SOLIDARIDAD | Día del Cooperante
Hablan los cooperantes: 'Debemos ser un motor de cambio'
Irina Fuhrmann, en Mauritania con Intermón Oxfam.
- Un millar de españoles cooperan en más de 120 países en todo el mundo
- Los fondos destinados a cooperación internacional se han reducido un 50%
"Un cooperante es, independientemente de cuales sean los objetivos de su misión, un motor de cambio para el contexto donde actúa y para las personas para las que trabaja". Detrás de esta definición no hay un manual de cooperación. Hay un nombre propio, Santiago Rodríguez. Sus palabras llegan desde Bangladesh, donde trabaja desde marzo para Aida, y las avala con ocho años de experiencia como voluntario, expatriado y trabajador en España en el sector de la cooperación.
La misma experiencia le lleva a tirar de pragmatismo cuando toca aconsejar a un principiante: "Que tenga mucha paciencia. Muchas veces, cuando vamos a un país en vías de desarrollo estamos pensando enseguida en salvar la vida de muchas personas y cambiar el mundo y, cuando esto no pasa, nos impacientamos. Estas cosas llevan su tiempo, hay que ir poco a poco, conocer bien el país y a su gente para poder contribuir de manera más efectiva".
Santiago Rodríguez es sólo una cara del millar de españoles que cooperan en más de 120 países en todo el mundo, de las más de 8.000 personas que trabajan para ONG españolas, según datos de la Coordinadora estatal. A ellas se dedica cada 8 de septiembre el Día del Cooperante.
Personas y colectivos coinciden en que no hay un perfil de cooperante, puede ser tan variado como el número de trabajadores registrados. Médicos sin Fronteras sabe de esa diversidad, en 2011 tuvo expatriados en 30 países. Pilar Cachofeiro también ha conocido de todo, acumula 17 años y seis meses en República Dominicana con InteRed.
El colectivo afronta este año su efeméride con "poco que celebrar y mucho que denunciar". El panorama de este 2012 es desolador para el sector: los fondos destinados a cooperación internacional se han reducido un 50%, una de cada tres organizaciones se ha visto obligada a abandonar alguna zona en la que trabajaba y dos de cada tres han tenido que disminuir el número de proyectos en terreno.
Neus Peracaula, enfermera desde hace 16 años y cooperante desde hace 12, está sufriendo esos recortes. Lleva cinco años en Mozambique, donde coordina el programa de salud de Medicus Mundi en Erati. La reducción de fondos ha dejado a este proyecto, que se remonta a 2005, "en una situación sumamente delicada que nos impide la implementación de las actividades planificadas".
Eso sí, a pesar de las dificultades, sostiene "hoy en día no me imagino una vida diferente, o un trabajo diferente". Raimundo Rivas, coordinador de proyectos de Farmamundi en Congo, comparte esta vocación inalterable a pesar de los reveses: "El mundo de la cooperación intenta con todas sus fuerzas sacar este barco a flote, pero es duro, porque el orden establecido y las relaciones económicas internacionales nos destruyen continuamente el trabajo". Pese a todo, no piensa en dejar esta profesión que le mantiene en el Congo desde enero y antes le llevó a Etiopía, Guatemala o Sierra Leona.
María Elena Alconchel, coordinadora regional de Paz y Desarrollo en Latinoamérica, opina que cooperante es "un término para definir un puesto de trabajo especializado en el exterior", pero que, al final, va mucho más allá: “debiera implicar un compromiso personal". "Es un término que mucha gente no entiende ni le da la importancia que tiene. Desde mi punto de vista es una forma de vida", señala tras ocho años en Ecuador.
Inmaculada Sánchez no es cooperante, sino voluntaria en el programa Volpa de Entreculturas en Guatemala desde hace seis meses, pero su “sueño y vocación” es profesionalizarse. Ella comparte la visión de María Elena Alconchel, concibe que cooperar “es una forma de vida, es algo que anda contigo, aporta conocer, aprender de otras culturas, de otras personas con otra educación”.
Muchas ONGD recomiendan a sus trabajadores en España que una estancia en terreno les ayudará a su labor en 'casa'. Francisco Javier Carril, de Ayuda en Acción, acaba de vivir una experiencia que le permite comparar entre ese trabajo de oficina y poner los pies en el barro.
En agosto se desplazó tres semanas a Bolivia para coordinar a 33 voluntarios. Recién aterrizado, confiesa que "ha sido un antes y un después. A nivel profesional porque es dar sentido al trabajo diario que haces desde una oficina en Madrid y en el ámbito personal porque supone una transformación de todo, te enseña a valorar más, a priorizar y, por supuesto, a empatizar con los demás mucho más".
Sandra Dacosta, que lleva seis meses con Asamblea de Cooperación por la Paz en Palestina, coincide en la importancia de estas estancias en terreno. En su caso llevaba cuatro años en su ONG antes de expatriarse y cree que su estancia en terreno también tendrá un antes y un después en su trabajo: "a nivel profesional me da la oportunidad de ver todas las áreas de trabajo de la entidad".
Ruth Garitaonandia es coordinadora de Médicos del Mundo en Ecuador, pero antes trabajó, con esta y otras ONG, en Tanzania, Mozambique, Honduras, Guinea Bissau, Guatemala, Bolivia, Honduras, El Salvador o Haití. Reconoce que la vida del cooperante no es fácil, pues "es duro ver injusticias, pero existen aunque a veces no las queramos ver" y "en lo personal, creo que lo que peor llevo es estar lejos de la familia y amigos", pero cree que el esfuerzo merece la pena: "Debemos luchar para que haya menos desigualdades en el mundo. El derecho a la salud es un derecho, no un lujo. Poder trabajar para lograrlo y desarrollar acciones relacionadas con ello es para mí muy gratificante".
Su herramienta para cooperar es el periodismo. "Como comunicadora, puedo apoyarles para que sus voces sean escuchadas en el resto del mundo, para que no se olvide las causas que les han llevado a vivir en esta situación y haya una reacción por parte de la comunidad internacional”, relata
En su caso, a las dificultades de trabajar expatriada se une el clima “desafiante”. "Durante la estación seca, hace mucho calor, y ahora que es la época de lluvias, el agua y los insectos nos rodean por todas partes”, relata, “pero estas incomodidades quedan compensadas por la calidad de su gente. La gente es especialmente amable y demuestran cada día con pequeñas acciones las ganas que tienen de salir adelante y de superar la situación de pobreza crónica en la que se encuentran”.
Adaptarse al nuevo país es fundamental para que un expatriado pueda realizar su trabajo al 100% y no siempre resulta fácil. “Nunca se te quita la sensación de ser un bicho raro al que miran entre sorpresa y miedo, te quieren tocar y huyen de ti, eres el mzungu, opoto o faringi dependiendo del país, lo que es común es que nunca serás como ellos o parte de ellos. Por lo menos a corto o medio plazo”, cuenta Raimundo Rivas.
"Aquí, ves, vives y escuchas cosas que escapan a todo entendimiento y que hacen que te replantees incluso lo más básico. Por mucho que las imágenes sobre el conflicto nos hayan acompañado toda la vida, casi llegando a ser un tópico, hay cosas para las que nunca llegas a estar lista”, explica Sandra Dacosta.
Neus Peracaula cree que "la adaptación a la gente y las nuevas culturas es un proceso lento en el que se tiene que tener la capacidad de dejar de lado muchas ideas, preconceptos y valores y estar dispuesto a empezar a ver las cosas de manera diferente y a aprender continuamente". Inmaculada Sánchez aconseja que se "formatee de cierta manera el disco duro, para que las nuevas experiencias y sensaciones entren de manera fluida y sin ningún obstáculo". María Elena Alconchel concluye que como cooperante, "a veces hay que ser camaleón".
el dispreciau dice: y la humanidad de los anónimos, de los desconocidos, de los comunes, de los habituales, de esos que tienen derechos ciudadanos negados, de aquellos otros que no son ni atendidos ni escuchados, de tanto hartarse se han quebrado... decidiendo comenzar a ser parte de todo aquello que demanda cooperar y cooperarse, abstrayéndose de todo lo otro que, impuesto por estados ausentes, no conduce a ninguna parte. El mundo humano está desbordante de olvidados y negados, de pobrezas, y de marginados, de indigentes y de otros extraviados, esos "todos" que también son gentes, aún cuando los estados insistan en no verlos y seguir ausentes. La clase política mundial es tan perversa como cínica, lo cual deja en evidencia sus incapacidades, sus miserias humanas sobre-expresadas, sus valores tergiversados y sus tendencias nunca claras, ya que sustentan en un doble mensaje permanente, donde hay muchas palabras pero el espíritu de la palabra está muerto. Muchas veces, la intolerancia coloca lejos a problemas que están a la vuelta de la esquina... otras tantas, organizaciones religiosas hablan de caridad para luego negociar las dignidades... muchas otras las corporaciones se focalizan en mercados potenciales para inmediatamente, justificar la estrategia que fabrica excluídos... y esta diversidad funciona al modo de una tela de arañas que va atrapando a personas que van quedando por el camino, al sólo efecto de alimentar a un monstruo con cara de derechas pero manos de izquierdas, con ojos conservadores pero con oídos de social-demócratas, donde nadie es sensible, donde la compasión no existe, donde la misericordia es un chiste, y lo solidario es para reírse... de allí que nada sea creíble. Se habla de los padecimientos del África... pero detrás se esgrime un negocio, que no es otro que aquel negocio de la pobreza (de los otros)... Nada distinto sucede en la América Latina... Nada distinto sucede en el Asia o en cualquier otro lugar del mundo humano. Los estados ausentes ya no usan, apenas si abusan de los derechos de las sociedades olvidadas... imponiendo constituciones e himnos, pero al mismo tiempo borrando con el codo los derechos ciudadanos y los otros humanos, ofreciendo protección a victimarios sin rostro, descalificando a las legítimas víctimas abandonadas a sus suertes. Los cooperantes avanzan al modo de una red de pesca... pero ya no pescan almas, sí pescan olvidados, ninguneados, burlados y hasta despreciados. En dicho concierto, la clase política y aquella otra que manipula a los poderes de turno, han perdido la capacidad de lectura (si es que alguna vez la tuvieron) de los entornos, de las circunstancias y sus realidades... y no ven que el mundo de los pobres ya tiene masa propia, guardando una entidad que supera largamente a las irracionalidades impuestas por modelos tan ineficientes como ineficaces, tan mentirosos como perimidos... y todo va llegando al punto de quiebre, ese momento donde el material no tiene resto para soportar la torsión... ese divino instante donde aquello que era "poder implacable", se convierte en un clamor de "piedades"... y entonces no hay regreso, porque lo único que importa en este mundo, no son otra cosa que las GENTES. Septiembre 08, 2012.-
La misma experiencia le lleva a tirar de pragmatismo cuando toca aconsejar a un principiante: "Que tenga mucha paciencia. Muchas veces, cuando vamos a un país en vías de desarrollo estamos pensando enseguida en salvar la vida de muchas personas y cambiar el mundo y, cuando esto no pasa, nos impacientamos. Estas cosas llevan su tiempo, hay que ir poco a poco, conocer bien el país y a su gente para poder contribuir de manera más efectiva".
Santiago Rodríguez es sólo una cara del millar de españoles que cooperan en más de 120 países en todo el mundo, de las más de 8.000 personas que trabajan para ONG españolas, según datos de la Coordinadora estatal. A ellas se dedica cada 8 de septiembre el Día del Cooperante.
Francisco Javier Carril, de Ayuda en Acción, en Bolivia.
El colectivo afronta este año su efeméride con "poco que celebrar y mucho que denunciar". El panorama de este 2012 es desolador para el sector: los fondos destinados a cooperación internacional se han reducido un 50%, una de cada tres organizaciones se ha visto obligada a abandonar alguna zona en la que trabajaba y dos de cada tres han tenido que disminuir el número de proyectos en terreno.
'No me imagino una vida diferente'
Neus Peracaula, de Médicos Mundo, en Mozambique
Eso sí, a pesar de las dificultades, sostiene "hoy en día no me imagino una vida diferente, o un trabajo diferente". Raimundo Rivas, coordinador de proyectos de Farmamundi en Congo, comparte esta vocación inalterable a pesar de los reveses: "El mundo de la cooperación intenta con todas sus fuerzas sacar este barco a flote, pero es duro, porque el orden establecido y las relaciones económicas internacionales nos destruyen continuamente el trabajo". Pese a todo, no piensa en dejar esta profesión que le mantiene en el Congo desde enero y antes le llevó a Etiopía, Guatemala o Sierra Leona.
María Elena Alconchel, coordinadora regional de Paz y Desarrollo en Latinoamérica, opina que cooperante es "un término para definir un puesto de trabajo especializado en el exterior", pero que, al final, va mucho más allá: “debiera implicar un compromiso personal". "Es un término que mucha gente no entiende ni le da la importancia que tiene. Desde mi punto de vista es una forma de vida", señala tras ocho años en Ecuador.
Inmaculada Sánchez no es cooperante, sino voluntaria en el programa Volpa de Entreculturas en Guatemala desde hace seis meses, pero su “sueño y vocación” es profesionalizarse. Ella comparte la visión de María Elena Alconchel, concibe que cooperar “es una forma de vida, es algo que anda contigo, aporta conocer, aprender de otras culturas, de otras personas con otra educación”.
Trabajo sobre el terreno
María Elena Alconchel, de Paz y Desarrollo, en Ecuador.
En agosto se desplazó tres semanas a Bolivia para coordinar a 33 voluntarios. Recién aterrizado, confiesa que "ha sido un antes y un después. A nivel profesional porque es dar sentido al trabajo diario que haces desde una oficina en Madrid y en el ámbito personal porque supone una transformación de todo, te enseña a valorar más, a priorizar y, por supuesto, a empatizar con los demás mucho más".
Pilar Cachofeiro en la frontera entre Haití y República Dominicana con InteRed.
Ruth Garitaonandia es coordinadora de Médicos del Mundo en Ecuador, pero antes trabajó, con esta y otras ONG, en Tanzania, Mozambique, Honduras, Guinea Bissau, Guatemala, Bolivia, Honduras, El Salvador o Haití. Reconoce que la vida del cooperante no es fácil, pues "es duro ver injusticias, pero existen aunque a veces no las queramos ver" y "en lo personal, creo que lo que peor llevo es estar lejos de la familia y amigos", pero cree que el esfuerzo merece la pena: "Debemos luchar para que haya menos desigualdades en el mundo. El derecho a la salud es un derecho, no un lujo. Poder trabajar para lograrlo y desarrollar acciones relacionadas con ello es para mí muy gratificante".
Raimundo Rivas, coordinador de proyectos de Farmamundi en Congo.
Motivar a la comunidad internacional
A finales de septiembre hará un año que Irina Fuhrmann trabaja en Burkina Faso como responsable regional de medios para África del Oeste de Intermón Oxfam y no concibe este trabajo sin "sentir ese punto de incomodidad que te hace querer trabajar para hacer que el mundo sea algo más justo".Su herramienta para cooperar es el periodismo. "Como comunicadora, puedo apoyarles para que sus voces sean escuchadas en el resto del mundo, para que no se olvide las causas que les han llevado a vivir en esta situación y haya una reacción por parte de la comunidad internacional”, relata
Santiago Rodríguez, en Bangladesh.
El difícil proceso de adaptación
Ruth Garitaonandia, de Médicos del Mundo.
"Aquí, ves, vives y escuchas cosas que escapan a todo entendimiento y que hacen que te replantees incluso lo más básico. Por mucho que las imágenes sobre el conflicto nos hayan acompañado toda la vida, casi llegando a ser un tópico, hay cosas para las que nunca llegas a estar lista”, explica Sandra Dacosta.
Neus Peracaula cree que "la adaptación a la gente y las nuevas culturas es un proceso lento en el que se tiene que tener la capacidad de dejar de lado muchas ideas, preconceptos y valores y estar dispuesto a empezar a ver las cosas de manera diferente y a aprender continuamente". Inmaculada Sánchez aconseja que se "formatee de cierta manera el disco duro, para que las nuevas experiencias y sensaciones entren de manera fluida y sin ningún obstáculo". María Elena Alconchel concluye que como cooperante, "a veces hay que ser camaleón".
el dispreciau dice: y la humanidad de los anónimos, de los desconocidos, de los comunes, de los habituales, de esos que tienen derechos ciudadanos negados, de aquellos otros que no son ni atendidos ni escuchados, de tanto hartarse se han quebrado... decidiendo comenzar a ser parte de todo aquello que demanda cooperar y cooperarse, abstrayéndose de todo lo otro que, impuesto por estados ausentes, no conduce a ninguna parte. El mundo humano está desbordante de olvidados y negados, de pobrezas, y de marginados, de indigentes y de otros extraviados, esos "todos" que también son gentes, aún cuando los estados insistan en no verlos y seguir ausentes. La clase política mundial es tan perversa como cínica, lo cual deja en evidencia sus incapacidades, sus miserias humanas sobre-expresadas, sus valores tergiversados y sus tendencias nunca claras, ya que sustentan en un doble mensaje permanente, donde hay muchas palabras pero el espíritu de la palabra está muerto. Muchas veces, la intolerancia coloca lejos a problemas que están a la vuelta de la esquina... otras tantas, organizaciones religiosas hablan de caridad para luego negociar las dignidades... muchas otras las corporaciones se focalizan en mercados potenciales para inmediatamente, justificar la estrategia que fabrica excluídos... y esta diversidad funciona al modo de una tela de arañas que va atrapando a personas que van quedando por el camino, al sólo efecto de alimentar a un monstruo con cara de derechas pero manos de izquierdas, con ojos conservadores pero con oídos de social-demócratas, donde nadie es sensible, donde la compasión no existe, donde la misericordia es un chiste, y lo solidario es para reírse... de allí que nada sea creíble. Se habla de los padecimientos del África... pero detrás se esgrime un negocio, que no es otro que aquel negocio de la pobreza (de los otros)... Nada distinto sucede en la América Latina... Nada distinto sucede en el Asia o en cualquier otro lugar del mundo humano. Los estados ausentes ya no usan, apenas si abusan de los derechos de las sociedades olvidadas... imponiendo constituciones e himnos, pero al mismo tiempo borrando con el codo los derechos ciudadanos y los otros humanos, ofreciendo protección a victimarios sin rostro, descalificando a las legítimas víctimas abandonadas a sus suertes. Los cooperantes avanzan al modo de una red de pesca... pero ya no pescan almas, sí pescan olvidados, ninguneados, burlados y hasta despreciados. En dicho concierto, la clase política y aquella otra que manipula a los poderes de turno, han perdido la capacidad de lectura (si es que alguna vez la tuvieron) de los entornos, de las circunstancias y sus realidades... y no ven que el mundo de los pobres ya tiene masa propia, guardando una entidad que supera largamente a las irracionalidades impuestas por modelos tan ineficientes como ineficaces, tan mentirosos como perimidos... y todo va llegando al punto de quiebre, ese momento donde el material no tiene resto para soportar la torsión... ese divino instante donde aquello que era "poder implacable", se convierte en un clamor de "piedades"... y entonces no hay regreso, porque lo único que importa en este mundo, no son otra cosa que las GENTES. Septiembre 08, 2012.-
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