré tenía esa cuenta de Twitter. Pero hasta que fue mentira, los que creyeron que no era el falsificador sino alguien de buena fe quien expresaba con tanto compungimiento la “terrible news” tuvieron que poner en marcha la maquinaria de verificación. En el pasado hubo casos célebres. Dijeron que Mark Twain había muerto; él explicó con humor que ese hecho era prematuro. Eso mismo dijo el Nobel mexicano Octavio Paz en una llamada a la televisión de su país, que había divulgado falsamente la más inevitable de las noticias...
¿Cómo podemos defendernos de esta posibilidad abierta a la falsificación? Le pregunté a tuiteros, algunos de ellos periodistas. Carmen del Riego, presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, me dijo que la Red es libre, “y por eso tenemos que correr el riesgo de que nos engañe”. Estamos indefensos, cree ella, “ante la gente sin escrúpulos que tienen unas intenciones ocultas”. Pero “los indefensos ante los desaprensivos no somos los periodistas, que sabemos que lo que se dice en Twitter es un dato que hay que corroborar. Los que están indefensos son los ciudadanos a los que les llega información, veraz en unos casos, manipulada en otros, y muchas veces lo que quieren oír”. “Deberían saber [los ciudadanos] que no todo en Twitter es espontáneo, que hay profesionales dedicados a dirigir información, debates y estados de opinión. Yo he visto”, revela, “cómo llegan a amigos míos informaciones falsas sobre la política y los políticos, que los ciudadanos quieren oír en las actuales circunstancias. Aunque sean falsas”.
Gaby Castellanos es la directora general de SrBurns, una agencia especialista en redes sociales, y desde los 16 años (nació en 1970, en Caracas) se dedica a la publicidad. Ella explica qué siente ante casos como el que ocurrió a través de la falsa identidad de Le Carré. “En realidad”, dice, “Twitter es como todos los medios, lo que importan son las fuentes. Suele pasar mucho también en el mundo del corazón. ¿Cuántas veces no han matado en el mundo offline a Miguel Bosé, Alejandro Sanz, Luis Miguel? Y las fuentes se suponía que eran fiables... Ahora lo que ocurre es que Twitter, al ser un medio de comunicación libre, donde cualquiera puede hablar, cualquier noticia puede ser verdad según quien la diga. Lo importante son las fuentes”.
Pero, ¿cómo nos defendemos de la falsedad? Dice Gaby Castellanos: “Nuestro criterio y conocimiento son indispensables. Es como si un medio de comunicación nos da su opinión del Gobierno: comprobamos la información y creamos nuestra propia opinión. El mundo online no tiene ninguna diferencia con respecto al mundo offline, sino en que la información no está solo centralizada en medios de pago sino en personas, y ahí importa nuestro criterio de fiabilidad o la reputación y credibilidad que se han creado”.
¿Qué falló en el caso del falso Le Carré y en tantas falsedades? Pilar del Río, presidenta de la Fundación Saramago, periodista y usuaria de este sistema, cree que “bromistas de mal gusto hay en todas partes, desde los chismorreos a los globos sondas de gobiernos y empresas”. Y por tanto, cree ella, “no hay que ir a Twitter para encontrar falsedades publicadas: están los libelos, y en la red de oportunismos, la pura maldad y la necesidad de satisfacer el ego escondido tras un nombre que convoque, ya que a cara descubierta no conseguiría atención”.
En ese sentido, ella recuerda que desde que murió su marido, el Nobel José Saramago, hace dos años, “circula por Internet un montaje con un supuesto texto suyo en el que define el concepto hijo, y no hay manera de pararlo, pese a los mil desmentidos que se han hecho. Si José Saramago viera que se le atribuyen esas palabras se volvería a morir; están en contradicción con lo que escribió toda su vida y hasta hay gente que se emociona leyéndolo. En fin”.
Entonces, ¿cómo nos defendemos, Pilar del Río? “Tenemos ante Twitter el mismo grado de indefensión que ante un programa de televisión o una noticia en un periódico. Que digan que han dado un golpe de Estado en Portugal en Twitter circula un poco, algún medio lo rebota, pero en seguida cae por su propio peso. Que atribuyan una muerte es terrible, pero queda ahí en la vulgaridad de quien no tiene nada más importante en la vida que circular mentiras, pero, frente a una línea editorial que cuenta el mundo de acuerdo con sus intereses concretos, ¿cómo nos defendemos?”.
El periodista Fernando Berlín, director de Radiocable y tuitero, recuerda que “la propagación del rumor es anterior al nacimiento de Twitter, aunque con las redes sociales ha adquirido una nueva dimensión”. La asignatura pendiente, para él, no está en la herramienta, sino “en las cautelas en las que debemos entrenar a los ciudadanos”.
La comprobación de las noticias es el fundamento del oficio. Ahí también. ¿Y estamos indefensos? “Cada vez estamos más preparados para dudar porque la experiencia nos ha vuelto muy escépticos”. Eso, la relación del ciudadano con el instrumento Twitter, “será cada vez más intenso”, dice Berlín. Twitter, avisa, “etiqueta algunas cuentas” para avisar de la garantía de su pertenencia. “Eso no evita que puedan cometer el error de propagar un rumor, pero sí dificulta que alguien lo haga en su nombre”.
Sandra Barneda, periodista también, ahora en El Gran Debate, de Telecinco, es usuaria de Twitter. Cree que esta herramienta “vive un momento de gran plenitud” pero puede estancarse por culpa de los llamados “fake followers [falsos seguidores] y la falta de control... Es un medio con el que comunicarse, pero sus armas pueden ser mal usadas, como cualquier medio”.
Y ante esas malformaciones del instrumento, ¿qué hacer? “En la red todo sucede con mucha celeridad y no se han puesto los medios suficientes para atajar el quebrantamiento del honor y la ética. No me gusta hablar de límites, pero sí de estar en las mismas condiciones para la partida. La red es un universo maravilloso e infinito, y del mismo modo que contamos con un DNI, debería tener que identificarse la persona antes de publicar algo en la red... Si los serial killers se controlan, los imagen killers de la red también deberían ser perseguidos y no solo cuando son denunciados por los afectados. ¡Vamos retrasados! Tres pasos hacia atrás y no hay que confundir la libertad con el todo vale”.
Tito Expósito, editor de Baile del Sol, usa Twitter para divulgar sus novedades; entiende que antes de la red ya se producían estos rumores y estas malformaciones de la información. Y establece un mecanismo de defensa, el mismo que habría que usar ante la información general: “Cuanto más amplia sea esta, más fuentes se consulten y más se contraste lo que se lee, menos cabida tendrán las desinformaciones, pero no son absolutamente evitables, siempre nos colarán alguna”. “De cualquier forma”, añade, “preferimos eso a una red controlada por la censura y los poderes mediáticos”.
“La falsa noticia de la muerte de J. K. Rowling en Twitter no es noticia”, explica Joan Mayans, antropólogo especializado en aspectos sociales, empresariales y culturales de la sociedad digital. Él recuerda: “Sólo durante 2012 Twitter ha propagado las muertes de Morgan Freeman, Bill Cosby, Kesha, Chris Brown, Paris Hilton o Adam Sandler, entre otros. En muchas ocasiones, aludiendo a la causa de muerte más fortuita e inesperada: el accidente de circulación”.
Otro aspecto relevante de la noticia, explica Mayans, “es la usurpación de la cuenta del colega de la supuesta difunta, John Le Carré... Tampoco esto es noticia, ya que la usurpación de cuentas de Twitter es un fenómeno constante. Podemos decir incluso que, desde que existe Internet, la usurpación de identidades digitales —el llamado spoofing— está a la orden del día”. Y agrega: “Lo que ponen en cuestión casos como el del death hoax de Rowling es la metodología de trabajo de los periodistas y de los medios. Si las fuentes se comprueban correctamente, es muy difícil que estos falsos RIP pasen por verídicos”.
Mayans habla de las usurpaciones de identidad. “En Internet, lo más preciado y, a la vez, lo más dúctil, es la identidad con la que nos presentamos. Las identidades digitales son maleables, frágiles y escurridizas. Por eso es tan interesante el juego que hacemos —todos— con ellas, al edulcorarlas, travestirlas o modificarlas de cualquier manera. Nuestra sociedad aún está aprendiendo a digitalizarse y nuestra transformación en sujetos digitales aún tiene muchos capítulos por escribir”.
Que alguien se dedique a usurpar cuentas de famosos, estima el antropólogo, “no es más que una vistosa manera de fijar nuestra atención sobre este proceso de digitalización del yo”.
García Márquez, blanco tantas veces de las aberrantes falsedades, dijo ante periodistas el 7 de octubre de 1996: “La mejor noticia no es siempre la que se da primer sino muchas veces la que se da mejor”.
Para dar bien las noticias de la muerte falsa de muchos de los afectados por este virus, los suplantadores de identidades tendrán que esperar su tiempo si lo que quieren es hacer periodismo y no burla del periodismo, o sea, periodismo prematuro, que es la peor cara, la más fría, la más mentirosa, del periodismo.
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