Suecia, feminismo para todo: desde el quitanieves a la diplomacia
El país nórdico aplica la perspectiva de género en todas sus leyes y pone la igualdad como uno de los ejes de su agenda exterior
Estocolmo
Cuando las autoridades de Karlskoga decidieron modificar su protocolo para limpiar la nieve no sabían que la pequeña ciudad del centro de Suecia se iba a convertir en referente de la igualdad de género. Pero lo fue. Y pionera. Allí, las autoridades detectaron que las mujeres solían caminar más o ir en bicicleta y los hombres utilizar más el coche, y decidieron comenzar a despejar primero las aceras, las calles cercanas a las guarderías y escuelas y los carriles bici, en vez de las carreteras principales y autopistas. Un estudio del uso de la vía pública había revelado que el sistema quitanieves beneficiaba a los automovilistas, y que cada invierno se producían tres veces más accidentes en las aceras heladas que en las carreteras. Así que se cambió.
La viceprimera ministra y ministra de Clima y Cooperación, Isabella Lovin, firma una nueva ley ambiental en febrero de 2017. AFP
Aunque no sin polémica, a Karlskoga le siguieron otras ciudades de Suecia —como Estocolmo—, que también decidieron aplicar la perspectiva de género en la limpieza de sus calles. Y en 2015, cuando el Ejecutivo socialdemócrata tomó posesión y se definió como “el primer Gobierno feminista del mundo”, puso esa agenda igualitaria, y la obligatoriedad de analizar el impacto sobre las mujeres, en un puesto destacado de todas las políticas públicas. También en la política exterior, con la enérgica Margot Wallström a la cabeza. “En todo el mundo, las mujeres están abandonadas en términos de recursos, representación y derechos. Por eso perseguimos con fuerza una política exterior feminista”, repite tajante Wallström, anfitriona del Foro para la Igualdad de Género celebrado hace unos días en Estocolmo.
Ahora, con el mandato a punto de cumplirse y las elecciones previstas para septiembre, toca hacer balance. “Tenemos en cuenta la perspectiva de género, por ejemplo, en los tratados de comercio, en las negociaciones internacionales o en los acuerdos con otros países”, explica Ann Linde, ministra de Asuntos Europeos y Comercio y otra de las anfitrionas del Foro de Estocolmo, en el que participaron más de 600 actores clave de unos 100 países y en el que El País estuvo invitado. Suecia, apunta de manera más concreta, ha contribuido económicamente a proyectos para incrementar el número de mujeres parlamentarias. Y sus programas y la presión diplomática han jugado un papel clave en países como Somalia, donde ellas han pasado del 14% al 24% en el Parlamento en las últimas elecciones; o en Moldavia, donde en 2016 se impuso que los partidos debían respetar la paridad en las listas electorales e incluir al menos un 40% de mujeres.
El país nórdico de 10 millones de habitantes ha sido uno de los fundadores y mayores financiadores del fondo She Decides, que ya ha recaudado más de 600 millones de euros para programas de salud sexual y reproductiva, destinados a paliar el hachazo de la Administración del estadounidense Donald Trump a las organizaciones que tuvieran cualquier tipo de proyecto relacionado con el aborto. Esa ley sobre el derecho a decidir de las mujeres en la que no participó ni una sola mujer, fue la primera norma que rubricó el presidente republicano. Poco después de esa firma, la viceprimera ministra sueca, Isabella Lövin, difundió la fotografía de la rúbrica de su nueva ley del clima, en la que aparecía rodeada exclusivamente de mujeres. La imagen se hizo viral y se interpretó como una respuesta irónica y crítica a Trump. Y eso, también se vio como parte de su política exterior feminista.
Suecia, el segundo país más igualitario de la UE por detrás de Finlandia según el ránquin del Foro Económico Mundial, ha sido desde hace más de una década referente en ese campo. Le gusta la etiqueta y la cultiva. Es su tarjeta de presentación. Como lo es, por ejemplo, su ley contra la trata y la prostitución, que penaliza al cliente y considera a la mujer una víctima. Una ley —que considera uno de sus grandes éxitos— que Suecia lleva promocionando desde su entrada en vigor hace casi 20 años y que está en expansión.
Pero no todo brilla. Si se rasca debajo de la superficie el país nórdico todavía tiene muchas sombras, recuerda Clara Berglund, del Lobby Sueco de Mujeres. En el país nórdico, que vive estos días escandalizado por un escándalo de acoso y abusos sexuales en el entorno de la Academia Sueca, que elige cada año el Nobel de Literatura, un 18% de las mujeres ha sufrido violencia sexual alguna vez en su vida. Y, aunque es el país con la tasa de empleo más alta de la UE, donde el Ejecutivo es paritario y la Iglesia Luterana sueca tiene como primada a una mujer, la brecha salarial entre mujeres y hombres es de un 13,2%.
Y mientras trata de corregir esos desequilibrios en casa —con el nombramiento, por ejemplo, de una auditora de Igualdad, una figura independiente similar a la del defensor del pueblo, pero para temas de género— también lo hace fuera. Suecia ha presionado también para que todas las resoluciones y pronunciamientos de Naciones Unidas incluyan de manera especifica los derechos de las mujeres y las niñas; ha financiado programas de formación para mediadoras de paz en países de América Latina, África u Oriente Próximo; también ha contribuido a fundar la Iniciativa Mundial para la Justicia climática, que ha reclutado ya a más de 7.000 organizacione y que alerta de que el calentamiento global tiene más impacto en las mujeres.
Aunque en esa política exterior feminista también se han enmarcado otros programas algo menos tangibles, como una exposición del Instituto Sueco sobre padres de ese país, para mostrar otros modelos de masculinidad. El proyecto ha tenido réplica ya en China, Uganda o Tailandia
Como la ley para quitar la nieve de las calles, muy criticada por ejemplo cuando un enorme atasco colapsó Estocolmo --el Gobierno declaró en ese momento que era la mayor nevada en años y que con o sin perspectiva de género en la política de limpieza la capital sueca habría sufrido por la tormenta-- la agenda feminista encabezada por Wallström ha experimentado numerosos ataques. La ministra, que sufrió maltrato por parte de un novio cuando era joven, ha recibido un buen número de críticas desde sus inicios en 2015 e incluso ha desatado alguna crisis diplomática. Como cuando, tras un pequeño rifirrafe con Arabia Saudí por la reprobación de la ministra a los países de la Liga Árabe por su vulneración de los derechos humanos y su trato a las mujeres, decidió no renovar un acuerdo de ventas de armas con Riad. Algo que desató la ira de un buen número de empresas suecas, temerosas de que su país dejase de ser percibido como un socio fiable.
También hay quien opina que esa política exterior feminista es, en realidad, puro márketing. Como el profesor Robert Egnell, que sostiene que excepto por la etiqueta “feminista” la agenda de la coalición Socialdemócratas-Verdes en ese campo es casi idéntica a la de los Ejecutivos anteriores. De hecho, el Gobierno de Stefan Lofven fue muy criticado el año pasado, cuando en un viaje oficial a Irán las mujeres de la delegación lucieron el hiyab, como dicta la ley iraní. “Qué deberíamos haber hecho”, se plantea la ministra Linde, “¿boicotear la visita? ¿mandar a un hombre en nuestro lugar? Eso está fuera de discusión. Además, mientras en Occidente nos criticaban por llevar el velo en Irán y Oriente Próximo se hablaba de las mujeres ocupando puestos de responsabilidad. Eso también es agenda feminista”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario