MÉXICO
Represalias contra una doctora que trató de salvarle la vida a un antiguo paciente en México
Una médico del Hospital Infantil de la capital mexicana fue despedida por prescribir una receta a un enfermo mayor de edad
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La doctora Mara Madeiros, en su casa en la Ciudad de México. ALICIA FERNÁNDEZ EL PAÍS
Cuando Rey David García Espinoza le pidió una receta médica a la nefróloga Mara Medeiros, no imaginaba que el papel que le entregó la doctora se convertiría en el centro de una polémica que desde hace un mes envuelve al Hospital Infantil de México Federico Gómez, institución pediátrica de referencia en el país.
La receta fue utilizada por la dirección del hospital para justificar el despido, el pasado 2 de abril, de la doctora Medeiros, una de las investigadoras mexicanas más reconocidas en su campo y quien ingresó en la institución hace más de 20 años. El proceso de cese duró solo diez días en concretarse y desató reacciones de asociaciones médicas nacionales e internacionales.
El pasado mes de noviembre la médico le dio a García Espinoza una receta del Seguro Popular para que pudiese adquirir de manera subsidiada inmunosupresores fundamentales para que su cuerpo no rechazara un riñón que recibió en un trasplante hace casi tres años. Sin embargo, el hospital afirma que Medeiros no cumplió con sus obligaciones al facilitarle la prescripción porque el año pasado el joven tenía 19 años, y por lo tanto ya no era paciente del hospital pediátrico. “Rey David se había trasplantado en el Hospital Infantil cuando era menor de edad y además era un paciente activo en dos proyectos de investigación que yo coordinaba, entonces me sorprendió mucho el despido por esta razón”, afirma Medeiros.
“La dimisión es una aberración completa, una falta total de sentido común por parte del hospital y de atención con los pacientes que se tratan ahí”, opina Josefina Alberú, presidenta de la Sociedad Mexicana de Trasplantes (SMT), una de las organizaciones que presionan para que la doctora sea restituida en sus funciones de investigadora. También se manifestaron en contra de la dimisión la Asociación Latinoamericana de Nefrología Pediátrica, la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría y la Asociación Colombiana de Nefrología Pediátrica, además de otros médicos en México y Europa.
La presión hizo que Medeiros fuese readmitida en el hospital como médico especialista el pasado 6 de abril, pero no le han devuelto el puesto de investigadora que ocupaba desde el 2008. Además de quitarle el rango de investigadora, Medeiros denuncia que desde entonces le han denegado el acceso a los expedientes de los pacientes que participan de los protocolos de investigación, algo que ella obtenía libremente antes del despido. "Ahorita [en el hospital] están poniendo trabas para el acceso, y esto siempre dificulta el desarrollo de los protocolos", cuenta.
De acuerdo con Alberú, de la SMT, más allá del castigo que considera "arbitraria" e "injusitificada", el caso también pone en evidencia una importante deficiencia que afecta a los que dependen del sistema público de salud mexicano. Los niños y adolescentes trasplantados necesitan medicarse constantemente y cuando llegan a la mayoría de edad no pueden interrumpir su tratamiento mientras esperan que les transfieran de un hospital pediátrico a uno de adultos, un proceso que en las saturadas instituciones sanitarias del país no es automático.
García Espinoza, por ejemplo, no podía esperar: necesitaba tomar cada 12 horas pastillas que inhibiesen que sus propio organismo atacase el riñón que le trasplantaron. “Si un paciente suspende abruptamente los medicamentos es muy probable que llegue a tener la pérdida de las funciones del trasplante”, expone la presidenta de la SMT. “Lo que hizo la doctora Medeiros fue un acto de humanitarismo. Ella sabe perfectamente que si un paciente receptor se queda sin los medicamentos puede tener un rechazo del órgano trasplantado”, añade.
Estos casos son todavía más preocupantes si se trata de un órgano recibido de una persona fallecida, cuando la probabilidad de que haya rechazo es mayor. Fue lo que le pasó a García Espinoza. Recibió un riñón de un donante fallecido cuando tenía 16 años, después de cinco meses de espera. “Estuve cerca de morirme”, recuerda el joven. Para él, que padecía una enfermedad renal crónica, el trasplante fue como un soplo de vida tras un largo periodo marcado por numerosas consultas, tratamientos sin éxito y agresivas sesiones de diálisis.
García Espiniza cuenta que desde el trasplante acudía al Hospital Infantil de México para hacer el seguimiento médico, pero que después de llegar a la mayoría de edad le informaron que en el área clínica del sanatorio ya no podrían darle sus medicamentos. “Ya no tenía las medicinas y se me ocurrió ir con la doctora Medeiros y pedirle una receta”, dice. “Ella me la obsequió, pero yo no pensaba que por esto le correrían del hospital”.
Diagnósticos equivocados
Medeiros ayudó a fundar en 2005 el Laboratorio de Investigación en Nefrología del Hospital Infantil. Una de sus investigaciones que más impacto tuvo en México reveló una serie de diagnósticos equivocados que se realizaban en clínicas privadas y en instituciones públicas del país, entre los cuales el Hospital Infantil de México Federico Gómez.
Los estudios señalaron que la mayor parte de los niños diagnosticados con acidosis tubular renal, una enfermedad rara que ocurre cuando algunos ácidos no son eliminados correctamente de los riñones, en realidad no padecían esta dolencia y estaban siendo sometidos a tratamientos innecesarios. “Descubrimos que en muchos casos se trataba de niños con deficiencia alimenticia”, explica Medeiros.
El jefe del Departamento de Asuntos Jurídicos del Hospital Infantil de México, Ramón López Hernández, afirmó a EL PAÍS que la rescisión del contrato de Mara Medeiros no tiene ninguna relación con la investigación sobre los diagnósticos equivocados. "El Hospital Infantil solo atiene a niñas, niños y adolescentes; en caso de que un expaciente (por haber cumplido mayoría de edad) requiera atención médica, es referenciado a otra institución de la Secretaría de Salud que cuente con la especialidad requerida", argumentó López Hernández.
Desde su casa en Tlalnepantla de Baz, un municipio en las afueras de Ciudad de México, García Espinoza sigue a través de los mensajes y las redes sociales el desenlace de la situación de la médico que le ayudó. Ahí vive con sus padres y sus cuatro hermanos. Como estudia la Preparatoria (Bachillerato) puede acceder a los inmunosupresores a través del Seguro Social mexicano, aunque la marca de las pastillas que le dan ahí no es la que le recomendaron los médicos. “Me dijeron que no podía tomar de otra marca, porque las que tengo ahora no tienen la misma fuerza que las pastillas que yo tomaba cuando estaba en el Hospital Infantil”.
Su madre trabaja en distintos hogares de la zona y su padre produce y vende pan en las calles de la ciudad. Para la familia es impensable comprar las medicinas que necesita García Espinoza sin algún tipo de subsidio, por lo que el joven teme quedarse una vez más en el limbo los próximos meses: cuando termine la Preparatoria en julio ya no podrá obtener a través del Seguro Social los medicamentos que mantienen su riñón funcionando. El trasplante le permitió volver a hacer planes para su futuro, tal como hacen otros chicos de su edad. Después de lo que vivió, anhela ingresar en la universidad y estudiar Medicina. Sueña con ser nefrólogo.
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