Emprendedores a la fuerza
El paro, los ajustes de salarios y la reinvención de algunos sectores animan a los jóvenes a crear proyectos. Pero hay apoyos escasos y llegan tarde
Un modelo de negocio innovador. Esto es lo que marca la base del buen emprendimiento. Es decir, el montar un negocio con posibilidades reales de que sea rentable y de que se mantenga en el tiempo. Como cualquiera puede imaginar, la idea es importante, pero no lo es todo e incluso puede no llegar a ser nada. La mayoría de las ideas nunca llegan a ponerse en marcha, coinciden los expertos, aunque sean fantásticas. El mundo está lleno de buenas ideas, pero lo importante es llegar a ejecutarlas. Ahí está el ejemplo de Facebook. La idea no es gran cosa, básicamente una vía de contacto de antiguos alumnos: lo que hace que sea impresionante es la ejecución. ¿Y un nuevo proyecto empresarial debe estar ligado a la tecnología? Pues no necesariamente. La tecnología debe servir para cambiar la forma de hacer las cosas, de una manera más eficiente y barata y sin perder calidad.
Con pautas como estas arrancan las respuestas de los expertos a los interrogantes que se plantea una nueva clase de emprendedor, el que emprende por necesidad, porque han acabado en el paro o afectados por un gran recorte salarial en su empresa. Buscan huecos por los que colarse en el mercado, en los sectores que conocen y tienen ahora tiempo para dedicarse a ello, con la esperanza de poder convertir los problemas laborales en oportunidades de futuro.
Al inicio de la crisis, entre 2008 y 2010 bajó la actividad emprendedora en España, pero el pasado año se produjo el efecto contrario, según apunta sobre España el último informe del Global Entrepreneurship Monitor (GEM). Es anual y el último se hizo en 54 países. Este estudio sitúa la tasa de actividad emprendedora de 2011 en un 5,8% de la población española de 18 a 64 años, lo que supuso un incremento del 35% respecto al año anterior. No es un síntoma de “recuperación económica”, advierte el informe para evitar conclusiones erróneas; la actividad emprendedora se ha ampliado en parte por “iniciativas promovidas por la necesidad y el desempleo”.
“Es verdad que en estos momentos hay que hacer de la necesidad virtud”, señala Jordi Vinaixa, director académico del Instituto de Iniciativa Emprendedora de la escuela de negocios Esade. “Pero sobre lo de ponerse a emprender por necesidad soy pesimista”, prosigue. “La necesidad hace que las circunstancias sean propicias y las barreras menores, pero, ¡ojo!, tiene que haber una oportunidad de negocio”.
El hecho de que uno no encuentre trabajo o no dé con la forma de materializar sus expectativas hace que mucha gente se plantee emprender, y está claro que “si ese desarrollo profesional lo hago yo, depende directamente de mí, me va a gustar más, y eso hace que muchos se animen”, prosigue Vinaixa. “De hecho, hay mucha gente en los viveros de empresas, en las llamadas incubadoras, que viene y te dice ‘dime en qué tengo que emprender’. No cabe duda de que si se está en paro la barrera para hacerlo es menor. Y, en realidad, si se tiene claro que se puede poner en marcha algo y se logra el apoyo económico, es cierto que puede ser el momento, porque se puede dedicar a ello a tiempo completo, poner todas sus energías en eso”.
Una de las peculiaridades que está ocurriendo en el mundo del emprendimiento, cuentan los especialistas, es que ser emprendedor se está convirtiendo en un oficio. “El del emprendedor en serie”, explica Vinaixa, “Se puede dar en un entorno corporativo o no corporativo y son personas a las que se les da bien la puesta en marcha de un proyecto y le gusta hacerlo. Saben lanzar la idea, montar el modelo de negocio y escalarlo. En realidad, emprender es un proceso que se puede aprender a hacer y a mejorar”, añade este experto.
No es la primera vez que se contempla el emprendimiento como vía alternativa en tiempos de crisis. Durante la crisis que se inició a finales de los setenta, la UE promovió la puesta en marcha programas para ayudar a emprendedores, lo que llevó al desarrollo de equipamientos, de edificios donde albergarles y apoyarles.
Por entonces nació Barcelona Activa, una de las organizaciones decanas en España en este apoyo, que pertenece al Ayuntamiento de Barcelona. Con 26 años de experiencia, recibe a cualquier persona que llama a la puerta con una idea, le ayuda a analizar la viabilidad del proyecto y la acompaña en la puesta en marcha y la búsqueda de financiación. “Nuestra vocación es la de atender y ayudar, mediante los contenidos de nuestro portal y también con atención individualizada, y es verdad que con la crisis, sobre todo en el último año, hay muchas más personas que acuden a nosotros, pero hasta dentro de un par de años no veremos el impacto real de los proyectos creados, por ejemplo, el pasado año”, señala Montse Basora, directora operativa de Emprendeduría de Barcelona Activa.
Esta agencia favoreció la creación de 700 empresas en 2008, pasando a ser 1.700 entre 2009 y el primer trimestre del 2010. “Se están creando, por ejemplo, muchos negocios en entornos digitales, ya que requieren inversiones pequeñas y suponen un menor riesgo”, explica Basora. El comercio electrónico, las ofertas de servicios a través de Internet, las empresas de base tecnológica, como las que crean aplicaciones para móviles, son algunos de los sectores con más movimiento emprendedor desarrollado con la ayuda de Barcelona Activa.
Juan José Güemes, que preside el Centro Internacional de Gestión Emprendedora de IE Business School, apunta diversos cambios en los últimos años relacionados con el emprendimiento.
“Uno de los grandes cambios que se está produciendo en el emprendimiento en España es que la gente está dispuesta a transferir esa tecnología al mercado, y en eso ha cambiado el discurso radicalmente desde hace 10 años, cuando no era infrecuente oír en una universidad el lema de que ‘la ciencia no se mercantiliza’. Aunque hay que respetar todos los puntos de vista, también hay que pararse a pensar que esa producción científica se financia con los impuestos de todos los españoles, y es justo y legítimo que la sociedad diga que quiere convertir eso en creación, riqueza y empleo. El siguiente gran cambio es que es cierto que la tecnología, salvo contadas excepciones, es un commodity (un bien producido en masa de gran valor y utilidad en muchos campos). Es decir, el desarrollo tecnológico lo están haciendo 15 países a la vez y lo que marca la diferencia es la ejecución, el ser capaces de llevar esa tecnología al mercado a través del emprendimiento, que es lo que nos maravilla, por ejemplo, de Israel, del Massachusetts Institute of Technology (MIT) o de Stanford, es decir, de quienes han marcado la diferencia y están revolucionando el mundo llevando esa tecnología al mercado”.
Entonces, ¿el emprendimiento va ligado necesariamente a la tecnología? “No necesariamente”, responde Güemes. “No es verdad que todo el emprendimiento de alto potencial esté ligado a la tecnología. Si se piensa en los casos que han asombrado al mundo en los últimos años (como Facebook, Google o Instagram), ninguno es un alarde de tecnología disruptiva. Pero sí creo que el tipo de emprendimiento en el que podemos aportar valor, y el que pasa por nuestras aulas y nuestros recursos tiene un cierto componente de innovación, aunque sea en el modelo de negocio. Y normalmente también un cierto grado de tecnología. No es raro encontrarse con alumnos que llegan con tecnología, o incluso con propiedad intelectual sobre esa tecnología, con patentes, o que vienen asociado a equipos que sí son propietarios o que gestionan esa tecnología, y eso sí que es de celebrar en España”.
En la lista Forbes de los más ricos de Estados Unidos está a la cabeza gente que lo es porque ha creado compañías que han revolucionado el mundo. Esta es la idea que debe guiar a un emprendedor. Revolucionar la forma en la que trabajamos en un pecé, la forma en la que hablamos por teléfono, escuchamos música o, ¿por qué no?, nos tomamos un café. “Veo más legitimidad en el emprendedor innovador”, dice Güemes, “el que revoluciona la forma de hacer las cosas, como hizo Inditex. La innovación está en el modelo de negocio”.
Uno de los problemas más citados por los que quieren emprender es la escasez de ayudas. Sobre ello habla claro, basándose en su experiencia, Montse Basora, de Barcelona Activa: “Ya no hay apenas subvenciones para autónomas y hay pocas ayudas, pero han surgido otras formas de financiación para los emprendedores, desde las inversiones de particulares que ya no quieren jugársela en la Bolsa, a la expansión incipiente del crowdfunding [financiación en masa a base de pequeñas aportaciones individuales, que nació en el sector cultural], los grupos de inversores o los foros de inversión de las escuelas de negocios”.
Jordi Vinaixa reconoce que la escasez de ayudas para emprendedores es una realidad, “pero también un tópico”, puntualiza. “Una de las cosas que tiene el emprendedor es necesidad de recursos (material, infraestructura…), por lo que puede intentar contactar con el que lo tiene y convencerle de que su proyecto merece la pena; y lo mismo puede hacer con el dinero. En algunos casos, los recursos son imprescindibles, pero en otros no. Sobre todo lo que necesita el emprendedor es identificar bien lo que necesita e intentar conseguirlo; el buen emprendedor es el que sabe repartirse lo que no tiene”.
Juan José Güemes incide en la idea de identificar bien el negocio, más allá de las buenas ideas. “El mundo está lleno de ideas muy buenas, incluso brillantes, que nunca se llevan a cabo, nunca se ejecutan. No puedo aceptar que la idea es lo fundamental”. ¿Por qué no se ejecutan? “Por falta de decisión, de voluntad, de persistencia, de constancia... Lo vemos todos los que acudimos a los foros de emprendedores. Pero además me atrevería a decir que la mayor parte de las buenas ideas ni siquiera se comparten en esos foros ni en ningún sitio”.
Otra advertencia de los expertos es la necesidad, hoy día más que nunca, de comportarse como emprendedor en todas partes, en todas las empresas y organizaciones. “Hablamos de emprendimiento por necesidad, por la crisis, pero la realidad es que vivimos en un mundo en el que todos necesitamos comportarnos como emprendedores o, mejor dicho, donde todos necesitamos individualmente ser en alguna medida emprendedores, pero donde, además, las empresas los necesitan dentro de la compañía”, señala Güemes. “Se precisa gente que se sepa comportar como emprendedor, definiéndolo no solo como quien crea una empresa sino como un estilo incluso de vida, que te lleva a estar permanentemente orientado por la búsqueda de oportunidades y no conformarte simplemente con los recursos que tienes en cada momento”.
Pero ¿en las empresas grandes y consolidadas hay de verdad un espacio para los emprendedores, se les da la oportunidad de innovar? “No”, reconoce este experto, “incluso esas empresas que admirábamos por su éxito hoy, en poco más de una década, son criticadas porque esos que eran emprendedores anteayer ahora dirigen organizaciones que no son capaces de hacer aflorar todo el emprendimiento”.
¿Y cómo debe ser entonces un emprendedor? El perfil de esa persona que puede tener éxito creando una empresa, que puede imaginarse decidida, un buen relaciones públicas, con ideas..., en realidad, no está tan claro. Jordi Vinaixa apunta: “Estaría en la treintena”, responde Vinaixa, “porque es cuando se suele ver más fuerza para emprender”. “Pero aunque la juventud tiene muchas virtudes —como la inconsciencia, en el buen sentido de la palabra, la percepción del riesgo es menor, lo que hace que el atrevimiento sea mayor—, sin embargo, la gente mayor tiene otros valores profesionales, como la experiencia y más cosas que ofrecer al proyecto”.
Juan José Güemes dice que hay mucha literatura científica sobre eso, pero que por cada perfil hay 500.000 excepciones. “Hay personas que han emprendido porque han visto una oportunidad; otras, porque en un momento de sus vidas han sentido la necesidad y están detrás de grandísimas empresas, hay personas más jóvenes, mayores... No hay nadie que nazca con un gen o con las letras en la frente de soy emprendedor o no soy emprendedor. A ser emprendedor se puede aprender y se puede enseñar, es más una cuestión de actitud”.
Pero lo suyo es iniciar una aventura emprendedora en un sector que la persona conozca. “O bien tú eres quien tiene los conocimientos o bien tú sabes gestionar el conjunto del conocimiento para llevar eso al mercado. Lo más importante es la visión del individuo hacia dentro. Que analice ¿qué sé que puedo hacer?”, concluye Jordi Vinaixa.
Juan José Güemes responde que la clave es “ser innovador”. “El emprendedor tiene que buscar su sitio, y para eso tiene que hacer algo que sea mejor, que aporte más valor al cliente que todo lo que está a su alrededor. Debe pensar siempre en el cliente, que es el que tiene que comprar el bien o servicio que él quiere producir. Y preguntarse, ‘¿si no aporto más valor o una cosa distinta o mejor o que no existe por qué me van a comprar a mí?”.
“En la formación que les damos a nuestros alumnos en el fondo les enseñamos a reconocer ese camino: ‘En qué tengo que emprender”, explica Juan José Güemes, del IE Business School, “y empezamos con un periodo en el que les pedimos que identifiquen grandes problemas sin resolver y grandes necesidades que todavía no están satisfechas. Cuanto más grande sea el problema o la necesidad mayor puede ser eventualmente la oportunidad de negocio”.
Güemes prosigue: “Sobre ese problema construyes una solución, una propuesta de valor que realmente aporte algo, que resuelva ese problema. Y puede darse así una oportunidad de negocio que tenemos que evaluar conociendo bien quién es el mercado, a quién nos dirigimos, con nombres y apellidos, saber muy bien a quién vamos a vender eso, para asegurarnos de que esa gente tiene una necesidad no satisfecha o mal resuelta por el mercado en ese momento y donde tú realmente puedes hacer una propuesta de calidad superior”. Si se cumple todo esto, ya puedes empezar.
Al inicio de la crisis, entre 2008 y 2010 bajó la actividad emprendedora en España, pero el pasado año se produjo el efecto contrario, según apunta sobre España el último informe del Global Entrepreneurship Monitor (GEM). Es anual y el último se hizo en 54 países. Este estudio sitúa la tasa de actividad emprendedora de 2011 en un 5,8% de la población española de 18 a 64 años, lo que supuso un incremento del 35% respecto al año anterior. No es un síntoma de “recuperación económica”, advierte el informe para evitar conclusiones erróneas; la actividad emprendedora se ha ampliado en parte por “iniciativas promovidas por la necesidad y el desempleo”.
“Es verdad que en estos momentos hay que hacer de la necesidad virtud”, señala Jordi Vinaixa, director académico del Instituto de Iniciativa Emprendedora de la escuela de negocios Esade. “Pero sobre lo de ponerse a emprender por necesidad soy pesimista”, prosigue. “La necesidad hace que las circunstancias sean propicias y las barreras menores, pero, ¡ojo!, tiene que haber una oportunidad de negocio”.
El hecho de que uno no encuentre trabajo o no dé con la forma de materializar sus expectativas hace que mucha gente se plantee emprender, y está claro que “si ese desarrollo profesional lo hago yo, depende directamente de mí, me va a gustar más, y eso hace que muchos se animen”, prosigue Vinaixa. “De hecho, hay mucha gente en los viveros de empresas, en las llamadas incubadoras, que viene y te dice ‘dime en qué tengo que emprender’. No cabe duda de que si se está en paro la barrera para hacerlo es menor. Y, en realidad, si se tiene claro que se puede poner en marcha algo y se logra el apoyo económico, es cierto que puede ser el momento, porque se puede dedicar a ello a tiempo completo, poner todas sus energías en eso”.
Una de las peculiaridades que está ocurriendo en el mundo del emprendimiento, cuentan los especialistas, es que ser emprendedor se está convirtiendo en un oficio. “El del emprendedor en serie”, explica Vinaixa, “Se puede dar en un entorno corporativo o no corporativo y son personas a las que se les da bien la puesta en marcha de un proyecto y le gusta hacerlo. Saben lanzar la idea, montar el modelo de negocio y escalarlo. En realidad, emprender es un proceso que se puede aprender a hacer y a mejorar”, añade este experto.
No es la primera vez que se contempla el emprendimiento como vía alternativa en tiempos de crisis. Durante la crisis que se inició a finales de los setenta, la UE promovió la puesta en marcha programas para ayudar a emprendedores, lo que llevó al desarrollo de equipamientos, de edificios donde albergarles y apoyarles.
Por entonces nació Barcelona Activa, una de las organizaciones decanas en España en este apoyo, que pertenece al Ayuntamiento de Barcelona. Con 26 años de experiencia, recibe a cualquier persona que llama a la puerta con una idea, le ayuda a analizar la viabilidad del proyecto y la acompaña en la puesta en marcha y la búsqueda de financiación. “Nuestra vocación es la de atender y ayudar, mediante los contenidos de nuestro portal y también con atención individualizada, y es verdad que con la crisis, sobre todo en el último año, hay muchas más personas que acuden a nosotros, pero hasta dentro de un par de años no veremos el impacto real de los proyectos creados, por ejemplo, el pasado año”, señala Montse Basora, directora operativa de Emprendeduría de Barcelona Activa.
Esta agencia favoreció la creación de 700 empresas en 2008, pasando a ser 1.700 entre 2009 y el primer trimestre del 2010. “Se están creando, por ejemplo, muchos negocios en entornos digitales, ya que requieren inversiones pequeñas y suponen un menor riesgo”, explica Basora. El comercio electrónico, las ofertas de servicios a través de Internet, las empresas de base tecnológica, como las que crean aplicaciones para móviles, son algunos de los sectores con más movimiento emprendedor desarrollado con la ayuda de Barcelona Activa.
Juan José Güemes, que preside el Centro Internacional de Gestión Emprendedora de IE Business School, apunta diversos cambios en los últimos años relacionados con el emprendimiento.
“Uno de los grandes cambios que se está produciendo en el emprendimiento en España es que la gente está dispuesta a transferir esa tecnología al mercado, y en eso ha cambiado el discurso radicalmente desde hace 10 años, cuando no era infrecuente oír en una universidad el lema de que ‘la ciencia no se mercantiliza’. Aunque hay que respetar todos los puntos de vista, también hay que pararse a pensar que esa producción científica se financia con los impuestos de todos los españoles, y es justo y legítimo que la sociedad diga que quiere convertir eso en creación, riqueza y empleo. El siguiente gran cambio es que es cierto que la tecnología, salvo contadas excepciones, es un commodity (un bien producido en masa de gran valor y utilidad en muchos campos). Es decir, el desarrollo tecnológico lo están haciendo 15 países a la vez y lo que marca la diferencia es la ejecución, el ser capaces de llevar esa tecnología al mercado a través del emprendimiento, que es lo que nos maravilla, por ejemplo, de Israel, del Massachusetts Institute of Technology (MIT) o de Stanford, es decir, de quienes han marcado la diferencia y están revolucionando el mundo llevando esa tecnología al mercado”.
Entonces, ¿el emprendimiento va ligado necesariamente a la tecnología? “No necesariamente”, responde Güemes. “No es verdad que todo el emprendimiento de alto potencial esté ligado a la tecnología. Si se piensa en los casos que han asombrado al mundo en los últimos años (como Facebook, Google o Instagram), ninguno es un alarde de tecnología disruptiva. Pero sí creo que el tipo de emprendimiento en el que podemos aportar valor, y el que pasa por nuestras aulas y nuestros recursos tiene un cierto componente de innovación, aunque sea en el modelo de negocio. Y normalmente también un cierto grado de tecnología. No es raro encontrarse con alumnos que llegan con tecnología, o incluso con propiedad intelectual sobre esa tecnología, con patentes, o que vienen asociado a equipos que sí son propietarios o que gestionan esa tecnología, y eso sí que es de celebrar en España”.
En la lista Forbes de los más ricos de Estados Unidos está a la cabeza gente que lo es porque ha creado compañías que han revolucionado el mundo. Esta es la idea que debe guiar a un emprendedor. Revolucionar la forma en la que trabajamos en un pecé, la forma en la que hablamos por teléfono, escuchamos música o, ¿por qué no?, nos tomamos un café. “Veo más legitimidad en el emprendedor innovador”, dice Güemes, “el que revoluciona la forma de hacer las cosas, como hizo Inditex. La innovación está en el modelo de negocio”.
Uno de los problemas más citados por los que quieren emprender es la escasez de ayudas. Sobre ello habla claro, basándose en su experiencia, Montse Basora, de Barcelona Activa: “Ya no hay apenas subvenciones para autónomas y hay pocas ayudas, pero han surgido otras formas de financiación para los emprendedores, desde las inversiones de particulares que ya no quieren jugársela en la Bolsa, a la expansión incipiente del crowdfunding [financiación en masa a base de pequeñas aportaciones individuales, que nació en el sector cultural], los grupos de inversores o los foros de inversión de las escuelas de negocios”.
Jordi Vinaixa reconoce que la escasez de ayudas para emprendedores es una realidad, “pero también un tópico”, puntualiza. “Una de las cosas que tiene el emprendedor es necesidad de recursos (material, infraestructura…), por lo que puede intentar contactar con el que lo tiene y convencerle de que su proyecto merece la pena; y lo mismo puede hacer con el dinero. En algunos casos, los recursos son imprescindibles, pero en otros no. Sobre todo lo que necesita el emprendedor es identificar bien lo que necesita e intentar conseguirlo; el buen emprendedor es el que sabe repartirse lo que no tiene”.
Juan José Güemes incide en la idea de identificar bien el negocio, más allá de las buenas ideas. “El mundo está lleno de ideas muy buenas, incluso brillantes, que nunca se llevan a cabo, nunca se ejecutan. No puedo aceptar que la idea es lo fundamental”. ¿Por qué no se ejecutan? “Por falta de decisión, de voluntad, de persistencia, de constancia... Lo vemos todos los que acudimos a los foros de emprendedores. Pero además me atrevería a decir que la mayor parte de las buenas ideas ni siquiera se comparten en esos foros ni en ningún sitio”.
Otra advertencia de los expertos es la necesidad, hoy día más que nunca, de comportarse como emprendedor en todas partes, en todas las empresas y organizaciones. “Hablamos de emprendimiento por necesidad, por la crisis, pero la realidad es que vivimos en un mundo en el que todos necesitamos comportarnos como emprendedores o, mejor dicho, donde todos necesitamos individualmente ser en alguna medida emprendedores, pero donde, además, las empresas los necesitan dentro de la compañía”, señala Güemes. “Se precisa gente que se sepa comportar como emprendedor, definiéndolo no solo como quien crea una empresa sino como un estilo incluso de vida, que te lleva a estar permanentemente orientado por la búsqueda de oportunidades y no conformarte simplemente con los recursos que tienes en cada momento”.
Pero ¿en las empresas grandes y consolidadas hay de verdad un espacio para los emprendedores, se les da la oportunidad de innovar? “No”, reconoce este experto, “incluso esas empresas que admirábamos por su éxito hoy, en poco más de una década, son criticadas porque esos que eran emprendedores anteayer ahora dirigen organizaciones que no son capaces de hacer aflorar todo el emprendimiento”.
¿Y cómo debe ser entonces un emprendedor? El perfil de esa persona que puede tener éxito creando una empresa, que puede imaginarse decidida, un buen relaciones públicas, con ideas..., en realidad, no está tan claro. Jordi Vinaixa apunta: “Estaría en la treintena”, responde Vinaixa, “porque es cuando se suele ver más fuerza para emprender”. “Pero aunque la juventud tiene muchas virtudes —como la inconsciencia, en el buen sentido de la palabra, la percepción del riesgo es menor, lo que hace que el atrevimiento sea mayor—, sin embargo, la gente mayor tiene otros valores profesionales, como la experiencia y más cosas que ofrecer al proyecto”.
Juan José Güemes dice que hay mucha literatura científica sobre eso, pero que por cada perfil hay 500.000 excepciones. “Hay personas que han emprendido porque han visto una oportunidad; otras, porque en un momento de sus vidas han sentido la necesidad y están detrás de grandísimas empresas, hay personas más jóvenes, mayores... No hay nadie que nazca con un gen o con las letras en la frente de soy emprendedor o no soy emprendedor. A ser emprendedor se puede aprender y se puede enseñar, es más una cuestión de actitud”.
Pero lo suyo es iniciar una aventura emprendedora en un sector que la persona conozca. “O bien tú eres quien tiene los conocimientos o bien tú sabes gestionar el conjunto del conocimiento para llevar eso al mercado. Lo más importante es la visión del individuo hacia dentro. Que analice ¿qué sé que puedo hacer?”, concluye Jordi Vinaixa.
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“En la formación que les damos a nuestros alumnos en el fondo les enseñamos a reconocer ese camino: ‘En qué tengo que emprender”, explica Juan José Güemes, del IE Business School, “y empezamos con un periodo en el que les pedimos que identifiquen grandes problemas sin resolver y grandes necesidades que todavía no están satisfechas. Cuanto más grande sea el problema o la necesidad mayor puede ser eventualmente la oportunidad de negocio”.
Güemes prosigue: “Sobre ese problema construyes una solución, una propuesta de valor que realmente aporte algo, que resuelva ese problema. Y puede darse así una oportunidad de negocio que tenemos que evaluar conociendo bien quién es el mercado, a quién nos dirigimos, con nombres y apellidos, saber muy bien a quién vamos a vender eso, para asegurarnos de que esa gente tiene una necesidad no satisfecha o mal resuelta por el mercado en ese momento y donde tú realmente puedes hacer una propuesta de calidad superior”. Si se cumple todo esto, ya puedes empezar.
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