Inventario posburbuja
Colectivos que llevan años documentando los estragos del ladrillo crean Cadáveres inmobiliarios, una base de datos de proyectos urbanísticos inacabados
CLARA BLANCHAR Barcelona 12 NOV 2015 - 13:27 CET
Ruinas modernas se ha dedicado a fotografiar y documentar urbanizaciones a medio construir y abandonadas por toda España. Nación rotonda emplea Google Earth para mostrar cada día en imágenes la transformación del territorio. Ecologistas en acción ha estudiado las amenazas del urbanismo expansivo desde el punto de vista ambiental. Basurama ha cartografiado el consumo del territorio a través de sus residuos… Son colectivos que, a falta de un censo oficial, localizan testimonios del paisaje que dejó atrás la orgía de la burbuja del ladrillo.
El año pasado, los responsables de estos proyectos coincidieron en el festival Arquinset, en Barcelona, un encuentro que debate sobre arquitectura, espacio público y urbanismo. Y decidieron compartir la información que llevan años recopilando en una base de datos donde han volcado 800 casos: gigantescas urbanizaciones fantasma, edificios públicos abandonados, infraestructuras a medio construir o inmensos polígonos desiertos.
El Observatorio de la Sostenibilidad constató que entre 1986 y 2006 el consumo de suelo fue de 44 hectáreas al día
Cadáveres inmobiliarios es su sugerente nombre y con el lanzamiento de la web --y una jornada de hackathon para crear aplicaciones que permitan ordenar y utilizar todo este material-- cierran esta semana la trilogía de las últimas ediciones de Arquinset, que ha reflexionado sobre el legado de la construcción especulativa en España. La comisaria de la trilogía es Julia Schultz-Dornburg, la arquitecta y fotógrafa que en 2012 publicó Ruinas Modernas. Una topografía del lucro, donde mostraba las consecuencias del delirio. Proyectos fallidos como un complejo de ocio con pista de esquí junto a una pedanía de cien habitantes de Valladolid; una urbanización pensada para que pilotos aparcaran su avioneta en el jardín; o ensanches para 10.000 personas junto a pueblos de 2.000 vecinos…
Schultz-Dornburg empleó su tiempo libre durante dos años recorriendo España y documentó “ruinas, lugares sugerentes, espacios entre lo que fue y lo que pudo haber sido que tienen muchas capas: arquitectónica, económica, antropológica, sociológica, política”, afirmaba y recordaba que los proyectos fallidos tuvieron “muchos responsables y nadie fue capaz de pararlos”. Ya entonces lamentaba que nadie tiene el catálogo completo del desastre, aunque el Observatorio de la Sostenibilidad constató que entre 1986 y 2006 el consumo de suelo fue de 44 hectáreas al día.
La impulsora del proyecto celebra que, en la base de datos, los casos se complementan con el enfoque de cada colectivo: el medioambiente, el territorio y su consumo, la imagen, la movilidad, la salud y las formas de vida de sus vecinos… Ecologistas en acción, por ejemplo, estudió desde el censo Ni un metro más de hormigónlos estragos de la burbuja y una de las cuestiones en las que se centró fueron “los proyectos reversibles, recuperables”, explica Ana Fernández Cubero. Entendían que “visibilizar el tamaño del problema podría facilitar un castigo ejemplar, porque los hechos consumados nunca se derriban”.
En el caso de Nación Rotonda, sus integrantes son tres ingenieros y un arquitecto que tienen como herramienta de trabajo Google Earth y que comenzaron a localizar imágenes en ratos libres. Miguel Álvarez reflexiona sobre las urbanizaciones a medio hacer donde viven pocos vecinos: “Son infrabarrios, aunque no son fruto del desarrollismo sino de la especulación, donde no hay servicios, no son campo ni ciudad y sus habitantes conviven con la losa moral de estar atrapado entre lo peor de los dos mundos”. Nación Rotonda cuelga una foto al día y Álvarez destaca también los polígonos o infraestructuras entre los estragos inmobiliarios. Como el Parque Tecnológico del Reciclado López Soriano en Cartuja Baja, Zaragoza, donde apenas hay media docena de naves en varios kilómetros.
"El proyecto cerrará el debate de la magnitud de la tragedia y abrirá el de qué hacemos ahora", dice Schultz-Dornburg
El proyecto “6.000 km” de Basurama aporta otro enfoque: el estudio del “metabolismo de las ciudades, mostrando con imágenes paisajes o territorios relacionados con la producción, consumo y desecho de materiales y energía, pero también infraestructuras o desarrollos residenciales”. Pablo Rey, del colectivo, confía en que el hackathon permitirá crear herramientas para “visualizar los datos de tantos cadáveres”. Por tamaños, propietarios, administraciones o partidos políticos que los autorizaron, si están habitados o no, si tienen servicios… “Lo increíble es que con tanta información parece que no hayamos aprendido nada, porque las autoridades vuelven a hablar de crecimiento de la economía y construcción como solución a los problemas”, afirma.
Desde Nación Rotonda, Álvarez conviene que Cadáveres inmobiliarios aporta un punto de vista posburbuja hasta ahora inédito. “Permitirá contrastar hipótesis sobre lo que ocurrió”. “Hasta ahora se ha hablado del tema desde un punto de vista económico, en términos de rescate, de deuda… pero son cifras que se alejan de la realidad y la reducen a números”. Y Schultz-Dornburg apunta que el proyecto servirá para cerrar un debate, “el de la magnitud de la tragedia, porque no hay datos oficiales, en parte porque se esconden”; y abrir el siguiente, “la reflexión, ahora sí con datos, de qué hacemos con todo esto”.
Desentierra o adopta un muerto
La base de datos Cadáveres inmobiliarios está abierta a cualquiera que quiera desenterrar, adoptar o cuidar un muerto posburbuja. Desenterrarlo consiste en localizarlo y comunicarlo. Adoptarlo supone un paso más: localizarlo y aportar un mínimo de información: nombre, tipología, en qué estado se encuentra… El tercer grado de implicación en el proyecto consiste en llevar la víctima “a cuidados intensivos, documentando todo lo que se puede llegar a saber: número de viviendas, superficie, quien aprobó el plan, quién lo construyó”.
Los cadáveres documentados hasta la fecha se concentran sobre todo en Madrid, el litoral mediterráneo y Canarias. Los colectivos señalan algunos bien distintos. Como los PAU del sur de Madrid: “Miles y miles de metros cuadrados en distintos momentos de ejecución y en los que los propietarios son desde grandes empresarios hasta cooperativistas”, indica Ana Fernández Cubero, que también cita la Marina de Valdecañas, a medio levantar en una isla de un pantano de Cáceres. Julia Schultz-Dornburg apunta la Ciudad del Medio Ambiente, en Soria, “un proyecto que tiene todos los ingredientes de estas locuras: está a medias, en un parque natural, lo blindó el PP… y se inició 2012-2013, cuando todos sabíamos el desastre consumado”. Pablo Rey, de Basurama, invita a cualquiera que “a golpe de metro” se acerque al PAU de Vallecas, un “ejemplo de terrenos, cerca de un vertedero, que Madrid ha ocupado pero no ha construido”.
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