El campamento de la vergüenza
Las críticas del relator de la ONU tras visitar un asentamiento de inmigrantes en Lepe (Huelva) devuelven a la actualidad las duras condiciones de vida de los temporeros
Lepe
Un temporero camina entre las chabolas del asentamiento de Lepe (Huelva), el pasado 11 de febrero. PACO PUENTES
Nadie en el campamento sabía quién era aquel australiano de pelo blanco y zapatos de piel. Y a los extraños se les recibe con una ceja arqueada porque no suelen traer nada bueno. No tardaron en rodearle. Philip Alston, relator especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos de la ONU, llegaba hace dos semanas a un asentamiento de temporeros inmigrantes de Lepe (Huelva) para comprobar cómo en el siglo XXI hay gente en España que vive sin agua, sin luz y sin retrete. Alston, sin despegarse de su cuaderno rojo, se sentó sobre una bobina de cable bajo el único pino del campamento y escuchó a sus habitantes, trabajadores subsaharianos en precario. No cambió el semblante amable, no frunció el ceño, no hizo muchas preguntas, pero tras su visita sentenció: “Viven como animales”. “Sus condiciones compiten con las peores que he visto en cualquier parte del mundo”, remachó.
Alrededor del pino bajo el que Alston tomó notas se agrupan unas 70 chabolas construidas con tres capas de palés, cartones y plásticos de los invernaderos, motor económico de la provincia. A vista de dron, las casuchas, anudadas con los tubos de riego que se desechan en las plantaciones de la fresa, parecen fardos de droga desperdigados. Ya en el interior de las chabolas falta el aire e impera el intento por sobrevivir con la mayor dignidad posible.
En este lugar, el asentamiento más grande de Lepe, viven unas 300 personas, la mayoría malienses, pero Cáritas calcula que solo en Huelva hay unos 2.000 trabajadores viviendo en las mismas condiciones infrahumanas. Ganan unos seis euros la hora. Algunos llevan más de una década viviendo en este o en otros asentamientos vecinos.
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