Del ensayista y escritor José María Marco (Madrid, 1955) se podría decir algo similar a lo de Mío Cid Ruy Díaz: “¡Dios que buen vassallo si oviesse buen señor!”.
Porque en la España de las últimas décadas no ha surgido ningún gobernante o estadista que encarne el ideal liberal-conservador que reclama Marco en un libro tan lúcido como La nueva revolución americana (2007).
Esta obra analiza la revolución conservadora de Estados Unidos en las últimas décadas del siglo XX -que tiene un eco tardío y si se quiere algo extravagante con el triunfo de Donald Trump-.
Una revolución encarnada entre otros por Ronald Reagan -otro “payaso” del que se se reían los medios progres antes de que llegara a la presidencia- e impulsada por intelectuales, fundaciones y otros movimientos ciudadanos de la muy dinámica sociedad civil de EEUU.
Fue lo que Marco llama “la derecha con glamour”, la que quiere que el Estado adelgace hasta la anorexia para que la sociedad se expanda a sus anchas; la que carece de complejos; la que es sumamente celosa de su valor esencial, la libertad; y está orgullosa de su historia y sus raíces.
Nada de eso tenemos en una España cada vez más doblegada por sátrapas y complejos, éticamente desnortada, y avergonzada de su pasado. Aquí no hemos tenido ni un Reagan (o una Thatcher), capaz de sacar el conservadurismo de la postración, y de arrebatarle a una izquierda tan ignorante como altanera el monopolio cultural e incluso político.
Una España que ha terminado rehén de los nacionalismos -uno de los cánceres más agresivos, como ha quedado cruentamente de manifiesto en la Europa de la última centuria-. El maridaje nacionalismos-izquierda ha alumbrado fenómenos tan inquietantes como la clase política que (des)gobierna la otrora próspera Cataluña, que está dispuesta a consumar su desafío secesionista, con el referéndum del 1 de octubre.
Nadie mejor que José María Marco para analizar los riesgos de esa huida hacia adelante que pone en peligro la unidad de España y deja, a la vez, de manifiesto la debilidad de un Estado central, cuyos gobiernos -incluidos los de derecha- han coqueteado irresponsablemente con el nacionalismo.
¿Qué pasará el 1 de octubre?... ¿Aguantará el embate una España que está saliendo de la crisis con respiración asistida, acosada por los populismos, amenazada por el terrorismo yihadista?
Marco ofrece algunas claves interesantes para comprender esa peligrosa deriva, en la entrevista que le ha hecho Javier Torres y que te adelanto como suscriptor de Actuall.
Dos ideas llaman la atención del análisis de Marco. La primera es que hablar de nacionalismo moderado es contradictorio. “El nacionalismo -explica el ensayista- es un movimiento dirigido a la demolición del orden democrático y liberal y a la destrucción de la nación liberal o constitucional (España)”.
Y la segunda, es que los aliados naturales de los nacionalistas son los populistas, dado que los nacionalistas echan de menos la nación primitiva y excluyente propia de la tribu.
Se ha visto gráficamente en la actitud que han mostrado ante los atentados de Barcelona la Generalitat (dirigida por nacionalistas) y el Ayuntamiento de la Ciudad Condal (dirigido por populistas).
Primero fueron irresponsables y negligentes ante la grave amenaza terrorista; y luego se han conducido con sectarismo y no menos irresponsabilidad tras los ataques yihadistas -como han puesto de manifiesto los mossos de escuadra-. No era el bien común ni la seguridad de los ciudadanos lo que les quitaba el sueño. Sino el poder.
No hay más que recordar el “caso Pujol” -durante décadas puesto como modelo de nacionalista moderado- para concluir que el nacionalismo no es sino una gran estafa.
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