Nicolás Maduro celebra los resultados electorales de las elecciones a la Asamblea Constituyente.NATHALIE SAYAGO EFE
Estados Unidos anunció una nueva tanda de sanciones contra el Gobierno de Venezuela. La ya estropeada economía del país se verá seriamente afectada, aun sin la amenaza de un embargo petrolero. Considerada la opción nuclear,un embargo tendría efectos potencialmente devastadores contra la población e invitaría un nuevo factor en la ecuación: Rusia, y el riesgo de empujar a un desesperado Nicolás Maduro a los brazos de Vladímir Putin.
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En teoría, las sanciones de EE UU, con el concierto de otras naciones latinoamericanas y con la continua presión interna de una población en abierta rebelión, buscan obligar a Maduro a respetar la autonomía de la Asamblea Nacional y convocar a elecciones universales. Sin embargo, hasta ahora, más allá de incomodar a algunos líderes revolucionarios —lo cual se agradece—, las sanciones han hecho poco para devolver la democracia a Venezuela. A cada nuevo tirón de orejas de la comunidad internacional, el Gobierno responde con más violencia y represión, más detenciones de líderes políticos, manifestantes y periodistas. Las violaciones a los derechos humanos lejos de cesar se intensifican. Lamentablemente, las sanciones internacionales tienden a ser ineficientes y no solo en Venezuela. Recientemente, Gary Hufbauer, del Instituto Peterson de Economía Internacional, analizó más de 200 casos de sanciones internacionales aplicadas en los últimos 100 años, concluyendo que a la hora de sancionar es mejor tener aspiraciones modestas.
Pero la modestia no es el estilo de Trump. Entonces, ¿cabe esperar que eche mano de medidas más efectivas y potencialmente devastadoras? Quizás. Y dado que el blanco es un tirano dispuesto a sacrificar a su pueblo antes de renunciar al poder, el incremento en la muerte de civiles inocentes es previsible. Muchos piensan que ese es el coste de poner al régimen de rodillas y que tarde o temprano Maduro se vería obligado a ceder. Pero no lo conocen. El sucesor de Chávez encuentra inspiración en Corea del Norte, Siria, Irán, Rusia y, claro, Cuba, países que han sobrevivido a una panoplia de sanciones absorbiendo su impacto destructivo sin realmente dejar el poder. Cuando se ha presionado a Gobiernos delincuentes, las sanciones han logrado concesiones, pero nunca los han derrocado. Además, las sanciones son disuasivas sólo cuando están acompañadas con la voluntad de acciones militares, lo cual hoy no está siendo contemplado. Aunque la propaganda chavista denuncia que el Comando Sur planea atacar la revolución, EE UU y algunos países vecinos apenas se alistan para recibir una ola de refugiados venezolanos.
Aquí el factor Rusia es clave. Maduro desató la tormenta cuando quiso anular la Asamblea Nacional, primero con el Tribunal Supremo y ahora con la Constituyente. Su motivo inicial era eliminar los obstáculos para acceder a dinero ruso a cambio de pozos petroleros.
Citgo, la empresa de refinación y comercialización venezolana en EE UU, hoy está hipotecada: 49,9% a la petrolera rusa Rosneft, como garantía a un préstamo de 2.000 millones de dólares, y el resto es la garantía del Estado para cubrir una emisión de bonos soberanos. En la medida que crecen las presiones, el Estado venezolano perderá capacidad de pago. Los rusos no quieren quedarse colgados con Citgo y buscan sustituir ese colateral por control sobre campos petroleros venezolanos, lo cual, sin la aprobación de la Asamblea Nacional, es ilegal.
Esto ocurre precisamente cuando el Kremlin reevalúa su presencia en Latinoamérica. EE UU revirtió su apertura frente a Cuba, obligando a un Raúl Castro corto de opciones y de efectivo a sonreírle a sus antiguos patrones. Ante el eventual caos de una Venezuela asfixiada, Putin buscará presentarse como garante del orden. Alineados sus intereses, la supervivencia de Maduro repentinamente se volvería una necesidad de Estado para Rusia.
Portavoces militares rusos han expresado planes de regresar a sus bases en Cuba, un gesto que se interpretaría como agresivo. Rusia necesita una excusa que justifique giras frecuentes de sus naves y submarinos atómicos en el Caribe entre Cuba, Nicaragua y Venezuela. Si repentinamente se vuelven propietarios de pozos en Venezuela, la opción nuclear contra Maduro les daría un motivo. Estados Unidos tendría que hacer frente a los objetivos estratégicos de Rusia ya no en Europa Oriental y en Oriente Próximo sino en su patio trasero.
Roger Santodomingo es periodista y Senior Fellow del CDDA en Washington. Es autor la biografía no autorizada de Nicolás Maduro, De verde a Maduro.
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