26 detenidos en la cuarta protesta contra los recortes en educación
La concentración convocada en el instituto Lluís Vives se extiende a toda la ciudad
Dos centenares de alumnos se reúnen en asamblea en la Facultad de Geografía e Historia
Neus Caballer / El País Valencia 21 FEB 2012 - 00:21 CET3076
La cuarta jornada de protestas estudiantiles en Valencia contra los recortes presupuestarios en educación se saldó con 26 detenidos, cinco de los cuales son menores, por parte de las fuerzas de seguridad que actuaron con mayor contundencia que en los días anteriores. Hubo 17 heridos leves, 11 de ellos agentes, siempre según el balance policial de las 21.30 del lunes. Antonio Moreno, jefe superior de la policía en la Comunidad Valenciana, sin embargo, señaló a las 19 horas que había cinco policías “contusionados leves” y una mujer de 52 años herida leve en la cabeza. También reconoció que había un detenido menor herido leve. Moreno se refirió a los manifestantes como “el enemigo” y evitó pronunciarse sobre la proporcionalidad de la actuación policial, escudándose en que deben ser los jueces quienes la evalúen.
El jefe de policía citó como ejemplo de esa agresividad el hecho de que los estudiantes volcaran contenedores y arrojaran botellas a los agentes, una de las cuales impactó en una mujer de 52 años que tuvo que ser atendida por los servicios sanitarios. La Confederación Española de Policía, en un comunicado, se lamentó de los insultos y escupitajos recibidos por las fuerzas de seguridad, pero no consta que ningún policía resultara atendido por heridas provocadas por los manifestantes. Sin embargo, varios estudiantes sí que resultaron heridos como consecuencia de las cargas policiales.
El “plus de agresividad” al que se refirió Moreno resulta patente si se compara lo ocurrido durante estas cuatro jornadas de protesta en las que han participado centenares de estudiantes con las masivas movilizaciones del 15-M, las que hubo contra los derribos de El Cabanyal (en las que solo se detuvo a dos personas y que le costaron el cargo en la Delegación del Gobierno a Ricardo Peralta) o las manifestaciones protagonizadas por funcionarios contra los recortes salariales. A Moreno, que ocupa el cargo de jefe superior desde hace varios años, se le preguntó qué había cambiado para que la policía se comportara de forma tan distinta. No hubo respuesta, sólo dos interrogantes retóricos: “¿Usted qué piensa? ¿Usted qué cree?”.
El hecho es que hasta el momento la Policía Nacional en estos cuatro días ha detenido un total de 43 alumnos, de los cuales ocho son menores de edad, decenas de lesionados y cerca de dos centenares de fichados la mayoría por “desobediencia a la autoridad” y alguno por “atentado”. Por la noche iban saliendo de comisaría los menores detenidos.
Las protestas comenzaron pasadas las 14.30 en el Instituto Lluís Vives de Valencia donde se habían concentrado unos 300 estudiantes. Ante ellos, un despliegue policial como el que no se había visto durante estos días de protesta, tratando de impedir los saltos de protesta. Pese a ello, los manifestantes se desplazaron hasta la cercana plaza de San Agustín donde empezaron las primeras cargas.
Hasta bien entrada la noche el centro de la ciudad y la zona universitaria de la avenida Blasco Ibáñez se vivieron momentos de tensión y enfrentamientos continuos entre policías y estudiantes. El resultado fue un reguero de grupos de manifestantes desperdigados por barrios y calles durante todo el día. La policía había desplegado hasta cincuenta furgones para impedir las manifestaciones.
Las refriegas se sucedieron ante las miradas de los ciudadanos, muchos de los cuales mostraron su malestar por la forma de actuar de los policías. “Esto es como los grises”, comentaba un automovilista, mientras que una mujer de mediana edad les increpaba en la calle Navarro Reverter: “Cobarde, ¿y si fuera tu hija?”. Otra les pedía a los agentes que soltaran a un joven. “No ves que es un chaval”, le decían.
Después de varias cargas, a las 19 horas centenares de estudiantes volvieron a concentrarse en el Lluís Vives, protagonizando cortes momentáneos del tráfico de la calle Xàtiva y alrededores hasta que eran disueltos. La policía se subía de repente al furgón, con las puertas abiertas, para luego bajar corriendo con porra y escudo en mano para disolver a los manifestantes. Los jóvenes gritaban: “Sin porras y sin placa no sois nada”, “Fascistas”, “No sois funcionarios, sois mercenarios”, “Menos corrupción, más educación”.
Las detenciones en el centro de la ciudad se sucedieron sin que conste que los estudiantes, más allá de quemar algún contenedor, hubieran roto un cristal, una farola o algún escaparate Una joven fue detenida frente al instituto por pedir el número de placa a un policía cuando éste no la dejaba pasar. Otro detenido fue Adrián, de 20 años. Su amiga Vera contaba que le habían partido la nariz a golpes y que sangraba abundantemente: “No nos han dejado ni darle agua ni ponerle hielo, y cuando se lo han llevado no nos han querido decir se iba al hospital o a la comisaría”
La protesta de los institutos se trasladó a la Universidad. La facultad de Geografía e Historia acogía la noche del lunes una asamblea en la que unos 300 estudiantes acordaron que en tanto la delegada del Gobierno, Paula Sánchez de León, no abandone su cargo, ellos no abandonaran la calle.La decana Elena Grau, que había autorizado la asamblea estudiantil, tuvo que recurrir al fuero universitario para impedir que la policía entrara en la facultad.
Mientras, padres y profesores del Lluís Vives, auténtico icono de las protestas estudiantiles, mantuvieron una tensa reunión ante las puertas del instituto ante la mirada vigilante de los policías.
Alumnos, padres, profesores, las fuerzas de seguridad y el jefe superior de la policía dieron la cara; pero la delegada del Gobierno escogió el burladero institucional para evitarse males mayores. Por la mañana se reunió con los portavoces de Compromís y Esquerra Unida a los que negó la existencia de represión policial, aunque dejó una puerta abierta por si algún agente se hubiera extralimitado. “Habrá consecuencias”, dijo. La delegada el Gobierno insistió en que no se dieron instrucciones ni hubo intento alguno de control del derecho de manifestación, lo que ocurrió, dijo, “nada tiene que ver con este derecho”.
Por la tarde, en la comparecencia junto al jefe superior de policía. Sánchez de León, que había justificado la actuación de las fuerzas de seguridad ante “la situación de desorden y desacato” apeló “al diálogo y a la responsabilidad” para conseguir que hechos como los de ayer queden “en una anécdota”. Una categoría que no compartieron los políticos de la oposición. Entre los lesionados de ayer se encuentra Joan Baldoví, diputado en el Congreso por Compromís, que fue aporreado frente al Lluís Vives. Baldoví estaba acompañado por los diputados autonómicos Enric Morera y Mònica Oltra.
Jorge Alarte, secretario general del PSPV-PSOE, llamó al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, para pedirle el "cese de la violencia contra los estudiantes". Alarte no reveló que le contestó el presidente, pero explicó en Twitter: "Le he pedido a Fabra que pare la espiral de violencia policial y que se respete a los estudiantes que dicen no a los recortes". El diputado Julián López Milla, otros representantes del PSPV, y Ricardo Sixto de EU acudieron al Lluís Vives a lo largo del día.
Comisiones Obreras, UGT y la Intersindical condenaron la “represión policial” y también exigieron la dimisión de Sánchez de León. La Unió de Periodistes, por su parte, denunció que varios profesionales sufrieron la acción de la policía.
Las narraciones de los hechos protagonizados por los agentes del orden fueron en algunos casos espeluznantes. Carmen Domínguez, madre de Kerry, una estudiante menor de edad, aseguraba que “el agente 97754 cogió a mi hija del cuello y la estampó contra el suelo”. Kerry, que acabó siendo arropada por su hermana Brenda, sufre una crisis de ansiedad. Lleva un collarín y una férula en el brazo. “Voy a denunciarlos”, dice su madre.
Ana Navarrete es madre de Almudena, estudiante de 17 años del Lluís Vives: “Me la han arrancado de mis brazos, la han cogido del pelo, la han tirado al suelo y se la han llevado entre tres a un furgón, luego la han trasladado esposada en un coche celular”. “Mi hija, continúa Ana Navarrete, estaba conmigo y con sus dos abuelas, a una de ellas hasta la han tirado al suelo, no estábamos manifestándonos pero les ha dado igual”, añade Apostada frente a la comisaría de la calle Zapadores, se queja de “la detención es ilegal”. Hasta las 19.08, nadie les ha llamado oficialmente para comunicarle que su hija estaba detenida: "Ha sido horroroso, tendrá una crisis de ansiedad".
Vicente Marco, abogado y padre de otro menor de 16 años, cuenta que no fue informado de la detención de su hijo hasta cuatro horas más tarde. “El artículo 16 de la Ley del Menor obliga a comunicar de manera inmediata al fiscal de menores y a los padres de una situación”, denunciaba Marco. A las 22 horas aún no había podido hablar con él ni verlo.
Albert Ordóñez es un estudiante de grado medio de integración social que a sus veintipocos años compatibiliza sus estudios con la dirección de la federación valenciana de estudiantes de enseñanzas medias (Faavem). El jueves pasado —el segundo día de refriegas y cargas policiales contra los estudiantes del instituto público Lluís Vives de Valencia por la detención el día anterior de un alumno menor de edad— entró en comisaría detenido y esposado a las 2.10 de la tarde y salió el viernes a las 10.30 de la noche.
“Pasé treinta horas en el calabozo”, denunció antes de la cuarta jornada de protestas estudiantiles contra los recortes del Gobierno de Alberto Fabra y los “abusos policiales”. “Cuando me detuvieron me dieron tres o cuatro puñetazos en la boca”, relata Alberto en la puerta del instituto público Lluís Vives.
A partir de ahí todo fue confusión, aislamiento y ocho estudiantes detenidos en la misma celda. Los dos menores salieron esa noche. “No nos dieron ni de beber”. Por la mañana, les ofrecieron zumo de melocotón y galletas. “Soy alérgico al melocotón y pedí agua”. La respuesta de los agentes a Albert fue tajante: “Esto no es un hotel”. “No podíamos ni ir al baño”, explica.
Albert y los otros detenidos están acusados de “resistencia y desobediencia a la autoridad” y también de “atentado”. Cuando lo detuvieron en la calle de Xàtiva, frente al instituto, lo agarraron de los brazos y lo empujaron. “Para no caerme, cogí al policía de la cadera y del brazo y ahora, además, me acusan de hurto por cogerle la gorra al agente cuando me estaba cayendo”. Albert salió “esposado” hacia el hospital Peset Aleixandre, custodiado por dos policías.
La agitada jornada en Valencia tuvo su reflejo en dos concentraciones de solidaridad convocadas en Madrid y Barcelona, en las que se congregaron hasta 300 estudiantes y no se registró ningún incidente.
El jefe de policía citó como ejemplo de esa agresividad el hecho de que los estudiantes volcaran contenedores y arrojaran botellas a los agentes, una de las cuales impactó en una mujer de 52 años que tuvo que ser atendida por los servicios sanitarios. La Confederación Española de Policía, en un comunicado, se lamentó de los insultos y escupitajos recibidos por las fuerzas de seguridad, pero no consta que ningún policía resultara atendido por heridas provocadas por los manifestantes. Sin embargo, varios estudiantes sí que resultaron heridos como consecuencia de las cargas policiales.
El “plus de agresividad” al que se refirió Moreno resulta patente si se compara lo ocurrido durante estas cuatro jornadas de protesta en las que han participado centenares de estudiantes con las masivas movilizaciones del 15-M, las que hubo contra los derribos de El Cabanyal (en las que solo se detuvo a dos personas y que le costaron el cargo en la Delegación del Gobierno a Ricardo Peralta) o las manifestaciones protagonizadas por funcionarios contra los recortes salariales. A Moreno, que ocupa el cargo de jefe superior desde hace varios años, se le preguntó qué había cambiado para que la policía se comportara de forma tan distinta. No hubo respuesta, sólo dos interrogantes retóricos: “¿Usted qué piensa? ¿Usted qué cree?”.
El hecho es que hasta el momento la Policía Nacional en estos cuatro días ha detenido un total de 43 alumnos, de los cuales ocho son menores de edad, decenas de lesionados y cerca de dos centenares de fichados la mayoría por “desobediencia a la autoridad” y alguno por “atentado”. Por la noche iban saliendo de comisaría los menores detenidos.
Las protestas comenzaron pasadas las 14.30 en el Instituto Lluís Vives de Valencia donde se habían concentrado unos 300 estudiantes. Ante ellos, un despliegue policial como el que no se había visto durante estos días de protesta, tratando de impedir los saltos de protesta. Pese a ello, los manifestantes se desplazaron hasta la cercana plaza de San Agustín donde empezaron las primeras cargas.
Hasta bien entrada la noche el centro de la ciudad y la zona universitaria de la avenida Blasco Ibáñez se vivieron momentos de tensión y enfrentamientos continuos entre policías y estudiantes. El resultado fue un reguero de grupos de manifestantes desperdigados por barrios y calles durante todo el día. La policía había desplegado hasta cincuenta furgones para impedir las manifestaciones.
Las refriegas se sucedieron ante las miradas de los ciudadanos, muchos de los cuales mostraron su malestar por la forma de actuar de los policías. “Esto es como los grises”, comentaba un automovilista, mientras que una mujer de mediana edad les increpaba en la calle Navarro Reverter: “Cobarde, ¿y si fuera tu hija?”. Otra les pedía a los agentes que soltaran a un joven. “No ves que es un chaval”, le decían.
Después de varias cargas, a las 19 horas centenares de estudiantes volvieron a concentrarse en el Lluís Vives, protagonizando cortes momentáneos del tráfico de la calle Xàtiva y alrededores hasta que eran disueltos. La policía se subía de repente al furgón, con las puertas abiertas, para luego bajar corriendo con porra y escudo en mano para disolver a los manifestantes. Los jóvenes gritaban: “Sin porras y sin placa no sois nada”, “Fascistas”, “No sois funcionarios, sois mercenarios”, “Menos corrupción, más educación”.
Las detenciones en el centro de la ciudad se sucedieron sin que conste que los estudiantes, más allá de quemar algún contenedor, hubieran roto un cristal, una farola o algún escaparate Una joven fue detenida frente al instituto por pedir el número de placa a un policía cuando éste no la dejaba pasar. Otro detenido fue Adrián, de 20 años. Su amiga Vera contaba que le habían partido la nariz a golpes y que sangraba abundantemente: “No nos han dejado ni darle agua ni ponerle hielo, y cuando se lo han llevado no nos han querido decir se iba al hospital o a la comisaría”
La protesta de los institutos se trasladó a la Universidad. La facultad de Geografía e Historia acogía la noche del lunes una asamblea en la que unos 300 estudiantes acordaron que en tanto la delegada del Gobierno, Paula Sánchez de León, no abandone su cargo, ellos no abandonaran la calle.La decana Elena Grau, que había autorizado la asamblea estudiantil, tuvo que recurrir al fuero universitario para impedir que la policía entrara en la facultad.
Mientras, padres y profesores del Lluís Vives, auténtico icono de las protestas estudiantiles, mantuvieron una tensa reunión ante las puertas del instituto ante la mirada vigilante de los policías.
Alumnos, padres, profesores, las fuerzas de seguridad y el jefe superior de la policía dieron la cara; pero la delegada del Gobierno escogió el burladero institucional para evitarse males mayores. Por la mañana se reunió con los portavoces de Compromís y Esquerra Unida a los que negó la existencia de represión policial, aunque dejó una puerta abierta por si algún agente se hubiera extralimitado. “Habrá consecuencias”, dijo. La delegada el Gobierno insistió en que no se dieron instrucciones ni hubo intento alguno de control del derecho de manifestación, lo que ocurrió, dijo, “nada tiene que ver con este derecho”.
Por la tarde, en la comparecencia junto al jefe superior de policía. Sánchez de León, que había justificado la actuación de las fuerzas de seguridad ante “la situación de desorden y desacato” apeló “al diálogo y a la responsabilidad” para conseguir que hechos como los de ayer queden “en una anécdota”. Una categoría que no compartieron los políticos de la oposición. Entre los lesionados de ayer se encuentra Joan Baldoví, diputado en el Congreso por Compromís, que fue aporreado frente al Lluís Vives. Baldoví estaba acompañado por los diputados autonómicos Enric Morera y Mònica Oltra.
Jorge Alarte, secretario general del PSPV-PSOE, llamó al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, para pedirle el "cese de la violencia contra los estudiantes". Alarte no reveló que le contestó el presidente, pero explicó en Twitter: "Le he pedido a Fabra que pare la espiral de violencia policial y que se respete a los estudiantes que dicen no a los recortes". El diputado Julián López Milla, otros representantes del PSPV, y Ricardo Sixto de EU acudieron al Lluís Vives a lo largo del día.
Comisiones Obreras, UGT y la Intersindical condenaron la “represión policial” y también exigieron la dimisión de Sánchez de León. La Unió de Periodistes, por su parte, denunció que varios profesionales sufrieron la acción de la policía.
Las narraciones de los hechos protagonizados por los agentes del orden fueron en algunos casos espeluznantes. Carmen Domínguez, madre de Kerry, una estudiante menor de edad, aseguraba que “el agente 97754 cogió a mi hija del cuello y la estampó contra el suelo”. Kerry, que acabó siendo arropada por su hermana Brenda, sufre una crisis de ansiedad. Lleva un collarín y una férula en el brazo. “Voy a denunciarlos”, dice su madre.
Ana Navarrete es madre de Almudena, estudiante de 17 años del Lluís Vives: “Me la han arrancado de mis brazos, la han cogido del pelo, la han tirado al suelo y se la han llevado entre tres a un furgón, luego la han trasladado esposada en un coche celular”. “Mi hija, continúa Ana Navarrete, estaba conmigo y con sus dos abuelas, a una de ellas hasta la han tirado al suelo, no estábamos manifestándonos pero les ha dado igual”, añade Apostada frente a la comisaría de la calle Zapadores, se queja de “la detención es ilegal”. Hasta las 19.08, nadie les ha llamado oficialmente para comunicarle que su hija estaba detenida: "Ha sido horroroso, tendrá una crisis de ansiedad".
Vicente Marco, abogado y padre de otro menor de 16 años, cuenta que no fue informado de la detención de su hijo hasta cuatro horas más tarde. “El artículo 16 de la Ley del Menor obliga a comunicar de manera inmediata al fiscal de menores y a los padres de una situación”, denunciaba Marco. A las 22 horas aún no había podido hablar con él ni verlo.
Albert Ordóñez es un estudiante de grado medio de integración social que a sus veintipocos años compatibiliza sus estudios con la dirección de la federación valenciana de estudiantes de enseñanzas medias (Faavem). El jueves pasado —el segundo día de refriegas y cargas policiales contra los estudiantes del instituto público Lluís Vives de Valencia por la detención el día anterior de un alumno menor de edad— entró en comisaría detenido y esposado a las 2.10 de la tarde y salió el viernes a las 10.30 de la noche.
“Pasé treinta horas en el calabozo”, denunció antes de la cuarta jornada de protestas estudiantiles contra los recortes del Gobierno de Alberto Fabra y los “abusos policiales”. “Cuando me detuvieron me dieron tres o cuatro puñetazos en la boca”, relata Alberto en la puerta del instituto público Lluís Vives.
A partir de ahí todo fue confusión, aislamiento y ocho estudiantes detenidos en la misma celda. Los dos menores salieron esa noche. “No nos dieron ni de beber”. Por la mañana, les ofrecieron zumo de melocotón y galletas. “Soy alérgico al melocotón y pedí agua”. La respuesta de los agentes a Albert fue tajante: “Esto no es un hotel”. “No podíamos ni ir al baño”, explica.
Albert y los otros detenidos están acusados de “resistencia y desobediencia a la autoridad” y también de “atentado”. Cuando lo detuvieron en la calle de Xàtiva, frente al instituto, lo agarraron de los brazos y lo empujaron. “Para no caerme, cogí al policía de la cadera y del brazo y ahora, además, me acusan de hurto por cogerle la gorra al agente cuando me estaba cayendo”. Albert salió “esposado” hacia el hospital Peset Aleixandre, custodiado por dos policías.
La agitada jornada en Valencia tuvo su reflejo en dos concentraciones de solidaridad convocadas en Madrid y Barcelona, en las que se congregaron hasta 300 estudiantes y no se registró ningún incidente.
Esta información ha sido elaborada por Neus Caballer, Joaquín Ferrandis, Federico Simón y Ferrán Bono.
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