Las mujeres, dobles víctimas de la pobreza
El último informe de ONU Mujeres detalla que ha habido avance en educación y mortalidad maternal, pero en materia laboral la agenda se ha quedado estancada
Madrid
Una mujer limpia pescado en un mercado en Nigeria. GETTY
Una de cada 10 personas en el mundo está desnutrida, y las mujeres son las primeras en sacrificar su comida si los alimentos en el hogar escasean. Según el último informe de ONU Mujeres publicado este miércoles, en el cual se analizandesde una perspectiva de género los 17 objetivos de desarrollo sostenible fijados para 2030, las mujeres sufren más que los hombres la inseguridad alimentaria, inclusive en los países industrializados. También ganan menos que los hombres, dedican más tiempo a los cuidados domésticos sin recibir remuneración alguna, son más vulnerables a la pobreza extrema y tienen menos posibilidades de acceder al mercado laboral. “La igualdad de género no se ha logrado en ningún país”, concluye Silke Staab, responsable del estudio.
Entre los objetivos de desarrollo sostenible fijados en 2015por los miembros de la ONU están la erradicación de la pobreza, la salvaguarda del medio ambiente o la igualdad de género. “La agenda es muy amplia y no podemos dar una evaluación global por falta de datos”, aclara Staab. “Hemos visto avances en la reducción de la mortalidad materna, aunque muy lentos, y en educación; sin embargo la movilidad y la integración laboral se han estancado, salvo en América Latina”.
Uno de los aspectos más novedosos del estudio es un análisis de la pobreza extrema por género, asegura Staab. Con el apoyo del Banco Mundial, ONU Mujeres ha analizado por primera vez esta brecha, y ha concluido que las mujeres tienen un 4% más de probabilidades que los hombres de caer en pobreza extrema, es decir vivir con menos de 1,90 dólares al día. La horquilla se eleva al 8% en Asia central y meridional al 22% en el caso de las mujeres entre 25 y 34 años: según el estudio, llevado a cabo en 89 países, por cada 100 hombres hay 122 mujeres en esta franja de edad que viven en condiciones de extrema pobreza.
“Es una edad clave para el mercado laboral pero también en términos reproductivos”, aclara Staab en conversación telefónica. “La responsabilidad de conciliar estas dos cosas recae desproporcionadamente en ellas, y cuando no hay políticas públicas que les apoyen tienen que elegir entre dejar a los niños solos o sacrificar un ingreso para mejorar su vida”. Según el informe de la ONU, las mujeres también dedican más del doble de su tiempo a las tareas del hogar y a los cuidados no remunerados con respecto a los hombres.
Hacer que las mujeres puedan acceder al mercado laboral no solo sería un avance en términos de igualdad, sino beneficiaría a la economía en su conjunto. Si Sudáfrica ofreciera atención gratuita a todos los niños menores de cinco años, por ejemplo, se crearían 2,4 millones de nuevos empleos y la ocupación femenina subiría en hasta un 10% frente a un desembolso de entre el 2,8% y el 3,2% del PIB, según la ONU. Y es más, la medida generaría nuevos ingresos para el fisco y la seguridad social y permitiría recuperar más de un tercio de la inversión.
Lejos de la igualdad
Todavía hay 49 países en el mundo que no cuentan con una legislación contra la violencia doméstica, 45 que no tienen normas dirigidas al acoso sexual y 37 que exoneran a los violadores si están casados con la víctima o contraen matrimonio con ellas posteriormente.
Aunque en algunos países industrializados existan normativas que en cierta medida protegen a las mujeres, también hay datos desalentadores. La brecha salarial sigue siendo elevada, un 23%, y si no se toman medidas firmes habrá que esperar otros 68 años para revertir la tendencia. Las madres solteras son las más afectadas: en Estados Unidos, por ejemplo, el 44% de este colectivo vive con un salario inferior al sueldo más común —un 40% en España—, frente al 20% de los hombres. En el mismo país, el 23% de las estudiantes universitarias admitió haber sufrido acosos o abusos sexuales, según una encuesta llevada a cabo en 27 Universidades.
“Las cosas no pueden quedar así”, concluye Staab. “No hubiera habido leyes sin movimientos liderados por mujeres, pero el avance depende mucho de los Estados; hay que avanzar en políticas públicas con un enfoque de género”.
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