La crisis fragmenta a una UE sin líderes
Los países situados fuera de la eurozona exigen ser oídos para poder diseñar sus economías
“Estamos hartos de tus críticas y de que nos digas lo que tenemos que hacer. Dices que nos aborreces y ahora quieres inmiscuirte en nuestras reuniones”. El mercurial Nicolas Sarkozy estalló con tales palabras a la insistente petición del británico David Cameron sobre cómo las decisiones que adoptan y van a seguir adoptando los 17 países de la moneda única han de tener en cuenta también los intereses de los otros diez socios que no pertenecen a la eurozona.
El calentón verbal, sintomático de las tensiones que crecen en Europa en estas horas de crisis sin líderes a la altura del desafío, acabó con una solución a la UE: cada cumbre de los países de la eurozona ira precedida de una reunión a 27 para informar a los de fuera de qué se va a hacer.
El enfrentamiento verbal entre el presidente francés y el primer ministro británico fue referido por fuentes diplomáticas dentro del pulso mantenido por ambos el domingo sobre la pretensión de Sarkozy de dejar fuera a Cameron de la cumbre de la eurozona prevista para mañana y la insistencia del británico en que, como socio de la Unión, tiene derecho a estar al tanto de lo que afecte a los intereses de su país.
Reino Unido, República Checa, Polonia y Suecia se han convertido en puntas de lanza de ese intento de condicionar —“vetar”, dice un representante de un Estado miembro de los Diecisiete— lo que se decide dentro de la eurozona sin querer asociarse al club de la moneda única. Temen los Diez (los países fuera del euro) verse descolgados en la rápida evolución hacia una mayor integración que se plantean los Diecisiete embarcados en el euro.
El embajador de uno de los Diez señala que “en la UE ya tenemos una Europa a dos velocidades: la eurozona y los otros”, en la que los otros son los ocho países que deben forzosamente integrarse en la moneda única más los dos (Reino Unido y Dinamarca) que pueden seguir indefinidamente fuera.
El embajador representa a uno de los ocho y hace notar que “de seguir así puede llegar el día en que el que deba integrarse se encuentre con unas condiciones distintas a las que pactó y opte por pedir nuevas condiciones, como, por ejemplo, la celebración de un referéndum”.
Su Gobierno reclama tener participación en lo que decidan los Diecisiete “porque las decisiones que adoptan los países de la eurozona afectan a cuestiones como el Mercado Único o la Competividad, entre otras, que son comunes a los Veintisiete”. O dicho con palabras de primer ministro: “Tenemos que proteger los intereses de los países que quieren quedarse fuera de la eurozona, en especial con respecto a la integridad del mercado único para los 27 países de la UE”.
Es lo que declaró Cameron en conferencia de prensa el domingo en Bruselas cuando se le interrogó sobre su choque con Sarkozy. “La crisis hace inevitable la integración económica y fiscal en la zona euro, pero no a costa de los intereses del Reino Unido”.
Londres es el euroescéptico por antonomasia y no puede deshacerse de ese aire de superioridad que crispa a los otros, siempre exigiendo excepciones a una Unión en la que entró en 1973 como un mercado común y que, cinco tratados más tarde, ha evolucionado de tal manera que ya tiene hasta un servicio exterior que pena por dar sus primeros pasos.
Antes del verano, el ministro de Exteriores británico, William Hague, alertó a sus embajadas de que estuvieran atentas, y respondieran en consonancia, a lo que interpretaba como planes de Bruselas de tutelar la política exterior. “Yo soy de la opinión de que debemos disfrutar de las ventajas de la UE sin dejarnos arrastrar a un Estado federal”, mantiene un Hague que limita las ventajas de la UE al comercio sin límites en el seno de los Veintisiete, el libre establecimiento en cualquiera de ellos y el ascendiente que como grupo tiene la Unión en las negaciones globales para abrir nuevos mercados a los bienes y servicios británicos.
Desde la primavera de 2008 ha habido reuniones de todo tipo al más alto nivel en la UE sin que hasta ahora se haya encontrado una salida creíble a la crisis, circunstancia que los politólogos atribuyen a la falta de auténticos líderes en Europa y a cómo está cambiando el ambiente en las distintas capitales, empezando por un Berlín que se ha deshecho de viejos complejos.
Un europarlamentario revela cómo en una reunión con su correligionario Wolfang Schauble, ministro alemán de Finanzas, este le confesó: “Soy el único europeísta de mi Gobierno”.
Una veterana observadora de los avatares de la Unión se escandalizó el domingo al oír a Sarkozy declarar en conferencia de prensa que él tenía que tomar decisiones hasta por los países que no le han elegido. “Esta no es la Europa que yo había conocido”, comentó ella, indignada. “Esto es grotesco”.
El calentón verbal, sintomático de las tensiones que crecen en Europa en estas horas de crisis sin líderes a la altura del desafío, acabó con una solución a la UE: cada cumbre de los países de la eurozona ira precedida de una reunión a 27 para informar a los de fuera de qué se va a hacer.
El enfrentamiento verbal entre el presidente francés y el primer ministro británico fue referido por fuentes diplomáticas dentro del pulso mantenido por ambos el domingo sobre la pretensión de Sarkozy de dejar fuera a Cameron de la cumbre de la eurozona prevista para mañana y la insistencia del británico en que, como socio de la Unión, tiene derecho a estar al tanto de lo que afecte a los intereses de su país.
Reino Unido, República Checa, Polonia y Suecia se han convertido en puntas de lanza de ese intento de condicionar —“vetar”, dice un representante de un Estado miembro de los Diecisiete— lo que se decide dentro de la eurozona sin querer asociarse al club de la moneda única. Temen los Diez (los países fuera del euro) verse descolgados en la rápida evolución hacia una mayor integración que se plantean los Diecisiete embarcados en el euro.
El embajador de uno de los Diez señala que “en la UE ya tenemos una Europa a dos velocidades: la eurozona y los otros”, en la que los otros son los ocho países que deben forzosamente integrarse en la moneda única más los dos (Reino Unido y Dinamarca) que pueden seguir indefinidamente fuera.
Las decisiones que adoptan los países de la eurozona afectan a cuestiones como el mercado único o la competividad, entre otras, que son comunes a los Veintisiete
El embajador representa a uno de los ocho y hace notar que “de seguir así puede llegar el día en que el que deba integrarse se encuentre con unas condiciones distintas a las que pactó y opte por pedir nuevas condiciones, como, por ejemplo, la celebración de un referéndum”.
Su Gobierno reclama tener participación en lo que decidan los Diecisiete “porque las decisiones que adoptan los países de la eurozona afectan a cuestiones como el Mercado Único o la Competividad, entre otras, que son comunes a los Veintisiete”. O dicho con palabras de primer ministro: “Tenemos que proteger los intereses de los países que quieren quedarse fuera de la eurozona, en especial con respecto a la integridad del mercado único para los 27 países de la UE”.
Es lo que declaró Cameron en conferencia de prensa el domingo en Bruselas cuando se le interrogó sobre su choque con Sarkozy. “La crisis hace inevitable la integración económica y fiscal en la zona euro, pero no a costa de los intereses del Reino Unido”.
Londres es el euroescéptico por antonomasia y no puede deshacerse de ese aire de superioridad que crispa a los otros, siempre exigiendo excepciones a una Unión en la que entró en 1973 como un mercado común y que, cinco tratados más tarde, ha evolucionado de tal manera que ya tiene hasta un servicio exterior que pena por dar sus primeros pasos.
Antes del verano, el ministro de Exteriores británico, William Hague, alertó a sus embajadas de que estuvieran atentas, y respondieran en consonancia, a lo que interpretaba como planes de Bruselas de tutelar la política exterior. “Yo soy de la opinión de que debemos disfrutar de las ventajas de la UE sin dejarnos arrastrar a un Estado federal”, mantiene un Hague que limita las ventajas de la UE al comercio sin límites en el seno de los Veintisiete, el libre establecimiento en cualquiera de ellos y el ascendiente que como grupo tiene la Unión en las negaciones globales para abrir nuevos mercados a los bienes y servicios británicos.
Desde la primavera de 2008 ha habido reuniones de todo tipo al más alto nivel en la UE sin que hasta ahora se haya encontrado una salida creíble a la crisis, circunstancia que los politólogos atribuyen a la falta de auténticos líderes en Europa y a cómo está cambiando el ambiente en las distintas capitales, empezando por un Berlín que se ha deshecho de viejos complejos.
Un europarlamentario revela cómo en una reunión con su correligionario Wolfang Schauble, ministro alemán de Finanzas, este le confesó: “Soy el único europeísta de mi Gobierno”.
Una veterana observadora de los avatares de la Unión se escandalizó el domingo al oír a Sarkozy declarar en conferencia de prensa que él tenía que tomar decisiones hasta por los países que no le han elegido. “Esta no es la Europa que yo había conocido”, comentó ella, indignada. “Esto es grotesco”.
PAUL KRUGMAN La crisis del euro
El agujero en el cubo de Europa
La amarga verdad es que, cada vez más, parece que el sistema del euro está condenado
PAUL KRUGMAN 25/10/2011
Si no fuese tan trágica, la actual crisis europea tendría gracia, vista con un sentido del humor negro. Porque a medida que los planes de rescate fracasan estrepitosamente uno tras otro, las Personas Muy Serias de Europa -que son, si ello es posible, aún más pomposas y engreídas que sus homólogas estadounidenses- no dejan de parecer cada vez más ridículas.
Me referiré a la tragedia en un minuto. Primero, hablemos de los batacazos, que últimamente me han hecho tararear aquella vieja canción infantil de "Hay un agujero en mi cubo".
Para los que no conozcan la canción, trata de un granjero perezoso que se queja del mencionado agujero y a quien su mujer le dice que lo arregle. Pero resulta que cada acción que ella propone, requiere una acción previa y, al final, ella le dice que saque un poco de agua del pozo. "Pero mi cubo tiene un agujero, querida Liza, querida Liza".
¿Qué tiene esto que ver con Europa? Bueno, a estas alturas, Grecia, donde se inició la crisis, no es más que un triste asunto secundario. El peligro claro y actual proviene más bien de una especie de pánico bancario respecto a Italia, la tercera economía más grande de la zona euro. Los inversores, temiendo una posible suspensión de pagos, están exigiendo tipos de interés altos en la deuda italiana. Y estos tipos de interés elevados, al aumentar la carga del pago de la deuda, hacen que el impago sea más probable.
Es un círculo vicioso en el que los temores al impago amenazan con convertirse en una profecía que acaba cumpliéndose. Para salvar el euro, hay que contener esta amenaza. ¿Pero cómo? La respuesta tiene que conllevar la creación de un fondo que, en caso necesario, puede prestar a Italia (y a España, que también está amenazada) el dinero suficiente para que no necesite adquirir préstamos a esos tipos elevados. Dicho fondo probablemente no tendría que usarse, puesto que su mera existencia debería poner fin al ciclo del miedo. Pero la posibilidad de un préstamo a una escala verdaderamente grande, sin duda por valor de más de un billón de euros, tiene que estar ahí.
La pega es esta: las diversas propuestas para la creación de dicho fondo siempre requieren, al final, el respaldo de los principales Gobiernos europeos, cuyas promesas a los inversores deben ser creíbles para que el plan funcione. Pero Italia es uno de esos Gobiernos importantes; no puede conseguir un rescate prestándose dinero a sí misma. Y Francia, la segunda economía más grande de la zona euro, se ha mostrado vacilante últimamente, lo que ha hecho surgir el temor de que la creación de un gran fondo de rescate, que en la práctica se sumaría a la deuda francesa, simplemente sirva para añadir a Francia a la lista de países en crisis. Hay un agujero en el cubo, querida Liza, querida Liza.
¿Ven a qué me refiero cuando digo que la situación tiene gracia vista con un sentido del humor negro? Lo que hace que la historia sea realmente dolorosa es el hecho de que nada de esto tenía que pasar.
Piensen en países como Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos, que tienen grandes deudas y déficits pero siguen siendo capaces de adquirir préstamos a intereses bajos. ¿Cuál es su secreto? La respuesta, en gran parte, es que siguen teniendo sus propias monedas y los inversores saben que, en caso de necesidad, podrían financiar sus déficits imprimiendo más moneda. Si el Banco Central Europeo respaldase de un modo similar las deudas europeas, la crisis se suavizaría enormemente.
¿No provocaría eso inflación? Probablemente no: a pesar de lo que Ron Paul y otros como él puedan creer, la creación de dinero no es inflacionista en una economía deprimida. Además, lo que Europa necesita de hecho es una inflación general moderadamente más alta: una tasa de inflación general demasiado baja condenaría a los países del sur de Europa a años de deflación demoledora, lo que prácticamente garantizaría un paro elevado continuo y una cadena de impagos.
Pero esa medida, nos dicen una y otra vez, está fuera de toda discusión. Los estatutos en virtud de los que se creó el Banco Central Europeo supuestamente prohíben este tipo de cosas, aunque uno sospecha que unos abogados inteligentes podrían encontrar el modo de resolverlo. El problema más general, sin embargo, es que el sistema del euro en su conjunto se diseñó para combatir en la última guerra económica. Es una Línea Maginot construida para evitar una repetición de la década de 1970, lo cual es peor que inútil cuando el verdadero peligro es una repetición de la década de 1930.
Y este giro de los acontecimientos es, como he dicho, trágico.
La historia de la Europa de posguerra es profundamente inspiradora. A partir de las ruinas de la guerra, los europeos construyeron un sistema de paz y democracia, y de paso, unas sociedades que, aunque imperfectas -¿qué sociedad no lo es?- son posiblemente las más decentes de la historia de la humanidad.
Pero ese logro se ve amenazado porque la élite europea, en su arrogancia, encerró el continente en un sistema monetario que recreaba la rigidez del patrón oro y que -como el patrón oro en los años treinta- se ha convertido en una trampa mortal.
A lo mejor los dirigentes europeos dan ahora con un plan de rescate verdaderamente creíble. Eso espero, pero no confío en ello.
La amarga verdad es que cada vez da más la impresión de que el sistema del euro está condenado. Y la verdad todavía más amarga es que, dado el modo en que ese sistema se ha estado comportando, a Europa le iría mejor si se hundiese cuanto antes mejor.
Para los que no conozcan la canción, trata de un granjero perezoso que se queja del mencionado agujero y a quien su mujer le dice que lo arregle. Pero resulta que cada acción que ella propone, requiere una acción previa y, al final, ella le dice que saque un poco de agua del pozo. "Pero mi cubo tiene un agujero, querida Liza, querida Liza".
¿Qué tiene esto que ver con Europa? Bueno, a estas alturas, Grecia, donde se inició la crisis, no es más que un triste asunto secundario. El peligro claro y actual proviene más bien de una especie de pánico bancario respecto a Italia, la tercera economía más grande de la zona euro. Los inversores, temiendo una posible suspensión de pagos, están exigiendo tipos de interés altos en la deuda italiana. Y estos tipos de interés elevados, al aumentar la carga del pago de la deuda, hacen que el impago sea más probable.
Es un círculo vicioso en el que los temores al impago amenazan con convertirse en una profecía que acaba cumpliéndose. Para salvar el euro, hay que contener esta amenaza. ¿Pero cómo? La respuesta tiene que conllevar la creación de un fondo que, en caso necesario, puede prestar a Italia (y a España, que también está amenazada) el dinero suficiente para que no necesite adquirir préstamos a esos tipos elevados. Dicho fondo probablemente no tendría que usarse, puesto que su mera existencia debería poner fin al ciclo del miedo. Pero la posibilidad de un préstamo a una escala verdaderamente grande, sin duda por valor de más de un billón de euros, tiene que estar ahí.
La pega es esta: las diversas propuestas para la creación de dicho fondo siempre requieren, al final, el respaldo de los principales Gobiernos europeos, cuyas promesas a los inversores deben ser creíbles para que el plan funcione. Pero Italia es uno de esos Gobiernos importantes; no puede conseguir un rescate prestándose dinero a sí misma. Y Francia, la segunda economía más grande de la zona euro, se ha mostrado vacilante últimamente, lo que ha hecho surgir el temor de que la creación de un gran fondo de rescate, que en la práctica se sumaría a la deuda francesa, simplemente sirva para añadir a Francia a la lista de países en crisis. Hay un agujero en el cubo, querida Liza, querida Liza.
¿Ven a qué me refiero cuando digo que la situación tiene gracia vista con un sentido del humor negro? Lo que hace que la historia sea realmente dolorosa es el hecho de que nada de esto tenía que pasar.
Piensen en países como Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos, que tienen grandes deudas y déficits pero siguen siendo capaces de adquirir préstamos a intereses bajos. ¿Cuál es su secreto? La respuesta, en gran parte, es que siguen teniendo sus propias monedas y los inversores saben que, en caso de necesidad, podrían financiar sus déficits imprimiendo más moneda. Si el Banco Central Europeo respaldase de un modo similar las deudas europeas, la crisis se suavizaría enormemente.
¿No provocaría eso inflación? Probablemente no: a pesar de lo que Ron Paul y otros como él puedan creer, la creación de dinero no es inflacionista en una economía deprimida. Además, lo que Europa necesita de hecho es una inflación general moderadamente más alta: una tasa de inflación general demasiado baja condenaría a los países del sur de Europa a años de deflación demoledora, lo que prácticamente garantizaría un paro elevado continuo y una cadena de impagos.
Pero esa medida, nos dicen una y otra vez, está fuera de toda discusión. Los estatutos en virtud de los que se creó el Banco Central Europeo supuestamente prohíben este tipo de cosas, aunque uno sospecha que unos abogados inteligentes podrían encontrar el modo de resolverlo. El problema más general, sin embargo, es que el sistema del euro en su conjunto se diseñó para combatir en la última guerra económica. Es una Línea Maginot construida para evitar una repetición de la década de 1970, lo cual es peor que inútil cuando el verdadero peligro es una repetición de la década de 1930.
Y este giro de los acontecimientos es, como he dicho, trágico.
La historia de la Europa de posguerra es profundamente inspiradora. A partir de las ruinas de la guerra, los europeos construyeron un sistema de paz y democracia, y de paso, unas sociedades que, aunque imperfectas -¿qué sociedad no lo es?- son posiblemente las más decentes de la historia de la humanidad.
Pero ese logro se ve amenazado porque la élite europea, en su arrogancia, encerró el continente en un sistema monetario que recreaba la rigidez del patrón oro y que -como el patrón oro en los años treinta- se ha convertido en una trampa mortal.
A lo mejor los dirigentes europeos dan ahora con un plan de rescate verdaderamente creíble. Eso espero, pero no confío en ello.
La amarga verdad es que cada vez da más la impresión de que el sistema del euro está condenado. Y la verdad todavía más amarga es que, dado el modo en que ese sistema se ha estado comportando, a Europa le iría mejor si se hundiese cuanto antes mejor.
Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel 2008. © New York Times Service 2011. Traducción de News Clips.
http://www.elpais.com/articulo/economia/agujero/cubo/Europa/elpepieco/20111025elpepieco_2/Tes
el dispreciau dice: amarga la realidad de una Europa medievalizada, mucho más amarga la visión de futuro "escaso"... todo indica que bajar los botes y ocuparlos aligerará los tiempos del hundimiento, sin embargo Europa no será el único de los barcos que se hundirá... le seguirán otros, indefectiblemente lo harán aún cuando logren zafar de ésta. Las corporaciones, angularmente responsables de esta debacle, buscarán cómo sobrevivir y perdurar aislándose del daño que han provocado a la sociedad humana, sin embargo, ellas también sucumbirán más tarde o más temprano ya que se precian por carecer de conducciones genuinas y capaces... las corporaciones de hoy son meras oportunistas sin habilidades ciertas para agregar valor a nada. Este mundo virtual le ha ganado a los Mayas, se está ahogando un año antes de la predicción. Bueno es que se tome consciencia, de una vez por todas, que los estados no pueden vivir a costillas de sus pueblos ni tampoco puede consumirlos al antojo de las corporaciones. Sencillo. Octubre 25, 2011.-
http://www.elpais.com/articulo/economia/agujero/cubo/Europa/elpepieco/20111025elpepieco_2/Tes
el dispreciau dice: amarga la realidad de una Europa medievalizada, mucho más amarga la visión de futuro "escaso"... todo indica que bajar los botes y ocuparlos aligerará los tiempos del hundimiento, sin embargo Europa no será el único de los barcos que se hundirá... le seguirán otros, indefectiblemente lo harán aún cuando logren zafar de ésta. Las corporaciones, angularmente responsables de esta debacle, buscarán cómo sobrevivir y perdurar aislándose del daño que han provocado a la sociedad humana, sin embargo, ellas también sucumbirán más tarde o más temprano ya que se precian por carecer de conducciones genuinas y capaces... las corporaciones de hoy son meras oportunistas sin habilidades ciertas para agregar valor a nada. Este mundo virtual le ha ganado a los Mayas, se está ahogando un año antes de la predicción. Bueno es que se tome consciencia, de una vez por todas, que los estados no pueden vivir a costillas de sus pueblos ni tampoco puede consumirlos al antojo de las corporaciones. Sencillo. Octubre 25, 2011.-
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