Parar la islamofobia
Debemos trabajar juntos para evitar el odio y la incomprensión
Protesta de musulmanes en Granada contra el terrorismo. JORGE GUERRERO AFP
Los únicos culpables son los terroristas. Conviene partir de esta premisa para asentar la discusión donde debe estar y no en el señalamiento de una religión que profesan casi dos millones de personas de forma pacífica en España.
Los ataques violentos desatados contra musulmanes, contra mezquitas, así como las proclamas en diversos foros, las pancartas, el amarillismo en algunos medios y las agresiones verbales que circulan en las redes no pueden ser aceptados en una sociedad democrática. Es cierto que este tipo de ataques xenófobos se han sucedido en Londres, Mánchester y otros lugares azotados por el terrorismo yihadista, pero alarma cómo se han disparado en España no solo estos días, sino incluso en los dos años anteriores, cuando se pasó de 49 incidentes en 2014 a casi 600 registrados en 2016.
Varios jóvenes atacaron el miércoles a una mujer de 38 años en Usera (Madrid).El colectivo neonazi Hogar Social Madrid ha colocado pancartas con mensajes de odio contra la comunidad islámica. En Fitero (Navarra), dos individuos agredieron a tres menores marroquíes que regresaban de un homenaje a las víctimas de Cataluña. Otro menor musulmán fue pateado por un hombre en Puerto de Sagunto (Valencia). Las mezquitas de Granada, Sevilla, Logroño y Fuenlabrada (Madrid) han sido blanco de pintadas amenazantes. Y la etiqueta #Stopislam fue tendencia en las redes el día del atentado.
Tras el 11-M la sociedad supo cerrar filas frente al terrorismo y evitar la culpabilización de la comunidad musulmana. Hoy, la ignominiosa sucesión de atentados en Europa y la rapidez con la que los mensajes de odio circulan en las redes amenazan con descarrilar la convivencia entre comunidades. Evitar una espiral de intolerancia requiere que todas las instituciones y la sociedad civil se pongan de inmediato a trabajar. Cabe por ello dar la bienvenida a la reacción de las comunidades islámicas en España, que no han dudado en sumarse a la condena de los atentados y rechazar la instrumentalización que los yihadistas hacen de su religión.
Es evidente que el Islam está inmerso en un gran conflicto interno y que hay poderosas fuerzas que promocionan una versión intolerante y violenta de esa religión. Por esa razón, la lucha contra el terrorismo yihadista tiene que contar con una implicación en profundidad de la comunidad musulmana. Fieles y líderes, sociales y espirituales, son cruciales a la hora de prevenir y detectar los discursos de odio y los procesos de radicalización. Sin el concurso de estas comunidades, que son las primeras interesadas en combatir este fenómeno, poco se podrá hacer.
Otros países (desde Bélgica a Reino Unido) han emprendido ya iniciativas para detectar los focos de radicalización con vistas a erradicarlo de raíz, no solo policialmente sino desde el punto de vista del trabajo social. En España hay también algunas iniciativas y conviene analizar y evaluar resultados a todos los niveles para profundizar en esa línea que separe los problemas y, al separarlos, los combata. Si en lugar de encontrar un discurso sustentado en la eficacia policial, judicial y comunitaria que incluya la tolerancia y la convivencia pacífica como baluarte, la sociedad percibe un vacío, ese vacío lo llenará el odio.
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