El cuadrilátero
Ya no quiero ser Amy
Hoy se ha reunido la dirección del partido en el Gobierno en, probablemente, el momento más delicado que ha atravesado en lustros. Hace tan solo quince meses, Rajoy y sus más cercanos colaboradores botaban en el balcón de Génova atendiendo la petición de sus encendidos seguidores, mientras todos celebraban la llegada de una nueva etapa -azul, con gaviotas surcando el cielo-, a la vida política española. Junto a ese balcón, pero ahora por dentro -que no es el momento de mostrarse- hoy la cúpula política más discutida y tambaleante de Europa establecerá cómo afrontar la llegada del tsunami provocado por los documentos, asombrosos y sonrojantes -salvo cuidadosa, detallada y deseabilísima explicación-, que acaba de liberar el entorno del ex tesorero durante 19 años Luis Bárcenas.
Los estrategas populares, y sus comunicadores, van a necesitar su más elaborada y excelsa actuación para encontrar la salida del oscuro y frío callejón al que unos números escritos a mano por la mano de Luis el Cabrón les han conducido. Disculpen el mote, al parecer también es cariñoso.
El diario El País perdió varios centenares de miles de euros -y mucho prestigio- hace muy poco, al creerse una foto de un enfermo que le decían que era Chávez. Solo unos días después, el mismo periódico dinamitó el debate político mostrando una supuesta contabilidad paralela e ilegal del partido en el Gobierno.
Como en el cuento recogido por el experto orientalista Ramiro Calle "El hombre ecuánime", en donde lo que parece una desgracia en realidad resulta ser lo mejor que puede pasarle a uno, a menudo nos precipitamos en los juicios sobre lo que nos sucede, alarmándonos innecesariamente, o celebrando acontecimientos que, tiempo después, descubrimos que merecen escaso júbilo.
Es cierto que la continua aparición de informaciones que muestran una España corrupta en tantos niveles resulta del todo desalentadora, pero quizá, llegados a este punto, sea eso precisamente lo mejor que nos pueda pasar.
Enric González escribió ayer en este diario que no quiere escuchar la palabra "regeneración". Yo sí. Y aplicarla de forma radical, directa, con todas las consecuencias, a ser posible sin anestesia. El columnista prefiere "narradores" como Charles de Gaulle o como Franklin D. Roosevelt, presidentes que se inventen, de las cenizas de lo existente, un nuevo país y una nueva sociedad. Sería genial. Pero, ¿dónde está el nuestro? ¿Alguien lo ve? ¿Quién, de entre los políticos visibles, podría inventarse un nuevo Estado que funcione a partir del que hay?
Hace unos días, todos teníamos cierta manía, y alguna envidia, reconozcámoslo, a Amy. Se forraba con sus artículos, le subvencionaban los cortos, la enviaban a la ciudad de Alfred Nobel. Escribí irónicamente -o quizá no tanto- que -en otra vida, tal vez-, querría ser ella. Pero, ahora, ya no. Claro que no. ¿Para qué reencarnarme en una misteriosa o inexistente mujer que parece una moderna pero vulgar Bonnie junto al Clyde Mulas? No, desde luego que no: ahora quiero ser de la cúpula del partido en el Gobierno.
De este Gobierno o cualquier otro. Del anterior, del siguiente. ¿Qué más da? ¿Ustedes creen que importará mucho, que será más rentable formar parte de una Ejecutiva de derechas o de izquierdas? Por lo que estamos viendo, nadie puede, en política, lanzar la primera piedra de la honestidad: los cristales de los tejados no ya de muchos políticos, sino del sistema en sí, están hechos añicos, sostenidos casi milagrosamente por una majestuosa y conjunta burla global a quienes pagan sus impuestos.
Me preguntaba hace unos días: ¿Cuántas Amy Martin habrá en España? Pero la pregunta ya no es ésa. Hay otra mucho más importante: ¿Cuántos viven de la corrupción en nuestro país?
"I am a patriot, and I love my country, because my country is all I know" ("Soy un patriota y amo a mi país, porque mi país es todo lo que conozco"), escribió con fina ironía Steven Van Zandt, el guitarrista de Springsteen y mafioso de Los Soprano. A este paso, nosotros no vamos a poder hacer ni eso: querer a nuestro país, aunque sea el único que conozcamos. @affermoselle
el dispreciau dice: la depreciada y despreciable clase política mundial (cualquier lugar, cualquier país, cualquier república, cualquier republiqueta, cualquier colonia o ex-colonia) se ha acostumbrado, sea por negligencia, por impericia, por incapacidad, por desprecio, o por cualquier otro motivo (incluida la soberbia), a subestimar la inteligencia pública, a ningunear a cualquier sociedad, y a negar las evidencias que desbordan por todos lados y desde todos lados. ¿Espantoso?, sí. ¿Vergonzante?, también... lo cual no modifica la conducta de los políticos, empecinados en "vender" espejitos de colores a indios que se comunican por internet...
- viste lo que dijo este idiota?,
- pues claro, pero además de idiota es delincuente...
- nos roban y creen que no nos damos cuenta...
- sí, nos roban el destino y nos hipotecan los futuros
desde luego que nada les hace mella porque las clases políticas están inmunizadas y andan sueltos y con sus frentes altas, a pesar de que ya no les queda alma, ni vergüenza, ni... aunque les sobran dineros mal habidos...
transitamos un "espanto global" donde nadie se salva... ya que los políticos además de haber perdido sus respectivas capacidades de lecturas de la realidad, se han empecinado en negar cualquier evidencia, y se creen a salvo de todo y de todos, desde luego, siempre protegidos por las injusticias reinantes en el mundo también globalizado. Mientras esto ocurre, los medios sostienen estupidizada a las sociedades con informaciones irrelevantes, tal como los glúteos de alguna señorita de vagina ligera, o bien en la multisexualidad de las palomas... horas y horas vacías de televisión sin contenido alguno, vendiendo espacios pero sin autoridad moral para participar en discusión alguna... consecuencia: aberrante.
La clase política esgrime discursos que no tienen contenidos y que no condicen con realidad alguna, no obstante ello están creídos de sus respectivos "endiosamientos" oportunistas. Dichos discursos pueden ser en español, inglés, francés, alemán, o el idioma que guste, incluyendo el árabe, el chino mandarín, el japonés, o cualquier otro considerado lengua viva. Todos se asemejan en sus vacíos y en sus faltas de vergüenzas.
Lo de España pone en evidencia algo que ocurre en todo el orbe... políticos con cara de "yo no fui" (piedra), mostrándose sorprendidos y hasta ofendidos de mentir descaradamente a sus sociedades de turno. España es un fiel reflejo de una Europa que produce vergüenza ajena... una Europa que ha puesto en evidencia que está desunida como en la previa a la Segunda Guerra Mundial, con intereses "negros" que brotan desde Bruselas para ser endosados al "inocente" de turno, exactamente igual a como sucedió antes... te lo dicen en educado "francés" pero te atropellan porque se consideran los dueños del mundo, una de las tantas mentiras fabricadas allá por los inicios de la inquisición eclesiástica cristiana, siempre vigente y afin a las conveniencias de una iglesia católica también vacía de contenidos así como de valores. ¿Los tuvo alguno vez?... todo indica que NO. Pero como sea, todos se han creído la mentira... y aseveran estar libre de culpas, justo cuando las evidencias dicen todo lo contrario. ¿Qué sucederá en la golpeada España?... seguramente caerá el oportunismo democrático que dice conducirla, tal vez sí, tal vez no, quién sabe... lo que sí es seguro que una Revolución Francesa agiornada a la globalización del Siglo XXI ya asoma en el horizonte de todas las sociedades humanas, hartas de ser vejadas por inescrupulosos en uso y abuso de cualquier poder. En este barco globalizado no hay salvavidas, tampoco flotadores y la intención evidente de los estados ausentes, es no rescatar a nadie, que quede claro, A NADIE.
Febrero 03, 2013.-
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