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EUROPA CONVULSA
Europa se acerca a la hora de la verdad
La posibilidad de que Grecia salga del euro y de que España pida ayuda a Europa para sus bancos revolucionan la agenda europea y la cumbre del miércoles
Claudi Pérez Bruselas 19 MAY 2012 - 21:51 CET92
El engaño. Uno de los animal spirits esenciales de esta época es el descubrimiento de un engaño por la existencia de zonas de sombra en el aparato productivo y financiero, por falta de reglas, por mala supervisión. El dinero no huele, decían los romanos, pero todas las grandes crisis desprenden un hedor parecido: empiezan con un escándalo. Los amaños en las cuentas de Enron detonaron la burbuja puntocom hace una década. Hace un lustro, los tejemanejes de la banca con las hipotecas subprime provocaron la crisis financiera. Los griegos desataron la inacabable crisis europea al admitir que mintieron como bellacos en sus cuentas públicas a finales de 2009. Ahora, las sospechas acerca de los balances de los bancos españoles e incluso del déficit, alimentadas por el propio Gobierno al poner en la picota al mismísimo Banco de España, abren una nueva etapa de la crisis europea, ese extraño delirio del que no sabemos cómo despertar.
Grecia y el sistema financiero español, con la esperpéntica nacionalización de Bankia como clave de bóveda, son los nuevos hombres lobo a los que invoca Europa para asustar a los niños. Lo que parecía imposible no solo es ya imaginable, sino que un coro cada vez más vociferante lo considera deseable: Europa nunca ha estado tan cerca de una ruptura por abajo (Grecia) o del rescate de uno de los grandes países (las ayudas a España para la banca).
Ambas opciones son delicadísimas. El más elemental principio de prudencia obligaría a evitarlas. Por miedo: tendrían potenciales efectos contagio devastadores. Y porque hay margen: Europa puede levantar el pie del freno de la austeridad; el Banco Central Europeo (BCE) tiene una enorme capacidad de maniobra; España no está todavía en zona de intervención (paga el 6,4% por su deuda a 10 años cuando los rescates se activaron por encima del 8%). “Hay todavía un camino, cada vez más estrecho, para tratar de sortear la situación en Grecia y en la banca española si hay voluntad política”, apuntan fuentes europeas.
Al final siempre surge algo in extremis que deshace el nudo gordiano de la crisis. Aunque quizá esta vez no. Cualquier cosa es posible tras la ruptura del tabú: el presidente francés, François Hollande, cree deseable el rescate europeo de los bancos españoles; la canciller Ángela Merkel ha sugerido un referéndum sobre el euro en Grecia y martillea con sus planes de contingencia por si los griegos hacen honor a ese adagio que afirma que todas las grandes crisis europeas empiezan en los Balcanes.
06.05.2012. El socialista François Hollande gana la segunda vuelta en Francia. Nicolas Sarkozy se convierte en el 19º líder europeo en dejar el cargo desde que empezó la crisis. En Grecia, por otro lado, los comicios dejan un Parlamento profundamente dividido. Los principales partidos, el Pasok (socialistas) y Nueva Democracia (centro-derecha), no consiguen formar Gobierno, y grupos radicales de izquierda y de derecha irrumpen en el Parlamento griego.
13.05.2012. El partido de Angela Merkel, la CDU, sufre una dura derrota en las elecciones regionales de Renania del Norte-Westfalia, el land más poblado y más industrializado de Alemania.
15.05.2012. François Hollande y Angela Merkel se reúnen en Berlín. El presidente francés insiste en que es necesario revisar el acuerdo fiscal.
17.05.2012. El primer ministro británico, David Cameron, achaca a la eurozona los problemas de la economía británica. La prensa afirma que Londres estudia escenarios de ruptura del euro. Las negociaciones de los partidos en Grecia fracasan y se convocan nuevas elecciones el 17 de junio. La Comisión Europea redobla las amenazas a Grecia.
18.05.2012. Un comisario europeo revela que la UE y el BCE estudian la salida de Grecia del euro. El Gabinete del primer ministro griego anuncia que Merkel sugirió al presidente griego, Karolos Papulias, un reférendum sobre la permanencia de Grecia en la eurozona. Berlín reconoce que la conversación se produjo, pero desmiente la afirmación. El rumor enciende los ánimos en Grecia, donde en los últimos días hay una retirada masiva de depósitos.
Todo eso obliga a Europa a un cambio de guión de última hora para la próxima cumbre. Si hace unos días esa reunión iba a ser la presentación en sociedad de Hollande y de sus ideas sobre el cambio de tono respecto al crecimiento, ahora la tensión obliga a revolucionar la agenda. Merkel, Hollande y compañía deben responder dos cuestiones cruciales. ¿Debe Grecia salir del euro, a la vista de que los rescates no funcionan, del desencanto de los griegos? ¿Debe pedir España dinero a Europa para ayudar a sus bancos a tapiar el agujero del ladrillo, que tal vez sea inmanejable? Solo las preguntas un poco ingenuas son verdaderamente profundas; por eso esos interrogantes se pueden resumir en uno: ¿Cree Europa en su propio proyecto?
Se imponen dos formas de responder; ninguna de ellas del todo convincente. Por un lado, el ya habitual lenguaje tremendo-colorista y apocalíptico, comprensible por la gravedad de lo acaecido en 15 días, criticable por esa tendencia a la exageración tan propia de esta crisis fáustica, capaz de hacer famosos a los casandras más delirantes. La segunda opción es la negación: la inacción, con la Comisión convertida en estatua de sal a la espera de que Berlín y París decidan qué camino tomar. Bruselas, carente de impulso político, se limita a amenazar a Grecia y a advertir de que no va a negociar nada, salga lo que salga de las urnas en un plazo de un mes que se adivina agónico. Y Bruselas circunscribe su respuesta a la crisis bancaria española a una danza de silencios y sobreentendidos que nadie es capaz de descifrar.
“Las dos cosas, una salida de Grecia de graves consecuencias y una intervención en la banca española, son cada vez más probables. Si se producen y no vemos un impulso extraordinario por parte del BCE en los mercados, y también por parte de Berlín, París y de las instituciones europeas con pasos inequívocos hacia
alguna forma de unión política, habrá colas en los bancos, salidas de capitales de toda la periferia y un reguero de quiebras de países”, avisa por teléfono desde Nueva York el profesor de Harvard Ken Rogoff, autor de una monumental historia de las crisis financieras durante los últimos ocho siglos. “Hay una posibilidad: comprar tiempo con el BCE, los estímulos y la suavización del déficit, pero en última instancia los bancos españoles van a necesitar recapitalizarse”, añade Guntram Wolf, del laboratorio de ideas Bruegel. Tano Santos, de la Universidad de Columbia, califica de “peligrosísima” una intervención en España. “En el preciso momento en que se haga se secará la liquidez para todo el país, y no hay dinero oficial suficiente para un caso de la magnitud de España. El Gobierno debe resolver de una vez por todas el problema de credibilidad y de capital del sistema financiero. Para eso va a hacer falta dinero del exterior. Y los inversores no van a entrar a no ser que España disponga de suficiente capital público como para limpiar las primeras pérdidas, que están ahí”. Lo mismo ocurre con Grecia, que apenas supone el 2% del PIB europeo pero cuya salida del euro provocaría un impacto en el sistema financiero cercano al medio billón de euros, según Citi, solo manejable con un diluvio de liquidez del BCE y siempre que las fugas de depósitos no fueran generalizadas.
Justo cuando volvía el debate entre austeridad y crecimiento, la situación se complica de tal modo que esa controversia es casi secundaria: la banca vuelve a estar pendiente de un hilo, como en el peor momento tras la quiebra de Lehman Brothers. “El sentido común dice que Europa no ha aguantado dos años y medio en Grecia para abandonar ahora el país a su suerte y abrir una crisis de consecuencias inimaginables. Los líderes europeos no están tan locos como para no saber que España es demasiado grande y que una intervención, aunque solo sea en la banca, podría ser el principio del fin, por lo que lo probable es algún remedio vía BCE. A veces hay que tocar fondo para reaccionar”, sostiene un diplomático.
Todos los caminos llevan a Berlín y Fráncfort. Hay una constelación de factores que pueden obligar a Alemania a abrir la mano para que Europa no se vea abocada al peor de los mundos. “Pero hay razones también para pensar que Berlín no ha aprendido nada de su historia, y que la aproximación disciplinaria que ha impuesto traspasa todos los límites”, apunta Paul De Grauwe, de la London School of Economics. Rogoff lo resume con dureza: “O Alemania acepta inflación (subidas salariales, estímulos, un BCE a la americana, lo que haga falta) o veremos suspensiones de pagos, cadáveres políticos y para ellos mismos será durísimo”. Al final, el mayor de los riesgos es siempre político. De liderazgo. Ahí radica el problema de Europa desde hace tiempo: las soluciones a los problemas de la eurozona no son inimaginables, son posibles; pero no hay tracción política suficiente para activarlas. No hay ninguna salida evidente para el gran problema que aflige a la UE: la decepción de la opinión pública, en parte por el déficit democrático, en parte por la crisis de legitimidad de la Unión. La UE nunca fue especialmente popular entre los nórdicos; la novedad es que la crisis del euro está haciendo que su impopularidad crezca incluso al sur de los Pirineos, donde se veía como la última utopía factible. En el Sur cada vez más gente culpa del exceso de austeridad a la UE y al BCE. En Alemania y otros países del Norte, responsabilizan a la Unión por haberles obligado a ayudar a los pecadores sureños. “Y, paradójicamente, cualquier solución consiste en más Europa”, concluye Charles Grant, del Center for European Reform. A corto plazo, pasa por el BCE (“solo las intervenciones del banco central tienen credibilidad”, explica el analista Juan Ignacio Crespo, “porque implican algo más que palabras”). A medio, por recuperar crecimiento: París y Berlín tienen mucho que decir esta misma semana, en Bruselas. Y a largo plazo hace falta algo parecido a un agencia europea de deuda, más unión fiscal, una UE que se decida a ser algo más que un club económico: para eso hacen falta líderes en París, en Berlín, en Bruselas y en Tombuctú. ¿Dónde están esos líderes?
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Grecia y el sistema financiero español, con la esperpéntica nacionalización de Bankia como clave de bóveda, son los nuevos hombres lobo a los que invoca Europa para asustar a los niños. Lo que parecía imposible no solo es ya imaginable, sino que un coro cada vez más vociferante lo considera deseable: Europa nunca ha estado tan cerca de una ruptura por abajo (Grecia) o del rescate de uno de los grandes países (las ayudas a España para la banca).
Ambas opciones son delicadísimas. El más elemental principio de prudencia obligaría a evitarlas. Por miedo: tendrían potenciales efectos contagio devastadores. Y porque hay margen: Europa puede levantar el pie del freno de la austeridad; el Banco Central Europeo (BCE) tiene una enorme capacidad de maniobra; España no está todavía en zona de intervención (paga el 6,4% por su deuda a 10 años cuando los rescates se activaron por encima del 8%). “Hay todavía un camino, cada vez más estrecho, para tratar de sortear la situación en Grecia y en la banca española si hay voluntad política”, apuntan fuentes europeas.
Al final siempre surge algo in extremis que deshace el nudo gordiano de la crisis. Aunque quizá esta vez no. Cualquier cosa es posible tras la ruptura del tabú: el presidente francés, François Hollande, cree deseable el rescate europeo de los bancos españoles; la canciller Ángela Merkel ha sugerido un referéndum sobre el euro en Grecia y martillea con sus planes de contingencia por si los griegos hacen honor a ese adagio que afirma que todas las grandes crisis europeas empiezan en los Balcanes.
Dos semanas de angustia
11.04.2012. Grecia convoca elecciones anticipadas por segunda vez en tres años. El primer ministro, Lukas Papademos, que había asumido el cargo en noviembre tras la dimisión del socialista Yorgos Papandreu para aplicar los recortes exigidos por el plan de rescate de la UE, anuncia en abril que los comicios se celebrarán el 6 de mayo, el mismo día de la segunda vuelta de las presidenciales francesas.06.05.2012. El socialista François Hollande gana la segunda vuelta en Francia. Nicolas Sarkozy se convierte en el 19º líder europeo en dejar el cargo desde que empezó la crisis. En Grecia, por otro lado, los comicios dejan un Parlamento profundamente dividido. Los principales partidos, el Pasok (socialistas) y Nueva Democracia (centro-derecha), no consiguen formar Gobierno, y grupos radicales de izquierda y de derecha irrumpen en el Parlamento griego.
13.05.2012. El partido de Angela Merkel, la CDU, sufre una dura derrota en las elecciones regionales de Renania del Norte-Westfalia, el land más poblado y más industrializado de Alemania.
15.05.2012. François Hollande y Angela Merkel se reúnen en Berlín. El presidente francés insiste en que es necesario revisar el acuerdo fiscal.
17.05.2012. El primer ministro británico, David Cameron, achaca a la eurozona los problemas de la economía británica. La prensa afirma que Londres estudia escenarios de ruptura del euro. Las negociaciones de los partidos en Grecia fracasan y se convocan nuevas elecciones el 17 de junio. La Comisión Europea redobla las amenazas a Grecia.
18.05.2012. Un comisario europeo revela que la UE y el BCE estudian la salida de Grecia del euro. El Gabinete del primer ministro griego anuncia que Merkel sugirió al presidente griego, Karolos Papulias, un reférendum sobre la permanencia de Grecia en la eurozona. Berlín reconoce que la conversación se produjo, pero desmiente la afirmación. El rumor enciende los ánimos en Grecia, donde en los últimos días hay una retirada masiva de depósitos.
Se imponen dos formas de responder; ninguna de ellas del todo convincente. Por un lado, el ya habitual lenguaje tremendo-colorista y apocalíptico, comprensible por la gravedad de lo acaecido en 15 días, criticable por esa tendencia a la exageración tan propia de esta crisis fáustica, capaz de hacer famosos a los casandras más delirantes. La segunda opción es la negación: la inacción, con la Comisión convertida en estatua de sal a la espera de que Berlín y París decidan qué camino tomar. Bruselas, carente de impulso político, se limita a amenazar a Grecia y a advertir de que no va a negociar nada, salga lo que salga de las urnas en un plazo de un mes que se adivina agónico. Y Bruselas circunscribe su respuesta a la crisis bancaria española a una danza de silencios y sobreentendidos que nadie es capaz de descifrar.
“Las dos cosas, una salida de Grecia de graves consecuencias y una intervención en la banca española, son cada vez más probables. Si se producen y no vemos un impulso extraordinario por parte del BCE en los mercados, y también por parte de Berlín, París y de las instituciones europeas con pasos inequívocos hacia
alguna forma de unión política, habrá colas en los bancos, salidas de capitales de toda la periferia y un reguero de quiebras de países”, avisa por teléfono desde Nueva York el profesor de Harvard Ken Rogoff, autor de una monumental historia de las crisis financieras durante los últimos ocho siglos. “Hay una posibilidad: comprar tiempo con el BCE, los estímulos y la suavización del déficit, pero en última instancia los bancos españoles van a necesitar recapitalizarse”, añade Guntram Wolf, del laboratorio de ideas Bruegel. Tano Santos, de la Universidad de Columbia, califica de “peligrosísima” una intervención en España. “En el preciso momento en que se haga se secará la liquidez para todo el país, y no hay dinero oficial suficiente para un caso de la magnitud de España. El Gobierno debe resolver de una vez por todas el problema de credibilidad y de capital del sistema financiero. Para eso va a hacer falta dinero del exterior. Y los inversores no van a entrar a no ser que España disponga de suficiente capital público como para limpiar las primeras pérdidas, que están ahí”. Lo mismo ocurre con Grecia, que apenas supone el 2% del PIB europeo pero cuya salida del euro provocaría un impacto en el sistema financiero cercano al medio billón de euros, según Citi, solo manejable con un diluvio de liquidez del BCE y siempre que las fugas de depósitos no fueran generalizadas.
Justo cuando volvía el debate entre austeridad y crecimiento, la situación se complica de tal modo que esa controversia es casi secundaria: la banca vuelve a estar pendiente de un hilo, como en el peor momento tras la quiebra de Lehman Brothers. “El sentido común dice que Europa no ha aguantado dos años y medio en Grecia para abandonar ahora el país a su suerte y abrir una crisis de consecuencias inimaginables. Los líderes europeos no están tan locos como para no saber que España es demasiado grande y que una intervención, aunque solo sea en la banca, podría ser el principio del fin, por lo que lo probable es algún remedio vía BCE. A veces hay que tocar fondo para reaccionar”, sostiene un diplomático.
Todos los caminos llevan a Berlín y Fráncfort. Hay una constelación de factores que pueden obligar a Alemania a abrir la mano para que Europa no se vea abocada al peor de los mundos. “Pero hay razones también para pensar que Berlín no ha aprendido nada de su historia, y que la aproximación disciplinaria que ha impuesto traspasa todos los límites”, apunta Paul De Grauwe, de la London School of Economics. Rogoff lo resume con dureza: “O Alemania acepta inflación (subidas salariales, estímulos, un BCE a la americana, lo que haga falta) o veremos suspensiones de pagos, cadáveres políticos y para ellos mismos será durísimo”. Al final, el mayor de los riesgos es siempre político. De liderazgo. Ahí radica el problema de Europa desde hace tiempo: las soluciones a los problemas de la eurozona no son inimaginables, son posibles; pero no hay tracción política suficiente para activarlas. No hay ninguna salida evidente para el gran problema que aflige a la UE: la decepción de la opinión pública, en parte por el déficit democrático, en parte por la crisis de legitimidad de la Unión. La UE nunca fue especialmente popular entre los nórdicos; la novedad es que la crisis del euro está haciendo que su impopularidad crezca incluso al sur de los Pirineos, donde se veía como la última utopía factible. En el Sur cada vez más gente culpa del exceso de austeridad a la UE y al BCE. En Alemania y otros países del Norte, responsabilizan a la Unión por haberles obligado a ayudar a los pecadores sureños. “Y, paradójicamente, cualquier solución consiste en más Europa”, concluye Charles Grant, del Center for European Reform. A corto plazo, pasa por el BCE (“solo las intervenciones del banco central tienen credibilidad”, explica el analista Juan Ignacio Crespo, “porque implican algo más que palabras”). A medio, por recuperar crecimiento: París y Berlín tienen mucho que decir esta misma semana, en Bruselas. Y a largo plazo hace falta algo parecido a un agencia europea de deuda, más unión fiscal, una UE que se decida a ser algo más que un club económico: para eso hacen falta líderes en París, en Berlín, en Bruselas y en Tombuctú. ¿Dónde están esos líderes?
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“Cada semana soy más pobre y tengo más miedo”
Los griegos tratan de sobrevivir a las penurias diarias de la crisis
La ruina es terrible. La humillación es aún peor. Los griegos, gente orgullosa, se sienten reducidos a la condición de parias, acosados por las acreedores y traicionados por sus políticos. Su economía se asfixia desde hace dos años y en el futuro sólo puede empeorar.
El miedo y la desolación, unidos a un punto de esperanza y al arrojo irracional de quien tiene ya poco que perder, componen el inestable ánimo colectivo ante las elecciones del 17 de junio. Si el pánico bancario se acelerara, la pertenencia de Grecia al euro podría no sobrevivir hasta entonces.
“El fracaso de las elecciones del 9 de mayo, con un Parlamento que ha durado 24 horas porque era ingobernable, me hace pensar que vienen días peores. Por delante sólo tenemos temor e incertidumbre”. Panaiotis Durlis, actor y director, fue durante siete años miembro del Teatro Nacional de Grecia y, por tanto, funcionario. Ya no hay teatro público por falta de dinero y el actor-funcionario Durlis ha sido asignado a la Fundación de la Ciudad de Atenas para las Personas sin Hogar. Ahora prepara representaciones teatrales con desempleados. “Es una forma de mantener la dignidad de estas personas”, dice, “y de mostrarles que con trabajo se puede salir adelante”.
Durlis cree que Grecia necesita “trabajo, respeto y verdad”. “Y bajar la cabeza, porque desde niños nos han inoculado delirios de grandeza”, añade. Son muchos los que, como él, piensan que una cura de humildad puede resultar positiva. En general, los griegos se culpan a sí mismos (y a sus políticos) por las décadas de derroche, clientelismo público y endeudamiento. Pero, tras dos años de brutal contracción económica, no hay quien se sienta capaz de cumplir las condiciones del memorándum, el plan de ajuste impuesto por la troika acreedora: Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional.
Los salarios públicos han sido recortados de forma drástica. Tras los antiguos excesos (un chófer ministerial podía ganar 4.300 euros mensuales), el otro extremo: el salario de un profesor de primaria ha pasado de 1.200 a 600 euros. Los enfermos tienen que pagar sus propias medicinas, y confiar en que el Estado les reintegre algo algún día. En dos años han cerrado más de 500.000 pequeños negocios. Las tiendas están vacías. Los bancos sufren una continua sangría de depósitos y en cualquier momento puede desatarse un pánico colectivo que acabe con el sector financiero y con el euro. El dinero casi ha dejado de circular.
“Estoy seguro de que seguiremos en el euro y acepto la obligación de devolver los créditos, pero tienen que darnos más tiempo porque en las actuales condiciones, la economía se muere”, opina Cleansis Tsironis, carnicero y presidente de los comerciantes del Mercado Central de Atenas. Sus ventas han bajado un 50% desde 2010. “Si no se salva Grecia, no se salva el euro”, añade.
Tsironis piensa igual que Tasos Boupalos, el quiosquero de la plaza de Victoria: “Tenemos que taparnos la nariz y votar a los dos partidos tradicionales, Pasok y Nueva Democracia, aunque sean ellos los culpables del desastre: si en las elecciones gana la nueva izquierda populista, la que rechaza la austeridad, dejaremos de pertenecer a la Unión Europea”, comenta. Boupalos solía ingresar unos 2.000 euros netos. Ahora no ingresa nada. Como Yanis, cuyo comercio de óptica permanece paralizado: ni entra ni sale género. “Cada semana soy más pobre y tengo más miedo. ¿Dónde llegaremos? ¿No podremos ni comer? Es terrorífico”, señala.
A nadie se le escapa que la cuestión crucial es el euro. Y la preferencia por la moneda europea sigue siendo mayoritaria. Pero no a cualquier precio. Abundan quienes sueñan con una victoria de Alexis Tsipras, el joven, carismático y populista líder de la Izquierda Radical al que los sondeos dan como probable ganador, y con un magistral farol de póker bastante parecido a un chantaje: Tsipras amenaza con dejar el euro, Angela Merkel se asusta y suaviza sus condiciones, Grecia respira y empieza a resolverse la crisis. Eso, de momento, no parece muy realista.
“Sólo podemos aspirar a que de las elecciones salga un Gobierno estable, que Europa ayude un poco más y que no se llegue al colapso”, dice el concejal y abogado Yorgos Apostolopulos, responsable de gestionar en lo posible la Atenas más pobre, dando alimentos en comedores populares y abriendo dormitorios gratuitos. “Si no llega más dinero europeo, o si tras las nuevas elecciones no se logra formar un Gobierno, es posible que yo me vea también en esa cola”, comenta, señalando a quienes esperan para recibir una comida caliente.
El plan de rescate organizado por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, con cientos de miles de millones en nuevos créditos y una reestructuración de la deuda por más de 200.000 millones, no resulta suficiente para frenar la parálisis económica. El flujo de dinero se ha interrumpido, a la espera de que el país tenga Gobierno y decida si quiere seguir en el euro. Al Estado le quedan fondos para pagar las nóminas y pensiones de mayo, pero no de junio. El abismo está muy cerca.
“Los del norte quieren imponernos su ritmo de vida y sus valores, que no son los nuestros: el Mediterráneo funciona de otra forma”, proclama Constantin Papadakis, veterano del sector turístico y residente en Creta, mientras almuerza en una popular taberna ateniense. Ciertas cosas no han cambiado, pese a lo agónico de la situación. En la taberna la comida concluye con una breve juerga colectiva en la que se ríe, se canta, se brinda por Grecia y se profieren algunos epítetos poco cariñosos hacia Alemania y “el norte”.
La imagen de los griegos como gente desorganizada e individualista se ajusta bastante a la realidad. La fama de trabajar poco resulta más discutible. Frente a la tendencia al relajo en el sector público, en el sector privado son numerosos quienes hacen jornadas de 12 y 15 horas. Dos ritmos de vida distintos conviven en el país. La larga crisis (desde 2007 la economía se ha contraído un 20%) ha dado razones a unos y otros. Una gran cantidad de atenienses considera que la falta de dinero justifica plenamente la costumbre, muy arraigada, de no pagar el transporte público. Otros piensan, por el contrario, que ha llegado el momento de cambiar y pagar siempre por todo, sin apelar a supuestos derechos adquiridos que el Estado ya no puede cubrir.
Junto a quienes se remiten a cuestiones culturales y a un choque norte-sur para explicar la situación, están quienes señalan al capitalismo como culpable. Como Isabella y Arguiró, ambas de 22 años y ambas estudiantes de arquitectura en la Escuela Politécnica. “El sacrificio de los más débiles forma parte del sistema capitalista”, explica Isabella, que se niega a sentirse parte de una “generación sacrificada” por el saneamiento económico. “No podemos dejarnos llevar por la tristeza y la ansiedad que vemos en casa, tenemos que pensar que el futuro, de alguna manera, será mejor que el presente”, indica. Tanto Isabella como Arguiró contemplan, sin embargo, la posibilidad de emigrar tras conseguir la licenciatura. “Con tanta inseguridad es imposible descartar opciones”, dice Arguiró.
“Llama la atención que el ambiente en las calles sea relativamente normal, supongo que empeorará poco a poco de aquí al 17 de junio”, señala Álex Pizarro, un chileno que se estableció en Grecia en 1997 y que ahora cobra, con notables retrasos, un subsidio de paro de 350 euros. “Si esto llega a niveles trágicos, me volveré a Chile”, anuncia.
El hundimiento de Grecia ha provocado ya tragedias personales. Privadas en su mayoría, con dos grandes excepciones. La primera, en 2003, cuando la crisis era más moral que económica: el suicidio de Roubini Stathea, responsable de desarrollo urbanístico en el Gobierno. Dejó una nota en la que expresaba la esperanza de que su muerte sirviera para que los funcionarios fueran “un poco más trabajadores; los políticos, un poco más honestos; los jueces, un poco más creíbles; los periodistas, un poco menos carnívoros”. La más reciente, el pasado 4 de abril, el suicidio del pensionista Dimitris Christoulas en la plaza Syntagma, epicentro de las protestas en Atenas. Christoulas murió de un tiro con un papel en la mano en el que explicaba que prefería morir antes que rebuscar entre la basura para alimentarse.
El electorado griego está reaccionando emocionalmente a una situación deteriorada por la crisis, pero ahora se ve entre la espada y la pared por la insistencia alemana (y de la UE) en que se pronuncie claramente sobre su deseo de seguir en la eurozona: si hace dos semanas los griegos votaron con rabia por los sacrificios económicos, ahora el factor miedo —ausente entonces— ha entrado en escena.
La caza de votos ante el 17 de junio es frenética. La derecha cierra filas, y el partido de Dora Bakoyanis (2,6% de los votos el día 6) está a punto de reintegrarse en Nueva Democracia, de donde se fue en 2010. En la izquierda los movimientos a favor de Syriza han comenzado por la coalición Antarsya (izquierda revolucionaria), que estudia pedir el voto para la formación que dirige Alexis Tsipras.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/05/19/actualidad/1337446569_992887.html
el dispreciau dice: asistimos al final de la Unión Europea, al final del EURO, y además... al final de una época de poderes soberbios y despreciantes del derecho ciudadano, del derecho público, del derecho humano y además, por si fuera poco, del derecho social. Triste final de fiesta para los tecnócratas que se han burlado del mundo humano desde hace al menos tres siglos, de la mano de los reinos apañantes, de los virreinos rogantes, de los principados robados, de los ducados asaltados y de los condados amargados... no sólo ya no sirven los escudos de armas, tampoco los escudos familiares, los títulos y los honores comprados, tampoco sirven los genios de escritorios donde se fabrican virtualismos de mercado irreal, que sólo favorece el lavado como medio de subsistencia... o el ser humano aprende a convivir en un universo complejo que no le pertenece, o bien se extinguirá a mano de sus negligencias e impericias, donde los pocos esclavizan a los muchos para provechos efímeros. Triste visión, sí, pero no menos real. Mayo 21, 2012.-
El miedo y la desolación, unidos a un punto de esperanza y al arrojo irracional de quien tiene ya poco que perder, componen el inestable ánimo colectivo ante las elecciones del 17 de junio. Si el pánico bancario se acelerara, la pertenencia de Grecia al euro podría no sobrevivir hasta entonces.
“El fracaso de las elecciones del 9 de mayo, con un Parlamento que ha durado 24 horas porque era ingobernable, me hace pensar que vienen días peores. Por delante sólo tenemos temor e incertidumbre”. Panaiotis Durlis, actor y director, fue durante siete años miembro del Teatro Nacional de Grecia y, por tanto, funcionario. Ya no hay teatro público por falta de dinero y el actor-funcionario Durlis ha sido asignado a la Fundación de la Ciudad de Atenas para las Personas sin Hogar. Ahora prepara representaciones teatrales con desempleados. “Es una forma de mantener la dignidad de estas personas”, dice, “y de mostrarles que con trabajo se puede salir adelante”.
Durlis cree que Grecia necesita “trabajo, respeto y verdad”. “Y bajar la cabeza, porque desde niños nos han inoculado delirios de grandeza”, añade. Son muchos los que, como él, piensan que una cura de humildad puede resultar positiva. En general, los griegos se culpan a sí mismos (y a sus políticos) por las décadas de derroche, clientelismo público y endeudamiento. Pero, tras dos años de brutal contracción económica, no hay quien se sienta capaz de cumplir las condiciones del memorándum, el plan de ajuste impuesto por la troika acreedora: Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional.
Los salarios públicos han sido recortados de forma drástica. Tras los antiguos excesos (un chófer ministerial podía ganar 4.300 euros mensuales), el otro extremo: el salario de un profesor de primaria ha pasado de 1.200 a 600 euros. Los enfermos tienen que pagar sus propias medicinas, y confiar en que el Estado les reintegre algo algún día. En dos años han cerrado más de 500.000 pequeños negocios. Las tiendas están vacías. Los bancos sufren una continua sangría de depósitos y en cualquier momento puede desatarse un pánico colectivo que acabe con el sector financiero y con el euro. El dinero casi ha dejado de circular.
“Estoy seguro de que seguiremos en el euro y acepto la obligación de devolver los créditos, pero tienen que darnos más tiempo porque en las actuales condiciones, la economía se muere”, opina Cleansis Tsironis, carnicero y presidente de los comerciantes del Mercado Central de Atenas. Sus ventas han bajado un 50% desde 2010. “Si no se salva Grecia, no se salva el euro”, añade.
Tsironis piensa igual que Tasos Boupalos, el quiosquero de la plaza de Victoria: “Tenemos que taparnos la nariz y votar a los dos partidos tradicionales, Pasok y Nueva Democracia, aunque sean ellos los culpables del desastre: si en las elecciones gana la nueva izquierda populista, la que rechaza la austeridad, dejaremos de pertenecer a la Unión Europea”, comenta. Boupalos solía ingresar unos 2.000 euros netos. Ahora no ingresa nada. Como Yanis, cuyo comercio de óptica permanece paralizado: ni entra ni sale género. “Cada semana soy más pobre y tengo más miedo. ¿Dónde llegaremos? ¿No podremos ni comer? Es terrorífico”, señala.
A nadie se le escapa que la cuestión crucial es el euro. Y la preferencia por la moneda europea sigue siendo mayoritaria. Pero no a cualquier precio. Abundan quienes sueñan con una victoria de Alexis Tsipras, el joven, carismático y populista líder de la Izquierda Radical al que los sondeos dan como probable ganador, y con un magistral farol de póker bastante parecido a un chantaje: Tsipras amenaza con dejar el euro, Angela Merkel se asusta y suaviza sus condiciones, Grecia respira y empieza a resolverse la crisis. Eso, de momento, no parece muy realista.
“Sólo podemos aspirar a que de las elecciones salga un Gobierno estable, que Europa ayude un poco más y que no se llegue al colapso”, dice el concejal y abogado Yorgos Apostolopulos, responsable de gestionar en lo posible la Atenas más pobre, dando alimentos en comedores populares y abriendo dormitorios gratuitos. “Si no llega más dinero europeo, o si tras las nuevas elecciones no se logra formar un Gobierno, es posible que yo me vea también en esa cola”, comenta, señalando a quienes esperan para recibir una comida caliente.
El plan de rescate organizado por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, con cientos de miles de millones en nuevos créditos y una reestructuración de la deuda por más de 200.000 millones, no resulta suficiente para frenar la parálisis económica. El flujo de dinero se ha interrumpido, a la espera de que el país tenga Gobierno y decida si quiere seguir en el euro. Al Estado le quedan fondos para pagar las nóminas y pensiones de mayo, pero no de junio. El abismo está muy cerca.
“Los del norte quieren imponernos su ritmo de vida y sus valores, que no son los nuestros: el Mediterráneo funciona de otra forma”, proclama Constantin Papadakis, veterano del sector turístico y residente en Creta, mientras almuerza en una popular taberna ateniense. Ciertas cosas no han cambiado, pese a lo agónico de la situación. En la taberna la comida concluye con una breve juerga colectiva en la que se ríe, se canta, se brinda por Grecia y se profieren algunos epítetos poco cariñosos hacia Alemania y “el norte”.
La imagen de los griegos como gente desorganizada e individualista se ajusta bastante a la realidad. La fama de trabajar poco resulta más discutible. Frente a la tendencia al relajo en el sector público, en el sector privado son numerosos quienes hacen jornadas de 12 y 15 horas. Dos ritmos de vida distintos conviven en el país. La larga crisis (desde 2007 la economía se ha contraído un 20%) ha dado razones a unos y otros. Una gran cantidad de atenienses considera que la falta de dinero justifica plenamente la costumbre, muy arraigada, de no pagar el transporte público. Otros piensan, por el contrario, que ha llegado el momento de cambiar y pagar siempre por todo, sin apelar a supuestos derechos adquiridos que el Estado ya no puede cubrir.
Junto a quienes se remiten a cuestiones culturales y a un choque norte-sur para explicar la situación, están quienes señalan al capitalismo como culpable. Como Isabella y Arguiró, ambas de 22 años y ambas estudiantes de arquitectura en la Escuela Politécnica. “El sacrificio de los más débiles forma parte del sistema capitalista”, explica Isabella, que se niega a sentirse parte de una “generación sacrificada” por el saneamiento económico. “No podemos dejarnos llevar por la tristeza y la ansiedad que vemos en casa, tenemos que pensar que el futuro, de alguna manera, será mejor que el presente”, indica. Tanto Isabella como Arguiró contemplan, sin embargo, la posibilidad de emigrar tras conseguir la licenciatura. “Con tanta inseguridad es imposible descartar opciones”, dice Arguiró.
“Llama la atención que el ambiente en las calles sea relativamente normal, supongo que empeorará poco a poco de aquí al 17 de junio”, señala Álex Pizarro, un chileno que se estableció en Grecia en 1997 y que ahora cobra, con notables retrasos, un subsidio de paro de 350 euros. “Si esto llega a niveles trágicos, me volveré a Chile”, anuncia.
El hundimiento de Grecia ha provocado ya tragedias personales. Privadas en su mayoría, con dos grandes excepciones. La primera, en 2003, cuando la crisis era más moral que económica: el suicidio de Roubini Stathea, responsable de desarrollo urbanístico en el Gobierno. Dejó una nota en la que expresaba la esperanza de que su muerte sirviera para que los funcionarios fueran “un poco más trabajadores; los políticos, un poco más honestos; los jueces, un poco más creíbles; los periodistas, un poco menos carnívoros”. La más reciente, el pasado 4 de abril, el suicidio del pensionista Dimitris Christoulas en la plaza Syntagma, epicentro de las protestas en Atenas. Christoulas murió de un tiro con un papel en la mano en el que explicaba que prefería morir antes que rebuscar entre la basura para alimentarse.
De la rabia al temor
M. A. SÁNCHEZ-VALLEJO, Madrid
La propuesta de un referéndum sobre el euro de la canciller Angela Merkel ha tenido su primera consecuencia: poner la campaña electoral griega patas arriba. La segunda, radicalizar aún más a quienes insisten desde antes de la primera vuelta del 6 de mayo en la necesidad de suavizar la política económica impuesta por la troika a cambio de los rescates. El jueves, Nueva Democracia (ND, centro-derecha) aparecía en primer lugar en una encuesta de intención de voto, seguida por Syriza (Coalición de Izquierda Radical). Pero desde que trascendió la petición de Merkel —que confirma en su próximo número el semanario alemán Der Spiegel—, otros sondeos colocan en cabeza a Syriza, que exige una renegociación de los términos de la ayuda. En otras muestras Syriza y ND figuran casi empatadas: en la de Metron Analysis media solo un punto entre ellas; en la de MRB, ND (20,1%) logra una ventaja pírrica sobre Syriza (19,6%). Este empate casi técnico no hace presagiar nada bueno en el próximo Parlamento, que debe constituirse el 28 de junio, pues ninguno lograría mayoría capaz de formar gobierno y se repetiría, en versión corregida y aumentada, el actual marasmo.El electorado griego está reaccionando emocionalmente a una situación deteriorada por la crisis, pero ahora se ve entre la espada y la pared por la insistencia alemana (y de la UE) en que se pronuncie claramente sobre su deseo de seguir en la eurozona: si hace dos semanas los griegos votaron con rabia por los sacrificios económicos, ahora el factor miedo —ausente entonces— ha entrado en escena.
La caza de votos ante el 17 de junio es frenética. La derecha cierra filas, y el partido de Dora Bakoyanis (2,6% de los votos el día 6) está a punto de reintegrarse en Nueva Democracia, de donde se fue en 2010. En la izquierda los movimientos a favor de Syriza han comenzado por la coalición Antarsya (izquierda revolucionaria), que estudia pedir el voto para la formación que dirige Alexis Tsipras.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/05/19/actualidad/1337446569_992887.html
el dispreciau dice: asistimos al final de la Unión Europea, al final del EURO, y además... al final de una época de poderes soberbios y despreciantes del derecho ciudadano, del derecho público, del derecho humano y además, por si fuera poco, del derecho social. Triste final de fiesta para los tecnócratas que se han burlado del mundo humano desde hace al menos tres siglos, de la mano de los reinos apañantes, de los virreinos rogantes, de los principados robados, de los ducados asaltados y de los condados amargados... no sólo ya no sirven los escudos de armas, tampoco los escudos familiares, los títulos y los honores comprados, tampoco sirven los genios de escritorios donde se fabrican virtualismos de mercado irreal, que sólo favorece el lavado como medio de subsistencia... o el ser humano aprende a convivir en un universo complejo que no le pertenece, o bien se extinguirá a mano de sus negligencias e impericias, donde los pocos esclavizan a los muchos para provechos efímeros. Triste visión, sí, pero no menos real. Mayo 21, 2012.-
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