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- Las enormes tuberías por donde cae el agua que activa las 20 turbinas de la central hidroeléctrica de Itaipú, en la frontera brasileño-paraguaya. Cuidados con el agua del embalse, como reducir la contaminación de los ríos que lo nutren, contribuyen a que esta planta binacional sea una de las más eficientes del mundo y una previsión de vida útil de 184 años. Crédito: Mario Osava/IPS
- El general Luiz Felipe Carbonell, director de Coordinación de Itaipú Binacional, sostiene que cuidar el ambiente es vital para la productividad y longevidad de la central hidroeléctrica, al evitar, por ejemplo la sedimentación. Residuos orgánicos, aprovechados y retenidos por la producción de biogás, eliminan especies invasoras en el embalse que dañan al dique y a los equipos. Crédito: Mario Osava/IPS
- El porcicultor Ademir Escher produce biogás con los excrementos de 1200 cerdos. Es uno de los 18 granjeros que abastecen la minicentral termoeléctrica a biogás del municipio de Entre Rios, en el oeste del estado de Paraná. El principal beneficio, según él, es eliminar el mal olor del estiércol que fertiliza su cultivo de heno en las inmediaciones de su vivienda, porque la biodigestión quita el hedor al aprovechar los gases. Crédito: Mario Osava/IPS
- La producción de biogás con los excrementos de cerdos, como los de la finca de Ademir Escher, tiene un nuevo negocio con gran potencial en el oeste del estado de Paraná, en el sur de Brasil, que concentra más de cuatro millones de estos mamíferos. El biocombustible elimina, además, los residuos que contaminan los ríos locales y sedimentan el embalse de Itaipú, la gigantesca central hidroeléctrica compartida por Brasil y Paraguay. Crédito: Mario Osava/IPS
Sinergia con hidroeléctricas potencia el biogás en Brasil
- Fomentar la producción de biogás entre los productores agropecuarios parece ser a simple vista una desviación de la finalidad de Itaipú, la gran central hidroeléctrica compartida por Brasil y Paraguay, pero de hecho es parte de su negocio energético.
“Resguardar la calidad del agua (del embalse) es fundamental para la generación de energía”, explicó el general Luiz Felipe Carbonell, director de Coordinación de Itaipú Binacional, la empresa que administra la central sobre el fronterizo río Paraná.
La eficiencia de Itaipú, la segunda planta hidroeléctrica del mundo por su potencial, se comprueba por el récord de electricidad generada, de 103 millones de megavatios/hora en 2016, que supera el mejor desempeño de la central china de las Tres Gargantas, cuya capacidad instalada es superior en 60,7 por ciento.
Mientras la planta brasileño-paraguaya tiene potencia de 14000 megavatios, la china alcanza 22500 megavatios (MW). Pero la generación depende del flujo hídrico, eficiencia de las turbinas y la demanda.
El biogás debe su creciente producción en el suroeste de Brasil principalmente al aprovechamiento de los excrementos pecuarios. En el oeste del estado de Paraná, parte de cuyos ríos desembocan en la represa de Itaipú, había 4,2 millones de cerdos, según el censo agrícola de 2017.
La sedimentación es un riesgo que puede acortar la vida útil de una hidroeléctrica que, en el caso de Itaipú, se estima en 184 años. Además de la cantidad, es necesario considerar “la calidad de los sedimentos”, destacó Marcio Bortolini, asesor del director de Coordinación.
Los residuos orgánicos, como los de la porcicultura, alimentan la proliferación de especies especialmente dañinas, como el mejillón dorado (Limnoperna fortunei), una especie invasora que apareció en el embalse de Itaipú en 2001, aclaró.
Ese molusco proveniente del sudeste asiático suele taponar tuberías y paralizar turbinas al incrustarse en superficies duras.
Bortolini explicó esta situación durante su participación en el taller sobre biogás para periodistas brasileños, que se realizó entre el 27 y el 29 de enero, organizado por IPS y el Centro Internacional de Energías Renovables (CIBiogás), con apoyo de la estadounidense Fundación Mott.
“Sin una buena calidad del agua, varias especies de la fauna se instalarán y afectarán nuestro reservatorio y las máquinas”, señaló Carbonell, uno de los oficiales del Ejército llevados a Itaipú y al gobierno brasileño bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, el mismo un antiguo capitán del Ejército, retirado en 1988.
El combate y los cuidados con el agua lograron reducir la presencia del mejillón y mantenerlo bajo control, aseguraron los dirigentes de Itaipú durante el taller, realizado en las instalaciones de CIBiogás en Foz do Iguaçu, en principal de los municipios por los que se extiende la central hidroeléctrica.
“Además del mejillón dorado, un peligro para nuestro servicio de mantenimiento, tenemos el hidroide (Cordylophora caspia), un tipo de anémona invasora que corroe el hormigón, y representa por ello un peligro físico para el dique”, acotó el general.
La principal causa de esas amenazas son los desechos orgánicos, por eso “los usamos para producir el biogás y a la vez mejorar el ambiente y la calidad de vida de la población”, arguyó Carbonell a IPS en las instalaciones de la central.
Por lo tanto, diseminar el biogás como fuente de calor, biometano y bioelectricidad, impulsar otras alternativas energéticas, como la fuente solar, el hidrógeno y baterías menos contaminadoras, no aleja Itaipú de su negocio que es generar hidroelectricidad, sostuvo.
Igual sucede con la reforestación de los alrededores, con 44 millones de árboles plantados, porque protege el ambiente y el embalse, al reducir la erosión y alimentar la capa freática. Son medidas que apuntalan la seguridad hídrica, factor indispensable al negocio.
Del mismo modo opera la promoción del bienestar de la población aledaña, concluyó el general, que identifica buena mejora en las condiciones sanitarias como resultado de los proyectos.
Itaipú ejecuta varios programas sociales, de desarrollo económico y tecnológico. Vehículos eléctricos, corredor de biodiversidad, turismo, desarrollo local y protección a la niñez son parte de esta orientación, al igual que la Universidad Federal de Integración Latinoamericana, instalada dentro del área de Itaipú.
“Cultivando agua buena” se destaca como un programa de gran amplitud, iniciado en 2003, que involucró más de 2000 entes públicos y privados en más de 60 acciones sociales, económicas y ambientales, incluyendo piscicultura, plantas medicinales, reciclaje de basura y recuperación de más de 200 microcuencas hidrográficas.
La iniciativa parte del principio de cuidar el agua para generar más electricidad por más tiempo y de producir biogás con fines energéticos, ambientales e hídricos.
La producción del biocombustible se incrementó por iniciativa de Itaipú, en una misión transferida al CIBiogas, fundado en 2013 como ente autónomo, sin fines de lucro. Itaipú es uno de sus 27 socios, que incluyen la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onundi) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Del punto de vista del productor de biogás, los beneficios ambientales vienen más por el aire que por el agua.
Por ejemplo, casi desapareció el mal olor del estiércol “crudo” que Ademir Eischer, propietario de una finca donde engorda 1200 cerdos, usaba para cultivar heno, su fuente principal de ingresos.
Con su propiedad limitada a tres hectáreas de tierra y pegada a la carretera, en el pequeño municipio de Entre Rios, el productor no puede ampliar la porcicultura y el terreno cultivado casi colinda con su casa.
“Trabajo en la producción de heno hace mucho y decidí sumarme al biogás por la cuestión del olor. Al pasar por el biodigestor, el estiércol pierde de 70 a 80 por ciento el mal olor y así ganamos mucho en calidad de vida”, reconoció Eischer a IPS en una visita a su finca.
La biodigestión consiste en extraer el metano (CH4), el ácido sulfhídrico (H2S, principal responsable del mal olor) y el dióxido de carbono (CO2), que componen el biogás, de los excrementos que pueden entonces fertilizar el suelo sin la contaminación y el olor de los gases.
El metano, que sale en proporción mucho mayor que los demás, es 21 veces más agresivo que el carbónico como gas de efecto invernadero que recalienta el planeta. Por ello su extracción y uso energético contribuye mucho para mitigar la crisis climática.
Eischer es uno de los 18 porcicultores cuyo biogás genera casi toda la electricidad consumida por la alcaldía de Entre Rios do Oeste, con 4600 habitantes, que inauguró en julio de 2019 su propia minicentral eléctrica.
Otro productor local de cerdos y biogás, Claudinei Stein, destacó como grandes beneficios la “reducción a casi cero de los mosquitos” que antes molestaban a él y sus empleados en la granja, con el riesgo de transmitir enfermedades.
Además el estiércol sin los gases mejoró la fertilización del suelo donde siembra soja y maíz en sus 12 hectáreas.
Pedro Colombari asegura que con el biofertilizante que resulta de la biodigestión logró mejorar sus pastizales a punto de engordar 10 vacunos por hectárea al año, una hazaña en un país que, en promedio, solo cría algo más de una res por hectárea.
“Ahora intento doblar esa productividad en un dos hectáreas experimentales”, con una fertilización e irrigación más intensa, informó a IPS.
Su hacienda, de 400 hectáreas, donde cría 5000 cerdos y 400 reses y cultiva soja y maíz, genera su propia electricidad con el biogás, en una microrred, en que varios generadores, usando fuentes variadas y baterías, pueden operar en conjunto y fuera del sistema de distribución, ofreciendo mayor seguridad energética.
Edición: Estrella Gutiérrez
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