EDITORIAL
Sarmiento merece que se ahonde en su obra
Domingo 20 de Febrero de 2011 |
Hace una semana, en esta columna, destacamos la necesidad de evocar debidamente el bicentenario de Domingo Faustino Sarmiento. Parece adecuado insistir en el asunto, habida cuenta del extraño silencio oficial que rodeó la fecha aniversaria, el 15 de febrero.
Sarmiento tiene un pequeño monumento en nuestra ciudad: su busto en bronce de Luis Perlotti, emplazado en los jardines de altos yuyos que forman el costado norte del Colegio Nacional. Es, sin duda, escaso tributo para una figura de esa trascendencia en la historia nacional, y cuya vinculación y afecto por nuestra provincia eran notorios: en su visita de 1886, al despedirse, declaró que instituía "legatario universal de mi memoria" al pueblo de Tucumán.
Pero, de cualquier modo, ante ese busto es que se realizan tradicionalmente entre nosotros los homenajes sarmientinos.El día 15, allí no tuvo lugar ninguno. Si bien los actos protocolares no poseen importancia esencial a la hora de rescatar la vida de un prócer, también es verdad que son simbólicos de la gratitud popular.
Así, su ausencia envía a la comunidad un mensaje negativo, que de ninguna manera puede admitirse respecto a quien, entre aciertos geniales y no pocos errores, fue pieza fundamental en la lucha contra la tiranía y en el diseño de la Argentina moderna, a través de su impetuosa labor.
Es preferible entonces disculpar la omisión, aduciendo que el mes de febrero es prácticamente una prolongación -espiritual- de las vacaciones. Y que el hecho de no haberse iniciado todavía el período lectivo, ha impedido a la estructura escolar -la más justificadamente fiel a la memoria del gran educador- tributarle el homenaje correspondiente.
En realidad, como lo apuntábamos en nuestro anterior comentario, todo este año 2011 debe dedicarse a profundizar en la figura del formidable sanjuanino; y fijarse el 11 de septiembre, Día del Maestro y aniversario de su muerte, para los actos más importantes de la conmemoración.
El propósito debe consistir en instalar auténticamente a Domingo Faustino Sarmiento en la conciencia de la comunidad. No por cierto para la admiración ciega -que no corresponde respecto a los seres humanos y que iría a contrapelo con esta época donde todo se revisa- sino para un examen a fondo de su acción y de su obra. Examen que sin duda arrojará un saldo más que favorable, porque resulta difícil no reconocer lo visionario de sus iniciativas y de sus logros, y el enorme beneficio que la gran mayoría de ellos dejó para el país.
Por lo demás, que se lo discuta y que se lo critique estará muy a tono con la personalidad del autor del "Facundo". Es sabido que la nota clave de su temperamento fue no esquivar jamás la polémica y, por el contrario, arrojarse siempre a defender sus ideas a todo trance y con la máxima energía.
La tarea de rescatar a Sarmiento para los argentinos de hoy, no puede considerarse difícil. Las fuentes están en sus innumerables escritos -suman 53 tomos sus "Obras completas"- a los que debe añadirse el deleite que representa la lectura de libros como "Recuerdos de provincia", testimonios del estupendo y personalísimo escritor que fue. No ha envejecido, fuera de toda discusión, la literatura del "rudo colorista de las llanuras patrias".
El alma de un país, la identidad nacional, se cimentan forzosamente en la memoria de sus grandes constructores: en la suma de sus éxitos y de sus equivocaciones.
Domingo Faustino Sarmiento fue uno de aquellos constructores. A los dos siglos de su nacimiento, hay que traerlo hacia nosotros.
La Gaceta - Sarmiento merece que se ahonde en su obra
el dispreciau dice: no creo en los próceres, sí creo en las capacidades de las personas, en lo que son, en los dones que traducen en talentos, en sus capacidades para interpretar las gracias y convertirlas en valor agregado para la vida... no creo en los discursos, difícilmente se traducen en realidades para las personas, permaneciendo como expresiones muertas de personas sin sentimientos, oportunistas ante otras voluntades y otros esfuerzos, apropiadores de destinos ajenos por manifiesta incapacidad para hacer algo por el otro, por el prójimo. Tampoco creo en los manifiestos que nunca se cumplen y son algo semejante a zanahorias que jamás serán alcanzadas, pero sí servirán a fines dilatarios de conveniencias pobres e intereses mezquinos. Sarmiento ha sido un ícono de la historia argentina, ya que hay un antes de él y un después del él, lo cual lo ubica en la calidad y condición de "paradigma. Pero los actuales desconocen a los "distintos" por abierta inconveniencia ideológica, lo cual levanta a aquellos y desmerece a los actuales... no se respetan ideas ni tampoco obras, no respetan legados ni tampoco aportes ya que todo se conduce a partir del imperio de las conveniencias... puede haber disidencias, pero esas forman parte de las convicciones y de aquello que se muestra como calidad y condición distintiva ante la vida. Nadie hoy aportaría una obra de la índole y la jerarquía sarmientinas, sencillamente porque hay mezquindad de almas y pobreza de espíritus y todo esto se traduce en miserias humanas con formas de poder político y falsas democracias. Desde la caída de Hipólito Yrigoyen, nuestra ARGENTINA viene en caída libre, larga, demasiado larga para aceptar que la sociedad no es partícipe y responsablemente solidaria de atrocidades civiles, ecleciásticas y uniformadas... Argentina demuestra cada día que sus políticos no aprenden lección alguna, al tiempo que su sociedad tampoco lo hace, repitiendo errores de cuestiones elementales que hacen al sentido común ausente. Justamente de ausencias está nutrida hoy la nación Argentina, de allí que Sarmiento no quepa en las neuronas de las actuales generaciones que desconocen el sentido de los esfuerzos y la aplicación de las voluntades. Acumulamos años de mentiras. Acumulamos tres generaciones que desconocen el sentido del esfuerzo y del trabajo. Acumulamos al menos dos generaciones que malinterpretan el sentido del estudio, la lectura y la dedicación. Los puentes sociales están rotos adrede... el divide y reinarás ya no tiene cabida en este mundo. Cuando se divide se arrasa al grupo y destruye la convicción, cultivando obsecuencias y traiciones, anti-cualidades de las cuales estamos desbordantes. Sarmiento y sus contradicciones no caben en este momento de la historia argentina, como tampoco lo hacen Moreno, Belgrano, San Martín o cualquiera que haya dejado huella auténtica a su paso por estas tierras de pampas húmedas. De allí la importancia que adquieren los anónimos, eternos desconocidos mortales que contribuyen con su granito de arena a sostener viva la llama de una argentina comunitaria que supo tener otro perfil. Transitamos tiempos paradójicos e incoherentes donde los referentes fundacionales son marmolizados para evitar la consideración de sus paradigmas, de aquello que supo ser un aporte genuino. En un país mediatizado sólo cabe aquello que no guarda importancia alguna. El objetivo social no es la educación ni tampoco el trabajo, y así como se desprecia a la formación se hace lo propio con la cultura del esfuerzo, ya que ello habilita a la obsecuencia consentida y la dignidad cambiada por centavos... No es casual esta tergiversación de los valores, antes bien es causal de segundas intenciones y peores desprecios que se exhiben como ejemplos de vanidades y soberbias, necias soberbias... Ningún hombre de la historia argentina iluminada tiene lugar por estas horas... esos mismos destructores de los tiempos actuales demandan pulverizar los ejemplos, exaltando las trampas y el lado oscuro de los legados. No cabe aquí Sarmiento ya que moriría al comprobar cómo se ha deformado intencionalmente su ideario... pero en realidad, no hay espacio para aquellos que proveyeron el concepto de la calidad y el mejoramiento e instalaron la voluntad y el esfuerzo como faros de vida. Argentina está a oscuras y peor aún su sociedad... este no ir a ninguna parte guarda un temible precio que deberá ser pagado por las generaciones venideras, más allá de sus consciencias. Esta guerra de ideologías se justifica en miserias humanas, pobrezas inducidas y marginaciones por conveniencia. Nada bueno saldrá de ello... cuando alguien descubra que la incertidumbre domina y quiera regresar, será demasiado tarde y si aún hay país, deberá ser refundado desde cero, asumiendo que los paradigmas de nuestra historia son testigos de su tiempo pero no admiten copias baratas ni interpretaciones falaces. Febrero 20, 2011.-
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