DEBATE | ¿PARA QUÉ SIRVE LA CÁRCEL?
Si la cárcel no rehabilita, produce vengadores
Domingo 13 de Noviembre de 2011 | En todo el mundo, el sistema penal está en crisis, ante un mapa del delito que crece sin pausa y con prisa. Los modelos carcelarios represivos y de hacinamiento que cuestionó Foucault en su clásico "Vigilar y castigar" no generan personas rehabilitadas sino delincuentes más feroces y reincidentes. Iván y Máximo, dos víctimas de un sistema que no resocializa.
Iván Senneke tenia 19 años, quería ayudar a salvar vidas en los quirófanos (estudiaba la carrera de instrumentista quirúrgico) y era "el hijo varón que toda madre quiere tener". A Iván lo mataron el viernes en la esquina de su casa, en villa 9 de Julio: le quitaron la mochila y le dispararon a quemarropa en la cabeza. Los tres detenidos por el crimen ya tenían antecedentes delictivos.
Maximiliano Maldonado, tiene ocho años. El domingo pasado fue baleado en La Rinconada mientras iba en el taxi de su padre. Se salvó de milagro. Como en el primer caso, los agresores de Maxi muestran un historial de reincidencias múltiples en casos delictivos y en el sistema penal.
Frente a ese cuadro, se impone la pregunta acerca de para qué sirven las cárceles. Según datos oficiales (Servicio Penitenciario Nacional), la reincidencia en la Argentina llegaba en el año 2008 al 32%. Sobre ese punto no hay datos actualizados al 2011. Sin embargo, al margen de cuántos sean los que vuelven a delinquir, las estadísticas muestran que la población carcelaria crece con prisa y sin pausa. En Tucumán, el sistema penitenciario registraba, a mayo de 2011, 1.126 encausados. Hace tres años, los internos en las cárceles tucumanas eran 1070; más del doble que los 445 registrados en 1997. Esa tendencia en alza se repite estadísticamente en todo el país. Y no es "privilegio" argentino. En todo el mundo, la vieja cultura carcelaria represiva foucoultiana de "Vigilar y castigar" hace agua; y los gobiernos ensayan distintas respuestas (ver "Polémica...).
Si las cárceles no rehabilitan, ¿para qué sirven, entonces? En casi todo el mundo, el sector más vocinglero de la opinión pública -que muchas veces incide en las decisiones de los jueces - suele pedir "mano dura" para el reo.
En el universo jurídico, el arco es más variado: de un lado están algunos que defienden la cárcel como espacio de rehabilitación para todo tipo de delito y del otro están los que impulsan mecanismos alternativos a la cárcel (libertad asistida, probation) para los hechos delictivos menos aberrantes. En lo que sí hay acuerdo es en que, más allá de las posiciones normativas, las cárceles -y las tucumanas no parecen ser la excepción- son espacios de hacinamiento en los que el homicida fogueado comparte celda con el ladrón recién iniciado y en los que el procesado alterna con el que ya tiene condena.
Del lado de los voceros de la "mano dura", el abogado Pablo Calvetti opina: "lo que resocializa es el tiempo en la cárcel, si hubiera cárceles que garanticen condiciones de salubridad". Agrega que no acuerda con las normas que les permiten a los condenados salidas extramuros. "No estoy de acuerdo con el garantismo con que el Poder Judicial trata de liberar al delincuente. Lo que hay que hacer es mejorar las condiciones y los vicios que hay en las cárceles; hacinamiento, drogas y alcohol. La solución no es darle el collarcito para que salga", enfatiza. Y remata con su consigna: "Hay que ganar la batalla de la vereda: los delincuentes tienen que estar en la cárcel".
Los penalistas Miguel Nacul y Horacio Guerineau, en cambio, apelan al cumplimiento constitucional de las garantías y derechos del imputado, que en la mayoría de las cárceles actuales, aseguran, no se pueden efectivizar. "Si no cumplimos con el texto constitucional, no estamos garantizando Justicia", afirma Nacul. Coincide con el fiscal Edgardo Sánchez (ver "Urge...) en la necesidad de ir avanzando progresivamente en herramientas alternativas a la reclusión. Nacul recuerda que el penal de Colonia Pinto (Santiago del Estero) ya exhibe un modelo más "humanizado" y menos represivo de sistema penitenciario, con espacios verdes para capacitar a los internos en trabajos productivos. En el terreno educativo hay avances con programas como el de Educación en Contexto de Encierro, entre otros.
Polaroid
De todos modos, el mapa de la población carcelaria de la Argentina muestra que las fallas del sistema trascienden los muros de las prisiones: o en la Argentina hay pocos delitos "de guante blanco", o es cierto que, en general, a las celdas sólo entran los pobres, mientras que "los otros" salen por la puerta de atrás: del total de la población que en el año 2008 poblaba las prisiones argentinas, el 67% de los internos apenas habían cursado la escuela primaria (43%, completo) o parte de ese nivel (24%). El 15% de los presos pasó por la secundaria, pero no la concluyó. Y siete de cada 100 internos no han pisado nunca una escuela. Las estadísticas sobre situación laboral del interno al momento del ingreso a prisión también son una buena Polaroid: hace tres años, el 41% de los ingresantes eran desocupados, en tanto que el 40% registraba empleo de tiempo parcial; y apenas el 19% era trabajador "de tiempo completo".
Si esa casi nula calificación educativa atenta contra una resocialización futura extramuros, el tráfico y consumo de drogas en encierro ratifica que la prisión es para el reo del siglo XXI la versión refinada, a fuego lento, del suplicio de las antiguas cárceles. Un reo que, en respuesta a esa opinión pública que pide "mano dura" en las cárceles, no se promete ya en la calle como un futuro ciudadano "rehabilitado" sino como un potencial vengador.
Si la cárcel no rehabilita, produce vengadores - La GacetaMaximiliano Maldonado, tiene ocho años. El domingo pasado fue baleado en La Rinconada mientras iba en el taxi de su padre. Se salvó de milagro. Como en el primer caso, los agresores de Maxi muestran un historial de reincidencias múltiples en casos delictivos y en el sistema penal.
Frente a ese cuadro, se impone la pregunta acerca de para qué sirven las cárceles. Según datos oficiales (Servicio Penitenciario Nacional), la reincidencia en la Argentina llegaba en el año 2008 al 32%. Sobre ese punto no hay datos actualizados al 2011. Sin embargo, al margen de cuántos sean los que vuelven a delinquir, las estadísticas muestran que la población carcelaria crece con prisa y sin pausa. En Tucumán, el sistema penitenciario registraba, a mayo de 2011, 1.126 encausados. Hace tres años, los internos en las cárceles tucumanas eran 1070; más del doble que los 445 registrados en 1997. Esa tendencia en alza se repite estadísticamente en todo el país. Y no es "privilegio" argentino. En todo el mundo, la vieja cultura carcelaria represiva foucoultiana de "Vigilar y castigar" hace agua; y los gobiernos ensayan distintas respuestas (ver "Polémica...).
Si las cárceles no rehabilitan, ¿para qué sirven, entonces? En casi todo el mundo, el sector más vocinglero de la opinión pública -que muchas veces incide en las decisiones de los jueces - suele pedir "mano dura" para el reo.
En el universo jurídico, el arco es más variado: de un lado están algunos que defienden la cárcel como espacio de rehabilitación para todo tipo de delito y del otro están los que impulsan mecanismos alternativos a la cárcel (libertad asistida, probation) para los hechos delictivos menos aberrantes. En lo que sí hay acuerdo es en que, más allá de las posiciones normativas, las cárceles -y las tucumanas no parecen ser la excepción- son espacios de hacinamiento en los que el homicida fogueado comparte celda con el ladrón recién iniciado y en los que el procesado alterna con el que ya tiene condena.
Del lado de los voceros de la "mano dura", el abogado Pablo Calvetti opina: "lo que resocializa es el tiempo en la cárcel, si hubiera cárceles que garanticen condiciones de salubridad". Agrega que no acuerda con las normas que les permiten a los condenados salidas extramuros. "No estoy de acuerdo con el garantismo con que el Poder Judicial trata de liberar al delincuente. Lo que hay que hacer es mejorar las condiciones y los vicios que hay en las cárceles; hacinamiento, drogas y alcohol. La solución no es darle el collarcito para que salga", enfatiza. Y remata con su consigna: "Hay que ganar la batalla de la vereda: los delincuentes tienen que estar en la cárcel".
Los penalistas Miguel Nacul y Horacio Guerineau, en cambio, apelan al cumplimiento constitucional de las garantías y derechos del imputado, que en la mayoría de las cárceles actuales, aseguran, no se pueden efectivizar. "Si no cumplimos con el texto constitucional, no estamos garantizando Justicia", afirma Nacul. Coincide con el fiscal Edgardo Sánchez (ver "Urge...) en la necesidad de ir avanzando progresivamente en herramientas alternativas a la reclusión. Nacul recuerda que el penal de Colonia Pinto (Santiago del Estero) ya exhibe un modelo más "humanizado" y menos represivo de sistema penitenciario, con espacios verdes para capacitar a los internos en trabajos productivos. En el terreno educativo hay avances con programas como el de Educación en Contexto de Encierro, entre otros.
Polaroid
De todos modos, el mapa de la población carcelaria de la Argentina muestra que las fallas del sistema trascienden los muros de las prisiones: o en la Argentina hay pocos delitos "de guante blanco", o es cierto que, en general, a las celdas sólo entran los pobres, mientras que "los otros" salen por la puerta de atrás: del total de la población que en el año 2008 poblaba las prisiones argentinas, el 67% de los internos apenas habían cursado la escuela primaria (43%, completo) o parte de ese nivel (24%). El 15% de los presos pasó por la secundaria, pero no la concluyó. Y siete de cada 100 internos no han pisado nunca una escuela. Las estadísticas sobre situación laboral del interno al momento del ingreso a prisión también son una buena Polaroid: hace tres años, el 41% de los ingresantes eran desocupados, en tanto que el 40% registraba empleo de tiempo parcial; y apenas el 19% era trabajador "de tiempo completo".
Si esa casi nula calificación educativa atenta contra una resocialización futura extramuros, el tráfico y consumo de drogas en encierro ratifica que la prisión es para el reo del siglo XXI la versión refinada, a fuego lento, del suplicio de las antiguas cárceles. Un reo que, en respuesta a esa opinión pública que pide "mano dura" en las cárceles, no se promete ya en la calle como un futuro ciudadano "rehabilitado" sino como un potencial vengador.
DEBATE | ¿PARA QUÉ SIRVE LA CÁRCEL?
Urge modificar el Sistema de Justicia Penal vigente
Proponer un análisis exhaustivo de la cuestión carcelaria en la Argentina excede ampliamente las posibilidades de esta opinión. Sí es posible, en cambio, señalar ciertos puntos de vista necesarios para abordar algunos de los muy diversos aspectos del tema, en especial con relación a la reincidencia criminal y al rol de los institutos penitenciarios (cárceles) en el sistema argentino. En el libro colectivo "Voces del encierro", Alcira Daroqui señala que la historia de la cárcel es la historia de su propia justificación, a la que califica como imposible. Con "ella" surgieron también una serie de eufemismos: al castigo se lo llamó pena, al encierro, privación de libertad y al sometimiento de los encarcelados, reforma del hombre para su reinserción social; a la cárcel, unidad penitenciaria y al preso, interno. Todos confluyen en que la cárcel no ha cumplido nunca con sus funciones manifiestas, que no rehabilita, ni reeduca, ni resocializa, pero aún más, que produce verdaderas carreras delincuenciales y es un factor importante a la hora de considerar los altos índices de reincidencia criminal. En ese contexto, el sistema penitenciario en general, a nivel mundial, transita una situación crítica derivada principalmente de la sobrepoblación y de otros inconvenientes relativos a la provisión y administración carcelaria que agravan el "problema cárceles".
En particular, la demanda ciudadana por el encarcelamiento de los criminales y la reafirmación de la expresión "entran por una puerta y salen por la otra" son claros indicadores de un reclamo social de eficacia a los dispositivos diseñados para "contener" al delincuente y, al mismo tiempo, el descreimiento en el sistema actual. A su vez, los poderes Judicial y Legislativo enfrentan la disyuntiva de aplicar penas de mayor severidad, o implementar sistemas que permitan descomprimir el hacinamiento carcelario, o al menos no incrementarlo (conmutación de pena, dos por uno, libertad vigilada, etc.), en momentos en que la cantidad de hechos delictivos aumenta progresivamente. Frente a ello, los internos, demandan permanentemente el mejoramiento de las condiciones de vida, originando protestas y motines. En este sentido, es difícil viabilizar la readaptación social.
Una perspectiva posible y necesaria, que significaría una solución genuina a la problemática, transita por la consideración previa del Sistema de Justicia Penal vigente.
El sistema acusatorio que rige en Tucumán fue un significativo avance frente al sistema inquisitorio que rigió en la provincia hace poco más de 20 años atrás. Pese a ese avance, el sistema procesal penal y de organización judicial se estructura hoy en torno a la concepción del delito como infracción a la norma penal. Como "infracción" debe ser perseguida de oficio; así, toda denuncia debe investigarse y eventualmente condenarse, dando pie a la intervención del sistema carcelario. La víctima no forma parte de este "circuito" donde la solución no soluciona, sino que agrava el problema, pues alimenta un nuevo factor de criminalidad denominado reincidencia. La reforma procesal penal y de organización judicial impone un cambio de paradigma en la concepción del delito, abandonando la idea de infracción por la de "conflicto". Ello supone la posibilidad de resolver el conflicto por diferentes medios (la reparación, la conciliación, la mediación, etc.), dejando como solución última la aplicación de una sanción penal (condena) y eventualmente el encierro del delincuente.
En este sistema, denominado "adversarial" o de segunda generación, la víctima recupera su lugar central, y puede obtener una solución real a su conflicto con el victimario. La sanción penal y encarcelamiento vienen a cumplir, entonces, su verdadero lugar de última ratio en el Derecho. Sólo se aplica condena y cárcel cuando no es posible otra solución. Ello tiene enorme incidencia en los llamados índices de criminalidad y reincidencia criminal, pues "readapta" y "resocializa" legítimamente a los victimarios y evita la retroalimentación del sistema penal.
En la experiencia de Chubut, por ejemplo, previo a la reforma procesal penal, la población de procesados con prisión preventiva era el 80% del total de población carcelario, frente a un 20% de condenados. A diez años de su reforma, el número de personas en encierro preventivo alcance apenas el 20% del total, con altos índices de soluciones alternativas del conflicto penal.
http://www.lagaceta.com.ar/nota/464802/Policiales/Urge-modificar-Sistema-Justicia-Penal-vigente.html
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En particular, la demanda ciudadana por el encarcelamiento de los criminales y la reafirmación de la expresión "entran por una puerta y salen por la otra" son claros indicadores de un reclamo social de eficacia a los dispositivos diseñados para "contener" al delincuente y, al mismo tiempo, el descreimiento en el sistema actual. A su vez, los poderes Judicial y Legislativo enfrentan la disyuntiva de aplicar penas de mayor severidad, o implementar sistemas que permitan descomprimir el hacinamiento carcelario, o al menos no incrementarlo (conmutación de pena, dos por uno, libertad vigilada, etc.), en momentos en que la cantidad de hechos delictivos aumenta progresivamente. Frente a ello, los internos, demandan permanentemente el mejoramiento de las condiciones de vida, originando protestas y motines. En este sentido, es difícil viabilizar la readaptación social.
Una perspectiva posible y necesaria, que significaría una solución genuina a la problemática, transita por la consideración previa del Sistema de Justicia Penal vigente.
El sistema acusatorio que rige en Tucumán fue un significativo avance frente al sistema inquisitorio que rigió en la provincia hace poco más de 20 años atrás. Pese a ese avance, el sistema procesal penal y de organización judicial se estructura hoy en torno a la concepción del delito como infracción a la norma penal. Como "infracción" debe ser perseguida de oficio; así, toda denuncia debe investigarse y eventualmente condenarse, dando pie a la intervención del sistema carcelario. La víctima no forma parte de este "circuito" donde la solución no soluciona, sino que agrava el problema, pues alimenta un nuevo factor de criminalidad denominado reincidencia. La reforma procesal penal y de organización judicial impone un cambio de paradigma en la concepción del delito, abandonando la idea de infracción por la de "conflicto". Ello supone la posibilidad de resolver el conflicto por diferentes medios (la reparación, la conciliación, la mediación, etc.), dejando como solución última la aplicación de una sanción penal (condena) y eventualmente el encierro del delincuente.
En este sistema, denominado "adversarial" o de segunda generación, la víctima recupera su lugar central, y puede obtener una solución real a su conflicto con el victimario. La sanción penal y encarcelamiento vienen a cumplir, entonces, su verdadero lugar de última ratio en el Derecho. Sólo se aplica condena y cárcel cuando no es posible otra solución. Ello tiene enorme incidencia en los llamados índices de criminalidad y reincidencia criminal, pues "readapta" y "resocializa" legítimamente a los victimarios y evita la retroalimentación del sistema penal.
En la experiencia de Chubut, por ejemplo, previo a la reforma procesal penal, la población de procesados con prisión preventiva era el 80% del total de población carcelario, frente a un 20% de condenados. A diez años de su reforma, el número de personas en encierro preventivo alcance apenas el 20% del total, con altos índices de soluciones alternativas del conflicto penal.
http://www.lagaceta.com.ar/nota/464802/Policiales/Urge-modificar-Sistema-Justicia-Penal-vigente.html
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Debate acerca de las actividades culturales en prisión
Domingo 13 de Noviembre de 2011 | Punto de vista II. Fernando Korstanje - Docente UNT - Integrante del Observatorio de DH "Oirse"
¿Para qué sirve la cárcel ? Es fácil responder desde el punto de vista práctico: Para amputar a una persona tiempo de vida en sociedad, proporcionando una fracción de muerte a los reclusos. Esta operación legal sobre el tiempo de la vida de una persona no proporciona reparación alguna a las víctimas ni a la sociedad, y no parece ofrecer respuestas reales a los delitos; ni mejorar las perspectivas del individuo de adaptarse a la vida "normal". Por el contrario: es generadora de problemas de difícil solución.
Dos miradas
Cualquier actividad cultural siempre es bienvenida por los detenidos, qué duda cabe. "Me despeja la mente" dicen, con razón, los jóvenes que pasan encerrados 23 horas al día en la Unidad 5 de Villa Urquiza.
Pero hay distintas expresiones culturales. No sirve de nada lo efímero de "llevarles" un espectáculo cada tanto. Mucho menos los tradicionales talleres de cotillón, inservibles para el mercado laboral extramuros. No hay mucho más para contar. La educación formal, diga lo que diga la ley de educación, está ausente en términos reales. El coro de Villa Urquiza es lo más serio que hay. Sin embargo, esta actividad controlada por el servicio penitenciario, plantea dudas ¿Se usa para disimular la realidad de la cárcel? ¿genera una imagen de bienestar de los presos que no es real? ¿muestra u oculta?. Hay otra experiencia, liberadora, autogestionada por los internos, donde pueden, con libertad, denunciar a la cárcel y comunicar su situación a la sociedad. El grupo de Teatro Gente Común, dirigido por Mariano Quiroga, que protagonizó en 2010 el exitoso estreno de La Casa de Bernarda Alba en el teatro Alberdi hoy ensaya "fuera", en el MUNT. La respuesta del servicio penitenciario es, en este caso, obstaculizar la participación de las actrices.
Hay que pensar en la seguridad de la población. Y para ello hay que educar para la vida en libertad (esa es la misión de la cárcel). Habilitar el contacto con el afuera, permitir las comunicaciones, el ajedrez, Internet, las frutas, la organización democrática, el teatro, la radio, el dinero, la vida sexual, los afectos, el trato humano, el amor.
Los presos de hoy son los desaparecidos de los 70. La frase no exagera la relación del Estado, la sociedad y el periodismo con las personas privadas de la libertad, y con sus familias, que son culpadas de no haber sabido educar a sus hijos. Pocos levantan la voz en defensa de los presos. Son invisibles. Sus reclamos se ahogan tras los muros mientras la sociedad mira para otro lado. Algo habrán hecho. Que se pudran en la cárcel.
A favor
PRIVATIZAR LAS CARCELESEntre las alternativas en el mundo para adecuar el sistema carcelario a las necesidades actuales, en EEUU está en marcha la privatización del sistema carcelario: una empresa privada construye o remodela la prisión, y luego puede gestionar su administración. Sus defensores aseguran que se combinan calidad de construcción, eficiencia y calidad de administración y merma del costo preso-día. En el condado de Polk, Florida, el sheriff Grady Judd decidió que los internos paguen su ropa interior. ("Esto no es el Hilton, no es un programa de ayuda humanitaria", afirmó Judd, según un cable de DPA, Esa medida y otras similares en EEUU han generado el rechazo de la Unión de Libertades Civiles Americana (ACLU) .
En contra
PRIVATIZAR LAS CÁRCELESLos opositores a la privatización de las cárceles opinan que es una nueva industria que como tal debe resultar rentable y en consecuencia se abandonará la prevención del delito para que existan cada vez más presos, con seguridad inadecuada y excesos de represión y violencia en general por parte de los responsables.
El director del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (Ilanud), Elías Carranza, advirtió: "sería un grave error tratar de resolver la situación de horror que se vive en los centros carcelarios de Latinoamérica privatizándolas, ya que resulta un negocio que agrava el problema penitenciario".
http://www.lagaceta.com.ar/nota/464803/Policiales/Debate-acerca-actividades-culturales-prision-.html
el dispreciau dice: la justicia está invertida y actúa con "injusticia" frente a las demandas ciudadanas, una sociedad que está tras las rejas que ya no protegen porque el estado ausente actúa de forma irregular favoreciendo las corrupciones a escala de sus funcionarios... en el medio de ello, funcionarios de calidad y con capacidad de gestión se ven atados de pies y manos por mecanismos no siempre claros, no siempre explícitos, no siempre fundados a pesar de las ciencias del derecho. En esta paradoja social que transitamos, el poder de las cárceles es muy superior al del ciudadano mortal... sometido a todo tipo de atropellos ejercidos por sus mismos respresentantes que dan forma a un estado ausente y deformado hasta el hartazgo, siempre listo para depredar y arrasar las razones ciudadanas a cualquier precio (véase el desastre del derrumbe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el lavado de manos de sus funcionarios políticos, siempre dispuestos a justificar lo injustificable), esclavizados y sometidos a secuestros y extorsiones de toda índole desde el propio estado ausente. Las cárceles de hoy (quizás las anteriores tampoco) no sirven más que para alimentar el sistema de corrupción instalado y favorecido desde la década infame (1990-1999) a manos de políticos de escasos escrúpulos devenidos en dioses oportunistas de conveniencias, apropiadores de esfuerzos y voluntades ajenas, los que aún se regocijan con sus logros (que paga la sociedad en su totalidad). La justicia no es tal y la padece la sociedad en su totalidad... por ende las cárceles no sirven a la finalidad que se les pretende dar y sólo ayudan a deformar aún más a las víctimas que están detrás de sus rejas, víctimas que lo terminan de sus propias miserias así como las del sistema carcelario como tal y del judicial en particular ya que al no poder recuperarse, lo que sigue es una pesadilla peor a la anterior y así sucesivamente. Mucho ayuda la televisión en esta deformación concertada, donde la gente del hampa, aparece como ovejas descarriadas que no guardan culpa alguna y hasta se enorgullecen de ser delincuentes, asesinos, violadores, vejadores, asaltantes y traficantes, a cambio de la protección que reciben del mismo modelo perverso que contiene a una sociedad sumida en la desesperanza. Mientras los derechos humanos no sean expresados equitativamente, seguirán el desmadre social que nos tiene arrinconados a todos contra el abismo... quien está en la cárcel debe cumplir con su condena ajustadamente y no verse favorecido por vericuetos de las conveniencias de las leyes... detrás, si la justicia no protege a la sociedad que la sostiene, simplemente no es justicia... y cuando no hay justicia, la sociedad se ubica en estado de zozobra. Noviembre 13, 2011.-
Dos miradas
Cualquier actividad cultural siempre es bienvenida por los detenidos, qué duda cabe. "Me despeja la mente" dicen, con razón, los jóvenes que pasan encerrados 23 horas al día en la Unidad 5 de Villa Urquiza.
Pero hay distintas expresiones culturales. No sirve de nada lo efímero de "llevarles" un espectáculo cada tanto. Mucho menos los tradicionales talleres de cotillón, inservibles para el mercado laboral extramuros. No hay mucho más para contar. La educación formal, diga lo que diga la ley de educación, está ausente en términos reales. El coro de Villa Urquiza es lo más serio que hay. Sin embargo, esta actividad controlada por el servicio penitenciario, plantea dudas ¿Se usa para disimular la realidad de la cárcel? ¿genera una imagen de bienestar de los presos que no es real? ¿muestra u oculta?. Hay otra experiencia, liberadora, autogestionada por los internos, donde pueden, con libertad, denunciar a la cárcel y comunicar su situación a la sociedad. El grupo de Teatro Gente Común, dirigido por Mariano Quiroga, que protagonizó en 2010 el exitoso estreno de La Casa de Bernarda Alba en el teatro Alberdi hoy ensaya "fuera", en el MUNT. La respuesta del servicio penitenciario es, en este caso, obstaculizar la participación de las actrices.
Hay que pensar en la seguridad de la población. Y para ello hay que educar para la vida en libertad (esa es la misión de la cárcel). Habilitar el contacto con el afuera, permitir las comunicaciones, el ajedrez, Internet, las frutas, la organización democrática, el teatro, la radio, el dinero, la vida sexual, los afectos, el trato humano, el amor.
Los presos de hoy son los desaparecidos de los 70. La frase no exagera la relación del Estado, la sociedad y el periodismo con las personas privadas de la libertad, y con sus familias, que son culpadas de no haber sabido educar a sus hijos. Pocos levantan la voz en defensa de los presos. Son invisibles. Sus reclamos se ahogan tras los muros mientras la sociedad mira para otro lado. Algo habrán hecho. Que se pudran en la cárcel.
A favor
PRIVATIZAR LAS CARCELESEntre las alternativas en el mundo para adecuar el sistema carcelario a las necesidades actuales, en EEUU está en marcha la privatización del sistema carcelario: una empresa privada construye o remodela la prisión, y luego puede gestionar su administración. Sus defensores aseguran que se combinan calidad de construcción, eficiencia y calidad de administración y merma del costo preso-día. En el condado de Polk, Florida, el sheriff Grady Judd decidió que los internos paguen su ropa interior. ("Esto no es el Hilton, no es un programa de ayuda humanitaria", afirmó Judd, según un cable de DPA, Esa medida y otras similares en EEUU han generado el rechazo de la Unión de Libertades Civiles Americana (ACLU) .
En contra
PRIVATIZAR LAS CÁRCELESLos opositores a la privatización de las cárceles opinan que es una nueva industria que como tal debe resultar rentable y en consecuencia se abandonará la prevención del delito para que existan cada vez más presos, con seguridad inadecuada y excesos de represión y violencia en general por parte de los responsables.
El director del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (Ilanud), Elías Carranza, advirtió: "sería un grave error tratar de resolver la situación de horror que se vive en los centros carcelarios de Latinoamérica privatizándolas, ya que resulta un negocio que agrava el problema penitenciario".
http://www.lagaceta.com.ar/nota/464803/Policiales/Debate-acerca-actividades-culturales-prision-.html
el dispreciau dice: la justicia está invertida y actúa con "injusticia" frente a las demandas ciudadanas, una sociedad que está tras las rejas que ya no protegen porque el estado ausente actúa de forma irregular favoreciendo las corrupciones a escala de sus funcionarios... en el medio de ello, funcionarios de calidad y con capacidad de gestión se ven atados de pies y manos por mecanismos no siempre claros, no siempre explícitos, no siempre fundados a pesar de las ciencias del derecho. En esta paradoja social que transitamos, el poder de las cárceles es muy superior al del ciudadano mortal... sometido a todo tipo de atropellos ejercidos por sus mismos respresentantes que dan forma a un estado ausente y deformado hasta el hartazgo, siempre listo para depredar y arrasar las razones ciudadanas a cualquier precio (véase el desastre del derrumbe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el lavado de manos de sus funcionarios políticos, siempre dispuestos a justificar lo injustificable), esclavizados y sometidos a secuestros y extorsiones de toda índole desde el propio estado ausente. Las cárceles de hoy (quizás las anteriores tampoco) no sirven más que para alimentar el sistema de corrupción instalado y favorecido desde la década infame (1990-1999) a manos de políticos de escasos escrúpulos devenidos en dioses oportunistas de conveniencias, apropiadores de esfuerzos y voluntades ajenas, los que aún se regocijan con sus logros (que paga la sociedad en su totalidad). La justicia no es tal y la padece la sociedad en su totalidad... por ende las cárceles no sirven a la finalidad que se les pretende dar y sólo ayudan a deformar aún más a las víctimas que están detrás de sus rejas, víctimas que lo terminan de sus propias miserias así como las del sistema carcelario como tal y del judicial en particular ya que al no poder recuperarse, lo que sigue es una pesadilla peor a la anterior y así sucesivamente. Mucho ayuda la televisión en esta deformación concertada, donde la gente del hampa, aparece como ovejas descarriadas que no guardan culpa alguna y hasta se enorgullecen de ser delincuentes, asesinos, violadores, vejadores, asaltantes y traficantes, a cambio de la protección que reciben del mismo modelo perverso que contiene a una sociedad sumida en la desesperanza. Mientras los derechos humanos no sean expresados equitativamente, seguirán el desmadre social que nos tiene arrinconados a todos contra el abismo... quien está en la cárcel debe cumplir con su condena ajustadamente y no verse favorecido por vericuetos de las conveniencias de las leyes... detrás, si la justicia no protege a la sociedad que la sostiene, simplemente no es justicia... y cuando no hay justicia, la sociedad se ubica en estado de zozobra. Noviembre 13, 2011.-
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