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Cuando el poder es ciego
Santiago Kovadloff
Para LA NACION
Viernes 29 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Otro espectáculo bochornoso. Tras perder abrumadoramente las elecciones en Santa Fe, el kirchnerismo , que contó en los días más álgidos de la campaña nada menos que con la presencia en la provincia de la presidenta de la Nación, niega ahora que esa derrota lo haya afectado.
¿Por qué procede así? ¿Para quién? ¿Qué significa ese desprecio de las lecciones de la realidad que él mismo contribuye a crear? ¿Qué es esa marginación brutal a la que se condena al candidato propio y derrotado y que todo lo dio por su causa? ¿Fue él acaso el único responsable o, mejor, el responsable principal de la derrota? ¿No es un signo de fortaleza e integridad admitir lealmente lo ocurrido aunque no sea favorable?
¿Fue Barack Obama un pusilánime y no un hombre de temple cuando reconoció, meses atrás, que los republicanos le habían dado una paliza en la disputa por el control legislativo? ¿Y qué concepto de la democracia es el que palpita por debajo de este procedimiento del oficialismo autóctono?
Realizaciones no menos significativas e incluso más relevantes que algunas del gobierno nacional pueden ser exhibidas por varias administraciones provinciales de orientación no oficialista, entre ellas las de Santa Fe y San Luis . ¿Cómo es posible que el Frente para la Victoria no advierta que, subestimándolas, no sólo reniega de la verdad, sino que, con ello, se echa encima la antipatía de mucha gente lastimada por su soberbia y su hipocresía y que bien podría apoyarlo si procediera de un modo sensato? ¿Tanto le cuesta al oficialismo advertir que esa forma burda y despreciativa de actuar sólo sirve para echar luz, cada vez más luz, sobre su escasa sustancia democrática, su falta de sentido común para ganar auténticos adeptos y su inocultable repugnancia hacia el federalismo?
Los costos electorales pagados por el Gobierno en lo que va del año son cada vez más altos. Todos ellos, fruto de su desatino, de contradicciones que él mismo acentúa, de sus actos de corrupción, de encubrimientos que lindan con la estupidez cuando no con el cinismo y de las desmesuras grotescas de una conducción política que, siguiendo la enseñanza patética del avestruz, se muestra empeñada en probar que no sucede lo que pasa.
Lo ha dicho Julio Bárbaro, peronista cabal, tras la derrota oficialista del 10 del actual en la ciudad de Buenos Aires. 'Estamos sufriendo [los peronistas] las consecuencias de una política sectaria y excluyente, de una soberbia exagerada por parte de quienes pueden haber tenido aciertos. Eso igualmente no le da derecho [al Gobierno] a despreciar y degradar a sus adversarios. Degradar al vencedor implica degradarse a uno mismo. Hay que preguntarse qué vientos liberamos para el que el voto nos abandone.'
Era de prever que, una vez más, la mugre impregnara la campaña electoral porteña. No se entiende, sin embargo, qué ventaja concreta tendría Mauricio Macri convirtiéndose en el promotor de este nuevo ventarrón de inmundicia desatado sobre la ciudad, cuando las encuestas serias ya lo daban como holgado ganador. Y no hablamos ya de integridad moral. Hablamos, descarnadamente, de cuestiones utilitarias. Es plausible pensar, en cambio, que quienes se valen de ese sórdido método de concebir y practicar la política buscaban perjudicar al anunciado vencedor y no al vencido. No hay duda de que Daniel Filmus ha sido atacado explícitamente y que ese ataque merece el repudio de todos nosotros. Pero, implícitamente, la bala de plata parece haber sido dirigida a la cabeza de Macri.
El resultado de las elecciones provinciales en Santa Fe acercó todavía más al oficialismo a ese espejo donde no se quiere mirar, un espejo que le dice que no es lo que piensa. Nadie ha contribuido tanto como él mismo a desbaratar lo que más le conviene.
Nada es gratis en política. Como lo ha señalado Alfredo Leuco, el hartazgo social crece día a día. Abundan los delitos que rozan al Gobierno, estallan los hechos de corrupción que comprometen a sus funcionarios y allegados, pero nada vulnera el silencio en que el Poder se empecina, persuadido de que callando escapa a los efectos de lo que sucede.
No querer o no saber advertir hasta qué punto se contribuye a sembrar la propia desgracia es un rasgo de los personajes trágicos que los griegos antiguos retrataron para siempre. Lo que el oficialismo se empeña en no admitir incide profundamente en el ánimo social. En ese electorado que a la hora señalada le recuerda al Gobierno lo que él pretende olvidar. Es inútil escapar hacia adelante. Durar en el poder no es lo mismo que contar con sólida representatividad. Ya se sabe qué les pasa a los que escupen para arriba.
Es inverosímil catalogar como fascistas -cosa en la que se deleitan tantas voces progubernamentales- a quienes no clausuran quioscos para impedir la difusión de periódicos oficialistas o a quienes no persiguen a botellazos a dirigentes políticos del kirchnerismo. Como también es inverosímil caratular como fascistas a quienes no definen como canallas a los gobernantes del Frente para la Victoria. ¿Cómo llamar entonces a los aficionados a estas prácticas? ¿Bastará decir de ellos que son funcionarios del Gobierno, miembros de La Cámpora y militantes de la juventud sindical?
Una de las evidencias de veras inquietantes y difíciles de digerir que le imponen al Gobierno el triunfo socialista en Santa Fe, el de Pro en la Capital y el excelente posicionamiento de Del Sel en su provincia es que los jóvenes que no están de su parte distan de ser pocos o indiferentes a la política. Y, más todavía, que no necesariamente es el oficialismo el que está en mejores condiciones para esgrimir los argumentos atractivos, hondos y modernos a la vez que aspiran a conquistar al electorado juvenil. Acaso la vieja política -esa que el Gobierno dice combatir- lo tenga, a los ojos de incontables jóvenes, por uno de sus representantes más conspicuos.
Como bien ha dicho el ex presidente Ricardo Lagos, muchos son todavía (aunque no tantos ya como ellos mismos suponen) los que siguen aferrados con uñas y dientes a las 'utopías regresivas de los 70', sin querer ver que 'las nuevas generaciones y aun las anteriores votan por programas de futuro y no por pleitos del pasado'.
Al socialismo no lo premió primordialmente el temor generalizado a la inseguridad, la disconformidad agraria ni el rechazo a la altanería del frente kirchnerista. Lo premió, sobre todo, el reconocimiento a una gestión eficiente en el orden local. El voto disconforme con el Gobierno se volcó francamente hacia Del Sel. Disconforme y, además, persuadido de que hay con qué enfrentar al oficialismo en las elecciones del 23 de octubre. Una convicción que los santafecinos comparten con los porteños en una de esas coincidencias que la historia del país no ha premiado nunca con la abundancia de ejemplos, pero que, al parecer, hoy se ha vuelto imperiosa.
© La Nacion
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el dispreciau dice: el país (Argentina) está envuelto en incertidumbres y los focos de poder están tinelizados hasta el hartazgo. El mediatismo ha reemplazado la reflexión, el sentido de oportunidad y más aún, el sentido común que debería priorizar la consciencia del estado, una vez más "ausente". Las peleas partidarias las padece el país entero, tanto como esos extraños comentarios transformados en cartas que van y vienen golpeando a los unos y a los otros. Más allá de las opiniones, más allá de las versiones, más allá de las manipulaciones, el país se crispó allá cuando se buscó elevar las retenciones agrarias, y lamentablemente la razón nunca regresó a ninguno de sus estamentos, unos acudiendo a respuestas esperables, y otros empecinados en alcanzar objetivos raros. El que se perjudicó fue el país, ya que los negocios agrarios regresaron a sus espacios, mejores o peores, y finalmente el diálogo nunca alcanzó las mesas con certidumbre de partes, por el contrario la mediación se quebró o fue intencionalmente fracturada a efectos de que no se alcanzara acuerdo alguno. Desde entonces la sociedad está quebrada en su incertidumbre, apreciando a una clase política francamente impresentable, que sonríe y discursea, pero que no guarda un sentido de construcción de país, como tampoco le importa su sociedad. Ello está a la vista en las diarias y rutinarias exposiciones donde las culpas se reparten a troche y moche, describiendo auto-defensas que agregan más culpas a sus "exponedores". Una vez más allá de cualquier razón, el país mira atónito cómo los grupos políticos intentan copar espacios a efectos de imponer sus propios modelos de corrupción o de incapacidades en la gestión... y lo esperable es que la gente, las gentes, elija como siempre por el mal que entiende como menor, haciéndole un flaco favor a la democracia que se pretende. La imagen que por estas horas dan muchos de los actores políticos es penosa, fantasmal, plena de "decires vacíos" y argumentos falaces. Argentina ha transitado cuatro años en un estado de "extrañeza" donde los discursos oficiales dicen una cosa, y donde la realidad enseña ángulos opuestos por el vértice... sí está claro que los subsidios a la pobreza no han hecho otra cosa que acrecentarla, al tiempo que la gente que pierde puestos de trabajo es cada vez más. Alcanza con andar el país que no miramos, para apreciar cuán grave está el paisaje social... El drama de las Madres de Plaza de Mayo ha aportado confusión y despertado "odios" en algunos sectores de la sociedad que se siente víctima de las circunstancias manipuladas, una victimización que una vez más no es atendida por el estado ausente y los funcionarios obsecuentes, temerosos de ser señalados por el temible dedo del poder supremo. Contrariamente a lo que se expresa, ni Filmus en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ni Agustín Rossi en Santa Fe, han cursado malas elecciones... las mismas han sido consecuentes con la imagen que las personas se han formado de un proyecto de país que, bien enfocado en sus comienzos, terminó desvirtuándose hasta licuarse y alcanzar el actual estatus donde cualquier cosa que se diga no es creible. No obstante ello, nadie puede negar las condiciones políticas y personales de ambos actores (Filmus y Rossi), quienes pueden andar con sus frentes altas por la calle, sin que nadie los pueda culpar ni por lo que son, ni por lo que representan, ni por sus respectivas historias. Las manipulaciones mediáticas contra ellos, aparecen como lamentables e inmerecidas... Luego, el resultado de Santa Fe, tanto el que favorece a la Dra. Mónica Fein en Rosario, como al gobernador electo Bonfatti, hacen justicia a lo que se viene haciendo en la provincia desde hace muchos años, con aciertos y con errores, lo cual tampoco desmerece la performance de otros actores políticos como Reutemann u Obeid, más allá de las ideas todos han agregado valor. No obstante ello, ciertos funcionarios descalifican a la consciencia pública... pero no aceptan responsabilidades y declaran inocentes ante la historia. El país demanda democracia cierta, de una vez por todas. Una democracia que no está en las manos ni en las ideas del macrismo, del duhaldismo, del radicalismo, coalicionismo, aliancismo, etc. Cualquiera de ellos promete un más de lo mismo que está a la vista de quiénes lo quieran ver, y eso no le hace bien al país, ni tampoco a sus pobres y olvidados que son cada vez más. No veo que la Sra. Presidente tenga ganas de "alma" para seguir en esta lucha de los vaivenes del poder, se la aprecia cansada, agotada de tanta estupidez humana... es una persona con demasiadas luces como para no darse cuenta. Lo que sigue es un escenario extraño, o nos involucramos todos para resolverlo, o males mayores nos abordarán al modo de un tsunami... Argentina no necesita el regreso de los fantasmas, ni tampoco el temido más de lo mismo sin un proyecto de país cierto, donde los ciudadanos sean atendidos en la medida de lo que somos. De no ser así, los dispreciaus seremos cada vez más y más... la mayoría de los políticos que se ven por estas horas no tienen NADA para ofrecerle al país, NADA BUENO, NADA OPORTUNO, NADA JUSTO, NADA QUE EXCEDA EL ÁMBITO DE LAS PALABRAS VACÍAS. Julio 29, 2011.-
viernes, 29 de julio de 2011
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