jueves, 14 de noviembre de 2013

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El poder ya no es lo que era | Cultura | EL PAÍS

El poder ya no es lo que era

Moisés Naím diagnostica en su nuevo ensayo la transformación y degradación de la capacidad de mando en quienes toman las grandes decisiones mundiales



Moisés Naím en la presentación de su nuevo libro, 'El fin del poder'. / ÁLVARO GARCÍA

El poder, como la energía, no se crea ni se destruye... pero irremediablemente se disemina entre una multitud de agentes, de micropoderes en cuyas manos acaba degradado. Esa degradación, y su efecto en la marcha del mundo en el siglo XXI, es el tema central de El fin del poder(Debate), nuevo ensayo de Moisés Naím, prestigioso analista internacional y columnista de EL PAÍS. Y también centró una conferencia magistral dictada anoche por el pensador en la sede madrileña de la Fundación Rafael del Pino.

“El poder es cada vez más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder”, repitió en varias ocasiones durante su intervención el exministro venezolano y exdirector ejecutivo del Banco Mundial. Su exposición, ante un auditorio repleto, estuvo marcada por el mismo afán del libro, que apuesta por “limitar la opinión” para confiar el sostenimiento de sus cimientos intelectuales a los datos y a sus revelaciones sin trampas. Pareció consecuente entonces que la charla comenzase con una cascada de ejemplos, que Moisés Naím presentó como “un pequeño juego”.

¿Qué tienen en común el papa Benedicto, “el primero en renunciar en 700 años”, la imposibilidad de Obama de cumplir sus amenazas sobre Siria, la venta de The Washington Post por 250 millones de dólares a la nueva hegemonía de Amazon o el gigante fotográfico Kodak, declarado en bancarrota más o menos cuando Instagram, con su intangibilidad y sus “13 empleados”, cambiaba de manos por mil millones de dólares? Todas son palmarias demostraciones, según Naím, de que “el poder ya no es lo que era”.

El poder es cada vez más fácil de obtener y más difícil de usar”
“Es un hecho que está en plena mudanza: de EE UU o Europa a Asia, de los palacios presidenciales a las plazas públicas, del anquilosamiento de las grandes compañías a la frescura de las startups. Estas mudanzas son muy importantes, pero no basta con consignar esos movimientos de A a B. Es importante tener en cuenta que el poder que le llega a B es menor que el que tenía A”. El director durante 14 años de la influyente revista Foreign Policy admitió lo “intimidante” de su tarea (también se escuchó el adjetivo “polémico”). No tanto por la sombra de la caudalosa literatura precedente sobre el tema como porque el ensayo, que cuando apareció en inglés mereció comentarios elogiosos hasta de Bill Clinton (“cambiará tu manera de leer las noticias, tu manera de pensar en política y tu manera de mirar el mundo”), defiende “tesis que van en contra de la narrativa dominante”.

“Sé que afirmar que el poder se está volviendo más frágil y vulnerable contradice la percepción más extendida de que vivimos en una época en la que el poder está cada vez más concentrado y de que quienes lo poseen son más fuertes y están más afianzados que nunca”, admite Naím en el libro, antes de lanzarse a una estimulante refutación, de la que ayer ofreció un resumen por temas: de la fuerza militar, un Gulliver al que le crecen enanos como los drones (el recurso al héroe de Swift también salió a relucir anoche) a la política y su imparable descentralización, el mundo empresarial o las religiones, donde se dan fenómenos inéditos como la sangría de fieles a la que asiste el catolicismo en América Latina en favor de nuevos cultos, con su dinamismo “similar al de una startup”.


‘El fin del poder’ mereció el elogio del expresidente Bill Clinton

Establecido el diagnóstico, Naím trató de delimitar los porqués. “La primera reacción suele ser achacar estos cambios a la fuerza de Internet y de las redes sociales”, afirmó. “Aunque yo estoy en desacuerdo. Su influencia es importantísima, pero solo se trata de instrumentos; conviene aclarar quién los usa y para qué y dejar de tomarlos solo como tecnologías para la liberación, dado que ha quedado demostrada su eficacia como instrumentos de represión en algunos regímenes”.

En su opinión, las transformaciones del poder obedecen a una triple revolución. La del “más” (“es un hecho documentado; hay más de todo, más países, más tecnología, más comida, más ONG, más religiones más partidos políticos…”); la de “movilidad” (la desaparición de las fronteras impide a los que lo poseen ejercer su poder en un ámbito cautivo); y la de “mentalidad”, cuya transformación permite, explicó Naím antes de iniciar un diálogo con los asistentes, “un mayor rechazo al autoritarismo y una mayor proclividad a aceptar a los diferentes”.


el dispreciau dice: alguien cruzó los límites, e inmediatamente le hizo creer a sus pares que eso estaba bien, y de allí en más comenzó el desmadre... hubo un tiempo de estadismos, donde algunos destacados e iluminados políticos diseñaron la función de los estados a efectos de proveer bienestar y derechos a las personas de bien, restringiendo los derechos de aquellos que dañaban a la sociedad humana y/o a sus miembros... hubo tiempo donde esos mismos estadismos estaban acompañados por corporaciones que aglutinaban a las personas, formándolas y educándolas para un fin social superior, integrador, expansivo, generador de pautas y valores culturales aglutinantes... dichos estadismos y dichos criterios empresarios permanecieron armónicos hasta comienzos de los años 90 en el siglo pasado (XX), pero luego... algo se rompió, y las corporaciones dejaron de lado sus fines sociales para ser meros negocios financieros, sin finalidad social alguna, salvo el depredar a los individuos, a sus voluntades, a sus esfuerzos, atropellando el "valor humano" a efectos de reemplazarlo por el "oportunismo", una miseria humana de las peores, por su primitivismo, y por su capacidad potencial para contener desprecio, intolerancias y discriminaciones... curiosamente, los estadistas murieron por el peso de sus años, siendo reemplazados por oportunistas de segunda y tercera líneas, sin capacidad alguna para efectuar lecturas de la realidad, y mucho peor aún, sin capacidad alguna para medir consecuencias de los actos políticos en el desconcierto de los estados ausentes... a veintitrés años de dicho quiebre, posterior a la caída del Muro de Berlín y de la consiguiente caída de la Ex-Unión Soviética, los estados ausentes y las corporaciones omnipresentes han conformado un vacío demasiado peligroso, que sólo produce males que afectan a las gentes en cualquier lugar del planeta humano... sea por robo de derechos, sea por negación de los mismos, sea por inseguridad inducida por las miopías reinantes, sea por el asalto a las voluntades de las personas, sea por el robo de los esfuerzos y la quita de las dignidades, sea por el esclavismo creciente, sea por el exterminio del estado bienestar, que abre la puerta al abismo de las persecuciones, las intolerancias, y las discriminaciones... repitiendo aquella triste etapa de los "cristales rotos"... sólo que ahora, a diferencia de entonces, la humanidad acumula más de dos tercios de excluídos, marginados, empobrecidos, pateados del "sistema" que se devora los destinos, a efectos de salvar bancos, corporaciones quebradas, que lavan dineros negros para salvar las almas de unos pocos inútiles que nunca aprendieron a "vivir como se debe", esto es estar a la altura de la circunstancias, de la cultura, y de la civilización. Tan grave es la cosa, que muchos de los que roban, asumen un raro papel solidario al donar algunas migajas de sus botines... intentando hacerle creer a la sociedad humana que eso es bueno, que está bien, y que Dios los reconocerá concediéndoles un lugar en algún paraíso... hecho que, indudablemente, profundiza los vacíos reinantes. La humanidad se encamina hacia su peor hora... mucho peor que aquella transitada en los primeros cincuenta años del siglo pasado... porque ya no hay ley, porque ella se ha transformado en una entelequia de poderes que recitan acerca de realidades que no existen, porque las conveniencias están por sobre cualquier derecho, y porque los intereses han destrozado a los estados sumiéndolos en ausencias...
indudablemente, el poder ya no es lo que era, ni tampoco representa a aquello que debería ser... pero el problema no reside en el "término", sino en las personas que asumen un rol para interpretar dicho "término" según el antojo de sus inconsistencias... la humanidad está envuelta por un imperio intangible que se apropia de cuanta cosa se le cruza, y al mismo tiempo, dicho imperio, disfrazado de democracia, se erige ante el mundo como una dictadura que promete atropellar a discreción de necesidad. El imperio necesita de las obsecuencias... de los felpudos... de las ignorancias... de las incapacidades adecuadamente tituladas y honorificadas... un vacío del que la humanidad ha salido hace escaso tiempo (1945) pagando el precio más denigrante de su historia... una catástrofe humanitaria de la que algunos parecen no haber aprendido nada... de nada. NOVIEMBRE 14, 2013.- 



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