FILIPINAS Desde la 'zona cero'
Cada minuto cuenta
Foto tomada por Esther Sterk desde el avión en el momento que llegaban a Panay.
La doctora Esther Sterk llegó a Filipinas a principios de la semana con un equipo de Médicos Sin Fronteras. Desde entonces ha estado evaluando cuáles son las necesidades inmediatas en las islas aledañas a Cebú, unas áreas muy remotas que han resultado enormemente afectadas por el tifón 'Haiyan'. En este post describe para ELMUNDO.es sus primeros días de trabajo en la zona.
[Este relato es del 12 de noviembre, tres días después del paso del tifón y tras visitar por vez primera Panay, una de las zonas más afectadas. A día de hoy, el equipo de MSF está a punto de iniciar actividades en varias áreas de esta isla: Estancia, Concepcion y San Dionisio.]
Hasta ahora, los mayores esfuerzos para hacer llegar ayuda se han concentrado en la ciudad de Tacloban, pero el daño en otros lugares de Filipinas es también enorme. Ayer por fin conseguimos evaluar otras zonas enormemente afectadas en Panay, Negros y en las Islas Bantayan.
La parte occidental de la isla de Panay está completamente devastada. En algunos pueblos el 80% de las casas han quedado destrozadas. La mayoría de los techos y paredes se han caído o derrumbado, cuando no toda la estructura.
En los próximos días nos centraremos en llegar a los pueblos aislados a lo largo de la costa y en las islas de los alrededores. Por el momento no sabemos si existen servicios médicos que estén funcionando en dichas zonas, pero lo que sí sabemos es que la práctica totalidad de los centros de salud y de los hospitales estarán destruidos o muy dañados.
En las áreas rurales no hay manera de encontrar comida porque los cultivos han sido destruidos, pero es que tampoco tienen fácil ir a otras islas en busca de algo que llevarse a la boca porque las barcas con las que habitualmente se desplazan también han sufrido daños.
Esas mismas dificultades de desplazamiento también ha provocado que los enfermos y los heridos no tengan manera de alcanzar otras islas donde los hospitales y estructuras de salud aún estén en pie.
A pesar de que todo el mundo trabaja para limpiar las carreteras de árboles caídos, y de todo aquello que arrastró la tormenta, los daños han sido muy grandes. Pasará bastante tiempo hasta que las comunicaciones vuelvan a normalizarse.
Ha llovido mucho y los supervivientes no tienen refugio, por lo que nos estamos preparando para recibir una segunda oleada de pacientes. En el hospital ya se comienzan a ver infecciones respiratorias y diarreas, y es muy posible que los números de enfermos por patologías similares aumente rápidamente.
MSF intervendrá en este hospital aportando más personal, medicamentos e instrumental. Organizaremos asimismo clínicas móviles para llegar a los pueblos y a las islas más pequeñas.
Necesitamos ser muy rápidos porque con las inundaciones se produce una mayor proliferación de mosquitos, lo que conlleva un mayor riesgo de contraer la malaria y de que se transmita el dengue. La leptospirosis, una enfermedad en la que las aguas contaminadas juegan un papel determinante (con síntomas similares al dengue, la fiebre amarilla o la malaria y que en casos extremos puede producir la muerte) es endémica en esta parte de Filipina.
Llevarán medicamentos e iniciarán la identificación de lugares en los que pode llevar a cabo las clínicas móviles. Tenemos que darnos prisa y llegar a todos aquellos que lo necesitan lo antes posible. No podemos perder ni un minuto.
AYUDA A FILIPINAS
[Este relato es del 12 de noviembre, tres días después del paso del tifón y tras visitar por vez primera Panay, una de las zonas más afectadas. A día de hoy, el equipo de MSF está a punto de iniciar actividades en varias áreas de esta isla: Estancia, Concepcion y San Dionisio.]
Hasta ahora, los mayores esfuerzos para hacer llegar ayuda se han concentrado en la ciudad de Tacloban, pero el daño en otros lugares de Filipinas es también enorme. Ayer por fin conseguimos evaluar otras zonas enormemente afectadas en Panay, Negros y en las Islas Bantayan.
La parte occidental de la isla de Panay está completamente devastada. En algunos pueblos el 80% de las casas han quedado destrozadas. La mayoría de los techos y paredes se han caído o derrumbado, cuando no toda la estructura.
En los próximos días nos centraremos en llegar a los pueblos aislados a lo largo de la costa y en las islas de los alrededores. Por el momento no sabemos si existen servicios médicos que estén funcionando en dichas zonas, pero lo que sí sabemos es que la práctica totalidad de los centros de salud y de los hospitales estarán destruidos o muy dañados.
La gente necesita de todo
Todas aquellas personas con las que vamos hablando nos dicen que lo más urgente para ellos es poder tener acceso a agua potable, ya que tras el paso del tifón los lagos de los que obtenían el suministro se han inundado de agua salada.En las áreas rurales no hay manera de encontrar comida porque los cultivos han sido destruidos, pero es que tampoco tienen fácil ir a otras islas en busca de algo que llevarse a la boca porque las barcas con las que habitualmente se desplazan también han sufrido daños.
Esas mismas dificultades de desplazamiento también ha provocado que los enfermos y los heridos no tengan manera de alcanzar otras islas donde los hospitales y estructuras de salud aún estén en pie.
A pesar de que todo el mundo trabaja para limpiar las carreteras de árboles caídos, y de todo aquello que arrastró la tormenta, los daños han sido muy grandes. Pasará bastante tiempo hasta que las comunicaciones vuelvan a normalizarse.
Preparados para una segunda oleada de pacientes
El hospital que visitamos en la ciudad de Roxas, en el norte de la isla, ha sufrido daños en su estructura, pero aún está funcionando. El equipo local ha hecho un magnífico trabajo para lidiar con la primera ola de pacientes, la mayoría con heridas abiertas o traumatismos por impactos y caída de objetos.Ha llovido mucho y los supervivientes no tienen refugio, por lo que nos estamos preparando para recibir una segunda oleada de pacientes. En el hospital ya se comienzan a ver infecciones respiratorias y diarreas, y es muy posible que los números de enfermos por patologías similares aumente rápidamente.
MSF intervendrá en este hospital aportando más personal, medicamentos e instrumental. Organizaremos asimismo clínicas móviles para llegar a los pueblos y a las islas más pequeñas.
Necesitamos ser muy rápidos porque con las inundaciones se produce una mayor proliferación de mosquitos, lo que conlleva un mayor riesgo de contraer la malaria y de que se transmita el dengue. La leptospirosis, una enfermedad en la que las aguas contaminadas juegan un papel determinante (con síntomas similares al dengue, la fiebre amarilla o la malaria y que en casos extremos puede producir la muerte) es endémica en esta parte de Filipina.
Llevar ayuda a los más aislados
Nos centramos en llevar ayuda de la forma más rápida posible a las áreas más aisladas. Desde hoy trabajaremos en colaboración con el personal del Ministerio de Salud. Dos equipos regresarán a la costa este de Panay, mediante barcos y también con helicópteros.Llevarán medicamentos e iniciarán la identificación de lugares en los que pode llevar a cabo las clínicas móviles. Tenemos que darnos prisa y llegar a todos aquellos que lo necesitan lo antes posible. No podemos perder ni un minuto.
AYUDA A FILIPINAS
TIFÓN 'HAIYAN' El reparto de la ayuda
Sobrevivir al desastre para volver a darse de bruces con la miseria
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Los evacuados de la 'zona cero' en Taclobán apenas tienen donde refugiarse
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Llegan a la isla de Mactán y reciben la escasa ayuda con la que cuentan las autoridades
Supervivientes del tifón caminan entre el humo del pesticida para mosquitos en Taclobán. F. R. MALASIG EFE
En la isla de Mactán, donde se encuentra la base militar del aeropuerto de Cebú, deambulan los evacuados procedentes de Tacloban. Llegan exhaustos y no levantan la voz ni exigen nada porque ni siquiera son conscientes de sus derechos. Tal vez también porque en un país como Filipinas, si eres pobre, no los tienes.
Han sobrevivido al tifón y hasta han logrado mantenerse a salvo en una ciudad sin ley. Después de escapar de aquel infierno Edna A. Regudo, del Departamento de Bienestar Social, es el primer rostro que ven en la isla Mactán.
Ella se encarga de realizar, a mano, la lista de inscritos. No escucha su situación, sino que sólo se centra en los hechos: Nombre, edad, teléfono (si lo conservan), sexo, anotaciones, y... "¡siguiente!".
Un plato de arroz caliente y agua les devuelve la sonrisa. Llevan sin comer varios días. Los supervivientes parecen desubicados, su demacrado aspecto es el sinónimo de la tragedia y cualquier gesto de atención lo reciben con entusiasmo. Heridos, sucios, descalzos, sin fuerzas ni para abrir los botellines de agua, esperando resignados que alguien dirija su vida.
Aunque no tenían mucho, lo han perdido todo. Bolsas raídas con algunos trapos, chanclas y toallas, forman el equipaje de mano de unos pasajeros sin destino. Tras saciar su hambre, como piezas de un eslabón, les mueven al siguiente punto. Los más graves son atendidos en el Hospital de Campaña, por los médicos voluntarios.
Sale en su furgoneta, cargada con agua, esterillas, cepillos de dientes y jabón, y se adentra en la zona más pobre de Lapu Lapu. Tras atravesar barrios de chabolas, llega a una especie de polideportivo donde se refugian los evacuados. Parece que tener cobijo depende de su estatus social. No hay hoteles o pensiones que acojan a los más pobres. Vuelven al mismo estercolero humano en el que ya vivían, sólo que traumatizados, en una isla distinta y posiblemente con la familia incompleta.
Tumbados en el suelo, los más afortunados sobre cartones, sonríen y agradecen con infinita bondad la llegada de los voluntarios. Hay una mesa larga con la comida y en el centro, la ropa donada separada por montones sobre una lona. No hay colchones donde dormir. Los niños no tienen juguetes. Pero quizá no los echen de menos. Les falta su vida y sus recuerdos, arrancados con brutalidad por la fatalidad de la naturaleza.
el dispreciau dice: no se harán comentarios... este paisaje repite algo que se ha expresado de diversas formas en el Pacífico... más vale tomar consciencia de que el peligro potencial afecta a cualquier ser humano en cualquier parte del mundo. NOVIEMBRE 16, 2013.-
Han sobrevivido al tifón y hasta han logrado mantenerse a salvo en una ciudad sin ley. Después de escapar de aquel infierno Edna A. Regudo, del Departamento de Bienestar Social, es el primer rostro que ven en la isla Mactán.
Ella se encarga de realizar, a mano, la lista de inscritos. No escucha su situación, sino que sólo se centra en los hechos: Nombre, edad, teléfono (si lo conservan), sexo, anotaciones, y... "¡siguiente!".
Un plato de arroz caliente y agua les devuelve la sonrisa. Llevan sin comer varios días. Los supervivientes parecen desubicados, su demacrado aspecto es el sinónimo de la tragedia y cualquier gesto de atención lo reciben con entusiasmo. Heridos, sucios, descalzos, sin fuerzas ni para abrir los botellines de agua, esperando resignados que alguien dirija su vida.
Aunque no tenían mucho, lo han perdido todo. Bolsas raídas con algunos trapos, chanclas y toallas, forman el equipaje de mano de unos pasajeros sin destino. Tras saciar su hambre, como piezas de un eslabón, les mueven al siguiente punto. Los más graves son atendidos en el Hospital de Campaña, por los médicos voluntarios.
Sin recursos
En una camilla agoniza R.T. de 38 años. Ha sobrevivido a la tragedia, pero cuando se dio cuenta de que había perdido a toda su familia, se apuñaló en la pierna. No muy lejos de allí, Queenie M. Ammann, alto cargo de la ciudad de Lapu Lapu, organiza la logística y la asistencia: "Intentamos ayudarles con lo que podemos, pero carecemos de los recursos que tenéis en Europa. Por eso es fundamental que contéis al mundo lo sucedido y recibir su generosidad".Sale en su furgoneta, cargada con agua, esterillas, cepillos de dientes y jabón, y se adentra en la zona más pobre de Lapu Lapu. Tras atravesar barrios de chabolas, llega a una especie de polideportivo donde se refugian los evacuados. Parece que tener cobijo depende de su estatus social. No hay hoteles o pensiones que acojan a los más pobres. Vuelven al mismo estercolero humano en el que ya vivían, sólo que traumatizados, en una isla distinta y posiblemente con la familia incompleta.
Tumbados en el suelo, los más afortunados sobre cartones, sonríen y agradecen con infinita bondad la llegada de los voluntarios. Hay una mesa larga con la comida y en el centro, la ropa donada separada por montones sobre una lona. No hay colchones donde dormir. Los niños no tienen juguetes. Pero quizá no los echen de menos. Les falta su vida y sus recuerdos, arrancados con brutalidad por la fatalidad de la naturaleza.
el dispreciau dice: no se harán comentarios... este paisaje repite algo que se ha expresado de diversas formas en el Pacífico... más vale tomar consciencia de que el peligro potencial afecta a cualquier ser humano en cualquier parte del mundo. NOVIEMBRE 16, 2013.-
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