martes, 12 de febrero de 2013

LA PIEDRA ERRANTE ► ¿Podemos defender la Tierra de los asteroides? | Sociedad | EL PAÍS

¿Podemos defender la Tierra de los asteroides? | Sociedad | EL PAÍS

¿Podemos defender la Tierra de los asteroides?

Un objeto celeste de 50 metros ‘rozará’ el viernes el planeta

Los astrónomos aseguran que no hay riesgo de impacto

Los ingenieros idean estrategias para desviar estos cuerpos

Ilustración de un asteroide atravesando la atmósfera de la Tierra. / NASA

¿Asteroides que chocan con la Tierra? ¿Destrucción masiva? No, esas cosas no pasan... Bueno, a lo mejor cada mucho tiempo, una vez en millones de años, pero no va a tocar precisamente en la actualidad. ¿O sí? “Un objeto de unos tres metros de diámetro fue descubierto en el cielo a la altura de la Luna, el 6 de octubre de 2008, y 20 horas más tarde explosionaba en la atmósfera sobre Sudán, cayendo algunos fragmentos de meteorito en el desierto”, recuerda Jaime Nomen, astrónomo español. Solo tres metros. No parece grave. Pero hay unos 500.000 objetos ahí fuera, más o menos cerca de la Tierra, con tamaños comprendidos entre 50 metros y un kilómetro. Y el choque con uno de ellos sería catastrófico. Los de medio centenar de metros provocarían daños muy grandes locales o regionales. Los de mayor tamaño, más. Para hacerse una idea basta recordar que fragmentos de uno o dos kilómetros del cometa Shomaker Levy 9 que colisionaron contra Júpiter en 1994 provocaron cicatrices en la atmósfera del planeta gigante de un tamaño superior a dos veces el diámetro terrestre.

Esta misma semana, el viernes, pasará casi rozando la Tierra (en términos celestes, no literales) un objeto de unos 50 metros de diámetro. Los astrónomos han calculado su máxima aproximación, que será de 27.700 kilómetros. Es mucha distancia para suponer algún peligro, pero no tanta si la comparamos no ya con la Luna, que está 13 veces más lejos, sino con los satélites artificiales de comunicaciones, que están a unos 36.000 kilómetros de altura. De hecho, este objeto, denominado 2012 DA14 y descubierto hace un año desde el observatorio de La Sagra (Granada), pasará por debajo de la órbita de los satélites. Será el vuelo más próximo de un cuerpo celeste de esta envergadura del que se tiene registro.

“El asteroide 2012 DA14 tiene una órbita muy similar a la de la Tierra, cumpliendo una vuelta completa al Sol cada 366,24 días”, explica Nomen, su descubridor. “Durante una mitad del año se mueve acompañando a la Tierra por dentro de su órbita, cruzándose con ella para pasar a su parte exterior el resto del año”, añade. Para dejarlo más claro lo compara con los deportes de pista con calles: cuando la Tierra corre por la calle de fuera se retrasa y este asteroide, que va por la de dentro, la adelanta. Pero a los seis meses la situación se invierte: la Tierra pasa a la calle interior y recupera la ventaja adquirida por el asteroide. Precisamente, en esos cruces es cuando la aproximación de 2012 DA y nuestro planeta es máxima, como el viernes.

“Usted tiene aproximadamente una probabilidad entre 40.000 de morir por colisión de un NEO”, dice la NASA.

¿Qué pasaría si llegase a chocar con nosotros el 2012 DA14 o algún cuerpo similar? Ha sucedido ya antes en la historia del planeta. Hay un cráter en Arizona (EE UU), el Barringuer, de 1,5 kilómetros de diámetro, que hizo un asteroide de unos 75 metros que impactó hace 50.000 años. Si algo así cayese en una ciudad, la destrucción sería enorme.

Un asteroide típico como este, explica Don Yeomans, director del programa de NEO (siglas en inglés de objetos próximos a la Tierra) de la NASA, pasa cerca de la Tierra aproximadamente cada 40 años, pero solo choca cada 1.200. Nada que ver con el objeto de 10 kilómetros que hace 65 millones de años chocó contra la Tierra y que probablemente provocó una extinción masiva de especies, incluida la de los dinosaurios. Aún así: “Usted tiene aproximadamente una probabilidad entre 40.000 de morir como resultado de una colisión de un NEO”, afirman los expertos de la NASA.

Los planetas son constantemente bombardeados por estos objetos hechos de material residual de la formación de los planetas. Basta con mirar la superficie llena de cráteres de impacto de la Luna. En la Tierra, la atmósfera, la vegetación, los fenómenos meteorológicos, el agua y la dinámica geológica borran las cicatrices. “La atmósfera es capaz de neutralizar la mayoría de rocas provenientes del espacio con velocidades del orden de decenas de kilómetros por segundo y diámetros inferiores a unos 15 metros, aunque produzcan explosiones en la alta atmósfera de hasta un megatón de energía”, explica Nomen. En cuanto al polvo y las partículas, sencillamente se queman en el aire y crean las estrellas fugaces. “La probabilidad de choque de un objeto del tamaño de un autobús (unos 10 metros) es de uno cada 20 años, y este es el límite de eficacia del escudo protector atmosférico”.

Vigilancia remota

“Vivo junto al ordenador portátil, lo llevo a todos lados”, dice Jaime Nomen. Y está pendiente del cielo. Desde su ordenador, en cualquier lugar, por control remoto, Nomen y sus colegas vigilan las observaciones que hacen cinco telescopios automáticos instalados en la sierra de La Sagra (Granada). Todos los datos que captan, tras una primera criba que hacen las computadoras allí mismo, llegan a estos astrónomos dedicados a la búsqueda de los llamados objetos cercanos a la Tierra (NEO, siglas en inglés). Son ocho expertos. “Siempre está uno de guardia, y si surge algún potencial objeto interesante, avisa a los demás: hay que trabajar rápido para confirmar y calcular las posiciones del NEO y transmitirlas a la red internacional para que otros telescopios en el mundo lo sigan”, explica Nomen.

La noche del 22 de febrero de 2012 vigilaban Miguel Hurtado, en La Sagra, y Nomen, verificando las detecciones de forma remota. Decubrieron el asteroide 2012 DA14, que este viernes pasará muy cerca de la Tierra. Otro triunfo de ese observatorio modesto, en comparación con los cuatro grandes sistemas estadounidenses de vigilancia y seguimiento. Estos españoles han descubierto ya 67 NEO, siete cometas y más de 6.500 asteroides.

En La Sagra, del Observatorio Astronómico de Mallorca, hay cinco telescopios: tres de rastreo (45 centímetros de diámetro) con visión de gran angular y dos de seguimiento (40 centímetros). Un punto que aparezca desplazado en una imagen del cielo respecto a las tomas anteriores es el primer indicio de que algo se está moviendo rápido ahí fuera.

A partir de ahí toda colisión entraña un riesgo, mayor o menor. “Vivimos en una galería de tiro cósmica, lo que nos recuerda que tenemos que hacer nuestro trabajo encontrando esos objetos para prevenir el único desastre natural que por ahora se puede evitar: el impacto de un asteroide”, declaraba hace poco Bruce Betts, científico de la Sociedad Planetaria estadounidense, a la página de noticias Space.com. “Pero no estamos haciendo suficiente”, añadía. ¿Y qué están haciendo los terrícolas para protegerse de los proyectiles que caen del cielo? Lo primero es buscarlos, catalogarlos, calcular sus trayectorias y seguirlos para saber qué riesgo entrañan. Se conoce ya prácticamente el 90% de aquellos que tienen un tamaño superior a un kilómetro y cuyos rumbos los acercan a la Tierra. Se vigila el cielo y se están hallando y catalogando los de menor tamaño.

También es posible actuar para desviar los NEO que entrañan peligro de choque con el planeta. “En los últimos años se han estudiado muchas técnicas para mitigar el problema de la colisión de un asteroide”, comenta el ingeniero aeronáutico Miguel Belló-Mora, experto en cálculos de dinámica orbital y padre de la idea de una misión precisamente de ensayo para desviar uno de estos objetos, la Don Quijote, a la que ha dado el visto bueno la Agencia Europea del Espacio, aunque no la ha puesto en marcha. “En EE UU, la técnica más estudiada es el uso de energía nuclear: explotando una bomba colocada en la superficie del asteroide o haciéndola explotar cerca para que la onda expansiva lo desvíe”, añade. “Pero esto tiene dos inconvenientes: el posible fallo de un cohete que lleve una bomba atómica puede provocar una catástrofe similar a que queremos evitar; y, si se fragmenta el asteroide, nos podemos encontrar con un problema de metralla en el cielo en lugar de un solo objeto”.

En Europa, los expertos prefieren el método, como la misión Don Quijote, que propone hacer impactar una sonda de casi 1.000 kilos, a una velocidad relativa de unos 80.000 kilómetros por hora, contra un asteroide. Esto permite desviar la trayectoria de un objeto de unos 500 metros. “Existen otros métodos que serían muy eficaces, pero que requieren mucho tiempo para deflectar el NEO, como el tractor gravitacional propuesto por el astronauta Ed Lu, que consiste en colocar una gran masa cerca del asteroide y moverlo por atracción gravitacional”, continúa Belló-Mora, director de la empresa Elecnor-Deimos. “Otro método lento es el uso de un haz de iones que estudian Bombardelli y Peláez en la Universidad Politécnica de Madrid”.

Entre todas estas propuestas, de momento, lo que toca es conocerlos mejor. Muchos observatorios estarán pendientes del 2012 DA14 el próximo viernes y la NASA transmitirá por Internet imágenes captadas con los telescopios de La Sagra. Sobre los NEO, y especialmente sobre el 2012 DA14, hablarán Nomen, Belló-Mora y Pedro Duque mañana en una jornada de divulgación en el Caixaforum de Madrid.

Podemos influir en las cosas del cielo

Los investigadores trabajan en ideas avanzadas sobre cómo evitar los peligros


Quizá sea porque me muevo entre aparatos y programas espaciales desde hace tantos años, pero veo analogías entre ellos y cosas más mundanas que otros no ven —la gente todavía considera el espacio algo místico con incomprensibles secretos—. No es tan difícil.

Imaginen que hubiéramos descubierto una forma de prevenir y evitar los terremotos. Que, con solo desarrollar un aparato al alcance de la técnica moderna, pudiéramos ir a su origen (por ejemplo, bajo Los Ángeles o Santiago de Chile) y pararlos cuando detectáramos que fueran inminentes. Pongamos por ejemplo que este aparato fuera una modificación de las famosas tuneladoras que han agujereado las montañas de España para pasar el AVE o el subsuelo de Madrid para enterrar la M-30, para una vez llegado al sitio actuar de determinada forma.

Creo que los pueblos clamarían por que los Gobiernos hagan un hueco en sus presupuestos para construir un primer prototipo y hacer una prueba en una región remota. En caso de que nuestra tuneladora consiguiera parar el terremoto allí, se construirían, al coste que fuera, aparatos suficientes para vigilar y controlar todas las zonas sísmicas pobladas de la Tierra, y otros para parar los seísmos en el fondo del mar que pudieran originar maremotos. Todo el mundo estaría de acuerdo en gastar lo que fuera para salvar los miles de vidas que se llevan los terremotos por delante. Sería un triunfo de la ciencia y de la ingeniería. Todos nos acordaríamos de las 230.000 personas que murieron en el maremoto de Sumatra en 2004 —una reciente película española recrea el suceso— por causa de un maremoto con olas de hasta 30 metros de altura que arrasó cientos de kilómetros de costa, y nos sentiríamos protegidos de maremotos.

Sin embargo, a la gente le cuesta más trabajo imaginarse peligros que vienen de arriba, en este caso del espacio exterior. Alrededor del Sol hay cientos de miles de rocas y otros objetos de tamaños diversos que podrían impactar en la Tierra en principio en cualquier momento y, como vemos según mejoramos los métodos de búsqueda, encontramos más y más que pasan cerca. Y la amenaza de uno de estos impactos puede ser comparable a la de un terremoto o, incluso, muchísimo mayor. Por ejemplo, un objeto de cien metros de tamaño —se cree que existen unos 100.000 cerca de la Tierra— cae a este planeta una vez cada 2.000 años más o menos y podría producir un maremoto parecido al de Sumatra. Imaginemos lo que podría hacer un objeto de un kilómetro —aparte de la destrucción inmensa, podría acabar con la capa de ozono completa—. Esto son catástrofes naturales muy reales y posibles, sin mística ninguna.

¿Tenemos nuestra tuneladora? Resulta que sí, en este caso. No sabemos predecir con ninguna precisión los seísmos y mucho menos sabemos qué habría que hacer para evitarlos. Sin embargo, podemos detectar objetos en rumbo de colisión con la Tierra años antes de que se produzca. Y tenemos una serie de ideas avanzadas sobre cómo podríamos evitar el peligro. El proyecto Don Quijote, por ejemplo, utilizaría dos naves espaciales fáciles de construir que conseguirían desviar un poco el objeto lo suficiente para, a lo largo de los años, sacarlo de la trayectoria de colisión.

Por cierto, tampoco los costes serían astronómicos: podría costar entre 200 y 300 millones hacer el primero, por ejemplo a repartir entre todos los países de Europa. Los túneles de la M-30 se presupuestaron en 4.000 millones, para comparar. ¿Por qué no hacemos una prueba con un objeto remoto, para poner a punto la tecnología? No sé, no consigo entender por qué. Quizá sea eso, que la gente no concibe que podamos influir en las cosas del cielo.

Pedro Duque es astronauta de la Agencia Europea del Espacio (ESA)

Podemos influir en las cosas del cielo | Sociedad | EL PAÍS


el dispreciau dice: "el que esté libre del culpa, que arroje la primera piedra...", y esta vino... desde algún lugar ignoto del espacio, sin pretensión lapidatoria, al sólo efecto de advertir que la humanidad en la Tierra es sólo un momento y un paso, no más que eso, y que todas las soberbias exhibidas no sirven para nada, y que todos los desprecios cultivados son inútiles... hoy, se necesita ALMA, ya que sin ella... no hay ni humanidad ni rtaza humana. Febrero 12, 2013.-

No hay comentarios: