El carnaval de la democracia mexicana
México se abre al 2018 con una clase política que sigue sin saber dialogar con la ciudadanía en códigos democráticos
Una mujer durante un evento del candidato del PRI, José Antonio Meade. CARLOS JASSO REUTERS
México
Alguien extravió la receta del champurrado, o confundió las proporciones. Y sí, ya sé que el carnaval pasó, que estamos en Cuaresma y que los que creen deberían estar guardando las pasiones de la carne. Pero en este México electoral las pasiones viven afloradas, la carne adquiere otro sentido y el champurrado mutó sus proporciones para que nadie entienda nada. Todo un carnaval expandido en un país que sigue manoseando su democracia.
En la recta final de su mandato y con un candidato a sucederlo que no despega, el presidente Peña Nieto invita a los mexicanos a superar “el irracional enojo social”. Yo le contestaría que serenos, que vamos por partes. Y que pongamos en contexto los reclamos.
México vive este año el proceso electoral más grande de su historia: 3400 cargos en disputa (aunque la lupa mayor esté en la contienda presidencial) con más de 80 millones de electores y un caleidoscopio ideológico que de tanto sacudirlo terminó en amasijo de intenciones. México se abre al 2018 también sabiéndose en su situación más violenta de las últimas décadas, con niveles de corrupción que se alimentan de condiciones infinitas de impunidad y con una clase política que sigue sin saber dialogar con la ciudadanía en códigos democráticos. Es más, lo del diálogo es una quimera. Tan así que en la contienda, la coalición electoral puntera revive para sus filas a un líder sindical repudiado; la coalición que disputa el segundo lugar combina candidatos tan variopintos como imposibles; y la coalición oficial tiene para la Ciudad de México a un aspirante que se ancla en el debate sobre la familia y la vida cuando es precisamente la capital del país la que se jacta de ser espacio de derechos de vanguardia y libertades conquistadas. Tengo para mí, por lo tanto, que razones para el enojo social hay. Y que conste que apenas enuncié algunas.
En estos días converso con jóvenes que votarán por primera vez: reconocen un cierto entusiasmo por hacerlo pero resienten tener que elegir la menos mala de las opciones. Y claro, que tu primera vez sea así tiene algo de matapasiones. No hay manera de negarlo. Al mismo tiempo, otros jóvenes se alistan para ser los disruptores de la política nacional: en varios Estados se presentan para cargos de elección popular porque creen (algún vector narrativo los alimenta) que otra forma de atender la cosa pública es posible. Ahí están los Pedro Kumamoto, los Carlos Brito, la WikiPolítica, los Luis Donaldo Colosio, etc.; ahí están, pues, los que al final mantienen viva la posibilidad de que otro escenario es delineable. Y sí, no calificaría como carnaval esta democracia si no se alimentara también de las fascinantes contradicciones, que para eso México se pinta solo.
Pero la subversión del sentido en este sacudido 2018 no sería propia de los tiempos que corren sin amenazas externas con su corolario apocalíptico. ¿Será que los rusos interfieran en nuestras elecciones? “Porque siempre querrán desestabilizar la región para cobrársela al otro imperio.” ¿Será que lo harán vía las redes sociales u otras estrategias de intervención en las conversaciones digitales? ¿Será que ya lo están haciendo a través de canales de propaganda e infiltrados enquistados en algunas campañas? Y qué hacer con Estados Unidos, cuyo presidente tiene a México como piñata de uso para los fines que convengan: ¿plantar cara?, ¿qué cara?, ¿desde dónde?, ¿a partir de qué golpe? “Cuidado con Rusia y Venezuela”, nos dice el canciller Rex Tillerson, y una ya no sabe si correr, emigrar o aprender ruso.
Así algunas pinceladas del México electoral. Lo más difícil de aquí al 1 de julio, día de las elecciones, será no perder las amistades y no provocar que te avienten el salero en la mesa cuando la discusión se torne álgida. Bueno, y que el país no se fracture de manera irremediable. Hoy, tal vez, no nos entendemos, no nos queremos, no nos soportamos. Pero el día después tendremos que seguir viviendo juntos. Ojalá no pierdan ese horizonte quienes hoy retozan en el carnaval de nuestra democracia. Ojalá.
Gabriela Warkentin es una periodista mexicana. Twitter: @warkentin
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