jueves, 31 de agosto de 2017

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Dama de Elche: Cuando una hormiga sirve para hacer política | Opinión | EL PAÍS

Cuando una hormiga sirve para hacer política

Ignoramos si el insecto que pasea por la Dama de Elche es de izquierdas o de derechas, pero hay que investigarlo

La Dama de Elche, en la sala de Protohistoria del Museo Arqueológico Nacional.





La Dama de Elche, en la sala de Protohistoria del Museo Arqueológico Nacional. 


Si una hormiga sirve para levantar la bandera nacionalista y la gestión de un atentado también, es posiblemente momento de reinventar la ciencia política. O de reinventar España. O de reiventar algo. Cualquier cosa.
El paseo del formícido o himenóptero por el busto de la Dama de Elche en el Museo Arqueológico Nacional no ha provocado una inquietud cultural por el devenir de las momias, sarcófagos, ataúdes, amuletos o cualquiera de los 1,2 millones de objetos que administra este espectacular museo que viajó recientemente de la Prehistoria al siglo XXI con su reforma, sino la reivindicación de Compromís para que la señora vuelva a Valencia. De Egipto, Grecia o Italia no hemos tenido noticia, las Embajadas aún no se han pronunciado en este ni en otro sentido. Los neolíticos, etruscos y supervivientes de la Edad del Bronce no cuentan, hace tiempo que se borraron de Twitter. Ni tampoco consta ninguna plaga que esté amenazando la colección. Pero qué le vamos a hacer. Si a Cataluña la gestión del atentado le sirve para reivindicar su capacidad como Estado independiente, por qué no va a servir una pequeña hormiga colgada en Twitter por un tal @MisterAllnut para acusar al Gobierno de mala gestión, y para ver en ello “un síntoma más de desgana y avaricia de un Gobierno centralista”. Y eso que ignoramos si la hormiga es de izquierdas o de derechas, del Racing de Santander o del Real Madrid.
Compromís ha registrado en el Senado una batería de preguntas dirigidas al Gobierno sobre la cuestión, y el museo ha tenido que informar de que no había más hormigas que la que escogió a la Dama de Elche para pasear; de que se ha procedido a la desinsectación de LA hormiga (¿protestarán los animalistas también?); y de que “la escultura, al estar realizada con material inorgánico (piedra caliza), no puede ser afectada por los insectos. En todo caso, los expertos en conservación del Museo han realizado una revisión de la pieza y se encuentra en perfecto estado”. Gracias.
El pobre @MisterAllnut, que subió la imagen de la hormiga paseante a Twitter el viernes, la borró en cuanto fue consciente de la que se ha liado y escribió: “No tengo interés en la polémica que se ha creado. Solo me pareció algo anecdótico y por eso puse el tuit, algo de lo que me arrepiento”.
Pero el fuego ya arde sin madera en nuestro país, donde nos parecemos más a los señores de la luz de Juego de Tronos que a los Lannister o los Stark. Las espadas se incendian ya por arte de magia, los muertos caminan y las hormigas desatan protestas. Hasta los tacones de estilete de Melania Trump en su viaje de estilo casual a la zona del huracán empiezan a ser más interesantes y coherentes que esta actualidad de hormigas y bolardos. Porque “podrán callar a una hormiga, pero no a todo el hormiguero”, dijo la entidad Visit Elche, que pide "el regreso del busto a su lugar original". Y con eso está dicho todo.
Fíjense que, a la espera de la reinvención de la política, o de España o de lo que haga falta, aún sorprende que la hormiga haya servido para llenar estas, tantas líneas.

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