El terremoto italiano que sacude a la UE
El empobrecimiento ha aumentado el pesimismo y el euroescepticismo de la sociedad
El líder de La Liga, Matteo Salvini, ayer a su llegada al parlamento. YARA NARDI REUTERS
Un sentimiento profundo se ha ido abriendo camino en Europa desde la última década del siglo pasado: los hijos de hoy no vivirán mejor que sus padres. Las economías ya no crecen al mismo ritmo que antes, el paro se ha cebado en los jóvenes, sobre todo debido a la Gran Recesión, y las reformas laborales han aumentado la precariedad hasta el punto de que tener trabajo no significa salir automáticamente de la pobreza y la exclusión. Pero ni la crisis iniciada en 2007 ni la posterior recuperación ha sido igual para todos e Italia es uno de los que peor parado ha resultado. ¿Tiene ello que ver con el hecho de que los italianos hayan puesto sus expectativas en dos partidos populistas y antieuropeos?
El pesimismo se ha instalado en la sociedad italiana. Su PIB per cápita sigue siendo casi tres veces el de la media mundial, pero el empobrecimiento es rampante y la riqueza recula hasta el punto de que, según el FMI, España ya le está superando (en renta por habitante). Ir a mejor es sencillo; ir a peor suele ser traumático. Entre 2006 y 2016 ha sido una de las economías europeas que menos creció. Y mientras aumenta la exclusión social, los italianos han comprobado la ineptitud de sus autoridades para prevenir y gestionar terremotos y han visto llegar a sus costas decenas de miles de inmigrantes, un fenómeno que los ciudadanos perciben de manera distorsionada. Según el último Eurobarómetro, los italianos creen que una cuarta parte de la población es extranjera cuando la realidad es que el porcentaje es solo del 7%. Es la sociedad europea más alarmada por la inmigración.
Hace un año, mucho antes de que el Movimiento 5 Estrellas (M5S) y La Liga ganaran las elecciones e incluso planearan salir del euro, el analista francés Nicolas Baverez advertía: “Italia es el principal riesgo que se cierne sobre la UE y la eurozona”. El mismo Eurobarómetro lo confirma: los italianos son los que menos perciben las bondades de estar en la Unión y son, junto con los griegos, los que menos confían en que el club camine por la buena senda. En resumen, son especialmente euroescépticos. En este terreno están a la altura de los húngaros, los polacos, los británicos y los eslovacos.
Lo sencillo es culpar de todo ello a los políticos. El récord de inestabilidad política y de desgobierno que ha sufrido tradicionalmente Italia no ha ayudado. En ese sentido, la opción de catapultar al poder a nuevas formaciones como el M5S es un resultado lógico y de protesta contra los partidos tradicionales. Más complejo es entender por qué la desazón social termina revolviéndose contra la Unión Europea como si esta fuera la causa principal de sus males. Es seguro que las instituciones comunitarias tienen amplio margen para mejorar su acción política, pero lo cierto es que el sentido crítico de los italianos respecto a ellas se dispara mientras la media europea recupera su confianza.
La UE vive una crisis profunda que está erosionando la periferia: Reino Unido, el grupo de Visegrado, los nórdicos... Italia toca directamente su corazón. El Tratado de Roma alió a naciones devastadas por la guerra que durante décadas solo conocieron el progreso. Adaptarse a la nueva realidad puede llegar demasiado tarde. Sobre todo, para los italianos.
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