viernes, 15 de diciembre de 2017

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Neutralidad de la red: Internet de ricos y pobres | Estados Unidos | EL PAÍS

Internet de ricos y pobres

Con la caída de la neutralidad de la Red, Internet pierde su esencia comunitaria



Protestas en Washington tras la votación que cercenó la neutralidad de la red.  FOTO: AFP / VÍDEO: ATLAS





Internet no nació como un espacio comercial, sino como una infraestructura descentralizada que propiciase la comunicación entre una red de ordenadores dispersos por todo el mundo. La Guerra Fría obligó a pensar diferente. No se podía permitir que un ataque en un punto concreto dejase los servicios fuera de juego.
Cuando se creó Internet, no se hizo para ofrecer acceso a medios informativos, redes sociales o vídeos por suscripción. Tampoco para emitir entrar desde el móvil o descargar un podcast. A partir de la creación de Mosaic, el primer navegador, y de HTML, el lenguaje de programación rudimentario para crear webs, comenzó la explosión del contenido. Programas como Outlook Express o Netscape para explorar la Red terminaron por popularizar sus servicios. En 2011, cuando se terminaban las IP, las direcciones únicas para cada uno de los puntos conectados, Vinton Cerf —reconocido como el padre de Internet, hoy evangelista con rango de vicepresidente en Google— ya había alertado de que el sistema estaba a punto del colapso. Urgía a tomar medidas para extender la infraestructura, pero nunca planteó que esto significase pasar por encima de la norma fundacional: todos los paquetes de información y puntos de acceso han de tener la misma relevancia. Algo que el jueves dejó de existir en EE UU, cuando la Comisión Federal de Comunicaciones puso fin a la neutralidad de la Red impulsada por Obama. 
¿Qué significa este cambio? Afecta a tres aspectos relevantes: el bloqueo de contenidos, dejando que las empresas prohíban aplicaciones que no acepten sus condiciones; la ralentización de servicios para priorizar aquellos por los que se pague una cantidad adicional, haciendo de Internet un espacio para ricos y pobres, y el privilegio de los servicios propios con unas empresas de telecomunicaciones cada vez más creadoras de contenido (como Netflix, Movistar).
En Silicon Valley hace tiempo que para hacer negocio y conseguir un mayor número de usuarios se han saltado la esencia de la neutralidad, con la excusa de hacer el bien, pero decidiendo en origen qué paquetes o contenidos deben llegar antes o gratis. Internet.org. de Facebook. pretende llevar el acceso gratis a todo el planeta. Pero ese gratis es bastante relativo, porque el plan permite navegar dentro de Facebook y servicios asociados, como medios con los que la red social cierre acuerdos, pero no incluye el acceso a muchos de los enlaces incluidos en la red social. Teóricamente, beneficia a los países en desarrollo, pero a la vez impulsa las bondades de la Red para que después los usuarios paguen por un paquete completo de datos. Algo similar sucede con Google y sus globos aerostáticos de conexión a Internet. Su primera experiencia de calado ha sido en Puerto Rico, donde se ha aliado con las operadoras para ofrecer una selección de contenidos bajo mínimos.
Estos reclamos comerciales, en esencia, ya se han saltado lo que defiende la neutralidad de la Red. A priori, benefician al usuario, pero dan claramente prioridad a los que tienen acuerdos con las proveedoras de servicios. ¿Y si esta oferta pasa a ser la norma? Se dejaría de lado a medios que no aceptasen las condiciones de las empresas de telecomunicaciones, desde pequeños productores a blogueros, entre otros.

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