sábado, 18 de diciembre de 2010

SEMBRANDO TEMPESTADES - La conflictividad social - lanacion.com

La conflictividad social
Santiago Rossi
Para LA NACION

Sábado 18 de diciembre de 2010 | Publicado en edición impresa


Afines de año, los balances en materia de gestión son moneda corriente. Frente a esto, los estudios sociales nos brindan la posibilidad de indagar en el comportamiento de la opinión pública.

Si hiciéramos un ranking de los temas del año, sin duda, uno de ellos fue lo que los medios sintetizaron como conflictividad social. Sobre todo si extendemos nuestro espectro a los años del modelo kirchnerista. En este sentido, la opinión pública refleja una tendencia descendente en los valores porcentuales cuando le preguntamos cómo califica el nivel de conflictividad social que tiene la Argentina. En diciembre de 2009, la sumatoria de "mucho" y "bastante" (categorías de respuesta) con respecto al mismo ítem, llegaba a picos del 89%. En lo que va de este año que termina, fue bajando hasta el 75%, si sumamos las mismas categorías. Tomando ese mismo período para comparar, sólo el 8% decía que era "poco" y "nulo" en aquel diciembre, y la propensión de cambio registra que a mediados de este año llegó a valores del 20%. La primera síntesis que podríamos hacer es que la baja de esta sensación va concatenada con la mejora en la valoración del Gobierno, sobre todo tomando como base la bonanza económica que le dio respaldo a la gestión.

Sin hacer un juicio de valor, la modalidad de protesta de cortes de rutas ha caracterizado a esta década. Incluso fue cuando tomó forma y se dio vida a un factor de poder de mucho peso en la era K: los piqueteros o movimientos sociales.

Hay que señalar que estos grupos surgieron para canalizar la falta de respuesta del sindicalismo tradicional ante el reclamo de los trabajadores y de la política ante la demanda de las necesidades de ciertos sectores de la población. Su núcleo de acción fue el conurbano bonaerense, así como también el Gran Rosario, el Gran Córdoba y otros cordones suburbanos del país. ¿Cuál fue el estandarte de lucha de este sector? El corte de rutas y calles del país.

La opinión pública ha sido dura con esto. En los tres años de gestión de la actual presidenta, cuando preguntamos por el grado de aceptación a los cortes de rutas y calles como modalidad de protesta, el desacuerdo llegó al 82%. Cabe destacar que el perfil de la muestra en los cortes de nivel socioeconómico (NSE) está compuesto del 7%, ABC1; 41%, C2C3, y 52%, DE. Es decir que el nivel de rechazo también se da en los sectores más humildes de la población. El 81% de ese 82% de rechazo proviene la categoría DE. Aquellos que tienen que tomar dos o tres medios de transporte para llegar a su trabajo y que con el presentismo hacen la diferencia para llegar a fin de mes no pueden mostrarse indiferentes cuando se ven afectados por los cortes.

Podríamos situarnos en lo que fue el conflicto de una importante empresa de la industria alimenticia durante 2009 y comienzo de 2010, cuando sus operarios cortaban la ruta Panamericana en reclamo de una legitimidad gremial por fuera de la agrupación tradicional. Frente a este caso de alto impacto mediático, la opinión pública fue muy clara en relación con el papel que debía cumplir el Gobierno. La idea de un gobierno que no intervenga ante los conflictos no cabe en el imaginario de la gente. Se pide que o bien actúe como intermediario o que directamente bloquee la protesta, pero nunca que esté ausente. Cuando preguntamos cuál debería ser el papel del Gobierno, sólo el 7% de la muestra sostuvo: "No debe intervenir y dejar que se manifieste libremente". El 83% restante quiere un gobierno que actúe como mediador para prevenir y contener, o que incluso haga todo lo necesario para evitar que se corten rutas y calles.

Otro punto para tener en cuenta es la imagen de los diferentes grupos sociales. Cuando preguntamos cuánto contribuyen (mucho o poco) o si son perjudiciales para el país, la opinión pública parecería trazar una línea divisoria de dos grandes grupos: los hacedores, productores o generadores, y los representantes. A los primeros, los califica con muy buen puntaje, con valores positivos cercanos al 90% (entre "contribuye mucho" y "algo"). Los segundos, quienes ejercen un papel de representatividad social, son mirados por la opinión pública con descrédito. Los piqueteros llegan a tener el 80% de imagen negativa (sumatoria de "contribuyen nada" y "son perjudiciales al país"); los sindicalistas están en segundo lugar, con casi el 60% de negatividad.

Luego de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, el Gobierno parecía haber generado un cambio de rumbo en la determinación de establecer políticas de gestión. Para situar algunas de ellas, podemos ejemplificar: la vuelta al diálogo con el sector industrial (el grupo social mejor evaluado por la opinión pública); el sacar de la escena pública a la dirigencia sindical (recordemos el rol estructural que tenían con Kirchner en vida); la sobriedad de las reacciones frente al escándalo de los cables diplomáticos de Estados Unidos; la vuelta al diálogo con el FMI.

Lo sucedido en Villa Soldati, donde se mezclaron inseguridad, discriminación, luchas entre grupos sociales, dudas sobre las políticas inmigratorias, dejó en evidencia la falta de diálogo entre el gobierno nacional y la administración macrista de la ciudad de Buenos Aires.

Ya se verá si ese cambio del Gobierno fue de fondo o si sólo responde a una cosmética basada en las formas y modos para la implementación. Como dice la canción de un andariego cantante español: "[?]que el maquillaje no apague tu risa, que el equipaje no lastre tus alas, que el calendario no venga con prisa, que el diccionario detenga las balas?".

© La Nacion

El autor es director de Ipsos Mora y Araujo
La conflictividad social - lanacion.com

el dispreciau dice: la clase política está empecinada en sembrar tempestades, así mismo sus fantasmas, aquellos políticos que tuvieron plena disposición del poder arrasando con el sentido de ciudadanía, para luego recluirse en silencios sucios donde se hace culto al desgarro, propio de depredadores... y las tempestades devoran a los pueblos, ya que al ser sembradas se consumen la educación y sus valores, el sentido social y los propios, y junto a ellos la salud, la consideración por el prójimo, el sentido del trabajo y el compromiso, el sentido del esfuerzo y el suyo. Argentina contiene soledades de una sociedad que no atina a comprender que está sin rumbo y que los flashes que la ciegan provienen de las aberraciones de un poder necio y soberbio. Quizás más soberbio que necio... donde todos están contra todos porque la obsecuencia ha formado y deformado sus vidas, transformándolos en personas carentes de sentido común. En Argentina hay una guerra de pobres contra pobres, inducida desde el propio estado ausente... para nada distinta de aquella otra guerra nunca reconocida que enfrentó ideas contra ideologías y falsos patriotismos, enseñados por una clase militar extinta, llena de medallas de casinos. Triste visión de un pasajero de eternidades: un país que tiene todo y simultáneamente no se encuentra a sí mismo, y no tiene nada. No hay nada peor que la histeria en uso y ejercicio del poder... dirán algunos, pero peor aún es el cinismo en uso de ese mismo poder. Detrás la confusión impera y domina. Nada es del todo cierto, ni del todo preciso, ni del todo concreto, antes bien es manipulado para ofrecer versiones tan pobres como las consecuencias... y en eso estamos. El estado de derecho finalmente está sucumbiendo a las desidias y algunos pobres protegidos por ausencias han decidido apropiarse de aquello que no les pertenece, ni por derecho, ni por valor, ni por esfuerzo, sólo por el uso de la chapa de un paraguas que revela en profundidad las miserias políticas que envuelven a la Argentina y a su gente. La ciudad de Buenos Aires está consumida por la anarquía consecuente a visiones sesgadas de una cuna de oro... pero no todo es política, pero aún esa clase no se da cuenta y sigue sin entender y sin atender a los cientos de miles de olvidados que ellos mismos han fabricado durante mucho más de una década de infamias. Las tempestades sembradas suelen arrasar la tierra, y éstas no tienen por qué exhibir una conducta distinta. Diciembre 18, 2010.-

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