viernes, 9 de junio de 2017

CURSO DE LÓGICA ELEMENTAL PARA POLÍTICOS SIN SENTIDO COMÚN ▼ Cansancio | Opinión | EL PAÍS

Cansancio | Opinión | EL PAÍS

Cansancio

Se acaban antes las palabras que los hechos. Por eso hay tantos diccionarios de palabras y tan pocos de hechos

El ministro de Justicia, Rafael Catalá y el fiscal general del Estado, José Manuel Maza.

El ministro de Justicia, Rafael Catalá y el fiscal general del Estado, José Manuel Maza. 



Apartado Moix de su silla por una cuestión de lógica elemental, el ministro de Justicia y el fiscal jefe siguen actuando como personajes imposibles de una novela pornográfica en cuyo interior se desenvuelven asimismo nuestras vidas. Mientras permanezcan en sus puestos, Rajoy puede respirar tranquilo. No necesitará repetir la frase “hacemos lo que podemos”, porque es evidente que lo hacen. Cuando los hechos hablan, las palabras palidecen. Y esto es lo que nos espanta, que los hechos, entre seres supuestamente racionales, triunfen sobre el discurso. El “Luis, sé fuerte, hacemos lo que podemos” ya está olvidado, pese a que debería ser su epitafio. Su empeño, sin embargo, en mantener a Rafael Catalá, del que a su vez depende José Manuel Maza, se ha instalado como normal. Entre otras cosas, porque se nos han acabado las palabras.
Se acaban antes las palabras que los hechos. Por eso hay tantos diccionarios de palabras y tan pocos de hechos. Los hechos son infinitos y el lenguaje finito. A veces, para mayor confusión, se produce entre aquellos y estos un desfase semejante al de la banda sonora de una película respecto a sus imágenes. Rajoy ha comprendido que cuantas más palabras, sincronizadas o no, se acumulen sobre los hechos, menos necesidad tendrá de modificar la realidad. Las palabras, si les das tiempo, se pudren como polillas muertas. Acerca de Catalá y Maza se han escrito artículos terribles, se les ha acusado de proteger a los malos, de elegir el lado oscuro, de prevaricar. Se nos han mostrado sus conversaciones, se les ha reprobado, se ha pedido su dimisión, nos hemos desgarrado verbalmente las vestiduras. ¿Y qué? Y nada. Pero nada de nada. ¡Qué sangre fría!, ¿no?, qué caradura, qué miedo, qué cansancio.

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