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La resistencia de pueblos mexicanos que vienen del mar
- El despojo a los pueblos chatinos, mixtecos y afromexicanos ha sido detenido, al menos por ahora, en el suroeste de México. Los ejidos costeños del estado de Oaxaca se organizaron cuando descubrieron que el cauce del río Verde Atoyac era codiciado por empresas y por gobierno.
El 31 de enero ganaron un amparo y el 12 de marzo interpusieron un recurso de revisión que salvaguarda 300 cuencas de aguas mexicanas, convirtiendo a la comunidad de Paso de la Reina, ubicada en el municipio oaxaqueño de Jamiltepec, en un símbolo nacional de la lucha contra los megaproyectos.
Con ello, detuvieron en la Costa Chica el decreto presidencial de Enrique Peña Nieto (2012-diciembre 2018), emitido el 6 de junio de 2018, que buscaba levantar la veda de esta cuenca hidrológica.
De haberse consumado el atropello federal, el río, que alimenta a 24 comunidades de seis municipios, habría quedado listo para la privatización a través de concesiones a la industria minera.
La extracción de hidrocarburos y el uso de la tecnología de la fractura hidráulica, el fracking, afectando con ello a 17.000 habitantes en la ribera del río e indirectamente a otros 97.000 de la costa oaxaqueña.
El triunfo legal ha sido celebrado con varias festividades. Además, se han adherido otros pueblos, aun contra la voluntad de caciques históricos. Se han ido dando cuenta que no hay diferencias entre ellos: son hijos espirituales del agua.
Las comunidades de la costa oaxaqueña se han organizado desde 2007 en la agrupación regional denominada Consejo de Pueblos Unidos por la Defensa del Río Verde (Copudever), y sus liderazgos saben que enfrentan la pugna por el control de sus minerales y la generación de electricidad, mediante una alianza añeja entre señores feudales y los poderes políticos federales de sexenios que promueven la inversión extranjera.
Frenaron la concesión del agua. Ahora quieren frenar la construcción del Proyecto Hidroeléctrico de Usos Múltiples Paso de la Reina porque este ha violado el derecho colectivo al territorio indígena, saben que de eso dependen 3.000 hectáreas de cultivo de núcleos agrarios, su forma cultural de entender la vida, el paso de los hombres y mujeres por la tierra, la supervivencia.
Los chatinos que vienen del mar
El camino de Jamiltepec, cabecera municipal, a Paso de la Reina es de 35 kilómetros sobre piedras de río y arena. El concreto termina en la desviación de una pequeña comunidad llamada La Humedad, que está en el filo de la Carretera Federal 200 que atraviesa los límites costeros de Oaxaca y el vecino estado de Guerrero.
Llegamos a Paso de la Reina después de 12 horas viaje desde la Ciudad de Oaxaca. A la entrada, en la calle principal se levantan guarniciones de hilos de púas que defienden edificaciones de madera y palma donde hay brasas de carne de pescado en la leña.
Es una comunidad chatina metida en la selva de la costa del océano Pacífico. Paso de la Reina es un pueblo arcilloso detenido en el tiempo. Sus casas parecen hilos de polvo colocadas unas frente a otras con colores chillantes y grandes patios donde brotan árboles de naranja y encino. Es una comunidad pobre. No tiene acceso a telefonía o Internet o canales tradicionales de información. Los niños montan bicicletas gastadas con los pies descalzos y sucios.
Un grupo de señoras ofrece agua y comida a los visitantes. Charolas con cangrejos de río, a los que llaman congas, que sirven fritos, condimentados con guajillos y chiles rojos. Las mujeres que caminan por la calle llevan sobre sus cabezas lienzos con tortillas, sus blusas son blancas, con bordados infinitos de flores de colores en el pecho.
Los hombres con el sol del día por terminar sobre sus cabezas, van de la friega del campo al salón de usos múltiples a reunirse para tomar acuerdos como ejido –la figura mexicana de tierra de propiedad y explotación colectiva-, preparar, junto al Consejo de ancianos y representantes del Copudever, las festividades anuales del río.
Ha caído la noche. El polvo en el cuerpo ahora es un poco de sal. Dice doña Coty Cruz –que nos ha dado un lugar en su casa para dormir– que es porque Paso de la Reina es un pueblo que vino del mar.
La Costa Oaxaca, una región en disputa
En Oaxaca los procesos no se pueden entender sin la historia, deben ser procesos a largo plazo hasta que la gente asuma que es necesario organizarse para hacer posibles esos derechos, afirma Ana María García Arreola, integrante del Comité Directivo de Servicios para la Educación Alternativa (Educa) que lleva años unida como abogada a la resistencia de Paso de la Reina.
Para ella la Cuenca Hidrológica de la Costa de Oaxaca es una región en disputa. Sostiene que hay una riqueza enorme pero también hay una historia de mucha opresión y autoritarismo, se trata de la concentración del poder en pocas familias que han sometido a pueblos indígenas y afromexicanos. Sus afirmaciones tienen un sustento documentado periodísticamente desde al menos hace 30 años.
Los municipios de Jamiltepec y Pinotepa Nacional han sido gobernados por caciques históricamente señalados de asesinar a cientos de líderes campesinos y ejercer una represión sin precedentes para poder apoderarse de los bosques madereros, la industria del café, el cultivo del tamarindo, la palma y el coco o el cultivo de papaya y el ganado, además de ejercer control sobre el corredor costero que comunica con Guerrero y el Pacífico.
En las comunidades se señala a una vieja dinastía, la familia Iglesias, cuyo patriarca fue Francisco Iglesias Meza en la década de los 80 y 90, e incluye al finado Gabriel Iglesias Meza o “Chulindo” en la última década del siglo pasado.
Esta familia siempre ha estado ligada al PRI (Partido Revolucionario Institución); y lo que en las comunidades se sabe es que los Iglesias son precursores del Proyecto Hidroeléctrico a través de un contubernio de beneficios con directivos de la estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE).
A pesar de esa resistencia empresarial–gubernamental a que las comunidades ejerzan sus derechos con libertad, la activista García Arreola señala que se han alcanzado algunos cambios en el control del poder local. Pero la apuesta es que se modifiquen los usos del poder abusivo.
“La educación colectiva es una amenaza para los poderes fácticos que gobiernan ciertas regiones, porque por años han controlado todo el poder económico, los sistemas electorales, las decisiones de las comunidades y han hecho alianza con poderes estatales y federales para acabar los liderazgos comunitarios y su autonomía”, sentenció.
‘Le ganamos a Peña Nieto’
Son las 5:00 de la mañana y las riberas del río de Paso de la Reina arrojan una ventisca fría. Habitantes de la comunidad han desayunado tamales de camarón, café de olla y pan que terminaron de hacer entre todos en la madrugada. En fila y casi a oscuras desfilan con lámparas de mano, parten de la plaza al embarcadero a rendirle honores al dios de sus abuelos, el Río Verde Atoyac.
El ritual de velas y albahaca es el primer acto para celebrar desde la espiritualidad el Día Internacional de Acción Contra las Presas y a Favor de los Ríos, el Agua y la Vida y el sexto Festival Cultural por la defensa del Río Verde. Chamanes, curanderos, mayordomos, siembran el ombligo. Aún no amanece y se escucha el ruido nítido de los pájaros.
Además de los habitantes de Paso de la Reina, en la festividad hay comuneros originarios de San Pedro y Santa Ana Tututepec, Santa Cruz Zenzontepec y Santiago Ixtayutla que se unieron a la defensa del agua y hoy tienen una red comunitaria de 40.000 personas.
Los pueblos de la Sierra Sur de Tataltepec de Valdés y Santa Cruz Tepenixtlahuaca han cruzado el río. Llevan velas grandes de cera de la Virgen de Juquila que huelen a miel. Se arrodillan frente al río y, mientras amanece, puede verse la danza de los hombres frente al fuego.
“Con este proceso de articulación regional de un movimiento no violento por la defensa del Río Verde, los pueblos costeños se han reencontrado con sus familias, nos han contado que hace mucho tiempo no veían a los suyos que viven en otras comunidades y han podido visibilizarse peleando juntos a la cultura mixteca, chatina y afro que vive en esta zona”, explica Angélica Castro Rodríguez, miembro de Educa, responsable del área de Incidencia Pública y Participación Ciudadana.
Dijo que por ahora los pueblos celebran el amparo por el levantamiento de la veda, pero este tipo de encuentros también sirve para acordar las luchas que vienen y llevar el tema del megaproyecto hidroeléctrico a sus propios criterios y protocolos comunitarios.
Angélica Castro cree que la única vía para encontrar la paz entre los gobiernos y las resistencias es respetando el derecho de autodeterminación y autonomía de los pueblos afectados.
Sostiene que el Copudever tiene como eje de trabajo la capacitación, la vinculación y, por supuesto, la vía jurídica. A través de esta ruta se han logrado tres reglamentos internos en las comunidades de Paso de la Reina, San Lúcas Atoyaquillo y Tataltepec de Valdés.
“Los pueblos no creen en la consulta que viene hecha por el gobierno, porque tienen experiencia en lo que han vivido con las eólicas. En sus reglamentos tienen como prioridad la protección y defensa del territorio y no permitir en ellos ningún tipo de desarrollo de infraestructura”, subraya la especialista.
De los rituales de invocación a los espíritus del río han pasado a la misa católica. Iniciada la tarde, las mujeres llevan canastas de pétalos de flores que ofrendan en el agua, mientras el sacerdote los bendice. Los niños nadan, los hombres aplauden. La temperatura asciende a los 35 grados centígrados.
El pueblo está de fiesta y baila mojado al sol. “Le ganamos al gobierno”, sostiene un hombre con rasgos afromexicanos, “le ganamos a Peña Nieto”, sonríe. El río verde es un gigante costeño que parece devorarse las cumbres.
Cenobio, el iniciador de la resistencia
En la multitud de hombres felices por el amparo ganado, resalta con su camisa roja Cenobio Chávez Quiroz. Él es fundador y líder moral de la resistencia de Paso de la Reina.
En unas horas, cuando acabe el día, tomará cervezas, insistirá que a su pueblo “no se le ha acabado la batería y para que el gobierno haga su obra los tendrá que revolcar con la arena porque no se van a salir de su comunidad”.
También bailará chilenas, será un hombre de edad, riéndose azotado por los dolores de rodillas, nos habrá contado su creencia en el Génesis de la biblia y recordará que fue amenazado de muerte porque hubo caciques que, cuando inicio el movimiento, buscaron pistoleros para matarlo.
Cenobio Chávez empezó la movilización de ejidatarios contra el proyecto hidroeléctrico en 2006. Eran veinte valientes. Tuvo que pasar un año, y al tener un grupo de 30 hombres representantes convocaron al pueblo. Al principio los grupos originarios y mestizos vecinos no los apoyaron.
“No entendían qué era luchar contra esa fuerza de gobierno, de empresas, que no traían un proyecto para beneficiarnos, sino para el despojo”, precisa.
A los 71 años sigue siendo un referente de esta lucha. Le ha dado a sus hijos, a sus nietos, el bastón de mando.
“Nos quisieron engañar, ya teníamos una experiencia previa con Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), cuando nos construyeron derivadoras para riego sin consultarnos, solamente los caciques sabían de esa pared que le quitó a esta región la comida en abundancia que nos daba el río, ahora nos quieren engañar con una hidroeléctrica, con una cortina de 155 metros de altura, que se ubicaría a tan solo un kilómetro arriba de Paso de la Reina”, sostiene.
Cenobio fue uno de los precursores para que en 2009 Paso de la Reina cerrase el paso a los extraños y se convirtieran en un territorio cercado por legítima defensa y poder evitar que personal de la CFE levantara datos del río y se avanzara el proyecto hidroeléctrico.
Cuando cuenta su historia las manos le tiemblan. Lamenta, bromista, haber perdido el vigor de la juventud, pero está orgulloso de estar en el Consejo de Ancianos y haber tenido todos los cargos de servicio que son importantes en los pueblos chatinos. Cree en el poder de su comunidad que se rige por usos y costumbres.
“Lo que hemos aprendido es que las leyes los gobiernos las violan, pero también con esas mismas leyes tenemos un poder y el poder más fuerte es la unión de los pueblos que se convierte en una ley legítima”, insiste.
Ixtayutla, defenderán el río y la montaña
El camino a Santiago Ixtayutla está repleto de voladeros pétreos. Casi nula es la carretera asfáltica en las cuatro horas y media de trayecto que separan a Paso de la Reina de este municipio regido por usos y costumbres. Al llegar pueden verse tres cruces gigantes anunciando el pueblo, las personas caminan descalzas en la tierra hecha añicos por la piedra.
Es un municipio fronterizo entre la costa y la sierra sur de Oaxaca, y tiene uno de los mayores índices de pobreza en el país.
Santiago Ixtayutla ocupó el octavo lugar nacional en marginación según datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) en 2016 con un 86 por ciento de población indígena de origen mixteco, de los cuales el 78.5 por ciento viven en condiciones de pobreza extrema.
La cabecera municipal hace la Asamblea Comunitaria de Pueblos Mixtecos y Chatinos convocada por el Copudever.
Se informó a los representantes comunitarios del amparo ganado al gobierno federal y se dieron detalles de cómo la CFE insiste en un proyecto con una cortina de 180 metros de altura que propiciaría la inundación y pérdida de tierras en varios municipios vecinos, incluido Santiago Ixtayutla.
En el quiosco y el salón social hay decenas de hombres y mujeres vestidos con ropa de manta. Escuchan por varias horas los acuerdos. Miguel Cruz Quiroz, el presidente municipal que deberá entregar el cargo comunitario este año, reconoce las dificultades de la lucha.
“El gobierno federal nos ha negado la información del proyecto, nos dicen que sí tienen hechos estudios y después dicen que no es posible decirnos nada”, habla en español, habla en mixteco y mientras se lamenta frente a ellos, el calor del cerro va menguando.
Acordaron una reunión próxima para definir las estrategias de defensa; posibles manifestaciones masivas, marchas.
A pesar de la falta de recursos, se han organizado para darles de comer a todos los invitados que vienen de agencias municipales alejadas. Hay frijoles y tortillas gigantes para comer mirando los precipicios. Desde el mercado principal, elevado de la plaza como una torre para mirar el mundo, las montañas de Santiaglo Ixtayutla parecen luz de lava.
Las Trojes y San Lucas Atoyaquillo, adentro de la sierra
Adentro de la sierra, se encuentra Las Trojes, una comunidad mixteca y chatina, con habitantes de pieles oscuras que visten de colores brillantes. Es un valle pequeño, de unas cuantas casas, pero estratégica en la resistencia de toda la Costa Chica.
Junto a San Lucas Atoyaquillo, un poblado intermedio, presentaron en marzo de 2018 un reglamento interno en el que se establecen las disposiciones para la protección del territorio, sus bienes naturales y el fortalecimiento de su organización interna. Sentaron las bases para hacer valer la Constitución Política Mexicana que otorga la autonomía a los pueblos indígenas sobre el control de sus territorios y sus recursos naturales existentes.
A pesar de su visible aislamiento, Las Trojes es un pueblo limpio y ordenado. “Hay en estos pueblos una sabiduría escondida, donde es posible recuperar la cultura ante un escenario de depredación de recursos naturales”, comenta Ana María García Arreola.
Diego Sánchez Cortés, presidente local del Copudever en Paso de la Reina fue a Las Trojes a contar su experiencia en la resistencia contra el proyecto hidroeléctrico: “Estamos en contra de la consulta porque nos va a traer prejuicios, pueden llamar a más gente que no esté de acuerdo y nos pueden quitar la mayoría que tenemos y tendríamos que luchar más”, dice.
Las organizaciones civiles Educa y Tequio Jurídico, que asesoran al Consejo de Pueblos Unidos, han acompañado el proceso ante el Registro Agrario Nacional (RAN), órgano que valida el control de la tenencia de la tierra en el país.
Reunidos en el límite del cerro hablan de los derechos electorales de los pueblos indígenas, de la lucha de los líderes comunales que, sin dinero, lo hacen por servicio a la comunidad.
El presidente de México desde diciembre, Andrés Manuel López Obrador, durante la campaña les prometió que cancelería la hidroeléctrica de la Cuenca del Rio Verde, pero Diego Sánchez teme que el pacto sellado en Puerto Escondido el 30 de mayo de 2018 no sea cumplido.
“Él nos dijo que el día que llegara al poder iba a desaparecer el proyecto, lamentablemente ahorita no tenemos ningún acercamiento desde que se sentó en la silla presidencial, quisiéramos una audiencia, ahí le vamos a exigir el compromiso que hizo con los pueblos chatinos y mixtecos”, afirma.
Este artículo fue originalmente publicado por Pie de Página, un proyecto de Periodistas de a Pie . IPS-Inter Press Service tiene un acuerdo especial con Periodistas de a Pie para la difusión de sus materiales.
RV: EG
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