ENTREVISTA A MUGUR VARZARIU
“Hay una gran diferencia entre los estereotipos y la realidad de los gitanos”
El fotógrafo rumano se ha convertido en el abanderado de la defensa de la comunidad romaní y no descarta dedicarse a la política para seguir con su lucha
PABLO LINDE Barcelona 14 ABR 2014 - 18:45 CET
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Mugur Varzariu, de 44 años, es un personaje atípico. Tiene una consideración de sí mismo casi mesiánica: "Quiero que me recuerden como una buena persona, no como un gran fotógrafo". Lo cierto es que no sabía nada de su oficio hasta hace cuatro años, cuando dejó su cómoda vida como estratega de marketing y comenzó a retratar y denunciar injusticias sociales. La imagen para él es una herramienta como podría ser otra cualquiera. En este tiempo se ha convertido en el abanderado de la defensa de los derechos de los gitanos en Rumanía, su país, además de un profesional muy respetado internacionalmente. Por ello fue uno de los ponentes de las I Jornadas de Fotografía Social en Barcelona, donde se realizó esta entrevista.
Pregunta. ¿Por qué terminó con todo para empezar esta nueva vida?
Respuesta. Sucedió en 2010. Evolucioné como ser humano, me di cuenta de que mi vida debía tener otro significado, más allá de hacer dinero. Años antes volví a coincidir con un amigo del colegio, al que le daba clases a cambio de ver vídeos, porque él tenía un VHS y yo no. Era la única forma de acceder a películas extranjeras. Esto fue sobre el año 1984. Tras terminar el instituto, estuve sin verle 20 años. Él leyó por casualidad un artículo que yo había publicado. Se puso en contacto conmigo y nos vimos. Era fotógrafo de AFP y me gustaba mucho lo que hacía. Le pregunté si creía que yo podía ser fotógrafo. Me respondió: "Bueno, vamos a probar". En enero de 2010 fui a hacer fotos de la conmemoración del holocausto en Bucarest. Las vio y, tras editarlas, me aseguró que creía que podría dedicarme a ello. Así decidí ser fotógrafo y dedicarme a asuntos sociales.
P. ¿Decidió dejar todo de un día para otro?
R. Sí, de un día para otro.
P. ¿Cómo fue el primer día?
R. Aterrador. Estaba perdido como Alicia en el País de las Maravillas. No sabía por dónde empezar ni qué hacer. Las primeras cuestiones fueron: ¿en qué tipo de asunto social estoy interesado? ¿dónde lo encuentro? ¿cómo puedo contactar con ellos? ¿cómo puedo entrar en las comunidades? El primer paso lo di en 2007, cuando un amigo me pidió que donase algo de dinero a un sacerdote que regentaba un lugar de acogida de niños sin hogar sin tutela estatal. Me explicó que con mi dinero compraron ventanas para una de las casas. Y me dije: quiero ir a ese lugar y ver esas ventanas a las que contribuí.
P. ¿Fue lo primero que hizo?
R. Sí, lo primero. Antes no sabía ni siquiera cómo usar bien la cámara, qué tipo de lentes utilizar. En aquel proyecto estaba experimentando cosas. Poco después de eso empecé a hacer fotografías sobre religión. Eso me llevó a India, porque mi trabajo captó la atención de Le Monde y me propusieron un viaje allí. Mi idea fue: quiero mostrar que delante de la divinidad somos todos iguales. Estamos unidos en creencias, no somos diferentes.
P. ¿Le movía un sentimiento religioso?
R. No, yo creo en ser bueno. Es lo más importante para mí. Eso lo puede interpretar cualquier religión, encaja con ortodoxos, con católicos, con budistas… con cualquiera.
P. ¿Se identifica con la frase de que para ser un buen fotógrafo hay que ser buena persona?
R. Claro. Es clave para ser un buen fotógrafo social. No se puede serlo si la gente a la que fotografías no tiene una buena percepción de ti.
P. ¿Se considera más un fotógrafo o un activista?
R. Solo uso la fotografía como altavoz que lleva mi voz más lejos y más fuerte que mis palabras. Si tuviera 80 años no me gustaría ser recordado como un fotógrafo, sino como una buena persona.
P. ¿Entonces no le importaría cambiar de soporte, por ejemplo vídeo?
R. Muchos me lo proponen: la CNN, BBC… Pero no quiero hacerlo.
P. ¿Por qué?
R. La fotografía es el medio más sincero. Es un segundo, no hay forma de mentir. El vídeo tiene más elaboración. Pero no tengo problema por ejemplo en dejar la fotografía y usar otros medios, como charlas públicas o la política
P. ¿Se plantea seriamente entrar en política?
R. En mi país soy golpeado por los políticos como un punching ball. Y este año recibí una oferta del Partido Liberal para entrar en la lista de las elecciones europeas. Lo rechacé, por el momento. Les dije que tenían que cambiar cosas para que yo me alinease con ellos.
P. ¿No está de acuerdo con sus políticas?
R. No. La política en Rumanía es como en África. La única diferencia es que no nos matan con machetes. Han destruido el país en 25 años por incompetencia y corrupción. Han conseguido cambiar la actitud de la gente. Ahora nadie quiere votar. Esto también puede pasar en España. Si no vas a a las urnas, les dejas la decisión a los partidos, las instituciones y sus familias. Por eso, aunque vivas en un país democrático, no lo es, porque tu voz no cuenta.
P. ¿Por qué se dedicó a fotografiar al pueblo gitano?
R. Antes de 2010, cuando el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy expulsó a gitanos rumanos, ni siquiera era consciente de su situación. Yo le doy la gracias a Sarkozy porque me hizo ver. Me di cuenta de la gran diferencia que hay entre los estereotipos que sacan los medios y la realidad de estos pueblos, de los que ni a los políticos ni a los ciudadanos rumanos les interesa hablar. Pensé que había mucho que enseñar y que nadie lo hacía. Soy un estratega y sé que para tener éxito había de diferenciarme. Fue un sacrificio porque no buscaba fama ni dinero. Pero soy el único que lo hace, y de una forma que ha logrado atención de todo el mundo y de las organizaciones internacionales más importantes: Unicef, Amnistía Internacional…
P. Dice que su trabajo cambia las cosas, ¿qué pasó con un muro que estaban haciendo en Baia Mare para segregar a los gitanos?
R. En 2011 me enteré de la intención del alcalde de construir este muro de dos metros. Al principio querían instalar videocámaras y policías para aislar a los gitanos en su gueto.
P. ¿Eso es legal?
R. En Rumanía lo es. Las autoridades lo hacen si nadie lucha en contra. Y no culpo a los rumanos de estar ciegos ante esta realidad porque el propio Sarkozy dijo que era correcto devolver a los rumanos gitanos a su país con 3.000 euros. Si Francia lo hace, ¿por qué no nosotros? Fui a la ciudad y estuve durante un mes, desde el momento que comenzaron a construir el muro. Envié cartas a todos los embajadores, a las agencias internacionales y usé todo lo que tenía en mi mano para esparcir el mensaje de que era un acto discriminatorio. El año pasado, los juzgados rumanos decretaron que era así. Pero ahora tienen que ser las ONG la que luchen para que tiren el muro. Nadie lo hace porque hay un alto nivel de corrupción también entre estas organizaciones. Puedo decir que sé más sobre el pueblo gitano en Rumanía que las propias ONG que trabajan con ellos. Hay mucha gente que solo busca ganarse la vida con esta causa. Lo único que hacen es trabajar para una asociación y colocar a sus familiares, no son profesionales. Son amigos del Estado y buscan conseguir dinero de él en lugar de ser quienes luchan contra las injusticias que produce.
P. ¿Por eso usted empezó a pensar en crear su propia fundación?
R. Sí, para luchar contra las administraciones por mí mismo, ya que a título personal hay muchas gestiones que no se pueden hacer. Sé que sería posible tirar el muro en unos meses. Pero el capital que me pedían era 20.000 euros, solo por la constitución de la fundación. Ya tenía todo hecho hasta que solicitaron el dinero. Esto sucedió hace unos días y creo que voy a intentar hacer una campaña de crowdfunding para crearla y luchar con ella contra estas injusticias.
P. Está enfrentado con gobiernos y ONG; no debe de tener una posición cómoda en su país.
R. No busco tener una posición cómoda. Al menos duermo con la conciencia tranquila. El Estado es el mayor enemigo y las ONG han perdido su camino. Quiero enseñarles el correcto. Me harían feliz si con mis acciones me convierto en una inspiración para algún gitano que algún día se convierta en un héroe para su pueblo.
P. ¿Vive de sus fotografías?
R. Todo lo hago con mis medios. Invierto en mis proyectos y después vendo algunos, pero el trabajo sobre los gitanos no es muy demandado. Gano dinero cuando algún periódico me envía para un trabajo. Pero todo esto no cubre ni un 30% de los costes. El resto procede de mi familia. Mi mujer es mi patrocinadora. Ella trabaja como directora financiera.
P. ¿Trabaja gracias a su mujer?
R. Sí, la mayoría de mi trabajo no está remunerado. Pero mi mujer cree en mí, me dice que si yo no lo hiciera no lo haría nadie.
La voz gráfica del pueblo gitano
El rumano Mugur Varzariu, de 44 años, usa la imagen como medio para denunciar injusticias y combatirlas
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