América del Norte, Columnas, Conflictos armados, Destacados, Geopolítica, Gobernanza mundial, Medio Oriente y Norte de África, Paz, Puntos de Vista, Últimas Noticias
¿De sancionar a Irán a ir a la guerra?
- Con los recientes movimientos militares anunciados de forma peculiar por la Casa Blanca, el mundo está siendo testigo con creciente fascinación de lo que podrían ser los primeros pasos hacia una guerra contra Irán. ¿Qué tan plausible es este escenario y qué es probable que ocurra geopolíticamente si la beligerancia de Estados Unidos lleva a una verdadera confrontación militar con Teherán?
Ya se ha visto antes que las relaciones entre Washington y Teherán se hundan en una espiral negativa, que en esta ocasión comenzó con la salida unilateral de Washington del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), el miércoles 8 de mayo hizo un año, sin el consentimiento de sus aliados europeos y con el resultado de una división entre Estados Unidos y la Unión Europea sobre las políticas hacia Irán.
Además, Estados Unidos restableció las sanciones contra Irán, pero dio un tiempo para que los aliados, necesitados de energía, importen hidrocarburos de Irán durante un plazo determinado. Algunos como Japón cumplieron a regañadientes con los pedidos de Washington. Otros, particularmente China e India, continuaron importando energía iraní.
Recientemente, Estados Unidos incrementó su presión sobre Irán al prohibir que los países que todavía importan petróleo de ese país lo sigan haciendo. Si alguien hace negocios que rompan las sanciones con Irán, será castigado adecuadamente, ha amenazado la administración de Donald Trump.
Las sanciones pueden no funcionar tan bien como aseguran los analistas cercanos a Trump y la maquinaria de propaganda del gobierno de Estados Unidos, pero incluso si sus efectos resultasen parciales, podrían ser un toque para que Irán despierte.
Sin embargo, contrariamente a la ilusión de Trump, este llamado de atención para Irán la comenzó a obtener como respuesta la decisión de Teherán de no negociar bajo un estado de capitulación las demandas de Estados Unidos.
Las sanciones, junto con los movimientos militares más recientes, ya se han producido, según los informes de todos los observadores neutrales, una respuesta de “unificación en torno a la bandera” por parte de la mayoría de la población iraní.
Contrariamente a las afirmaciones de algunos grupos disidentes pro-estadounidenses de Irán, lobistas pro-israelíes y propagandistas de Arabia Saudita, las sanciones no han debilitado políticamente al régimen de Teherán.
Irónicamente, las sanciones han aislado, de hecho dividido, a los auténticos críticos pro democracia de la República Islámica dentro de Irán y han fortalecido políticamente a los partidarios de la línea dura.
Y la situación solo puede empeorar, a medida que esta escalada profundiza en la retórica de amedrentamiento, acompañada por hechos netamente intimidatorios como movimientos militares de la flota estadounidense y anuncios de la administración, encabezados por John Bolton, consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
Si esta estrategia prosigue, los partidarios de la línea dura hacia Irán dentro de la administración Trump seguramente se duplicarán y se prepararán para una guerra asimétrica, algo que ya han anunciado como un posible escenario.
Dada la debilidad militar de Irán con respecto a Estados Unidos y sus aliados regionales, tal respuesta parecerá a esas mentes militares que rodean a Trump que es una estrategia muy racional en términos de tácticas militares.
Cualquiera que esté familiarizado con los desarrollos recientes en la teoría del juego no cooperativo podrá entender esta respuesta como una deducción lógica dentro del entorno que Estados Unidos ha ido creando con la serie de movimientos que comenzó con su retiro unilateral del PAIC.
La respuesta asimétrica de Irán (los estrategas militares iraníes lo han dejado claro) también atraerá al grupo chiita libanés Hezbolá y otros activos militares con que Teherán cuenta en la región, fuera de sus fronteras.
Por lo tanto, en este punto no se puede descartar una futura participación en ese conflicto de los sirios e incluso de Turquía.
Dada la importancia estratégica geopolítica de Irán y Siria para Rusia, incluso si Turquía no se involucra, Moscú seguramente tendrá que considerar sus opciones en términos de sus intereses estratégicos geopolíticos a largo plazo.
Como potencia creciente, la República Popular China puede no involucrarse directamente en ese conflicto asimétrico, pero se puede apostar con seguridad que Beijing ayudará a Irán financieramente y también a Rusia, al suministrar algunos tipos de equipos y armas, en particular aviones y misiles tierra-aire.
Si Trump piensa que atacar a Irán traerá a los chinos a la mesa de negociación para hacer mayores concesiones reales a Washington, es muy probable que esté fantaseando.
Con ese contexto, ¿qué ganará realmente Estados Unidos geopolíticamente? Según los analistas políticos, hay dos grupos dentro de la formulación de políticas de alto nivel en Washington al respecto.
En el primer grupo se dice que Trump es un líder orientado a las transacciones y que lo que pretende es que Irán llegue a la mesa negociadora en un estado de debilidad después de sufrir pérdidas, para así obtener un trato mejor para los intereses estadounidenses.
Pero los detalles de cómo podría desarrollarse este proceso y cuál es el acuerdo a que aspira Trump no se han revelado.
El segundo grupo, del círculo cercano a Bolton, según los analistas geopolíticos, quiere llevar a Irán a una confrontación militar si las sanciones económicas por sí mismas no conducen a un cambio de régimen.
Incluso en mi peor escenario económico para Irán, un cambio de régimen mediante las sanciones por sí solas no parece probable. Entonces, ¿los Estados Unidos o sus representantes como Israel y Arabia Saudita se involucrarán en una operación militar real?
La posibilidad misma es alarmante. Pero los cálculos más serios y serenos no parecen alentadores para una operación militar, a la luz de los resultados de las intervenciones en Iraq, Afganistán o Libia. No hay posibilidad de una victoria rápida contra Irán y cualquier intervención prolongada desestabilizará aún más la ya conflictiva región.
Tampoco está claro cuáles serán las respuestas militares chinas y rusas a medio plazo. El conflicto puede convertirse en una guerra regional e incluso en una guerra extrarregional, dependiendo de algunas de estas respuestas.
Por lo tanto, sin sonar alarmista, uno tiene que esperar que Trump esté jugando al engaño, aunque Bolton y los neoconservadores de los que forma parte, no lo estén.
Pero incluso si Trump ejerce una falsa presión hasta cuando no es necesario y en último término no funciona, con el fin de lograr un mejor trato para Estados Unidos -signifique esto lo que sea-, dentro de una lógica militar, los iraníes serían tontos de actuar bajo el supuesto de que hay una diferencia sustancial entre Trump y Bolton, que finalmente llevará al presidente a acabar con los pasos de Estados Unidos hacia una guerra o una situación bélica.
Para tener una mirada lúcida sobre esta amenaza, con base a las evidencias disponibles, los estrategas iraníes se están preparando para no caer en una trampa tendida por Washington, que los lleve a actuar primero y provocar una respuesta militar estadounidense que iniciaría una guerra.
Sin embargo, una vez que en Teherán piensen que Estados Unidos está a punto de comenzar a bombardear a Irán, seguramente tomarán lo que consideren acciones asimétricas apropiadas. Y ahí radica el peligro de una conflagración que puede salirse fácilmente del control de cualquier gran potencia.
Puede contactar con Haider A. Khan en este correo electrónico: hkhan@du.edu
T:MF
No hay comentarios:
Publicar un comentario