Menos calidad institucional
Mientras el Gobierno se burla de las denuncias por inseguridad jurídica, varias mediciones insisten en advertirla
Noticias de Opinión: Lunes 30 de agosto de 2010 | Publicado en edición impresa
Ya es usual encontrar a la Argentina a mitad de camino entre los mejores y los peores países del mundo. Entre 100 auscultados por la revista norteamericana Newsweek , está en el 46° lugar, por debajo de Chile, Costa Rica, Panamá, Perú, Uruguay y México y apenas por encima de Brasil, entre los latinoamericanos.
Este índice internacional, como otros, es producto de mediciones domésticas que, como la referida a la calidad institucional que realiza cada año el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de la Argentina (Ciima), refleja la falta de confianza en el país, cada vez más pronunciada. Prueba de ello es el escaso atractivo para los inversores, expresado en las mediciones de la Comisión Económica para América Latina (Cepal).
Es notable, en este aspecto, la influencia de la calidad institucional entre las fortalezas de los países. No por nada en los primeros lugares de la lista del Ciima figuran Dinamarca, Suiza, Nueva Zelanda, Finlandia y Canadá. Son todos inobjetables en ese capítulo y otros. Y eso guarda relación con aspectos tan fundamentales como el progreso, la generación de riqueza, la calidad de vida y la atracción de inversiones. En tanto que el debate en la Argentina siga siendo retrospectivo y antagónico, mientras cunden sospechas de corrupción en las esferas gubernamentales, difícilmente repararán en ella capitales que buscan nuevos horizontes.
En la calidad institucional no caben las anécdotas, pero influyen las imágenes. ¿Quién estará dispuesto a invertir en un país cuyo secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, utiliza un léxico soez y se jacta de usar guantes de boxeo para imponer la voluntad de sus jefes, que, a su vez, se creen los dueños del Estado nacional?
Sólo la promesa de una ganancia formidable puede obrar a favor de invertir en una plaza de esas características. No es llamativo que la Argentina haya sido uno de los países que más posiciones ha perdido desde 2007 en coincidencia con otros regidos por gobiernos de escasas credenciales republicanas, como Bolivia, Nicaragua, Venezuela y Ecuador.
La calidad institucional afecta al diseño y la ejecución de las políticas públicas, según el estudio del Ciima. En ambos casos, la mala calidad es una fuente de inestabilidad que termina perjudicando el desempeño económico, la calidad de vida y las oportunidades de progreso de los habitantes.
Una mejora en esta materia sería harto beneficiosa para alcanzar políticas públicas más eficaces y transparentes y, a la vez, permitir que los individuos desplieguen toda su capacidad creativa. ¿Cuál es la clave de algunos países exitosos, como Corea del Sur? Patentar invenciones. Lo mismo hacen los Estados Unidos y muchas naciones europeas. En este caso, la innovación puede resultar un elemento central en la actividad empresarial para lograr ventajas competitivas y para perfeccionar la calidad institucional.
¿Está acaso el Estado en condiciones de ser más eficiente que la actividad privada? Decididamente no. El caso de Aerolíneas Argentinas demuestra que, más allá del pésimo manejo de la compañía en sus diversas etapas, no se encuentra ahora en su mejor momento. Si en la Argentina siguen cayendo en forma pronunciada los índices de calidad institucional, no deberíamos ser tan necios como para creer que se trata de un complot internacional o algo por el estilo para referirse, con tono de burla o despectivo, como lo hace la Presidenta, hacia quienes creen que en el país no hay seguridad jurídica.
Es, en realidad, una crítica concreta que responde a una percepción cercana de los propios interesados en que las cosas mejoren. Si el gobierno argentino insiste en creer que las observaciones y críticas son dardos de una oposición que no es tal, será sumamente complicado remontar la cuesta cada vez más empinada de la competitividad, la eficiencia, el respeto y la calidad institucional.
Editorial IMenos calidad institucional
Mientras el Gobierno se burla de las denuncias por inseguridad jurídica, varias mediciones insisten en advertirla
lanacion.com | Opinión | Lunes 30 de agosto de 2010
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Trust, una impactante obra de teatro que refleja la crisis actual
Un sistema agotado y sin utopías
Carlos Fuentes
Para LA NACION
Noticias de Opinión: Lunes 30 de agosto de 2010 | Publicado en edición impresa
Un sistema agotado y sin utopías
AVIGNON
Desde 1947, año de su fundación por el actor y director de escena Jean Vilar, esta ciudad provenzal celebra un festival cuyo signo parece ser el de la renovación o la muerte. Este verano, hay música de rock ejecutada con instrumentos primitivos, orquestas en las que todos los músicos tocan al mismo tiempo, des-armonías conducentes a una no cacofonía. Hay improvisaciones y actuaciones espontáneas en las calles, disfraces y muñecos.
También, una reposición de una obra juvenil de Bertolt Brecht, Baal , que invierte la vieja tradición (Shakespeare, los teatros No y Kabuki) de que sean hombres quienes toman los papeles femeninos. Ahora, una actriz, Clotilde Hesme, es quien interpreta al joven héroe como si fuera un hombre fatal. Una adaptación teatral de la gran novela de Robert Musil, El hombre sin atributos , usa teatro y cine para confrontar al intelectual vienés de fin de época, Ulrich, con su Némesis, el criminal Moos-burger, la cara del futuro.
Protegerse del futuro: tal es la intención fallida y terrible de Christoph Marthaler en una obra situada en una estación de trenes, donde el régimen nazi practica la eugenesia en contra de niños, exterminados en silencio por la locura totalitaria. El director pretende que sean los espectadores quienes den palabras al texto. La obra transcurre en silencio.
La protección del futuro también es tema de la extraordinaria puesta en escena del director Falk Richter y la coreógrafa Anouk van Dijk, Trust , una palabra que significa "confianza", pero también unión de empresas monopólicas. ¿Darle "confianza" a un mundo dominado por sociedades anónimas? La respuesta de Richter y Van Dijk se plantea primero como acción teatral visible. Los actores no pueden mantenerse en pie. Caen, se levantan, chocan unos contra otros. Vuelven a caer, mientras un coro de un solo joven (nadie en la compañía tiene más de treinta años de edad) propone un texto que no puede "encerrarse", sino que, como texto, participa, por más constante que sea, de la fragilidad de los cuerpos que quisieran apoyarse los unos a los otros y no pueden: los actores se apoyan, se separan, se arropan, caen, se levantan, se van a otra parte, a donde sea...
Lo terrible es que ya no hay "otra parte". Ya no hay Samoa para Robert Louis Stevenson ni México para Artaud ni Tahití para Gauguin. El mundo moderno, globalizado, ha exterminado los refugios de antaño. Moribundo, André Breton le dijo a Luis Buñuel: "¿Se da cuenta? Ya no hay la-bas , otra parte". Los actores de Trust , sin embargo, buscan esta "otra parte", fuera de la fatalidad social del movimiento sin fin, en la pareja. Pero no pueden. Las parejas también están fatigadas de ser ellas mismas.
Lo más fatigante, parece decirnos la obra, es tratar de cambiar el sistema actual. Parejas, finanzas, sociedad: todo está atrapado en el movimiento sin sentido, sin fin. No es cierto que el sistema pueda cambiar ( Trust extrema el significado de la China Popular). A veces, parece que cae. Es un engaño. Vivimos en un sistema en crisis perpetua, porque ésa es su razón de ser. Sólo cambian las mentiras. La confianza en este mundo es pura des-confianza, ausencia de Trust. No se confía en la economía, ni en el dinero, ni en el poder, ni, al cabo, en la persona misma: la que somos o la que queremos ser.
Esta obra nos habla a todos en todas partes. Pero es una pieza alemana y, como tal, nos obliga a remontarnos a la revolución cultural de las vanguardias alemanas posteriores a la Primera Guerra Mundial y anteriores al ascenso de Hitler. Sólo que el arte crítico de George Grosz, Brecht y Weil, Kokoschka y Fritz Lang, Elsa Lasker-Shüler y Karl Kraus y los expresionistas era un desesperado intento de cambiar la historia gracias al arte y estaba situado entre dos catástrofes: la Primera Guerra Mundial y el arribo de Hitler al poder. Venía de la caída del imperio del Káiser, contra el creciente antisemitismo que nutrió a Hitler, de los fracasos del comunismo alemán, del terror de las "clases altas" a la socialdemocracia, de la primacía de la clase militar prusiana, de las ambiciones coloniales del Káiser.
Pero, hoy, ¿se compara el gobierno de Angela Merkel a las catástrofes del pasado? La respuesta ha de ser negativa, la señora Merkel parece un ama de casa ( hausfrau ) inteligente y modesta, parte de un sistema democrático que ha convertido a Alemania en la principal potencia exportadora de Europa.
No hay, así, en Trust una rebelión explícita contra el sistema. Hay un cansancio del sistema. Hay la fatiga de ser como somos, y lo más fatigante sería cambiar el sistema actual. Quizás esto es lo que nos dice la obra. Tenemos un sistema castrante, fatigado, indeseable, pero no tenemos con qué sustituirlo. El fin de la Guerra Fría acabó con la rivalidad ideológica Este-Oeste. En su lugar, aparecieron las pugnas religiosas y raciales ocultas por la Guerra Fría. Pero el sistema lo absorbe todo: la riqueza de Occidente, el trabajo migratorio desprotegido, la pobreza del Sur; incluso, al cabo, el fanatismo religioso. Fatiga: más y más trabajo, para no perecer. Más y más trabajo, para no pensar.
Se acabaron las utopías. Todo es virtual, el dinero como el amor. La nueva solidaridad significa el abandono de la cólera, no tener cólera hacia los demás, y no saber dirigir la cólera más allá de nuestro propio aislamiento. Chocamos con otros. Caemos. Nos levantamos. Volvemos a caer. La libertad es una ilusión: somos libres sólo para escoger uno entre varios productos. Somos libres para votar a fin de no perder lo que ya poseemos. Somos libres para publicitarnos a nosotros mismos vía Facebook y adquirir ahí amigos, no reales, sino virtuales.
La cólera de Falk Richter y Anouk van Dijk parece dirigida al hecho de que nada cambia, por más esfuerzos que se hagan. Todo, hoy, sigue igual, a menos que estalle la Bomba H. El egoísmo, el individualismo y el narcisismo gobernarán nuestras vidas, nuestros amores y amistades, nuestro trabajo. ¿Qué hay, entonces? La respuesta es la puesta en escena que estamos viendo en el patio del Liceo Saint-Joseph de Avignon. El trabajo visible, abierto, de un grupo de actores y danzantes, que no repiten exactamente la obra llamada Trust , sino que la improvisan, se niegan a encerrarla en un texto previo, rehúsan el texto sagrado, recogen el trabajo de los ensayos...
¿Es bastante? Es decir: ¿crear la obra es, aunque inútil, la única respuesta?
Salgo con mi mujer a las calles de Avignon. Entramos a Gardenia , una obra sobre la soledad del cabaret. Vemos la obra Cabra , en la que una sola actriz, mitad niña, mitad animal, vive la noche del lobo y prefiere ser devorada que regresar al establo. Vemos un espectáculo que mezcla sin discriminación al fútbol, a Madonna, al barroco, a un travesti humillado.
Y desembocamos en México, en La casa de la fuerza , en la que tres mujeres viajan a Ciudad Juárez para ser asesinadas. Es Chejov para el siglo XXI: "Pornografía del alma", dice la actriz española y directora de la obra, Angélica Liddell.
Alemania, año cero. ¿México, año cero?
© LA NACION
Trust Un sistema agotado y sin utopías
Carlos Fuentes
lanacion.com | Opinión | Lunes 30 de agosto de 2010
el dispreciau dice: este mundo, en el único donde la raza humana transita sus horas, se ha tornado denso, dominado por el lado oscuro, casi invivible a manos de hordas armadas que patruyan ciertas calles bajo los guiños del poder, secuestrando niños y adolescentes, a efectos de sostener el tráfico de personas que crece día tras día en todo el planeta a manos de los impersonalismos de bandas chinas, indias, albanesas, rusas, etc. ¿La finalidad?, simple, prostitución, esclavitud, órganos... pero los mecanismos de seguridad internacional son cómplices. Detrás de ello, todo está más denso aún, y pensar erróneamente que estas calamidades no llegan es parte de la falacia humana de pretenderse a salvo de las miserias de los otros. Nadie repara en la cantidad de personas (2/3 de la raza humana) que está excluida de cualquier posibilidad de recuperar su calidad de vida, entonces se habla de constitución, democracia, república, pero la realidad es bien otra, ya que nadie sabe bien dónde termina la barbarie y dónde comienza la catástrofe, siempre amenazante. Muchos sueñan con un mundo mejor y ése es el único motor que aún sustenta este trompo sin rumbo llamado planeta Tierra. Cuando digo sin rumbo me refiero a las personas, no al planeta en sí mismo que ha estado aquí por siempre. ¿Es éste quizás su peor momento?, posiblemente sí... la intolerancia domina a través de modelos caducos que no ofrecen nada, pero que son asumidos como "buenos", tal el caso patético de China y sus discrepancias sociales sostenidas en años de sometimientos, a los que occidente no presta atención alguna, sencillamente porque los desconoce. No muy distante se ubica la India y otras culturas del lejano oriente, hoy para nada lejano y con hambre de imperios. Conciertos desafinados por medio, las gentes van perdiendo sus esperanzas, sus ilusiones, peor peor aún sus utopías. El mundo sabe que hoy es hoy, y mañana es casi intangible... en medio de ello, la clase política mundial avanza a paso cierto a defender su condición de "impresentable", incapaz de comprender lo que se cocina bajo sus propias sillas, debajo de sus propios pies. Existen dos evidencias temibles, propias de este mismo año, que revelan las incapacidades técnicas tergiversadas con fines políticos para dar sustentabilidad a negocios irracionales: el primer caso es el drama de la petrolera en el Golfo de México, cuyas consecuencias han sido burladas por medios a manos de "acuerdos" bajo la mesa para inducir al "olvido" un hecho dramático, propio de la negligencia empresaria que no ve más allá de sus narices... el segundo caso es el de los mineros chilenos, sometidos a un cautiverio por imprevisión de empresarios, técnicos y políticos en una connivencia atroz que denota que las sonrisas son hipócritas y los cinismos están a la orden del día... pero no es lo único. Muchas más cosas ocurren en el escenario, tantas que no alcanza el día para sorprenderse. Al fin y al cabo, lo único que se daña son las vidas de personas anónimas que están fuera de la consideración del poder, descartables, o como suelen señalar las falacias americanas, son apenas "daños colaterales" de menor envergadura. Eso porque no se muere el hijo de ninguno de los que mueven los hilos bajo hipótesis de trabajo que sólo revelan la miseria humana en su máxima expresión. El mundo hoy no tiene calidad institucional porque la misma es una mentira, por ende, países caídos del mapa como el nuestro, andan mucho peor, debatiéndose entre lo que pretenden pocos cuerdos y lo quieren otros tantos malos, poseídos por un demonio sin forma que sólo consume por el simple hecho de percibir el dolor del otro y el olor de su sangre. Cuando no hay calidad institucional tampoco la hay ciudadana. No hace falta ser un genio para saberlo. Tampoco es necesario ser especialista en relaciones internacionales. Léase, el mundo está desmadrado a manos de incoherencias que bajan desde los poderes diseminándose en todas direcciones, y aunque se crea lo contrario, todos los mesianismos sin mesías tanto como todas las mentiras gestadas desde y por las falacias del poder, tienen un alto precio... un precio que pagamos los muchos que pertenecemos al mundo de los excluidos y olvidados, omitidos y atropellados. Agosto 30, 2010.-
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