La deforestación que acaba en tu plato continúa
Un estudio denuncia que persiste la tala de árboles para producir soja para multinacionales alimentarias
Imagen de satélite de abril de 2017 en la que se muestra el avance de la deforestación en plantaciones cerca de San José (Bolivia). MIGHTY
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En febrero, la organización ecologista Mighty publicó un informe sobre la relación entre la producción de soja y la deforestación masiva en la cuenca del Amazonas. Tras desvelar que gigantes de la alimentación como las estadounidenses Cargill y Bunge compraban soja producida a costa de talar árboles en Brasil y Bolivia, las compañías se comprometieron a controlar mejor las prácticas de sus proveedores. Ahora, tras comprobar vía satélite la evolución en los últimos meses de algunas de las 28 plantaciones investigadas, Mighty señala que la merma de los bosques amazónicos para abrir paso al cultivo de soja continúa en algunas de las explotaciones que quedaron retratadas.
Utilizando la tecnología de imágenes de Planet Lab, los autores del nuevo informe han visto que se han talado al menos 60 kilómetros cuadrados más de cubierta forestal —el equivalente a una décima parte de la ciudad de Madrid—, y que hay preparativos para despejar otros 120 de forma inminente.
Compañías como Cargill y Bunge utilizan gran parte de esa soja para alimentar a vacas y otros animales, que acaban convertidos en productos cárnicos o lácteos. Los granos proceden, por ejemplo, de terrenos como los de la imagen, a una hora de San José (Bolivia). Allí se han talado 10 kilómetros cuadrados más desde la anterior pubicación, y Cargill confirmó que era uno de sus proveedores. Por eso la organización Mighty ha contactado con ambas empresas, además de con clientes suyos presentes en numerosos países como los supermercados Carrefour, Walmart o Tesco, compañías como Nestlé, Unilever o Kraft Heinz o establecimientos como McDonald’s, Burger King o Starbucks.
El estudio se felicita por la respuesta de la mayoría de estas firmas, que en su mayoría se han mostrado contrarias a formar parte de una cadena que contribuya a la pérdida de bosques y se han mostrado de acuerdo en que acabar con la deforestación requiere acciones por parte de to el sector. Las consultas con estos distribuidores y restauradores también muestran, según Mighty, que hay una “creciente demanda” en el sector para extender esta protección de los bosques a otras regiones sojeras de América Latina. “Reconocen que hacerlo es asumible [menos de un millón de euros al año en monitoreo, según los autores del informe] y necesario para mantener la confianza de los consumidores”, destaca el estudio.
La que no sale tan bien parada es Cargill. “Sus acciones contradicen enormemente los millones de dólares que están gastando en campañas publicitarias sobre lo mucho que les importa el medio ambiente”, critican desde Mighty. Pero se felicitan porque, dicen, ya no es posible vender una imagen respetuosa y luego hacer lo contrario. “El monitoreo por satélite y la relación cada vez mayor entre las comunidades forestales y diferentes actores internacionales, así como la tecnología para rastrear la cadena de suministro posibilita identificar los casos de deforestación y apropiación de tierras casi en tiempo real”.
Pese a los avances en muchos lugares del mundo, la pérdida de cobertura forestal sigue siendo la tendencia dominante a nivel global. Los bosques del mundo han mermado un 3% (se han perdido unos 130 millones de hectáreas) en los últimos 25 años. Lo ha hecho, eso sí, a un ritmo mucho menor: la tasa neta de pérdida de árboles ha pasado de siete millones de hectáreas anuales a tres millones en ese periodo, según el informe Estado de los bosques del mundo de la FAO. La urbanización y la destrucción de bosque para usos industriales, agrícolas o acuícolas son algunas de las principales causas de deforestación.
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