sábado, 13 de febrero de 2016

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OPINIÓN

Esto es Nauru. Todos están tristes

Una generación de niños está en riesgo de sufrir trastornos mentales si Australia los deporta a la isla

‘Esto es Nauru. Todos están tristes

‘Esto es Nauru. Todos están tristes" explica el niño que pintó este dibujo.
 Australian Human Rights Comission

Los 37 bebés y 54 niños solicitantes de asilo que están en riesgo de ser trasladados desde Australia a la isla de Nauru podrían sufrir trastornos mentales significativos e irreversibles si finalmente son devueltos a ella. Y cuanto más tiempo permanezcan detenidos, más posibilidades tendrán de padecer esos trastornos. Un informe deAustralian Human Rights Commission publicado a principios de febrero revela que los niños que habían estado en centros de detención en Nauru ya muestran los síntomas característicos de los traumas emocionales.
En la actualidad, la palabra trauma se utiliza de forma excesiva para describir situaciones de estrés y adversidad. Desde el punto de vista psicológico, las experiencias traumáticas representan una amenaza para la integridad psicológica y física de las personas y sobrepasan su capacidad de adaptación y superación.os seres humanos tienen una enorme capacidad para adaptarse y superarse ante el estrés. Este proceso neurológico y psicológico constituye lo que hoy día se conoce como resiliencia.
Sin embargo, son numerosos los acontecimientos traumáticos que una persona puede soportar sin que estos produzcan a largo plazo problemas sobre su salud mental, la conducta y el conocimiento. La única diferencia es que únicamente el buen cuidado de la salud mental puede reparar el daño causado.

El trauma de Nauru

En octubre de 2015, los delegados de Australian Human Rights Commission visitaron en compañía de dos pediatras el centro de detención Wickham Point en Darwin para evaluar el bienestar de los niños y sus familias.
La mayoría de los niños entrevistados por los pediatras en Wickham Point habían vivido varios meses en Nauru. Cuando les preguntaron si tenían miedo de ser devueltos a la isla, un niño de nueve años respondió: “Tengo miedo por la noche, a las 10 tengo, cuando vienen a mi habitación y abren la puerta para hacer el recuento. Creo que alguien me va a llevar”.
La niña de siete años que dibujó esta ilustración explica qué hay en ella: "Salté desde mi casa al suelo y me maté. Mi mamá y mi papá están llorando". Australian Human Rights Commission
Los pediatras afirmaron que estos niños eran los más traumatizados que habían visto jamás. 19 de los 20 niños que completaron el cuestionario de evaluación de traumas en la infancia tenían un riesgo alto de desarrollar algún tipo de trastorno de estrés postraumático. Algunos sufrían pesadillas, incontinencia urinaria nocturna, rememoración del trauma (flashback) y síntomas físicos de la ansiedad como palpitaciones cardiacas, vómitos y náuseas.
En otro cuestionario y a modo de comprobar su resiliencia, se les preguntó acerca de su esperanza en el futuro. El resultado fue que más del 95% de los niños y adolescentes tenía muy poca esperanza en el futuro y alrededor del 90% obtuvo la puntuación más alta posible respecto a la desesperación. Eran pocos los psiquiatras pediátricos y psicólogos con formación adecuada que podían atender adecuadamente a estos niños.

¿Cómo afectan los traumas al cerebro?

En los primeros tres años de vida el cerebro es particularmente vulnerable al estrés. Durante este periodo de rápido crecimiento y organización cerebral, un aumento de las hormonas relacionadas con el estrés puede afectar al desarrollo de las redes neuronales emergentes.
Los estudios en animales y humanos muestran que las hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina están implicadas en los cambios cerebrales y, a largo plazo, en la vulnerabilidad al estrés. La cuestión del umbral —ese punto a partir del cual el estrés comienza a ser dañino—, sigue abierta.
Existen también constantes interrogantes sobre cuánta recuperación se puede presentar con el tiempo y qué tipo de actuaciones pueden ser eficaces. Apenas hay pruebas para guiar el desarrollo de programas de tratamiento.
Los niños se ven afectados por la falta de seguridad y la amenaza de sufrir agresiones.
Las secuelas que presentan en el tiempo los niños traumatizados suelen ser graves, con problemas que afectan a la salud emocional y la función cognitiva. Además, se ha descubierto que ciertos sucesos traumáticos severos y prolongados durante la infancia producen cambios en la actividad cerebral que persisten en la adolescencia y la edad adulta.
Los resultados de un trauma son una dificultad constante a la hora de controlar el estrés, el recuerdo de experiencias traumáticas tempranas, problemas con el estado de ánimo y la ansiedad. Estas alteraciones pueden ser la causa de enfermedades debilitantes que afectan a las relaciones personales, el rendimiento laboral y la forma de educar a los hijos.
Una de las enfermedades menos comprendida y más estigmatizada, la denominada trastorno límite de la personalidad o trastorno borderline, se vuelve mucho más comprensible si se entienden sus orígenes traumáticos y las respuestas a esos traumas.

La política migratoria debe proteger a los jóvenes cerebros

Proteger a los niños durante el periodo crítico del desarrollo temprano debe ser una prioridad para los sistemas de protección infantil y salud mental. Por tanto, también debe serlo para las leyes australianas sobre migración.
Los niños que junto a sus padres permanecen detenidos en un centro de solicitantes de asilo están expuestos a múltiples riesgos y experiencias traumáticas. Los padres se sienten a menudo deprimidos y desesperados, tolerando una situación de detención aparentemente irresoluble e indefinida. Los niños se ven afectados por la falta de seguridad y la amenaza de sufrir agresiones. Además están expuestos a padecer alteraciones del comportamiento, agresiones sexuales e incluso presentar comportamientos suicidas.
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"Estos somos mi padre, mi madre y yo detrás de una valla en Nauru", explica el autor, de seis años. Australian Human Rights Commission.
“Cuando pienso en los casos de violación que están sucediendo en Nauru, creo que a mí me va a pasar lo mismo. Echo de menos a mis amigos. Llegamos en el mismo barco pero yo estoy aquí y ellos están libres. A veces pienso que si me hago daño a mi misma saldremos de aquí”, dijo una niña de 15 años a los pediatras.
A los niños solicitantes de asilo de Nauru les atormentan esas experiencias, tal y como les sucede a los menores provenientes de un país en guerra. Los padres se sienten muy culpables por tener a sus hijos en esas condiciones, en lugares donde disponen de poco en términos de ayuda o tratamientos para la inevitable depresión y ansiedad.
Debemos condenar las políticas nacionales que no protegen a la infancia y a las personas más vulnerables y que no actúan directamente para promover la salud mental y evitar las enfermedades mentales. Deportar a esos bebés y niños a Nauru puede ser considerado como un abuso contra los menores, contra una generación de niños que presentan un riesgo mayor de padecer trastornos emocionales.
Louise Newman es Directora del Centro de Salud Mental para mujeres del Royal Women’s Hospital y Profesora de Psiquiatría de la Universidad de Melbourne.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation el 4 de febrero de 2016 bajo una licencia Creative Commons Attribution NoDerivatives
Traducción de Virginia Solans




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