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Migración de África a Europa, más que una crisis, una oportunidad
- Cada vez es más común justificar la asistencia al desarrollo de Europa a África diciendo que reducirá las migraciones procedentes del Sur. Pero es un argumento tan intuitivo y atractivo como improbable.
A medida que las comunidades dejan de ser tan pobres, más personas tendrán la capacidad y los recursos para embarcarse en un viaje costoso en busca de una vida mejor en otro lugar, según investigaciones del Centro para el Desarrollo Global.
El desarrollo suele aumentar las migraciones, por lo menos al principio.
La combinación de desequilibrios demográficos y económicos significa que el flujo migratorio entre África y Europa casi con seguridad aumentará en las próximas décadas.
Para 2050, 800 millones de personas formarán parte de la población económicamente activa en África subsahariana.
La mayoría serán jóvenes demandantes de empleo, con energía, que encontrarán mercados laborales que no podrán absorber ni proveer oportunidades laborales significativas para todos.
Mientras, la población europea seguirá envejeciendo y la demanda laboral superará la oferta en sectores críticos como enfermería y atención a la salud. Para 2050, más de 34 por ciento de los habitantes tendrán 60 años o más.
Además del desequilibrio demográfico, hay un desequilibrio en los estándares de vida.
Aun si los ingresos por habitante se duplican en África en las próximas tres décadas, la brecha de ingresos respecto de Europa para 2050 seguirá siendo lo suficientemente amplia como para que la migración sea una alternativa prometedora para muchos.
Además de razones económicas, la gente se verá empujada a emigrar por conflictos o por el impacto ya visible del cambio climático en sus países.
En definitiva, en la próxima década, es muy probable que decenas de millones de nuevos trabajadores lleguen a Europa a hacer funcionar las fábricas, a ofrecer atención médica y educación, así como a hacerse cargo de los servicios que hacen que las economías modernas sean funcionales y confortables para la gente.
La alternativa política para Europa no es si habrá una migración a gran escala, sino cómo gestionar el movimiento poblacional de forma tal que le resulte económicamente beneficioso y socialmente sostenible. Esa situación impone tres realidades políticas.
Maximizar los beneficios mutuos de las migraciones con buenas políticas
Las migraciones bien gestionadas pueden tener inmensos beneficios mutuos.
Las políticas migratorias de los países anfitriones pensadas para que los inmigrantes ingresen al mercado laboral y se integren a las comunidades locales determinarán la rapidez con que se vean las consecuencias positivas de los desplazamientos de personas.
Hay muchas y buenas ideas y ejemplos para replicar.
Alemania y Australia implementaron programas de prueba para capacitar futuros migrantes en las capacidades que esos países necesitan antes de que lleguen a su territorio, que forma parte del modelo de Asociación Global de Capacidades, propuesto por el Centro para el Desarrollo Global.
El involucramiento del sector privado desde el inicio es fundamental para garantizar que esos modelos sean sostenibles, cubran las necesidades locales y así poder maximizar el aporte de las migraciones a las economías.
Asimismo, Alemania y Canadá pueden dar clase de apoyo a la integración de inmigrantes. Para que la migración funcione se requiere atender de forma explícita y proactiva las necesidades de las comunidades anfitrionas.
Cuando los gobiernos no logran redoblar su ayuda a la enseñanza y a la salud, exigidas por la mayor demanda, se agravan las tensiones y los resentimientos, lo que se expresa de manera nefasta.
Los migrantes casi siempre generan beneficios económicos a los países anfitriones, pero estos necesitan llegar de forma rápida y visible a las comunidades locales, que reciben el impacto migratorio.
En definitiva, las consecuencias de las migraciones son una decisión política, y las autoridades deben implementar normas que permitan un aporte migratorio sólido.
Apoyar el desarrollo de África por las razones correctas
Un continente africano activo, seguro y próspero no solo es importante para Europa, sino para todo el mundo. Y muchos países de África no logran avances económicos ni un desarrollo social admirables.
Pero África plantea un desafío central en materia de desarrollo para la próxima generación en términos de erradicar la extrema pobreza que queda, mejorar los resultados educativos y la salud, crear oportunidades económicas para la creciente población joven y atender conflictos, extremismo y estados fallidos.
Hacer frente a los desafíos requerirá de liderazgo en el continente y del apoyo sostenido de sus socios.
Para Europa, aumentar el apoyo al desarrollo económico, y otros, en África es fundamental, no solo como vecino, sino también para equipar la futura fuerza laboral con las capacidades y la educación capaz de maximizar su aporte en su propio territorio y en Europa, si deciden mudarse.
Por eso, participar en el desarrollo de África, a través de la ayuda, pero también del comercio, de las inversiones y de otros canales, sigue siendo una prioridad fundamental para las autoridades europeas.
Pero para que la asistencia al desarrollo sea efectiva, debe concentrarse en respaldar el desarrollo en sentido amplio y que no se vea distorsionado por programas inútiles destinados a desalentar las migraciones.
Hay cierta evidencia de que financiar proyectos para atender las presuntas causas de raíz de las migraciones y diseñar intervenciones demasiado vinculadas a ellas podría, en cambio, socavar el desarrollo al “desatender las necesidades en materia de desarrollo de las comunidades”.
En el actual contexto demográfico, las migraciones a gran escala no disminuirán significativamente en las próximas décadas.
En algunas circunstancias, la asistencia humanitaria o al desarrollo puede aliviar las presiones inmediatas y dejar un contexto difícil, pero los esfuerzos de disuasión por sí solos no contrarrestarán los múltiples factores responsables de la emigración.
Las organizaciones internacionales y los estados deben concentrarse en forjar asociaciones y en la cooperación para diseñar la forma en que los migrantes se desplazarán y podrán contribuir al país anfitrión.
Cambiar la retórica sobre migraciones y desarrollo
Las políticas en materia de migraciones son tan duras en Europa como en cualquier otro lado.
Hacer frente al último y rápido flujo de refugiados y migrantes despertó divisiones y tensiones subyacentes en las sociedades europeas.
En ese contexto, es adecuado concentrarse en objetivos a corto plazo en vez de desatar un debate polémico sobre opciones estratégicas a más largo plazo.
Pero la conveniencia también puede volverse una excusa para posponer el diálogo necesario para preparar a las sociedades europeas para las opciones que tienen y para saber cómo manejarlas de la mejor manera.
El futuro desafío en materia de migraciones al que tendrá que hacer frente Europa es un ejemplo del llamado rinoceronte gris (Gray Rhino), es decir un desafío altamente probable de gran impacto y, sin embargo, desatendido.
No prestarle atención podría significar abrir la puerta a un ciclo de crisis migratorias en las fronteras europeas durante décadas.
La responsabilidad de cambiar el discurso no solo recae en los dirigentes políticos y las figuras públicas.
En el ambiente de la asistencia al desarrollo, también caemos en la trampa de referirnos a la migración como problema, en vez de reconocerla como la oportunidad que puede ser.
Con las políticas adecuadas, las migraciones significan una enorme mejora en materia de bienestar humano, con contribuciones significativas a las comunidades anfitrionas, las de origen de los migrantes, para ellos mismos y para sus familias.
Trabajemos juntos para implementar esas políticas, así Europa y África estarán mejor para nuestros hijos.
Traducido por Verónica Firme
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