jueves, 28 de diciembre de 2017

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Distintos países, distintas recetas, distintos sabores | Internacional | EL PAÍS



Distintos países, distintas recetas, distintos sabores

Los fabricantes de alimentos y bebidas adaptan sus productos a los gustos de los consumidores locales



A lo largo de los últimos meses, los responsables políticos de varios países de Europa central y del Este pertenecientes a la UE han afirmado que los alimentos y bebidas elaborados que se venden a los consumidores en sus mercados a menudo son de calidad inferior a la de otros productos similares que se venden en los países de Europa occidental.
Como es evidente, el sector de la alimentación y las bebidas se está tomando esas acusaciones muy en serio. Todos los consumidores son iguales y los fabricantes de alimentos creen firmemente que todos merecemos la alta calidad y la seguridad que garantizan las normas de calidad europeas.
Para apoyar sus afirmaciones, dichos responsables citan las pruebas efectuadas en algunos países para comparar productos entre diversos mercados. Sin duda, puede haber diferencias, pero de darse, tienen, por lo general, una explicación muy clara:
En primer lugar, los fabricantes de alimentos y bebidas adaptan sus productos a los gustos de los consumidores locales. Todos sabemos que los gustos y los hábitos de Suecia y Portugal difieren, así como los de Francia y Grecia, o los de Irlanda y Hungría. Las empresas nunca adaptan las recetas de manera aleatoria: dedican enormes cantidades de tiempo y recursos a efectuar estudios de mercado, a trabajar con asociaciones de consumidores locales, a reflexionar sobre los hábitos y la cultura alimentarios, etcétera. Lógicamente, les interesa ofrecer productos que gusten a los consumidores o, de lo contrario, estos buscarán otras marcas. Los centros de producción basados en un país sirven por lo general a varios países al mismo tiempo, y proporcionan la misma receta a regiones con gustos similares. No se trata de una división este-oeste. El mismo producto puede venderse en Austria, Alemania y República Checa, por ejemplo, mientras que en Dinamarca, los países bálticos y Reino Unido se vende una receta ligeramente distinta.
Muchos fabricantes de alimentos y bebidas se han comprometido también a cambiar las recetas de sus productos para reducir ingredientes concretos, como el azúcar, como parte de su compromiso de fomentar una dieta equilibrada entre los consumidores. En ese caso, cambian dichos ingredientes por sustitutos, como los edulcorantes. También cambian la receta de determinados productos.
Otra razón para las posibles diferencias es el abastecimiento local de materias primas. Los productores tratan de primar en la medida de lo posible los productos locales, por razones evidentes de logística y huella medioambiental, pero también para apoyar la economía local. Adaptan los precios a las condiciones de mercado locales, y el abastecimiento local ayuda a mantener los productos asequibles. Los ingredientes locales pueden diferir ligeramente en cuanto a sabor y composición de los ingredientes obtenidos en otros países.
Por último, los cambios en la receta pueden estar relacionados con la normativa nacional, que en ocasiones difiere de las normas de la UE, por ejemplo, por la forma en que esas normas se aplican en el ámbito nacional, o porque las autoridades del país miembro han establecido normas añadidas.
Las pruebas efectuadas hasta ahora en los países que se han quejado no han tenido en cuenta estas explicaciones. También han empleado metodologías de prueba distintas, comparando en ocasiones productos diferentes, lo que hace que los resultados sean cuestionables. Al hacerlo, han perjudicado la reputación del sector de alimentos y bebidas.
Sin embargo, el sector coopera con la Comisión Europea, puesto que es una cuestión que se ha planteado a escala europea, y se ha comprometido a mantener un diálogo abierto con las autoridades nacionales, representantes de los consumidores y otras partes interesadas, bajo los auspicios de la Comisión. La Comisión Europea ha decidido, paralelamente, asignar fondos al Centro Común de Investigación de la UE para crear una metodología de pruebas armonizada, que ayude a diferenciar claramente los hechos de las alegaciones y, esperemos, lleve a un mejor entendimiento mutuo.
Los debates relacionados con la supuesta calidad dual se han vuelto ahora más políticos que técnicos, y cuanto antes comience el diálogo, y mejore el entendimiento, mejor para todos. A todos nos interesa solucionar las verdaderas preocupaciones de los consumidores, los políticos y las empresas, para que se mantenga la confianza en el mayor sector manufacturero de la UE y proveedor de alimentos y bebidas seguros, sabrosos y asequibles que millones de consumidores disfrutan a diario.
Florence Ranson es directora de Comunicaciones de FoodDrinkEurope

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