INDIA | Un mes de la violación en grupo de una estudiante
India: No es país para mujeres
Varias mujeres en la parada en la que Jyoti Singh Pandy fue capturada.| Reuters
- El sistema judicial indio tiene 32 millones de casos pendientes
Cuando se cumple un mes exacto de la espeluznante violación en Delhi de Jyoti Singh Pandy, la joven estudiante de Fisioterapia de 23 años que días después fallecía en un hospital de Singapur víctima de heridas terribles, India trata de recuperarse del golpe mientras se siguen sucediendo nuevas y crueles agresiones que mantienen a la opinión internacional con el corazón encogido.
El caso de esta joven, que parecía ser el tope de la barbarie, ha destapado un grave problema endémico que ha situado a India, de un día para otro, en el mapa mediático de la más feroz violencia de género.
Así, mientras muchos pensaban que un caso tan bárbaro como el de la estudiante no podría darse de nuevo –estos días su madre reveló detalles como el desgarro de los intestinos de su hija con una barra de hierro a manos de un menor de 17 años-, la historia se repetía.
El viernes pasado seis hombres violaban, en el estado de Punjab –y ajenos a las bravas olas de indignación que han provocado un inédito revuelo mediático internacional-, a una mujer de 29 años en circunstancias muy similares.
Viajaba en autobús, era de noche y fue agredida sexualmente en grupo antes de ser arrojada a la calzada. Por fortuna, y a diferencia de la primera, esta última está con vida.
El sábado era detenido, en el estado de Maharastra, otro hombre acusado de la violación y asesinato de una niña de nueve años. Se da la circunstancia de que acababa de ser puesto en libertad tras haber cometido el mismo delito en 2003.
El domingo, la policía recuperaba de un huerto de mangos, en el estado de Bihar, el cadáver semi desnudo de una mujer de 32 años. Había sido violada, también en grupo, y esta vez, en lugar de arrojarla, la habían colgado de un árbol.
Además, este martes miles de ciudadanos se manifestaron en el estado de Goa por la violación de una niña de siete años en el baño de su escuela..
Todo, casi un mes después de las primeras y masivas protestas por el primer caso que terminaron con varios días de disturbios en la capital y un policía muerto.
Una gran parte de la sociedad ha dicho 'basta' a una ignominia que en este país se repite cada 20 minutos. El sistema judicial indio, que tiene 32 millones de casos pendientes que necesitarían 320 años para ser resueltos, ya está juzgando a los agresores de la estudiante Singh Pandy y los trámites para hacer lo mismo con el resto de casos tratan de acelerarse.
El gobierno indio ha escuchado el toque de atención no sólo de sus mujeres, sino también el grito de una sociedad que quiere subirse ya, de pleno derecho, al siglo XXI.
India es un país todavía muy rural, con 1.200 millones de habitantes -de los que un 60% son analfabetos-, y un sistema de castas abolido hace más de 60 años pero muy presente todavía en los usos actuales de la sociedad.
Los delitos por agresión sexual en India representan sólo una parte más de un amplio espectro de violencia y discriminación que, según algunos investigadores, provocaría la muerte de entre uno y dos millones de mujeres al año.
Al año son quemadas vivas 100.000 mujeres y otras 125.000 fallecen víctimas de agresiones físicas. Entre 25.000 y 100.000 de esas defunciones son resultado de causas relacionadas con litigios sobre la dote -una tradición ilegal aunque vigente-, cuya consecuencia última dejaría un saldo de unos 130.000 infanticidios anuales.
Pese a que en la actualidad la tasa de escolarización de las mujeres coincide con la de los hombres, una encuesta gubernamental revela que un 54% de las mujeres acepta la violencia de género como práctica habitual, sobre todo si tiene que ver con una falta de respeto a los suegros. Siguiendo la tradición, la mujer se traslada a la vivienda familiar del marido después de casada en calidad de 'señora de la casa suplente'.
K. Srinath, presidente de la Fundación de Salud Pública de la India, cree que e
fectivamente "están aumentando las tensiones". La razón, sabia y concluyente, es que las mujeres se están abriendo paso en una sociedad patriarcal.
El caso de esta joven, que parecía ser el tope de la barbarie, ha destapado un grave problema endémico que ha situado a India, de un día para otro, en el mapa mediático de la más feroz violencia de género.
Así, mientras muchos pensaban que un caso tan bárbaro como el de la estudiante no podría darse de nuevo –estos días su madre reveló detalles como el desgarro de los intestinos de su hija con una barra de hierro a manos de un menor de 17 años-, la historia se repetía.
El viernes pasado seis hombres violaban, en el estado de Punjab –y ajenos a las bravas olas de indignación que han provocado un inédito revuelo mediático internacional-, a una mujer de 29 años en circunstancias muy similares.
Viajaba en autobús, era de noche y fue agredida sexualmente en grupo antes de ser arrojada a la calzada. Por fortuna, y a diferencia de la primera, esta última está con vida.
El sábado era detenido, en el estado de Maharastra, otro hombre acusado de la violación y asesinato de una niña de nueve años. Se da la circunstancia de que acababa de ser puesto en libertad tras haber cometido el mismo delito en 2003.
El domingo, la policía recuperaba de un huerto de mangos, en el estado de Bihar, el cadáver semi desnudo de una mujer de 32 años. Había sido violada, también en grupo, y esta vez, en lugar de arrojarla, la habían colgado de un árbol.
Además, este martes miles de ciudadanos se manifestaron en el estado de Goa por la violación de una niña de siete años en el baño de su escuela..
Todo, casi un mes después de las primeras y masivas protestas por el primer caso que terminaron con varios días de disturbios en la capital y un policía muerto.
Una gran parte de la sociedad ha dicho 'basta' a una ignominia que en este país se repite cada 20 minutos. El sistema judicial indio, que tiene 32 millones de casos pendientes que necesitarían 320 años para ser resueltos, ya está juzgando a los agresores de la estudiante Singh Pandy y los trámites para hacer lo mismo con el resto de casos tratan de acelerarse.
El gobierno indio ha escuchado el toque de atención no sólo de sus mujeres, sino también el grito de una sociedad que quiere subirse ya, de pleno derecho, al siglo XXI.
India es un país todavía muy rural, con 1.200 millones de habitantes -de los que un 60% son analfabetos-, y un sistema de castas abolido hace más de 60 años pero muy presente todavía en los usos actuales de la sociedad.
Los delitos por agresión sexual en India representan sólo una parte más de un amplio espectro de violencia y discriminación que, según algunos investigadores, provocaría la muerte de entre uno y dos millones de mujeres al año.
Al año son quemadas vivas 100.000 mujeres y otras 125.000 fallecen víctimas de agresiones físicas. Entre 25.000 y 100.000 de esas defunciones son resultado de causas relacionadas con litigios sobre la dote -una tradición ilegal aunque vigente-, cuya consecuencia última dejaría un saldo de unos 130.000 infanticidios anuales.
Pese a que en la actualidad la tasa de escolarización de las mujeres coincide con la de los hombres, una encuesta gubernamental revela que un 54% de las mujeres acepta la violencia de género como práctica habitual, sobre todo si tiene que ver con una falta de respeto a los suegros. Siguiendo la tradición, la mujer se traslada a la vivienda familiar del marido después de casada en calidad de 'señora de la casa suplente'.
K. Srinath, presidente de la Fundación de Salud Pública de la India, cree que e
fectivamente "están aumentando las tensiones". La razón, sabia y concluyente, es que las mujeres se están abriendo paso en una sociedad patriarcal.
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