El sureste asiático se ata la mordaza
Los ataques a la libertad de expresión aumentan en una región cada vez bajo más influencia de China
La consejera de Estado de Myanmar, Aung San Suu Kyi, el 26 de febrero de 2018. HEIN HTET EFE
Singapur
La lista es larga: periódicos cerrados, blogueros detenidos, periodistas en prisión; censura y control del espacio digital, leyes draconianas, acoso, violencia. El espacio para disentir se reduce manifiestamente en el sureste asiático, a medida que los regímenes totalitarios de la región afianzan su poder y países más liberales o en transición democrática como Malasia, Indonesia y Myanmar se repliegan.
No hay excepciones. Los diez miembros de la ASEAN, la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Malasia, Indonesia, Brunéi, Vietnam, Camboya, Laos, Myanmar, Singapur, Tailandia y Filipinas), llevan años dando pasos atrás en lo que a libertad de expresión se refiere, alerta Freedom House. El retroceso se ha hecho más notorio especialmente en Myanmar y Camboya en los últimos meses, advierte Lauren Galacia, una portavoz de dicha organización. “Hay grandes preocupaciones sobre todos los países”, puntualiza.
Myanmar (antigua Birmania) bloquea sin escrúpulos las investigaciones contra el Ejército birmano, sospechoso de emprender una “limpieza étnica”, según la ONU y EE UU, contra la minoría musulmana rohingya desde el pasado agosto. Dos periodistas de la agencia Reuters, Wa Lone y Kyaw Soe Oo, podrían recibir una sentencia de hasta 14 años de prisión por violar la ley de Secretos Oficiales birmana. Su delito: documentar la masacre de diez rohingyas en la localidad Inn Din, en el estado de Rakhine (norte de Myanmar), de donde proceden y han huido cientos de miles de esta etnia musulmana.
Mientras se desvanecen las esperanzas de cambio que supuso la victoria de Aung San Suu Kyi en Myanmar en 2015, Camboya ha dado carpetazo definitivo a la apertura democrática para asegurar que el primer ministro Hun Sen gana las elecciones de junio, 33 años después de su llegada al poder. Tras el cierre del diario Cambodia Daily o la ilegalización de la oposición, el enésimo envite a las libertades ha sido la aprobación de una ley de lesa majestad, a espejo de la normativa tailandesa, la más rígida del mundo. En Tailandia, un hombre fue condenado el pasado junio a 30 años de cárcel por publicar mensajes contra la monarquía en Facebook.
El tenso contexto político en la región, con otros procesos electorales a la vista, hace a organizaciones prodemocracia temer una intensificación aún mayor de las restricciones en los próximos meses, tanto en Internet como en las calles. La Junta Militar que gobierna Tailandia desde el golpe de Estado de 2014 vigila las críticas contra su decisión de retrasar hasta 2019, como mínimo, unas elecciones que se esperaban este año. Cuatro activistas fueron detenidos este mes por protestar en público por la demora del plebiscito.
Dos de los regímenes más democráticos del sureste asiático, Malasia e Indonesia, también retroceden. El auge de grupos islamistas está determinando la agenda política y los foros de debate ante los comicios generales que Malasiadebe convocar antes de agosto, y a las elecciones regionales que Indonesia celebrará en junio. Además del cierre de páginas web progresistas y el acoso a medios independientes como Malaysiakini, en Malasia “proliferan los medios online conservadores que denigran a las minorías”, señala Galacia.
Indonesia, referente de apertura democrática desde la caída de Suharto a finales de los años 90, emprende un vertiginoso camino al pasado. El archipiélago acaba de aprobar una ley que penaliza a los que “deshonren” al Parlamento o sus miembros, cuando la cámara baja prepara una revisión del código penal que incluye la criminalización de las relaciones homosexuales y extramaritales, criticada por los sectores progresistas.
Ni siquiera Filipinas, uno de los países más abiertos del sureste asiático, se queda al margen. El Gobierno de Rodrigo Duterte retiró en enero la licencia al portal de noticias Rappler, crítico con el mandatario y su guerra contra las drogas. Singapur ha aumentado las restricciones a la libertad de asamblea en el país y continúa poniendo cortapisas a la prensa independiente. Y países autoritarios como Laos o Vietnam combinan el uso de leyes restrictivas con las detenciones, acoso y violencia contra blogueros y periodistas, además de censurar Internet al estilo de China, el mayor agresor de la libertad en la red en 2017 por tercer año consecutivo, según Freedom Watch.
Al margen del propio contexto político, la situación en el sureste asiático no puede explicarse, coinciden los expertos, sin atender al peso cada vez mayor que China juega en la región. Mientras la ASEAN recula en libertades, el crecimiento económico avanza a zancadas. El Banco Asiático de Desarrollo (BAD) prevé que llegue al 5,1% en 2018, espoleado por las crecientes inversiones de la segunda economía mundial, principal socio comercial de la región.
El mayor influjo de China ha ido acompañado, además, de lo que se percibe como una pérdida de interés por la zona de EE UU. “En las pasadas décadas eran solo EE UU, junto a la UE, los que alzaban la voz contra las violaciones de derechos humanos en la región. Pero no es el caso de la administración del presidente Donald Trump. La pérdida de una voz tan influyente tiene impacto”, subraya Marte Hellema, de la organización Forum Asia.
Sin presiones reseñables, algunos países emulan directamente las estrategias del gigante en la coerción de la libertad de expresión. “Desafortunadamente, parece que sus tácticas [de China] son cada vez más copiadas por los países vecinos”, recalca Hellema.
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