La resistencia de los ‘refugiados digitales’ en Camerún
Emprendedores y activistas han buscado una solución de urgencia al bloqueo de Internet
Barcelona
Instalaciones del 'campo de refugiados' digitales en New Bonako. Cedidas por Valery Colong
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Tres meses de apagón de Internet en las dos regiones anglófonas de Camerún pusieron de manifiesto un fenómeno novedoso, la existencia de refugiados digitales. En este caso, además, los afectados se organizaron y se resistieron al silencio al que les condenaba el bloqueo de la red instaurado por las autoridades. Ocurrió en el primer trimestre de este año. El 17 de enero, de pronto, Internet dejó de funcionar en las regiones de North-West y South-West, las dos regiones anglófonas en un país formalmente bilingüe, pero mayoritariamente francófono. Ocurría, precisamente, en medio de una oleada de protestas ante la sensación de discriminación de algunos colectivos. El apagón de la red de redes pretendía acallar el eco de la reivindicación.
La censura de Internet, sin embargo, no afectaba solo a los activistas. Buea, la capital de South-West alberga un palpitante ecosistema tecnológico conocido como Silicon Mountain, en una evidente referencia al Silicon Valley de las grandes empresas y los gurús del mundo digital y al cercano monte Camerún, el más alto de África Occidental. El Silicon Mountain se ha convertido en un referente del modelo de innovación tecnológica por la confluencia de centros universitarios y espacios innovadores. Además de un ejercicio de recorte del derecho de libertad de expresión, el apagón digital era una rémora para el desarrollo económico en un sector tan particular como el tecnológico. La organización Internet Sans Frontières advirtió que los quince primeros días de bloqueo de internet habían costado al país 723.000 dólares. En los tres meses que duró la medida, la cifra de las perdidas habría ascendido a 4,5 millones de dólares.
Y todos esos emprendedores, de repente se quedaban a oscuras. El empuje de los innovadores fue fundamental para crear el que se ha entendido como el primer campo de refugiados digitales. No es descabellada la interpretación, teniendo en cuenta que en junio de 2016, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU elevó el acceso libre a Internet a la categoría de Derecho Humano. Los ciudadanos de North-West y South-West estaban viendo coartados sus derechos fundamentales.
Los refugiados digitales buscaron abrigo en New Bonako, la primera zona poblada tocando la frontera de la región de South-West y muy cerca de la carretera que conduce a Douala, la ciudad más poblada del país. Valery Colong es un joven emprendedor, director de ActivSpaces Buea, una sede descentralizada del principal tech hub camerunés y uno de los principales impulsores de esa iniciativa. Colong explica que cuando se produjo el apagón, la mayor parte de la comunidad de Silicon Mountain se trasladó en masa desde Buea hasta Douala (a algo más de 70 kilómetros), en busca de unas condiciones simples: tener acceso a internet para poder continuar con sus proyectos.
“ActivSpaces (el tech hub con sedes en las dos ciudades) nos sirvió de refugio. Aunque enseguida nos dimos cuenta de que esta solución no era sostenible, por el tráfico y las condiciones de vida en Douala, y empezamos a investigar otras alternativas”, cuenta Colong. Los emprendedores pensaron en restituir internet en las regiones anglófonas a través de conexiones vía satélite, pero no encontraban la manera de tener un ancho de banda suficiente. Al final optaron por pasar al otro lado de la frontera que marcaba el límite de la censura, cruzar a la limítrofe región Litoral, pero mantenerse lo más cerca posible de South-West. “Entre varias opciones, New Bonako era la mejor. Estábamos preocupados por la seguridad y necesitábamos electricidad y un lugar adecuado para trabajar. Hicimos algunas pruebas y otros compañeros apoyaron la idea de crear algo así como un espacio de coworking en New Bonako. Así es como pudimos seguir haciendo nuestro trabajo”, explica satisfecho Colong.
Además de un recorte del derecho de libertad de expresión, el apagón digital era una rémora para el desarrollo económico en un sector tan particular como el tecnológico
Mambe Churchill Nanje fue uno de esos compañeros que se embarcaron inmediatamente en la creación de un espacio para combatir el bloqueo de internet por parte de las autoridades. Nanje es uno de los emprendedores mejor considerados en el ecosistemade la Silicon Mountain, como impulsor de Njorku, una exitosa empresa de búsqueda de empleo por Internet. Para este innovador, el campo de refugiados digitales de New Bonako tuvo una descripción especialmente simple: “Fue un pequeño espacio con sillas y mesas, donde los jóvenes emprendedores digitales de Buea podían venir para tener acceso a Internet. Para nosotros fue una solución para poder seguir trabajando durante ese periodo en el que no hubo Internet en Buea”.
Así es cómo un improvisado coworking en un entorno absolutamente rural fue colonizado por algunos de los emprendedores más innovadores de Camerún, pero también por todo tipo de trabajadores y apasionados de las TIC de uno de los ecosistemas digitales más dinámicos de África Occidental.
El responsable de Njorku hace hincapié en el efecto que el corte de Internet tuvo para las sociedades afectadas. “El bloqueo afectó negativamente a la economía de las dos regiones, porque los negocios online estaban dejando de funcionar como hacían antes. Los ciudadanos podían hablar con sus hermanos, hermanas, familiares o allegados repartidos por diferentes lugares del mundo. La gente estaba completamente desconectada y muchos, como nosotros, se veían obligados a ir a otras ciudades temporalmente. Al final, eso afectaba incluso a los restaurantes o a las tiendas”, señala Mambe Churchill Nanje. Colong por su parte detalla el impacto en la economía digital mencionando a los bancos, las empresas de telecomunicaciones y las múltiples y diversas start-ups.
Ninguno de los dos emprendedores dan crédito a los argumentos dados por las autoridades para justificar el apagón digital. Mientras que Nanje solo se da por enterado de los motivos esgrimidos por el gobierno, Colong considera que la medida no era la manera de conseguir el pretendido objetivo. “Las autoridades dijeron que el bloqueo de Internet se debía a que había ciudadanos que utilizaban las redes sociales para desestabilizar el país”, comenta Nanje con desconfianza. Mientras que Colong añade que “mantener la paz y la seguridad son de suma importancia pero apagar internet para conseguirlo ha sido bárbaro y miope, había otras maneras de conseguirlo”, precisa.
Para esta comunidad de tecnólogos da la sensación de que la situación de silencio digital fue interpretada casi como una provocación y alimentó su vocación innovadora. “Es cierto que las condiciones de trabajo no eran las mejores”, comenta Colong, “pero fuimos mejorándolas poco a poco y habríamos continuado haciéndolo de haberlo necesitado, porque en eso es en lo que las mentes orientadas a buscar soluciones tecnológicas piensan”.
Además de las consecuencias económicas, sobre las que alertaron los impulsores del espacio de New Bonako, las organizaciones que protagonizaron la campaña #KeepItOn recordaron que las autoridades habitualmente bloquean Internet para impedir que haya testigos de atropellos de los Derechos Humanos. Los colectivos que defienden los derechos digitales, y que se han preocupado por monitorizar y vigilar los apagones en el continente durante los últimos meses, advierten de que estas maniobras han estado orientadas a silenciar diferentes procesos de contestación y de protesta y, habitualmente, a dar carta blanca a la represión. Ese fue uno de los motivos por los que inmediatamente después del apagón se puso en marcha la campaña #BringBackOurInternet, a la que se sumaron activistas cameruneses tanto de las regiones anglófonas como de las francófonas, pero también de otros países del continente y del resto del mundo. El 20 de abril, diferentes impulsores y seguidores de la campaña se felicitaban por la restitución de Internet en las dos regiones afectadas.
“Los refugiados digitales”, afirma Mambe Churchill Nanje, “son la gente como yo o mis empleados que han viajado todos los días hasta Douala para tener acceso a Internet. Los viajes cuestan dinero, son una inversión de tiempo y suponen un riesgo por los recorridos por la autopista”. “Para algunos de nosotros”, precisa Valery Colong, “Internet se ha convertido en un componente esencial de nuestra vida cotidiana. Sin la red no podemos alimentar a nuestras familias, ni expresarnos libremente, ni construir las soluciones que soñamos que algún día podrían cambiar el mundo. Para nosotros que nos corten Internet es casi equivalente al suministro de agua, por ejemplo, y evidentemente nos vemos obligados a escapar de esas condiciones y buscar unas mejores. En eso es en lo que parecemos a los refugiados convencionales que escapan de las guerras o de otras condiciones de vida inhumanas”.
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